En junio de 2020, el líder de la oposición en Malawi, Lazarus Chakwera, derrotó al candidato Peter Mutharika en la repetición de las elecciones presidenciales. Tras la anulación de los resultados por fraude o irregularidad en 2019, Chakwera, teólogo, pastor y anterior presidente de la organización pentecostal conocida como Asambleas de Dios en Malawi, obtuvo más del 58% de los votos en las elecciones de este año. «Me siento como Lázaro, he resucitado de entre los muertos, ha sido un camino largo y, en cierto modo, sentimos que se ha hecho justicia» declaró Chakwera a la BBC poco después de tomar posesión del cargo y prestar juramento.
“Dios me habló directamente al corazón”, explicó Chakwera al describir, en otra ocasión, su ambición política como una llamada divina que recibió con estas palabras: “No te estoy echando de la iglesia. Estoy ampliándola. Quiero que estés involucrado en la política”. El secretario general de la Alianza Evangélica de Malawi, Rev. Francis Mkandawire, se mostró alegre ante la victoria electoral de Chakwera. “Ciertamente, damos gracias a Dios. Sin embargo, esto exige que nosotros, como evangélicos de esta nación, oremos fervorosamente por él. Del mismo modo, supone involucrarnos más en lo público y en las plazas, como la sal de la tierra y la luz del mundo. Ruega por nosotros.”
Cinco meses después de su inauguración, Eisenhower Mkaka, ministro de Asuntos Exteriores del gobierno de Chakwera, anunció la apertura de la embajada de Malawi en Jerusalén prevista para el verano de 2021. Se convertirá en la primera misión diplomática africana que se lleve a cabo en la Palestina ocupada desde la década de 1950. En respuesta a esta decisión, el ministro israelí de Asuntos Exteriores, Gabi Ashkenazi, comunicó que “Jerusalén, la eterna capital del Estado de Israel, erguirá un puente de paz para el mundo entero. Hago ahora una llamada al resto de países y les invito a seguir el camino de Malawi y a trasladar sus embajadas a Jerusalén, capital de Israel.”
Durante décadas, el continente africano ha servido de campo de batalla de influencias entre los grupos de presión israelí y los defensores de los derechos de Palestina. Con la victoria electoral de Lazarus Chakwera, Israel puede contar con Malawi no solo como un fiel aliado solitario sino además como un faro de influencia para la región del África subsahariana. Sin embargo, la historia demuestra que no siempre ha sido así.
La historia de las relaciones entre África e Israel
Las relaciones entre los países africanos e Israel se remontan a finales de los años 50 y principios de los 60. Mientras en este periodo emergía una oleada de movimientos independentistas por todo el continente, Tel Aviv emprendió una campaña para ganarse el favor de las naciones emergentes y recién independizadas. Se utilizaron ayudas económicas como cebo, de tal modo que la campaña tuvo cierto éxito. Ya en 1967, más de 25 países del África subsahariana habían establecido algún tipo de relación diplomática con Israel. Sin embargo, durante la guerra Árabe-Israelí de 1967 (guerra de los Seis Días) y la posterior ocupación de los territorios palestinos por parte de Israel, se comenzó a abrir una grieta.
En un movimiento sin precedentes, Zambia y, posteriormente, la República del Zaire (correspondiente a la actual República Democrática del Congo), dos países que previamente habían mantenido relaciones muy estrechas con Tel Aviv, votaron en contra de la resolución de la ONU que fue impulsada por un grupo de países latinoamericanos para apoyar a Israel. La guerra de Octubre árabe-israelí resultó ser la gota que colmó el vaso entre los países africanos e Israel. De acuerdo con la resolución emitida por una sesión de emergencia del Consejo de Ministros de la Organización de la Unidad Africana (OUA), más de 40 países africanos rompieron las relaciones diplomáticas que mantenían con Israel. Este momento decisivo, para desgracia de Israel y sus partidarios, también supuso un mayor apoyo a la causa palestina por parte de las naciones africanas en la ONU.
Ofensiva diplomática israelí
Tras la ruptura de las relaciones provocada por las repercusiones de la guerra árabe-israelí de Octubre, Israel lanzó una ofensiva diplomática para recuperar el favor de los países del África subsahariana. La estrategia consistía en dar una de cal y otra de arena; amenazas e incentivos. En efecto, por un lado, los líderes africanos que mostraron signos de acercamiento hacia Tel Aviv fueron recompensados con ayuda militar y económica, programas de agricultura y apoyo a los jóvenes y otros incentivos. Por otro lado, las naciones africanas que continuaban apoyando la causa Palestina tuvieron que enfrentarse a amenazas de golpes de Estado y a grupos rebeldes respaldados por el gobierno israelí.
El difunto presidente ugandés, Milton Obote, acusó a Israel de haber desempeñado un papel determinante en el golpe de Estado de 1971, llevado a cabo por el general Idi Amin en su contra. Apenas unos años antes del golpe, Amin había asistido a un curso de paracaidismo en Israel. Además, durante su mandato como jefe del Estado Mayor del ejército de Uganda, había mantenido una estrecha relación con Tel Aviv.
Al fortalecer sus vínculos con los países árabes, entre los que se encontraban Egipto y Sudán, Obote había ido perdiendo poco a poco el apoyo de Israel, que consideró estas posturas como una amenaza para sus planes con respecto al continente. El presidente ugandés se mostró reacio permitir a Israel canalizar su ayuda militar al grupo rebelde antigubernamental Anya-Nya, en el sur de Sudán, lo que tensó aún más las relaciones. Tal y como se esperaba, Israel negó haber concedido esta ayuda militar al grupo rebelde. Después del golpe de Estado que destituyó a Milton Obote de su cargo como presidente, la primera visita internacional de Amin fue a Israel. Poco después, prometió revertir la postura pro-palestina que mantenía Uganda tanto en la Organización de la Unidad Africana (OUA), como en la ONU.
Israel decidió entonces proporcionar inteligencia y apoyo militar al hombre fuerte del ejército de Etiopía, el teniente coronel, Haile Mariam Mengistu, en su guerra contra los independentistas eritreos, que también parecían mantener una relación cercana con los Estados Árabes. Pese a estas inversiones geopolíticas, el posicionamiento de Tel Aviv dentro del continente africano no creó un vínculo muy afectivo. En la década de los 80, solo unos pocos países de África habían reestablecido sus relaciones diplomáticas con Israel. Muchos de los demás países continuaron votando en la ONU en contra de la ocupación israelí en Palestina.
Surge el pentecostalismo
La década de los 90, regaló a Israel un aliado inesperado: el movimiento pentecostal emergente. Influidos por los evangélicos estadounidenses, los pentecostales acabarían por adoptar opiniones bastante duras con respecto a la causa palestina. La oleada pentecostal, que durante las dos décadas anteriores se había popularizado en África, alcanzó su punto álgido a principios de 1990 por diversas razones.
Investigadores como el escritor malauí Mkotama Katenga-Kaunda han atribuido este fenómeno a los Programas de Ajuste Estructural (PAE) que muchos países subsaharianos estaban aplicando a petición del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI). En consecuencia, la implementación de los PAE causó graves estragos a la economía de muchos países africanos. Los jóvenes graduados universitarios no pudieron encontrar trabajo y el desempleo se disparó exponencialmente. En el plano social, hubo recortes significativos en sectores como la sanidad y la educación, a la par que la delincuencia y la violencia política aumentaban en el continente. Este ambiente propició el crecimiento de un terreno fértil para el floreciente evangelio de la prosperidad.
Millones de ciudadanos africanos habían perdido la fe en su gobierno. Por ello, muchas personas se refugiaron en la Iglesia Pentecostal, ya que prometía soluciones inmediatas a todo tipo de problemas: desde el desempleo y las enfermedades hasta la búsqueda de cónyuges adecuados. A medida que estas iglesias aumentaban su número de creyentes, también se incrementaba la influencia y el poder político de sus carismáticos predicadores.
En noviembre de 1991, el sindicalista Frederick Chiluba, pastor autoproclamado y devoto del televangelista estadounidense Reinhard Bonnke, fue elegido presidente de Zambia. Un mes después, de su elección declaró a Zambia como nación cristiana. Esta decisión fue, en gran medida, simbólica. Su propósito principal no iba mucho más allá de complacer a la comunidad pentecostal, que había desempeñado un papel clave en su llegada al poder.
En la misma línea, Chiluba tomó otra decisión poco ortodoxa y creó una oficina de Asuntos Religiosos en la Casa de Gobierno. Ambos ejemplos fueron una muestra de cómo el pentecostalismo se estaba abriendo camino poco a poco en la política zambiana. Además, este fenómeno también estaba sucediendo en otras partes del continente africano.
En 1999, Olusegun Obasanjo fue elegido presidente de Nigeria, la nación más poblada del continente que, además, representa el epicentro del movimiento pentecostal de África. Si bien es cierto que numerosos factores sociales y económicos contribuyeron a la elección de Obasanjo, también cabe destacar que organizaciones pentecostales como la Pentecostal Fellowship of Nigeria (Hermandad Pentecostal de Nigeria), desempeñaron un papel fundamental a la hora de apoyar a Olusegun Obasanjo, cristiano procedente del sur de Nigeria. Así fue como este periodo marcó el inicio de lo que el académico nigeriano residente en Estados Unidos, Ebenezer Obadare, denomina «pentecostalización» del gobierno.
A medida que la nueva «élite teocrática» se abría paso en los palacios presidenciales de toda África, también se produjeron cambios fundamentales en el discurso político. Un momento decisivo fue el giro de 180 grados que experimentaron las relaciones entre África y Palestina.
Los puntos de vista del movimiento pentecostal africano sobre Israel y Palestina se basan, principalmente, en la opinión de sus homólogos, los evangélicos estadounidenses, al otro lado del Océano Atlántico. Su postura se fundamenta en la idea de que Israel es la nación elegida por Dios y que el regreso de Jesucristo, el cumplimiento de la profecía, ocurrirá en la tierra palestina ocupada. Del mismo modo, se remiten al Antiguo Testamento para apoyar la afirmación de que la tierra palestina pertenece a los judíos, una idea con la que también se ha adoctrinado a los miembros pentecostales. Por lo tanto, de acuerdo a este concepto, es un «pecado» criticar o condenar cualquier acto cometido por el estado de Israel.
Mucho antes de asumir un papel político más importante, los seguidores del movimiento pentecostal habían fomentado el apoyo a Israel a través de una serie de iniciativas. Entre ellas, destacaban visitas a Israel organizadas para los miembros como parte de la denominada «diplomacia religiosa». A medida que el movimiento experimentaba un aumento en el número de seguidores y conseguía una mayor influencia política, empezaron a promover la propaganda proisraelí en las esferas del poder.
En 1993 y, sobre todo, debido a la presión ejercida por las organizaciones pentecostales, el presidente Chiluba decidió reestablecer las relaciones diplomáticas entre Zambia e Israel. El acercamiento se produjo después de que su predecesor, Kenneth Kaunda, hubiese roto los vínculos entre ambos países veinte años antes. Las élites religiosas del movimiento también han aprovechado su influencia para neutralizar cualquier crítica que recayese sobre Israel y su violación de los derechos humanos. De este modo, han convertido estas críticas en un ataque a la fe cristiana. Mientras la mayoría de los gobiernos africanos han mantenido, en gran medida, su postura y bloque de votación en la ONU respecto a Palestina, los políticos y funcionarios se muestran mucho más reacios a la hora de condenar la ocupación israelí y el abuso ejercido sobre los derechos palestinos.
La causa palestina fue un aspecto crucial en muchos de los programas de los partidos políticos africanos entre los años 70 y 80. Sin embargo, en las tres últimas décadas, y a excepción de algunos países del continente, la causa ha quedado relegada al margen de los discursos políticos del resto. Por ejemplo, en Sudáfrica, el Congreso Nacional Africano (CNA) y sindicatos como el Congreso de Sindicatos Sudafricanos (COSATU por sus siglas en inglés) y el Sindicato Nacional de Trabajadores Metalúrgicos (NUMSA por sus siglas en inglés) han mantenido su inquebrantable apoyo y solidaridad con el pueblo palestino. Todo ello, a pesar de la fuerte oposición ejercida tanto por las organizaciones pentecostales, como por los partidos de la oposición de derechas (Alianza Democrática y el Partido Democrático Cristiano Africano (ACDP por sus siglas en inglés) y otras entidades como Amigos de Israel de Sudáfrica ( South African Friends of Israel ,SAFISA en inglés).
Durante estos dos últimos años, las organizaciones pentecostales, en colaboración con organizaciones políticas y civiles de derechas, han planificado, en distintas partes de África, el denominado movimiento Desayunos de Oración de Jerusalén (Jerusalem Prayer Breakfasts), en el que se reúnen para desayunar y orar por Jerusalén. Estos actos mal disfrazados de religión son, en realidad, foros políticos celebrados con el único fin de fomentar el apoyo a Israel y acabar con el amparo africano a la causa palestina. Al encuentro de esta naturaleza que se celebró en 2019 en Kampala, la capital de Uganda, asistieron varios empresarios de renombre, diplomáticos, legisladores proisraelíes y otros altos cargos del gobierno, incluida la primera dama del país, Janet Museveni.
Como fruto de los Jerusalem Prayer Breakfasts y otros eventos similares, han surgido en toda África numerosos políticos y partidos pro-Israel. Por ejemplo, cabe destacar el partido político United Progress People (UPP) de Zambia, liderado por un antiguo diputado, Saviour Chishimba. Él mismo se define como un «cristiano devoto y político acérrimo pro-Israel”. El logo del partido político de Chishimba es la bandera de Israel, tres palomas y la estrella azul de David.
En una entrevista con un periódico israelí que tuvo lugar durante una visita a Jerusalén, Chishimba calificó la decisión tomada por Kaunda de cortar la relación con Israel de «terriblemente atroz» y la señaló como la culpable de los problemas económicos del país. Añadió que “Israel es una nación bendecida, por lo que deberíamos acercarnos más a ella. De modo que, las bendiciones que Dios vierte sobre esta nación se derramen sobre nosotros también”
El partido UPP es solo una muestra más de las muchas organizaciones cuasi-políticas que se han formado gracias a la ayuda de las organizaciones pentecostales cuyo único propósito es el de abogar a favor de Israel y eliminar el apoyo africano a la autodeterminación de Palestina.
El silencio sepulcral que los gobiernos y movimientos políticos africanos están guardando frente a las maniobras de Benjamin Netanyahu para anexionar territorios palestinos no es casualidad. De hecho, es un reflejo de la rapidez y profundidad con que se extienden los tentáculos de esta alianza de naturaleza político-religiosa y pro-israelí en el continente. El partido político sudafricano Luchadores por la Libertad Económica (EFF por sus siglas en inglés), el Congreso Nacional Africano, el NUMSA, el COSATU y el partido Socialista de Zambia emitieron, hace dos años, unas declaraciones que condenaban la apertura de la embajada de Estados Unidos en Jerusalén.
“Estamos muy decepcionados con los países africanos que han celebrado la declaración de Jerusalén como capital oficial de Israel por parte de Estados Unidos”, dijo Julius Malema, líder del EFF. “Esa es la peor de las traiciones, porque nosotros, como africanos, deberíamos saber que el colonialismo y el imperialismo no tienen cabida en la humanidad. Al ocupar el territorio palestino se está cometiendo una violación de los derechos humanos. Nosotros no lo apoyamos”.
A pesar de voces como la de Malema, han sido muchos los líderes políticos que en África han decidido, de forma voluntaria, girar la vista a las acciones ilegales de Israel. De ahí, la pregunta ¿Cuánto tiempo pasará antes de que incluso ese grupo de voces progresistas sea silenciado?
El camino a seguir
Ahora que la promesa de Malawi de abrir una embajada en Jerusalén está sobre la mesa, no cabe duda de que Israel continuará esforzándose para conseguir más aliados en África. De este modo, intentará disipar el apoyo histórico a Palestina del continente. Queda por ver cómo esta propuesta de Malawi, según su Ministro de Asuntos Exteriores, Eisenhower Mkaka, “contribuirá a la estrategia nacional de seguridad alimentaria y al desarrollo socioeconómico acelerado y sostenido de la población”.
Aunque no tengan ninguna representación permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU, los 54 países africanos siguen siendo una voz crítica y un bloque de posición común en las votaciones de este organismo internacional. Varios países africanos también son miembros activos del movimiento de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS). En consecuencia, los progresistas y activistas africanos por los derechos humanos no pueden permitirse el lujo de quedarse de brazos cruzados mientras ven cómo los simpatizantes de los sionistas influyen en la postura de principios del continente con respecto a Palestina.
Existe una necesidad urgente de que las organizaciones africanas progresistas aúnen fuerzas para poner de relieve la difícil situación de los palestinos y explicar por qué el apoyo africano es esencial para la causa. Del mismo modo, es de crucial importancia que estas organizaciones denuncien la opinión superficial que han ido perpetuando los simpatizantes de Israel, que pretenden presentar la ocupación israelí como un conflicto entre cristianos y musulmanes. Es importante recordar a la población africana que, tras sufrir siglos de opresión, tenemos la noble obligación de denunciarla y combatirla dondequiera que cobre forma, sin importar el color, la raza o las creencias religiosas de las víctimas. En palabras de Nelson Mandela,
«Sabemos de primera mano que nuestra libertad está incompleta sin la libertad de los palestinos».
*Clinton Nzala es un estratega y analista político residente en Quito, Ecuador. Trabaja para el medio de noticias de América Latina, teleSUR. Ha trabajado con varios movimientos políticos y sociales en toda África como organizador y propulsor.
Artículo publicado en UMOYA y fue editado por el equipo de PIA Global