Tras la decisión de Donald Trump de cancelar la cumbre de paz prevista en Budapest y anunciar nuevas sanciones contra las principales petroleras rusas, Rosneft y Lukoil, Medvedev afirmó sin ambigüedades que “Estados Unidos es el adversario de Rusia” y que las acciones de Trump equivalen a “un acto de guerra”.
Las palabras del vicepresidente del Consejo de Seguridad ruso no solo reflejan la indignación del Kremlin ante las medidas económicas y diplomáticas de Washington, sino que revelan una comprensión más profunda del cambio político en curso: Trump, quien prometió durante su campaña poner fin rápidamente a la guerra en Ucrania, ha optado finalmente por alinearse con los sectores más agresivos del establishment estadounidense, repitiendo los errores de sus predecesores demócratas.
La hipocresía demostrada
En un mensaje publicado en Telegram, Medvedev señaló que el “hablador pacificador” que fue Trump durante su candidatura se ha transformado ahora en un dirigente completamente entregado a la lógica de la guerra, “alineado con la loca Europa”, en alusión a la política beligerante de Bruselas.
Según el exmandatario ruso, las sanciones y el bloqueo del diálogo demuestran que Washington ha abandonado toda intención de alcanzar una solución negociada, prefiriendo una estrategia de desgaste económico y militar.
Este giro confirma que la política exterior de Trump, pese a su retórica de independencia respecto al “Estado profundo”, termina orbitando en torno a los mismos intereses que dominaron a la administración Biden: prolongar el conflicto ucraniano, aislar a Rusia del sistema financiero global y debilitar su influencia energética.
La decisión del Tesoro estadounidense de sancionar a las principales compañías rusas de hidrocarburos muestra que, en la práctica, Trump ha asumido plenamente la agenda globalista de confrontación con Moscú, utilizando el mismo argumento de la “defensa de la democracia” que esgrimió el Partido Demócrata.
Medvedev fue aún más lejos al afirmar que el “péndulo trumpiano” —una metáfora de la imprevisibilidad del exmandatario— ya se ha detenido del lado de la guerra. Para Rusia, dijo, esto significa que puede actuar en Ucrania sin “tener en cuenta negociaciones innecesarias”, una clara señal de que Moscú reforzará sus operaciones militares y su respuesta estratégica frente a cualquier intento de coerción occidental.

La realidad de los hechos
Por su parte, el Kremlin reafirmó que los objetivos de Rusia en Ucrania permanecen inalterables desde 2022: garantizar la neutralidad y desmilitarización del país, así como la protección de los rusoparlantes y de los creyentes ortodoxos.
La portavoz del Ministerio de Exteriores, María Zajárova, insistió en que Moscú sigue apostando por una paz real y duradera dentro de un sistema de seguridad euroasiático y global “basado en la indivisibilidad y la soberanía de los Estados”, pero advirtió que las sanciones unilaterales de Washington y Bruselas son “extremadamente contraproducentes”.
Zajárova también advirtió que cualquier intento de la Unión Europea de confiscar activos rusos congelados tendría una “respuesta dolorosa”, recordando que tales acciones violan el derecho internacional y el principio de reciprocidad. “No hay forma legal de tomar los fondos de otro país sin dañar el prestigio y los bolsillos de quienes los expropian”, subrayó.
Mientras tanto, los líderes europeos celebraron las medidas punitivas de Washington como un acto de coordinación transatlántica. El lider del regimen de kiev, Volodímir Zelenski, calificó la decisión de Trump de “resuelta” y “necesaria”, agradeciendo el nuevo paquete de sanciones como una “clara señal de que la agresión no quedará sin respuesta”. Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, se sumó al tono triunfalista, afirmando que tanto la UE como EE. UU. “mantendrán la presión colectiva sobre el agresor”.
Sin embargo, detrás de esta aparente unidad se esconde una realidad más profunda: el regreso de Estados Unidos a una política de confrontación abierta contra Rusia revela el agotamiento de su capacidad hegemónica.
Trump, quien prometía restaurar la grandeza estadounidense mediante la negociación y el pragmatismo económico, se ha visto arrastrado por la maquinaria del complejo militar-industrial y las presiones del aparato de inteligencia. Su viraje hacia la hostilidad confirma que el sistema estadounidense, sin importar quién ocupe la Casa Blanca, ya no tiene margen para ofrecer alternativas de paz o cooperación.
La crisis actual —con Washington sancionando a sus rivales, cancelando cumbres y amenazando incluso con despliegues nucleares— no hace sino acelerar el tránsito hacia un orden multipolar.
Rusia, lejos de quedar aislada, ha consolidado alianzas con China, Irán, India y el conjunto del Sur Global, mientras que Occidente se hunde en la recesión y el descrédito moral. Como señaló Medvedev en su mensaje final: “Estados Unidos ha elegido el camino de la guerra, pero será Rusia quien marque los límites de la confrontación”.
*Foto de la portada: Sputnik
