Asia

Nueva Zelanda busca ayuda de EE. UU. para proteger el Pacífico de China

Por PIA Global*- Nueva Zelanda quiere lazos más fuertes con Estados Unidos para proteger a los aliados del Pacífico de la explotación en medio de las riquezas de tierras raras y las crecientes amenazas geopolíticas

La reciente gira de la ministra de Defensa de Nueva Zelanda, Judith Collins, por Estados Unidos refleja el nuevo papel que Wellington busca desempeñar dentro del esquema de contención geopolítica impulsado por Washington en el Pacífico Sur.

Detrás del discurso de “proteger la soberanía” de las pequeñas islas del Pacífico, se esconde la verdadera disputa por los minerales raros, la pesca y el control estratégico de una de las regiones más codiciadas del planeta.

Collins, quien también controla las áreas de inteligencia y espacio, viajó a Washington para reunirse con el secretario de Defensa estadounidense, Pete Hegseth, y la secretaria de Seguridad Nacional, Kristi Noem, en un contexto de creciente militarización regional. Su visita tiene como telón de fondo la intensificación de la competencia entre Estados Unidos y China, donde las naciones insulares del Pacífico se han convertido en escenario de una nueva lucha por influencia y recursos.

En declaraciones previas a su partida, Collins advirtió que las pequeñas naciones del Pacífico enfrentan una “creciente presión de las grandes potencias”, mencionando de manera indirecta a China como amenaza. Sin embargo, el trasfondo es claro: Estados Unidos busca reposicionarse militar y económicamente en el Pacífico, y Nueva Zelanda se está convirtiendo en una pieza clave de ese dispositivo de poder occidental.

La batalla por los recursos del Pacífico Sur

El Pacífico Sur no es un espacio vacío ni marginal, como durante décadas se intentó presentar. Bajo su lecho marino se esconden enormes reservas de minerales de tierras raras, esenciales para la producción de baterías, microchips y sistemas de defensa. Estos recursos son fundamentales para la llamada “transición verde” y la industria militar, dos campos donde China ha tomado la delantera frente a Occidente.

Collins subrayó que esta riqueza “no está en manos de la gente”, sugiriendo que los países insulares necesitan “protección” frente a intereses externos. Sin embargo, en febrero su propio gobierno reaccionó con alarma cuando China firmó un acuerdo de investigación minera en aguas profundas con las Islas Cook, nación vinculada históricamente a Nueva Zelanda.

El doble discurso de Wellington resulta evidente: denuncia la influencia china mientras promueve la injerencia estadounidense, legitimando así la presencia militar del Pentágono en una zona donde se define el futuro del comercio y la tecnología global.

Militarización encubierta bajo el discurso de la “seguridad”

Collins justificó la expansión militar de su país en nombre de la “defensa regional”. Nueva Zelanda planea duplicar su presupuesto de defensa al 2% del PIB en los próximos ocho años, en sintonía con las exigencias de Donald Trump a sus aliados occidentales.

El anuncio llega en medio de un deterioro de la capacidad militar neozelandesa, marcada por problemas de reclutamiento y fallos logísticos —como el hundimiento de un buque frente a Samoa en 2024—, pero con una clara intención: convertir a Nueva Zelanda en un punto logístico y de inteligencia para el control del Pacífico Sur.

La ministra mencionó que su país apostará por nuevas tecnologías, como drones y vigilancia satelital, con empresas locales en crecimiento. No obstante, estas compañías dependen de la transferencia tecnológica estadounidense, actualmente limitada por las estrictas regulaciones de exportación militar de Washington (ITAR).

Collins adelantó que pedirá una exención a esas normas para permitir el intercambio de tecnología entre las industrias aeroespaciales de ambos países. En otras palabras, Nueva Zelanda busca una mayor integración en el complejo militar-industrial norteamericano, cediendo soberanía tecnológica a cambio de acceso a ciertos mercados.

La ministra destacó que su país ocupó el tercer lugar mundial en lanzamientos espaciales verticales en 2024, solo detrás de EE.UU. y China, gracias a su posición geográfica y a su espacio aéreo despejado. Este dato no es menor: el espacio se ha convertido en un nuevo campo de competencia militar y tecnológica, y Washington pretende asegurarse de que sus aliados del Pacífico sigan su línea estratégica frente al avance chino en la órbita terrestre baja.

Símbolos y sumisión: la “diplomacia del arma”

El tono de la visita también estuvo cargado de gestos simbólicos. Durante un encuentro con el director del FBI, Kash Patel, Collins y otros funcionarios recibieron pistolas impresas en 3D como obsequio —armas inoperables, pero ilegales en Nueva Zelanda— que debieron ser destruidas por la policía. El episodio, más allá de lo anecdótico, refleja la subordinación política de Wellington ante la potencia norteamericana y la adopción de su narrativa de “seguridad preventiva”.

Lejos de actuar como mediador o defensor del equilibrio regional, Nueva Zelanda se posiciona cada vez más como satélite de la estrategia estadounidense de contención de China, siguiendo los pasos de Australia. Al invocar la “preservación de la soberanía” de las pequeñas islas, Collins en realidad promueve una recolonización moderna del Pacífico bajo la bandera de la seguridad y el libre comercio.

En el fondo, la disputa por los minerales raros, la pesca y el control marítimo se integra en la lógica del enfrentamiento global entre la multipolaridad emergente y el viejo orden occidental.

El Pacífico Sur, otrora visto como un rincón pacífico del mundo, se ha transformado en el epicentro de una nueva confrontación geopolítica. Mientras China amplía su cooperación económica y tecnológica con las naciones insulares, Washington busca rearmar a sus viejos aliados para mantener su hegemonía en la región.

En ese contexto, Nueva Zelanda se enfrenta al dilema de convertirse en un actor soberano o en un instrumento del poder anglosajón.
Por ahora, la dirección que marca Judith Collins parece clara: alinearse con Estados Unidos, incluso a costa de los verdaderos intereses del Pacífico y de la independencia regional.

Con información de Associated Press.

*Foto de la portada: AP

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