Europa

Misiles más cerca y negociaciones más lejos en una semana clave en la guerra de Rusia y Ucrania

Por Pablo Elorduy* –
Estados Unidos ultima la concesión del permiso de uso de misiles de largo alcance a petición del Gobierno de Zelensky. Rusia amenaza con consecuencias por lo que consideran una escalada de la OTAN en su auxilio a Kiev.

Cuando faltan dos meses para las elecciones estadounidenses y bajo la perspectiva de un cambio de guion si Donald Trump es elegido presidente, la administración Biden, de la que forma parte la candidata Demócrata Kamala Harris da pasos en firme para autorizar una nueva escalada armamentística en Ucrania. En la jornada de ayer, 13 de septiembre, la reunión entre Biden y Keir Starmer, primer ministro británico, en la Casa Blanca fue anticipada por distintos mensajes en la misma línea. Estados Unidos se ha abierto a autorizar al Gobierno de Volodymir Zelensky a utilizar misiles de largo alcance y será Reino Unido quien proporcione esas armas.

Después de un verano en el que se han producido avances significativos de parte de Ucrania en territorio ruso, en la región de Kursk, en la frontera suroeste del país, que no han servido para el objetivo principal de que el Kremlin tuviera que desplazar tropas desde el territorio ucraniano que controla; y después también de que el ejército ruso haya avanzado en Donestk, en dirección a Pokrovsk, la mayor parte de la prensa occidental y el Gobierno ucraniano siguen reclamando una nueva “arma milagro” que dé ventaja al Gobierno de Zelensky tras el saldo de pérdidas en el este del país de los últimos meses.

El objetivo de Kiev es, a priori, usarlo contra aeródromos, nodos logísticos, centros de comando y control y otras bases militares en el interior de Rusia. La intención es que el acuerdo amplíe la fracción del territotio de Rusia que las principales potencias consideran que Ucrania puede atacar.

Esa arma son los misiles de largo alcance Storm Shadow, con un radio de alcance inferior a 300 kilómetros, operados por la Real Fuerza Aérea británica y compuestos por piezas manufacturadas en Estados Unidos. Durante la última semana de agosto, Zelensky intensificó sus contactos para que se le provean estas armas, después de un incremento de los ataques con drones y miles por parte de Rusia.

Estados Unidos da su brazo a torcer, pero no sus propios misiles

La autorización por parte de EE UU, que ha sido trabajada a lo largo de toda la semana por el secretario de Estado, Anthony Blinken, parece inminente. The New York Times lo confirma esta semana: “El presidente Biden parece estar a punto de despejar el camino para que Ucrania lance armas occidentales de largo alcance al interior del territorio ruso, siempre y cuando no utilice armas proporcionadas por Estados Unidos”.

Los motivos, hasta ahora del bloqueo; por un lado está el hecho de que supondrían una nueva escalada, por otro, que las fuerzas armadas estadounidense reclaman que, en este momento, no tienen suficientes ATACMS para enviarlos a Ucrania. En cualquier caso, Ucrania ya tiene misiles ATACMS con un radio de alcance de 300 km, pero no tiene la autorización para alcanzar objetivos en Rusia.

Otro Gobierno clave en el curso del conflicto, el de Alemania de Olaf Scholz, sigue negándose a incrementar su participación con el envío a Ucrania de misiles Taurus, con el doble de radio de alcance de los Storm Shadow. Tanto Reino Unido como Francia y Polonia, importante actor regional, lo tienen claro desde hace tiempo: más misiles.

Scholz parece mantenerse firme en el ‘no’, influido por la postura respecto a la guerra que defiende la extrema derecha de AfD, la que hoy por hoy parece su rival para ser segunda fuerza política de cara a las elecciones de 2025.

Desde Washington se especula con que la fecha de la luz verde oficial a ese envío de los Storm Shadow coincidirá con la Asamblea General de la ONU que tendrá lugar a finales de este mes de septiembre. Además de Estados Unidos, Francia e Italia —que aportan componentes a los proyectiles— también deben dar su ok al nuevo uso propuesto.

En Moscú se da por hecho también que la decisión está tomada y que la luz verde solo depende de un proceso comunicativo: “En este momento, los medios de comunicación están llevando a cabo una campaña informativa para formalizarla”, declaró a los medios rusos el portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov. El propio Vladimir Putin ha lanzado su advertencia respecto al envío: «Teniendo en cuenta el cambio en la esencia del conflicto, tomaremos las decisiones adecuadas en respuesta a las amenazas que se nos plantearán”, ha dicho sin especificar.

El presidente de la Duma Estatal fue más allá en su canal de Telegram acusando a los países de la OTAN de “ayudar a Ucrania a elegir qué ciudades rusas atacar, de dar órdenes a Kiev y de acordar acciones militares específicas”.

Como en anteriores ocasiones, la precaución de Washington o Berlín se basa en la amenaza rusa de que se responderá en consecuencia si el armamento de la OTAN ataca objetivos en el país. Pero el hecho de que se suministre esas armas no confirma la narrativa de un posible cambio de tendencia en el campo de batalla. Ni los tanques Leopard, enviados por Alemania o España, ni los F16 enviados por Países Bajos y Dinamarca han alterado el devenir de una guerra que, en sus dos fases, y con un periodo de alto el fuego de siete años, ha cumplido una década.

Irán niega que haya entregado misiles al régimen de Putin

La luz verde para el uso de los misiles viene derivada por los anuncios, divulgados por la prensa anglosajona y negados por Irán, de que el Gobierno de Masoud Pezeshkian ha suministrado nuevos misiles a Moscú. Se trataría de 200 misiles balísticos del modelo Fath-360, con ojivas de 150 kg y un radio de alcance de 120 km.

Teherán ha calificado de un infundio la noticia, que considera parte de la “hipocresía occidental” y que relaciona con la provisión de armas a Israel por parte de EE UU. El martes día 10, con motivo de esa supuesta entrega, el Departamento de Estado anunció nuevas sanciones a la aerolínea Iran Air, que verá aun más restringidos sus vuelos a EE UU. Los ministros de Asuntos Exteriores de Francia, Reino Unido y Alemania se expresaron en la misma línea de castigo al régimen iraní, que ha calificado la medida de “terrorismo económico”.

Así lo denunciaba Seyed Abbas Araghchi, ministro de exteriores iraní: “Los adictos a las sanciones deberían preguntarse: ¿cómo es posible que Irán produzca y supuestamente venda armas sofisticadas? Las sanciones NO son una solución, sino parte del problema”.

Ruinas en el centro de Mariupol, en Donetsk. Julio Zamarrón
Lejos de la solución diplomática negociada

Pese a que una parte de los halcones proclives al envío de misiles hacia Ucrania defiende que estos pueden ayudar al Gobierno de Zelensky en unas futuras negociaciones para el alto el fuego, lo cierto es que esas negociaciones no se esperan en el corto plazo. 

Putin sigue manteniendo que apoya el plan propuesto por la República Popular China y Brasil —el llamado “plan de los seis puntos”—, pero al mismo tiempo sus pretensiones van más allá de las expresadas en las fallidas conversaciones de paz de Estambul en la primavera de 2022, en las primeras semanas del conflicto. Para el Gobierno ruso, el punto de partida es la anexión o el control de Donestk, Lugansk, Jersón, Zaporiyia y Crimea, esta última anexionada por Rusia en 2014. Ahora mismo Rusia controla el militarmente alrededor del 20 por ciento de Ucrania.

Para Zelensky el único objetivo es el retorno a las fronteras de 1991, año de la independencia, además de una serie de medidas económicas de reparación. En la actualidad, según una encuesta para el medio ucraniano Espejo Semanal (ZN,UA) un 44% de la población ucraniana aboga por alcanzar un acuerdo de paz. Un 31% del sondeo se muestra indeciso. En mayo de 2023, solo el 23% de los encuestados apoyaba iniciar conversaciones con Rusia. 

El 76% cree que Putin solo aceptará un acuerdo en los términos propuestos por Rusia y ocho de cada diez rechaza la retirada militar de Donestk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia. El 51% defiende que el acuerdo de paz solo se debe firmar si se respetan las fronteras de 1991, mientras que un 26% estaría dispuesto a que los límites fueran los de los días previos a la invasión rusa de febrero de 2022.

El medio estadounidense Newsweek publicaba esta semana una estimación sobre los seis países que pueden ser determinantes en una futura negociación de paz, tanto de sus capacidades como de sus hándicap. China aparece en el grupo de los BRIC, junto con Brasil e India pero, como destaca la revista, parece poco factible que Washington permita que el Gobierno de Xi Jinping “se luzca” como árbitro del conflicto.

La propuesta chino-brasileña, presentada en mayo de este año, marca como principal punto que los combatientes se abstengan de ampliar la línea del frente y también que se evite la escalada armamentística para “prevenir la proliferación nuclear y evitar la crisis nuclear”, pero no aborda en ningún caso un reparto de las provincias en disputa. Zelensky se ha referido al plan esta semana como “destructivo” y ha criticado al gobierno de Xi.

Para la mayoría de la población ucraniana, sin embargo, el rol de China es preponderante por cuanto opinan que, cuanto más duren las sanciones de Occidente, más dependiente se vuelve el régimen de Putin de los designios de Pekín. Eso es al menos lo que deduce el medio ZN,UA basándose en los datos de su encuesta, que establecen que la presión china es el factor que puede obligar a Putin a negociar, por encima de las propias sanciones o de la amenaza de ser juzgado en el Tribunal Penal Internacional.

Zelensy y su Gobierno tienen otro frente interno preocupante. CNN ha informado de que solo en los primeros cuatro meses de 2024, la Justicia ha iniciado procesos penales contra casi 19.000 soldados que abandonaron sus puestos o desertaron. “No hay protección para los objetores de conciencia en Ucrania o en Rusia durante esta guerra”, señalaba Bridget Moix, secretaria general del Comité de Amigos sobre Legislación Nacional, un grupo progresista que apoya la diplomacia, en declaraciones citadas por la periodista y directora de comunicación de la organización Just Foreign Policy en un artículo en The Intercept. “Tenemos que buscar cómo podemos apoyar otras formas de terminar esta guerra, otras formas de proteger a los civiles, otras formas de encontrar una solución a la violencia ahora. Estamos en un ciclo de violencia persistente que está costando enormes vidas en ambos lados”, finalizaba Moix.

Para el Gobierno de Kiev, la salida del atolladero depende de la acción de Biden. Zelensky ha intensificado sus contactos con los legisladores estadounidenses con una certeza: aunque Trump no lleve a cabo su plan de salida inmediata de la guerra, su posible triunfo en noviembre puede desatar el caos y ahondar en la desmoralización en un país en el que más de la mitad del presupuesto está destinado a la guerra y que, en el plano económico, afrontará una recuperación que, según el Banco Mundial, puede alcanzar los 486.000 millones de dólares.

*Pablo Elorduy, redactor.

Artículo publicado originalmente en El Saltio Diario.

Foto de portada: El presidente de Ucrania Volodimir Zelensky en reunión en Kiev, con el secretario de Estado estadounidense Antony Blinken y con David Lammy, ministro de Asuntos Exteriores británico el pasado 11 de septiembre.

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