Hoy los armenios habitantes de la República de Artsaj huyen de Stepanakert, capital del negado país, controlado por las fuerzas militares de Azerbaiyan, tratando de llegar a las instalaciones de las fuerzas de paz rusas para encontrar refugio.
Ellos protagonizan un éxodo que significa algo mucho más profundo que dejar atras sus hogares y tierras cultivadas, es el fin de la existencia de miles de generaciones que construyeron su cultura y su identidad desafiando distintos obstáculos en tiempos de paz y de guerra. Es el lugar en donde se encuentran sus antepasados y es el lugar en donde imaginaron un futuro. Son víctimas de una operación de limpieza étnica.
Sin la resistencia del gobierno armenia apoyando a los armenios de Artsaj, a esta república sólo le espera el mismo destino que a Nakhichevan, tierra en la cual es difícil encontrar rastros del pueblo armenio en la zona. El Odio se ensañará con las obras de arte como los frescos del monasterio medieval de Dadivank y del monasterio de Gandzasar, y su capital Stepanakert, pronto pasará a llamarse Khankendi. Nada será como era antes, seguramente, se tratará de negar la existencia del valioso aporte del período soviético, se derribarán sus monumentos y se ocultará su historia, la cultura, la lengua armenia y su legado.
Nagorno-Karabaj cae en manos de Azerbaiyán por la mezquina e incomprensible actitud del gobierno armenio encabezado por el primer ministro Nikol Pashinián que abandonó a los 120 mil armenios de Artsaj para entregarse a los brazos de la OTAN.
Desde la llegada al poder de este personaje, la existencia de la República de Nagorno-Karabaj estuvo determinada por los compromisos geopolíticos que Pashinián adquirió tanto con los Estados Unidos como con la Unión Europea, los cuales pretendían sacar a las fuerzas de paz rusas de los territorios armenios, única garantía para la paz en la región, y así debilitar la presencia rusa en Transcaucasia.
Desde un principio, el pro-occidental Pashinián, nunca tuvo en sus planes brindar apoyo militar ni político a la República de Artsaj, fundamentalmente después de la derrota sufrida en el otoño de 2020, que aceleró la liquidación de Nagorno-Karabaj, en el desarrollo de las negociaciones directas con Azerbaiyán, patrocinadas por Washington y Bruselas.
En el marco de los Acuerdos de Praga, Nikol Pashinián reconoció manifiestamente la soberanía de Azerbaiyán sobre Karabaj, cuestión que posteriormente traería como consecuencia una atroz limpieza étnica.
Las armas del ejército azerbaiyano son proporcionadas por Israel, en particular los drones de combate. La tecnología militar israelí es coordinada con Estados Unidos, quienes, dieron el visto bueno al fortalecimiento de las fuerzas armadas azerbaiyanas, especulando poder utilizarlas posteriormente contra Irán.
Washington prevé que Bakú, utilizando estas tecnologías contra la milicia de Artsaj, pueda en su momento marchar contra la propia Armenia, si Azerbaiyán reclamara derechos territoriales sobre Syunik y Gegharkunik, contando con que ni en el terreno diplomático ni en el marco de las sanciones Armenia obtuvo apoyo por parte de occidente.
De esta manera la responsabilidad por el fin de Karabaj recae enteramente en Nikol Pashinián y sus padrinos extranjeros, que de continuar con su mandato inescrupuloso podría conducir a la destrucción de la propia Armenia.
Denis Warrior* Periodista y analista internacional
Foto de portada: diarioarmenia.org.ar/