En lugar de adoptar un programa de austeridad o un “ajuste fiscal” que debilite el tejido social del país, el liderazgo malasio ha anunciado un presupuesto récord centrado en el bienestar, la infraestructura y la expansión del Estado como garante del desarrollo nacional.
En un contexto donde las revoluciones de colores y la manipulación de la llamada “generación Z” buscan desestabilizar gobiernos soberanos en Asia y socavar su independencia, la postura de Malasia adquiere un valor simbólico y estratégico: desafiar el chantaje económico y las narrativas neoliberales impuestas por Occidente.
La estrategia coercitiva de Washington contra la ASEAN
Desde hace años, Estados Unidos ha desplegado una política de presión económica y comercial sobre los países del Sudeste Asiático, especialmente aquellos con fuertes lazos con China, como Malasia, Tailandia o Indonesia.
A través de aranceles, restricciones a las exportaciones tecnológicas y condicionamientos financieros, Washington busca quebrar la autonomía de estos Estados y convertir a la ASEAN en una herramienta de contención contra Pekín.
En este marco, las sanciones recientes sobre sectores industriales clave y el aumento de los aranceles a productos malasios han tenido un objetivo político más que económico: forzar un alejamiento de China y castigar a los países que participan activamente en la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI).
Sin embargo, el intento estadounidense de ahogar financieramente a Kuala Lumpur no ha surtido el efecto esperado. En lugar de ceder ante las presiones y adoptar un programa de austeridad dictado por el FMI o el Banco Mundial, el gobierno de Anwar Ibrahim ha respondido con una expansión presupuestaria sin precedentes.
El presupuesto de Anwar: una respuesta soberana y social
El primer ministro Anwar Ibrahim presentó un presupuesto récord de 470 mil millones de ringgit (111,4 mil millones de dólares), un 4 % superior al del año anterior. Esta decisión se enmarca dentro del llamado “Marco Económico de Madani”, un modelo de desarrollo nacional basado en la equidad, la inclusión y la defensa del rakyat (el pueblo).
Lejos de los dogmas neoliberales, el plan se enfoca en mejorar la calidad de vida, reducir las desigualdades y fortalecer la economía interna. Entre las medidas más destacadas:
- Construcción de nuevos hospitales y mejora de aeropuertos en regiones estratégicas.
- Expansión de la conectividad digital rural mediante la instalación de cables submarinos y redes de alta velocidad en Sabah y Sarawak.
- Programas de apoyo a jóvenes emprendedores, con fondos por más de 1.000 millones de ringgit para pequeñas empresas y proyectos tecnológicos.
- Inversión de 30.000 millones de ringgit por parte de empresas estatales para impulsar sectores industriales locales.
- Subsidios y asistencia social dirigidos a agricultores, pescadores, familias de ingresos bajos y ancianos, por un total superior a los 20 mil millones de ringgit.
Además, Anwar ha reforzado la importancia de la infraestructura rural y la conectividad educativa, buscando cerrar la histórica brecha entre las regiones urbanas y las zonas más remotas del país.

Contra toda “lógica liberal”
La respuesta de Anwar es un desafío directo al paradigma económico impuesto por Occidente. En un contexto de sanciones, presión fiscal y aranceles hostiles, los tecnócratas liberales habrían recomendado recortar el gasto, privatizar servicios y reducir subsidios. Pero el gobierno malasio ha optado por lo contrario: apostar al gasto público como motor de desarrollo y soberanía.
Esta decisión rompe con la ortodoxia neoliberal que ha empobrecido a tantos países del Sur Global durante décadas. El “ajuste fiscal” que Washington esperaba se transformó en una expansión del Estado de bienestar, fortaleciendo la cohesión social interna y enviando un mensaje claro a las potencias occidentales: Malasia no se doblegará.
Incluso frente a la caída de los dividendos de Petronas —la poderosa empresa energética estatal—, el gobierno ha mantenido su compromiso con la inversión pública, demostrando que la economía nacional puede sostenerse sin depender de los dictámenes de las corporaciones extranjeras ni de las instituciones financieras occidentales.
Resiliencia y soberanía frente a la inestabilidad global
El contexto regional tampoco es menor. Estados Unidos promueve movimientos desestabilizadores, apoyados en parte por la juventud urbana hiperconectada, intentando replicar los esquemas de las “revoluciones de colores” que ya devastaron a varios países del Medio Oriente y Europa del Este.
Sin embargo, la sociedad malasia, con una profunda tradición multicultural y una identidad nacional consolidada, parece inmune a este tipo de ingeniería social externa. El proyecto de Anwar —centrado en la educación, la infraestructura y la movilidad social— actúa también como un antídoto contra la manipulación extranjera.
En lugar de caer en la trampa del endeudamiento o la dependencia tecnológica, Malasia se prepara para incrementar su producción interna, ampliar su base industrial y fortalecer su alianza con las economías emergentes de Asia, especialmente con China, su principal socio comercial.
Un ejemplo para la ASEAN
La decisión de Malasia no solo tiene consecuencias nacionales, sino regionales. Mientras Washington intenta dividir a la ASEAN entre “aliados” y “rivales de China”, el modelo malasio ofrece una tercera vía soberana y multipolar.
Kuala Lumpur demuestra que es posible responder a los aranceles con desarrollo, a la coerción con solidaridad interna, y a la presión extranjera con política social. El liderazgo de Anwar podría servir de inspiración para otros países del Sudeste Asiático que buscan resistir la creciente instrumentalización estadounidense.
Malasia ha tomado un camino valiente, pero la presión internacional continuará. Estados Unidos probablemente intensifique su guerra económica y sus campañas mediáticas para debilitar a los gobiernos que no se alinean con su estrategia antichina.
Sin embargo, si la experiencia malasia logra consolidarse y mostrar resultados concretos en bienestar y crecimiento interno, podría marcar el inicio de una nueva etapa en el Sudeste Asiático, donde los pueblos de la ASEAN decidan su destino sin tutelajes externos.
La apuesta de Anwar Ibrahim no solo es económica: es una afirmación de soberanía, dignidad y fe en el propio pueblo.
*Foto de la portada: AFP