Lo que hace 45 años parecía un sueño, hoy es una realidad pujante, construida con mucho sacrificio, un sacrificio descarnado, tan descarnado como el que tuvieron que hacer aquellas generaciones forjadas en la guerra, la cárcel y la tortura, sin perder de vista que había que hacer realidad la verdad revolucionaria para terminar con la postración al imperialismo yanqui y a la lujuriosa oligarquía somosista.
La revolución sandinista se abrió paso entre las traiciones y las sanciones, entre las provocaciones y la ejecución práctica de cuanta teoría conspirativa pergeñaban los think tanks otanistas y junto a su pueblo pudo desarrollar una democracia inclusiva que tiene como bandera construir un futuro con justicia social.
El Frente Sandinista siempre le ha puesto el cuerpo a la revolución y ha sabido remontar las derrotas y volver con madurez a dar otra batalla, siempre volvió al pueblo para nutrirse y tomar nuevas responsabilidades en los momentos más adversos como en los 16 años en que el Partido Liberal Constitucionalista asumió el gobierno, para retornar con la consigna “El pueblo presidente”, en el año 2006.
La Revolución Popular Sandinista siempre estuvo y estará asediada por los intereses imperialistas, pero jamás perdió y perderá el rumbo que sitúa al pueblo como el eje de su política, es por ello que su objetivo se centra en un cambio en el modelo económico y social del país, solidificando una democracia equitativamente verdadera, mediante un sistema de economía mixta que permita alcanzar la justicia social.
Con la asunción del comandante presidente Daniel Ortega en su primera etapa de gobierno (2006-2016) comienza un periodo de restitución de los derechos fundamentales de los sectores más desposeídos y excluidos de la sociedad mediante la puesta en marcha de programas estratégicos como Hambre Cero, Usura cero y Desempleo Cero. También asume el desafío de la transformación del Estado corrupto y clientelar, heredado de las viejas y viciadas políticas tradicionales, para enfocarse en la construcción de un Estado al servicio del pueblo que garantice el acceso y gratuidad de la salud y de la educación.
Para salir de un Estado anquilosado se necesitaba poner el acento en masificar la educación y la salud, para ello el gobierno encaró la Cruzada Nacional de Alfabetización que llevó al índice de analfabetismo, de más del 50% a menos del 13%, haciendo posible también el acceso a la enseñanza superior a quienes por no tener los recursos económicos necesarios se veían impedidos de avanzar en sus condiciones de trabajo y de vida.
Para que los campesinos y los trabajadores rurales pudieran incorporar su producción al mercado nacional, el comandante presidente Daniel Ortega avanzó en la reforma agraria, para que los procesos de extranjerización y enajenación ideológica no debilitaran al proceso revolucionario, puso a valer una política cultural que rescatara las profundas tradiciones del pueblo nicaragüense, y para robustecer el futuro, atacó con firmeza las enfermedades endémicas que padecían los niños y sectores más vulnerables de la sociedad universalizando la sanidad, haciendo que disminuyeran las tasas de enfermedad y mortalidad infantil significativamente.
Todas estas tareas, no se podían asumir, ni formalmente, ni administrativamente, se requería para ello del temple y del compromiso militante y fundamentalmente de la claridad política que permitiera emprender las tareas desde una visión estratégica, es por ello que la dirección del FSLN acudió a sus bases juveniles, para la construcción de nuevos cuadros políticos que sumaran a la revolución a miles de jóvenes consustanciados con las tradiciones revolucionarias del sandinismo; recurriendo a los hijos, nietos, parientes de combatientes y viejos militantes, que han aportado su experiencia revolucionaria y su mística combativa, para generar el relevo generacional necesario para una revolución en un contexto de paz.
Con ese espíritu revolucionario se abordó cada batalla electoral que consagró a la fórmula del Frente como imbatible, de la mano del comandante Daniel Ortega y de la camarada Rosario Murillo: 2012-2016/2017-2021/2022-2027.
El comandante Daniel Ortega, en el 2006 obtuvo el 37.99% de los votos válidos, en el 2011 Ganó obteniendo el 62.46% de los votos válidos, en el 2016 fue elegido presidente al obtener el 72,5% de los votos válidos, y en el 2021, luego de una cruenta campaña desestabilizadora del Departamento de Estado norteamericano y la derecha apátrida seudo-nicaragüense, se impone en elecciones democráticas con el 71,92% de los votos válidos.
Una realidad incontrastable en la Historia de Nicaragua y de los países de la región que muestra como ha evolucionado la Revolución, sorteando los desgastes que genera la propia gobernabilidad y las guerras de odio persistente de los colonialistas que no soportan la autodeterminación de los pueblos.
Nicaragua entra al futuro con una fortaleza desafiante en medio de la debacle capitalista y el desarrollo concreto de una multipolaridad pujante que rompe con los paradigmas hegemónicos de las fuerzas imperialistas.
La consolidación nacional de la Revolución Sandinista y su política exterior abierta a la multipolaridad, con alianzas estratégicas con Cuba, Venezuela, China, Irán, Belarús y Rusia la colocan a la vanguardia de nuevos desafíos que seguramente sorteará con la sabiduría y templanza con la que ha construido en estos 45 años los sueños de Sandino.
Oscar Rotundo* Analista Político argentino, editor del equipo de PIA Global, Miembro de la Red-Plataforma de Solidaridad con Nicaragua y el FSLN.
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