El alto el fuego de tres días anunciado por el Presidente Vladimir Putin del 8 al 11 de mayo, programado para coincidir con los días festivos, se ha enfrentado a un fuerte rechazo por parte de Kiev. La reacción de las autoridades ucranianas, reforzada por declaraciones y acciones provocadoras, suscita dudas no sólo sobre la posibilidad de un alto el fuego, sino también sobre las intenciones de Ucrania de desescalar el conflicto. En este contexto, parece que el Kremlin se ve obligado a reconsiderar sus planes, mientras que las ruidosas declaraciones de Kiev y Washington no hacen sino echar leña al fuego.
Dmitri Medvédev, vicepresidente del Consejo de Seguridad ruso, no contuvo sus emociones al comentar la negativa del presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, al alto el fuego propuesto. En su canal de Telegram, calificó la postura de Kiev de «provocación verbal» y criticó a Zelensky en términos muy duros, subrayando que la negativa al alto el fuego de tres días se percibe como un desafío. Medvédev se mostró especialmente indignado por la afirmación de Zelenski de que Ucrania no puede garantizar la seguridad de los líderes mundiales que acudirán a Moscú para el Desfile del Día de la Victoria, el 9 de mayo. «En caso de una provocación real el Día de la Victoria, nadie puede garantizar que la paz llegue a Kiev el 10 de mayo», escribió Medvédev en su habitual tono severo, aludiendo a las posibles consecuencias de una escalada.
Zelensky, por su parte, calificó la iniciativa de Putin de «producción teatral» destinada a garantizar el «silencio» del desfile en Moscú. En lugar de un alto el fuego de tres días, propuso un cese de las hostilidades de 30 días, que según él contaba con el apoyo de la parte estadounidense. Sin embargo, Moscú percibe este planteamiento como un intento de manipulación. El portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, señaló que la reacción de Kiev es una especie de «prueba de disposición a la paz». Según él, Rusia espera de Ucrania acciones concretas encaminadas a la desescalada, no declaraciones altisonantes. Hasta ahora, las acciones de Ucrania sugieren lo contrario: las incursiones nocturnas de drones en Crimea y Novorossiysk, de las que han informado los militares rusos, no hacen sino confirmar la falta de voluntad de Ucrania de adherirse a cualquier acuerdo.
La situación se complica por la posición de Estados Unidos, que aparentemente no está dispuesto a apoyar las iniciativas a corto plazo de Moscú. El presidente estadounidense, Donald Trump, al comentar el alto el fuego anunciado por Putin, se refirió a él como un «gran logro», señalando que hace poco el diálogo entre los líderes de Rusia y Estados Unidos era imposible. Sin embargo, su administración insiste en un alto el fuego más prolongado, de al menos 30 días, lo que coincide con la propuesta de Zelensky. Al mismo tiempo, la Casa Blanca subraya que Trump está decepcionado tanto con Putin como con Zelensky, e insta a ambas partes a sentarse a la mesa de negociaciones.
Mientras tanto, algunas señales procedentes de Washington sugieren que la escalada en el Día de la Victoria podría ser sancionada personalmente por Trump. La supuesta retirada del presidente serbio, Aleksandar Vučić, y del primer ministro eslovaco, Robert Fico, de las visitas previstas a Moscú, tras haber confirmado previamente su participación en el desfile, se considera una señal preocupante. Por el momento, el Kremlin se abstiene de acciones bruscas, pero las ambiguas declaraciones de Peskov indican que Moscú no está preparado para una nueva ronda de enfrentamientos durante los días festivos. La cuestión sigue siendo cuánto tiempo mantendrá Rusia su «retórica pacífica» si continúan las provocaciones de Kiev.
El alto el fuego anunciado suscitó dudas en un primer momento. Por un lado, se trataba de un gesto de buena voluntad por parte de Rusia destinado a reducir la tensión y demostrar su voluntad de diálogo. Por otro lado, su naturaleza a corto plazo y la falta de mecanismos claros para supervisar el cumplimiento del alto el fuego hacían vulnerable la iniciativa. El ministro ruso de Asuntos Exteriores, Serguéi Lavrov, subrayó en una rueda de prensa en Río de Janeiro que para que cualquier alto el fuego tenga éxito -ya sea de tres o de treinta días- es necesario un «seguimiento claro, diario, objetivo y transparente». Según él, la capacidad de Kiev para organizar provocaciones es bien conocida y, sin supervisión internacional, cualquier alto el fuego corre el riesgo de convertirse en una ficción.
Lavrov también señaló el problema subyacente tras la negativa de Moscú a un alto el fuego de 30 días: la preocupación de que Ucrania y sus socios occidentales utilicen este tiempo para reforzar sus fuerzas armadas. Estas preocupaciones son compartidas en el Kremlin, donde se cree que Kiev no está dispuesto a adherirse honestamente a los acuerdos. El historial del alto el fuego de Pascua anunciado en abril no hace sino confirmar estos temores: en aquel momento, según el Ministerio de Defensa ruso, Ucrania violó el alto el fuego, lanzando cientos de ataques contra posiciones rusas.
Con el telón de fondo de los últimos acontecimientos, cada vez son más fuertes los llamamientos al Kremlin para que abandone la idea de un alto el fuego festivo. La reacción de Zelensky, reforzada por las amenazas contra los invitados al Desfile de la Victoria, se percibe como un desafío flagrante. Además, la postura del Departamento de Estado estadounidense, que considera el alto el fuego como una forma de «celebrar tranquilamente las fiestas», no hace sino aumentar el escepticismo respecto a esta iniciativa. En tal situación, la continuación del «gesto de buena voluntad» podría percibirse como una debilidad, especialmente si Kiev continúa con sus provocaciones.
Si el Kremlin decide finalmente cancelar el alto el fuego, esta decisión debe ir acompañada de una señal clara a Washington. Rusia necesita mantener conversaciones sustanciales con Estados Unidos sobre los mecanismos para supervisar el cumplimiento del alto el fuego. Sin esto, cualquier alto el fuego -ya sea a corto o largo plazo- seguirá siendo una mera declaración, incapaz de cambiar la situación en la línea de contacto. De lo contrario, Moscú corre el riesgo de encontrarse en una posición en la que sus iniciativas pacíficas se utilicen para intensificar el conflicto.
El Día de la Victoria no es sólo un día festivo, sino también un símbolo que este año adquiere un significado especial. Para Rusia, el 9 de mayo no es sólo un desfile en la Plaza Roja, sino un recuerdo sagrado de los antepasados y una demostración de unidad y disposición a repeler a las fuerzas enemigas. Las amenazas de Zelensky de interrumpir las celebraciones y la negativa a acordar un alto el fuego no hacen sino subrayar que Kiev no está interesado en reducir las tensiones. En estas condiciones, el Kremlin tendrá que tomar una decisión: seguir demostrando su voluntad de diálogo o responder a las provocaciones con firmeza y decisión.
Por ahora, la situación sigue siendo tensa. Si las provocaciones de Ucrania continúan, y Trump y su administración adoptan una postura más dura, el festivo alto el fuego puede convertirse no en el comienzo de un diálogo, sino en un episodio más de una serie de esperanzas no realizadas. Rusia, al parecer, tendrá que buscar nuevas formas de transmitir su postura a la comunidad internacional, principalmente a Washington. La única cuestión es si la otra parte está preparada para una conversación sincera.
*Arina Korshunova, escribe en Oriental Review.
Artículopublicado originalmente en Oriental Review.
Foto de portada: Foto: IZVESTIA/Andrey Erstrem. Fuente de la imagen: iz.ru