«La independencia no es solo cuestión de expulsar a los colonizadores, de tener una bandera y un himno nacional», argumentó Amílcar Cabral, líder del movimiento de liberación en Guinea-Bisáu y Cabo Verde. «El pueblo debe tener la seguridad de que nadie les robará su trabajo, de que la riqueza de nuestro país no irá a parar a manos de nadie». Para Cabral, la liberación nacional era necesariamente un «acto cultural»: un profundo proceso de recuperación de la historia, la identidad y la dignidad como base esencial para construir una verdadera soberanía política y económica. Este acto, creía, era el arma más poderosa contra la dominación extranjera, que mantiene su control mediante la «represión permanente y organizada de la vida cultural de los pueblos afectados».
En vísperas del segundo aniversario de la fundación de la Alianza de los Estados del Sahel (Alianza de los Estados del Sahel, AES) el 16 de septiembre de 2023, las palabras de Cabral resuenan con especial fuerza. Surgida de una serie de golpes de Estado con apoyo popular que rompieron con el orden neocolonial controlado por Francia y sus aliados regionales, la confederación de Burkina Faso, Malí y Níger se ha embarcado en un proyecto de descolonización cultural. Al desmantelar los símbolos del poder colonial y neocolonial y crear otros nuevos y compartidos en su lugar, los pueblos del Sahel alzan la bandera de la nueva fase de su lucha por la soberanía.
Más allá de la independencia de la bandera
El poder del estado colonial francés se inscribió directamente en el paisaje físico y psicológico del Sahel. En las capitales administrativas de Bamako, Uagadugú y Niamey, los planificadores franceses impusieron un rígido orden espacial que reflejaba la jerarquía del propio sistema colonial. Las principales avenidas, plazas y edificios públicos recibieron el nombre de generales, gobernadores y políticos franceses. Esta imposición deliberada de una nomenclatura colonial borró las historias locales y obligó a los colonizados a navegar por sus propias ciudades utilizando los nombres de sus opresores, perpetuando el sistema neocolonial mucho después de que se izaran las banderas de la independencia.
En los últimos dos años, una ola coordinada de reivindicación simbólica ha recorrido toda la AES, un proceso que detalla Ibrahima Kébé, coordinador de la Escuela Modibo Keïta (Universidad Popular y Ciudadana), en una entrevista con nosotros. «Renombrar calles y bulevares es una de las acciones más visibles de los líderes de la AES», explica. «Las placas, estatuas y nombres de calles que honran a figuras coloniales suelen sustituirse por referencias a héroes panafricanistas y resistentes locales que lucharon contra el mismo sistema que esas figuras representan».
El 15 de octubre de 2023, 36.º aniversario del asesinato del revolucionario burkinés Thomas Sankara, el bulevar general Charles de Gaulle de la capital, Uagadugú, pasó a llamarse oficialmente bulevar Thomas Sankara, y Sankara fue proclamado «Héroe de la Nación». En Niamey (Níger), la avenida Charles de Gaulle es ahora la avenida Djibo Bakary, en honor a un sindicalista y figura política clave en el movimiento independentista del país contra Francia. La plaza de la Francofonía, símbolo desde hace tiempo de la hegemonía cultural y lingüística francesa, ha pasado a llamarse oficialmente plaza de la Patria. En Malí, la avenida CEDEAO, llamada así por la Comunidad Económica de los Estados de África Occidental (CEDEAO), un bloque que la AES condena por ser un instrumento de los intereses occidentales, pasó a llamarse avenida de l’AES.
Estos actos funcionan como una forma de educación política pública, reemplazando un panteón de opresores por uno de liberadores. «Estos cambios buscan brindar a las futuras generaciones modelos a seguir en sintonía con sus luchas y aspiraciones, al tiempo que reconocen la memoria histórica», señala Kébé. Sin embargo, se apresura a señalar que este proceso no está exento de sus propias complejidades políticas y contradicciones internas, lo que revela que la lucha por la memoria histórica continúa. «Por ejemplo», observa, «Bamako vio surgir al general Moussa Traoré, quien sirvió a los intereses franceses durante décadas después de derrocar al presidente socialista panafricanista Modibo Keïta en un golpe de estado en 1968». Para Kébé, este detalle sugiere que el camino hacia la descolonización no es lineal. Subraya los inmensos desafíos que tenemos por delante: garantizar que el espíritu antiimperialista popular que impulsa este movimiento no sea cooptado por un nacionalismo estrecho que higieniza el pasado simplemente para legitimar el presente.

Nuevos símbolos para una nueva alianza
Además de deconstruir lo antiguo, la AES ha tomado medidas para construir nuevos símbolos compartidos. El 22 de febrero de 2025, la AES presentó su nueva bandera, un poderoso emblema de este proyecto regional. Para Kébé, sus elementos son una “verdadera concentración de símbolos culturales y políticos” diseñados para transmitir un mensaje multidimensional. Las tres estrellas representan a los estados miembros, no como entidades separadas, sino unidos en solidaridad. El baobab, conocido por su longevidad, simboliza el arraigo cultural y la resiliencia ante la adversidad. El pueblo unido transmite la determinación colectiva de defender su soberanía. El uso de los colores panafricanos clásicos, verde, amarillo y rojo, significa esperanza en el futuro, la riqueza natural de la región y la sangre sacrificada derramada por los mártires en la lucha por la liberación.
Quizás la declaración política más contundente de la bandera sea la inclusión de un mapa de los tres países sin sus fronteras internas. Este elemento disuelve visualmente las fronteras artificiales trazadas en la Conferencia de Berlín de 1884, y el regionalismo constituye un desafío directo a la lógica colonial de «divide y vencerás».
Esta nueva identidad encuentra voz en el himno de la AES, Sahel Benkan , que se traduce del bambara como “la comprensión del Sahel”. Interpretado por primera vez simultáneamente en las tres capitales el 9 de junio de 2025, el himno se ha convertido en una poderosa herramienta de movilización popular. “La canción rápidamente trascendió el ámbito ceremonial para convertirse en un símbolo de resistencia y orgullo para los partidarios de la confederación”, nos cuenta Kébé. “Resuena durante las ceremonias oficiales, pero también en el corazón de las manifestaciones populares que apoyan las transiciones políticas”. Distribuido ampliamente en la televisión estatal y las redes sociales, la letra del himno arraiga explícitamente la lucha actual en el legado de las grandes civilizaciones precoloniales de África, llamando a la gente a reclamar su destino. Para sus partidarios, dice Kébé, es “la expresión viva de un Sahel que se yergue, decidido a romper con el orden neocolonial”.
‘Contra la humillante esclavitud de mil años’
El movimiento actual en el Sahel no surgió de la nada. Es el legado de una tradición revolucionaria con profundas raíces en la región. Como afirma Kébé, esta historia no solo constituye una fuente vital de inspiración y legitimidad, sino también lecciones cruciales para el difícil camino que nos espera.
La primera ola de esta lucha fue liderada por pioneros como Modibo Keïta, el primer presidente de un Malí independiente (1960-1968). Panafricanista comprometido y defensor del socialismo africano, Keïta emprendió profundas reformas diseñadas para lograr una auténtica soberanía económica. Nacionalizó recursos estratégicos y creó una moneda nacional para romper con el franco CFA, controlado por Francia (un instrumento neocolonial de dominio monetario francés). Fundamentalmente, Keïta comprendió que la soberanía de los pequeños estados recién independizados era frágil y que la unidad era el único camino viable. Junto con Kwame Nkrumah de Ghana y Sékou Touré de Guinea, Keïta fue una fuerza impulsora de la Unión de Estados Africanos (o Unión Ghana-Guinea-Malí). Este temprano intento de superar las fronteras coloniales sienta un precedente histórico directo para las ambiciones confederales actuales de la AES. Para más información sobre el legado de Keïta, vea este documental recién estrenado por African Stream.
En representación de una generación posterior de revolucionarios, Sankara, quien fue presidente de Burkina Faso desde 1983 hasta su asesinato en 1987, realizó su primer acto simbólico: renombrar el país, de la designación colonial de Alto Volta, a Burkina Faso, «la tierra del pueblo íntegro». Se dice que Sankara fue un consumado guitarrista de jazz y compuso personalmente el nuevo himno nacional, Ditanyè («El Himno de la Victoria»). El himno denunciaba la «humillante servidumbre de mil años» del colonialismo y concluía con el poderoso lema tomado de la Revolución Cubana: «La Patrie ou la mort, nous vaincrons!» («Patria o muerte, venceremos»), una frase que ha sido retomada por el actual líder del país, el capitán Ibrahim Traoré. Para Sankara, esta transformación simbólica era inseparable de la lucha material por la autosuficiencia, encapsulada en su famoso dicho: “El que te alimenta, te controla”.

Un espacio, un pueblo, un destino
La descolonización cultural en el Sahel es un acto de liberación profundo e históricamente necesario. Derribar monumentos coloniales, renombrar calles y crear nuevas banderas e himnos son poderosos actos de emancipación cultural. Reivindican la narrativa histórica, fomentan una nueva identidad colectiva y movilizan la energía popular en pos de una nueva visión multidimensional de la soberanía que abarca la política, la economía, el ejército y la cultura.
Sin embargo, como insistió Cabral, una bandera y un himno no bastan. Los actos simbólicos han ido acompañados de avances sustanciales hacia la soberanía en múltiples frentes. En el ámbito militar, el Sahel ha expulsado a las tropas francesas y ha establecido una fuerza militar conjunta de 5.000 efectivos para coordinar la lucha contra el terrorismo. En el ámbito económico, han anunciado planes para crear una moneda común y así abandonar definitivamente el sistema del franco CFA. Han comenzado a establecer un Banco Confederal para la Inversión y el Desarrollo para financiar su propia infraestructura e industrialización, liberándolos de los dictados y las condicionalidades del FMI y el Banco Mundial. Para más información, lea el último dossier de Tricontinental (agosto de 2025), El Sahel busca la soberanía .
Los nuevos símbolos del Sahel son una declaración de intenciones, un llamado a la unidad para que los pueblos de la región se unan en la larga e inconclusa lucha por la liberación. El futuro del Sahel y de los pueblos del Sahel también dependerá de la solidaridad internacional. Por ello, les invitamos a unirse al Secretariado de Panafricanismo Hoy, compuesto por más de setenta movimientos y organizaciones populares de toda África, en su llamado a la acción. Les invitamos también a explorar el homenaje de este mes a los revolucionarios de todo el mundo en nuestra galería de retratos .
Soldados, todos estamosdecididos, resilientes y unidospara que la AES siga siendoun solo espacio, un solo pueblo, un solo destino.
– Himno de la AES
*Tings Chak, Director de Arte, Instituto Tricontinental de Investigación Social
Artículo publicado originalmente en Tricontinental

