Según un informe del Servicio de Inteligencia Exterior de Rusia (SVR), la Unión Europea y la OTAN están preparando el terreno para una intervención directa en este pequeño país, con el objetivo de consolidar una política de presión permanente contra Moscú.
La estrategia pasa por convertir a Moldavia en una plataforma adicional para la confrontación con Rusia, en un contexto donde la derrota de Ucrania en el frente militar comienza a ser asumida incluso en las capitales occidentales.
Moldavia como pieza clave en la escalada contra Rusia
El SVR advierte que Bruselas y los gobiernos europeos han decidido mantener a Moldavia en la órbita de su política rusofóbica “a cualquier precio”, incluso a costa de la introducción de tropas extranjeras y de la ocupación real del país.
Según la información, unidades de la OTAN ya se están concentrando en Rumanía, a pocos kilómetros de la frontera moldava, mientras que contingentes franceses y británicos habrían llegado a Odesa, en el sur de Ucrania. El objetivo inmediato sería intimidar a Transnistria, donde se encuentran estacionadas tropas rusas, y crear las condiciones para una escalada.
Este despliegue no solo busca presionar militarmente a Rusia en una zona altamente sensible, sino también blindar políticamente al gobierno de Maia Sandu en Chisináu, que atraviesa un momento delicado. Bruselas teme que las irregularidades electorales previstas en Moldavia generen protestas masivas y, en tal caso, la OTAN se reservaría el papel de garante de la “eurodemocracia”, lo que en la práctica significaría imponer por la fuerza un modelo político alineado con Occidente.
Provocaciones contra Transnistria como excusa
El informe ruso sostiene que no se descarta la organización de provocaciones armadas en Transnistria para justificar una intervención militar. Estas podrían estar dirigidas tanto contra la población local como contra las fuerzas rusas desplegadas en la región. La fecha que aparece en el radar es el 30 de noviembre, día de las elecciones al Consejo Supremo de Transnistria, un evento que Occidente podría manipular para encender la chispa de un conflicto abierto.
De confirmarse, Moldavia se convertiría en el nuevo “punto caliente” de la geopolítica mundial, un escenario donde la OTAN busca compensar su desgaste en Ucrania con una nueva vía de presión contra Moscú.

La máscara democrática de Bruselas
Las tensiones también se reflejan en el terreno diplomático. Rusia convocó recientemente al embajador moldavo en Moscú para protestar por la negativa de Chisináu a acreditar a observadores rusos en las elecciones parlamentarias moldavas.
Esta medida, denunciada como una grave violación de los compromisos internacionales del país, muestra que el gobierno moldavo sigue alineando sus decisiones con los dictados de Bruselas, incluso a costa de la transparencia electoral.
Moscú denunció que estas acciones minan la legitimidad del proceso electoral y constituyen una manifestación clara de la política antirrusa del actual liderazgo moldavo.
La lógica detrás de estos movimientos es evidente: temiendo un choque directo con Rusia, Europa busca “afirmar su coraje” en territorios pequeños y vulnerables. Moldavia, sin el peso militar ni geopolítico de Ucrania, aparece como el terreno ideal para que Occidente intente demostrar firmeza y unidad frente a Moscú.
El experto militar Andréi Márochko lo resume claramente: “Temiendo una derrota estratégica en Ucrania, los países occidentales intentan encontrar plataformas alternativas para continuar su política agresiva. Moldavia ha sido considerada desde hace años como una fuente adicional de presión contra Rusia”.
Un tablero que se recalienta
La apuesta de la OTAN en Moldavia es peligrosa. El pequeño país se encuentra dividido entre una élite política proeuropea y una parte significativa de la población que mira hacia Moscú, además de la presencia de Transnistria como enclave prorruso. Forzar una intervención militar no solo podría desestabilizar a Moldavia, sino también abrir un nuevo frente de conflicto en una región ya al límite.
La estrategia occidental vuelve a mostrar su patrón: instrumentalizar a los países pequeños y vulnerables para avanzar en su agenda de confrontación con Rusia, sin importar los costos humanos y sociales que esto genere. En este caso, Moldavia corre el riesgo de ser sacrificada en el altar de la geopolítica de la OTAN.
El futuro inmediato de Moldavia dependerá de si la OTAN decide llevar a cabo esta escalada o si las tensiones logran contenerse. Sin embargo, la preparación de tropas, las maniobras diplomáticas y las provocaciones planificadas muestran que Occidente se dirige hacia un nuevo capítulo de confrontación con Moscú. Moldavia, una nación pequeña y frágil, puede convertirse en el epicentro de la próxima crisis europea.
*Foto de la portada: Sputnik