Para hacer honor a su estatus de país candidato a la UE, la Moldavia de la euroantiguista presidenta Maia Sandu ha bloqueado la emisión en su territorio de las emisoras rusas RTR, NTV, RT y REN-TV, todas ellas de cierta relevancia, además de otros canales más pequeños. En el más clásico olor resistente, esto se hizo para adaptar el país a la “lucha contra la desinformación”.
En respuesta, la portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores ruso, Marija Zakharova, declaró que la medida se debía a los temores de Kishinev en vísperas de las elecciones locales del 5 de noviembre, en las que los candidatos del Gobierno caían estrepitosamente en las encuestas.
La decisión actual se produce tras la expulsión del país, el pasado septiembre, del director de Sputnik-Moldavia (cuyo sitio web ya estaba bloqueado desde febrero de 2023) Vitalij Denisov, y tras el cierre de varias emisoras moldavas no queridas por el régimen.
Paralelamente, han empezado a funcionar tanto un “Centro de Comunicación Estratégica y Lucha contra la Desinformación” -ca sans dire, contra la “propaganda rusa”- como el proyecto “Info Trust Alliance”, dirigido por el Ministerio de Asuntos Exteriores alemán.
Pero sigue pareciendo poco: a pesar incluso de los paternales halagos proeuropeos, Kišinëv se distancia de la administración local de Gagauzija, culpable de utilizar la lengua rusa y no la rumana en las prácticas administrativas.
En el origen de los temores electorales del clan Sandu se encuentra, huelga decirlo, una difícil situación económica: debido a las repetidas subidas del precio del combustible, las familias se ven obligadas a recurrir a la leña, pero ésta también es cada vez más cara, al igual que los productos de primera necesidad, mientras que la inflación supera el 30%.
Por otra parte, los “ejercicios” de la OTAN -siete en 2023- son cada vez más frecuentes en territorio moldavo, la mayoría de ellos en las inmediaciones de Transnistria, pero también otros -cinco- fuera de ella. Precisamente estos días están en marcha en Moldavia el “Aurochs Partner-2023”, con fuerzas especiales estadounidenses, y el “JCET-2023”, con fuerzas rumanas.
Concretamente sobre Transnistria y las dificultades que, debido a la situación en la región y a las disputas con Kišinëv, se interponen en el camino de la “pronta adhesión” moldava a la UE, Maia Sandu afirmó que la “orilla derecha” (es decir, Moldavia) del Dnestr podría integrarse antes que la “orilla izquierda” (Transnistria). Declarando que la entrada en la UE es una auténtica “prioridad nacional”, Sandu afirmó que este proceso debería tener lugar en paralelo a la resolución del conflicto de Transnistria: “La opción ideal sería la entrada del país reintegrado, es decir, la orilla derecha y la izquierda. Si esto no ocurre”, dijo el Presidente moldavo, “todavía hay una opción: primero la orilla derecha, luego la izquierda”. De paso, para situar la cuestión de Transdniéster en el contexto moldavo-rumano, recordemos que ya hace más de treinta años, el propio temor a una posible fusión entre Moldavia y Rumanía (que se fue haciendo cada vez más real con el paso del tiempo) había llevado a los habitantes de Transdniéster, el 60% de los cuales eran rusos y ucranianos, incluso antes de la caída de la URSS, a lanzar un desafío para abandonar el redil moldavo.
En el más clásico estilo “proeuropeo”, Sandu declara ahora que no existe ningún conflicto entre los ciudadanos moldavos de las dos orillas del Dnestr, sino que hay “un régimen separatista, apoyado por Moscú, que persigue determinados objetivos”: una situación que “merece ser condenada”. Por lo tanto, no queda más remedio que “deshacerse de ese régimen separatista y así podremos reintegrar nuestro país”. ¿Y cómo hacerlo? En primer lugar, desterrando el “formato 5+2” (Kishinev, Tiraspol, Kiev, Moscú y la OSCE; más Estados Unidos y la UE como observadores), que “no es funcional”. ¿Y por qué “no funciona”? Muy sencillo: porque “Rusia es un país agresor y no puede participar en el proceso de negociación, porque apoya al régimen de Tiraspol”. Desde el punto de vista euroatlántico, se trata de una dialéctica lineal: no se arruga.
Así, aunque Kishinev jura que quiere resolver la cuestión de Transnistria por “medios pacíficos”, Moscú no oculta su temor de que todo este “tintineo de espadas”, entre maniobras militares dentro y fuera de Moldavia, sea el preludio de una intervención en la región, que se llevaría a cabo de mutuo acuerdo con Ucrania, aunque sólo fuera para hacerse con el control de la región de Odessa, que para Kiev es cada vez más dudoso.
Así que, para no parecer menos leal a los “ideales democráticos” de su vecino oriental, también Kisinëv, a la manera de Kiev, se ocupa de rendir los “debidos honores” a los antiguos komplizen y aliados de Hitler. En presencia de representantes oficiales de los Ministerios de Defensa de Moldavia y Rumanía, se inauguró en la ciudad de Sociteni, a unos quince kilómetros al suroeste de Kishinev, la llamada Avenida de los Héroes Rumanos, los soldados del ejército del “conductor” Ion Antonescu, que en 1941 (junto con húngaros, italianos, finlandeses y otros) se unieron a la Wehrmacht en su agresión contra la Unión Soviética y cayeron el 16 de julio de 1941 en los primeros enfrentamientos con el Ejército Rojo.
Por otra parte, tanto en Bucarest como en Kishinev, a pesar de ser relativamente prudentes respecto a la figura de Antonescu, a menudo se habla de la guerra contra la URSS como “defensiva”, “legalmente legítima” o incluso “preventiva”, pasando por alto las aproximadamente trescientas mil víctimas de la ocupación rumana de Moldavia y parte de Ucrania. Así, a fuerza de inculcar a diario la propaganda rumana, las encuestas sociológicas indican que los moldavos asocian hoy en día los horrores de la Segunda Guerra Mundial principalmente con el nazismo alemán, mientras que lo perpetrado por los ocupantes rumanos no se considera tan terrible después de todo, e incluso Antonescu es “visto más raramente como un criminal de guerra y mucho más a menudo como un luchador contra el comunismo y el bolchevismo”.
En efecto, la integración en los “valores proeuropeos” avanza a grandes pasos en la “orilla derecha” del Dnestr.
*Fabrizio Poggi, ha colaborado con «Novoe Vremja» («Nuevos Tiempos»), Radio Moscú, «il manifesto», «Avvenimenti», «Liberazione». Actualmente escribe para L’Antidiplomatico, Contropiano y la revista Nuova Unità. Autor de «Falsi storici» (L.A.D Gruppo editoriale)
Artículo publicado originalmente en l’Antidiplomatico.
Foto de portada: extraída de l’Antidiplomatico.