Análisis del equipo de PIA Global Europa

Macron acorralado: crisis y fractura política en Francia

Escrito Por Micaela Constantini

Por Micaela Constantini* –
Una nueva crisis de gobierno, el ajuste de Bruselas, la deuda creciente y el debilitamiento total de Macron lo colocan contra las cuerdas y convierten a Francia en espejo de la crisis europea.

El primer ministro de Francia, François Bayrou, anunció esta semana que se someterá a una moción de confianza el 8 de septiembre con la esperanza de encontrar apoyo sobre el programa de recortes anunciado a mediados de julio.

Bayrou ya ha enfrentado y sobrevivido a 8 mociones de censura en los 9 meses de su gestión. Hasta ahora, estas mociones habían sido impulsadas por partidos de izquierda pero no apoyadas por los demás grupos parlamentarios como Reagrupación Nacional. 

No obstante, la moción de este 8 de septiembre es distinta a las anteriores. Además de haber sido solicitada por el mismo Bayrou, a diferencia de las anteriores, esta tiene el objetivo específico de validar el plan de austeridad del primer ministro. Un proyecto fuertemente resistido por la mayoría del arco parlamentario, desde Rassemblement National, la France Insoumise, Partido Socialista y Les Écologistes.

De acuerdo a Bayrou, Francia debe “hacer frente” al “peligro inmediato” del “sobreendeudamiento”. “Este dinero, tomado prestado por cientos de miles de millones, no se ha utilizado como debería haberse usado para invertir”, sino “para gastos corrientes”, afirmó Bayrou, durante la rueda de prensa. 

El primer ministro explicó que la deuda alcanza actualmente unos 3,34 billones de euros, lo que supone un 114% del PIB, y que aumenta al ritmo de 5.000 euros por segundo, es decir más de 150.000 millones adicionales cada año.

Bayrou había anunciado el plan de austeridad a mediados de julio asegurando que el Estado no debería gastar en 2026 más de lo que gastó en 2025 en ninguna de las partidas presupuestarias, salvo las relacionadas al pago de los servicios de deuda y del gasto militar. Esto ya comienza a darnos una idea de las prioridades e intereses del gobierno. Significa que ni las pensiones ni los sueldos del sector público aumentarán, los planes sociales también se congelarán, las áreas de salud y educación sufrirán recortes y duras imposiciones como no continuar contratando personal ante los retiros por jubilaciones. El programa incluso prevé suprimir dos días festivos nacionales y avanzar sobre revisión del sistema de subsidio de desempleo.

El 8 de septiembre los parlamentarios votarán si apoyan el ajuste fiscal de casi 44 mil millones de euros que inicia el camino para reducir el déficit público, o si aplicarán la censura lo que profundizará la crisis política y estructural que arrastra el país desde hace años.

Recordemos que Bayrou asumió hace apenas 9 meses y es el cuarto primer ministro que asume en el segundo mandato de Macron, el sexto si contamos desde el primer mandato. 

Élisabeth Borne asumió en mayo de 2022 tras la ajustada reelección presidencial para Macron, pero terminó dimitiendo a comienzos del 2024, debido a las fuertes protestas contra la reforma de pensiones y el uso reiterado del artículo 49.3 para aprobar leyes sin mayoría parlamentaria. Su sucesor, Gabriel Attal, tomó posesión ese mismo día como intento de renovación generacional, aunque renunció en septiembre del mismo año tras perder apoyo político en medio de las tensiones por el presupuesto y la incapacidad de articular una mayoría estable. Lo reemplazó Michel Barnier, designado el mismo mes, pero su mandato duró poco ya que fue destituido por una histórica moción de censura en diciembre de 2024, la primera exitosa desde 1962, motivada por la fractura política en torno al déficit y la deuda pública. Fue entonces cuando Macron llamó a elecciones anticipadas y se conformó un nuevo parlamento. En su lugar, François Bayrou asumió ese mismo mes, con el desafío de aplicar un severo plan de austeridad y mantener la frágil estabilidad de un gobierno sin mayoría en la Asamblea Nacional.

A raíz de esas elecciones anticipadas se conformó una Asamblea profundamente fragmentada, en la que el oficialismo de Macron perdió toda capacidad de mayoría. El nuevo escenario parlamentario confirmó el debilitamiento total del partido macronista y marcó la incapacidad del gobierno de acabar con la inestabilidad crónica.

Dada esta nueva composición parlamentaria, Bayrou no sólo carece de mayoría sino que los principales partidos ya anunciaron que no apoyarán el plan del primer ministro. Incluso si Bayrou ganara el voto de confianza, no significa que el proyecto de ajuste sea aprobado ya que la votación sobre el presupuesto se realiza en unos meses. 

Pero de no pasar la moción de confianza el gobierno cae, y Macron debe volver a decidir si nombrar otro primer ministro o disolver el parlamento y llamar a nuevas elecciones anticipadas. Ambas opciones acorralan a Macron debilitado en todos los planos posibles. 

La decisión de Bayrou de someterse a una moción de confianza el 8 de septiembre no fue aleatoria. Esta elección evita “los desórdenes en las calles”, en palabras del propio Bayrou, ya que un amplio arco social había llamado a una jornada de protestas masivas en el país para el 10 de septiembre. Sindicatos como la CGT, FO, Solidaires, organizaciones estudiantiles y pensionistas anunciaron su oposición al plan de ajuste asegurando que mostrarían su descontento en las calles mientras denuncian que cualquier plan de solución que ofrecen los gobiernos recae siempre sobre los trabajadores. Estos sectores y los partidos de oposición también sostienen que las decisiones sólo responden a los intereses impuestos desde Bruselas.

De Bruselas a París: ajuste para el pueblo, cheque en blanco para la defensa

Francia atraviesa una grave crisis estructural marcada por un déficit fiscal crónico, un gasto público elevado, un nulo crecimiento económico, desindustrialización, desempleo. A esto se le suman crisis políticas internas y una profunda fractura parlamentaria, que lleva a una falta de consenso, lo que provoca una inestabilidad constante. En 2024 el déficit público trepó al 5,8 % del PIB, el tercer nivel más alto de la Unión Europea, con una deuda superior al 114 % del PIB, apenas por detrás de Grecia e Italia. 

La Unión Europea, en su papel supranacional, presiona a Francia y aplica un procedimiento disciplinario por gastar más de lo que ingresa, por déficit excesivo, lo que implica que París queda bajo vigilancia estricta a la vez que se le exige un plan de recortes para equilibrar la balanza de las cuentas públicas. Como si esto no fuera poco, las organizaciones internacionales y mercados financieros también presionan al país imponiendo números calificativos que arrastran desconfianza sobre los mercados nacionales y un encarecimiento de los préstamos.

El Gobierno de Macron presentó un plan que busca reducir gradualmente el déficit, del 5,4 % previsto para 2025 al 4,6 % en 2026, con la meta de alcanzar en 2029 un 2,8 %, por debajo del 3 % que impone el Pacto de Estabilidad y Crecimiento de la UE. Barnier intentó poner en marcha los primeros recortes en noviembre de 2024, pero la resistencia política y de las calles lo censuró en una jornada histórica logrando expulsarlo del gobierno. Ahora comienza el intento de Bayrou, quien, luego de algunos meses de asumido, propone nuevamente una agenda de austeridad. 

Como si la presión interna a los franceses no fuera poca, se le impone y pide a la población un ajuste brutal mientras que anuncian con bombos y platillos un aumento histórico en el gasto militar. Unos días antes de que Bayrou anunciara su sometimiento a la moción de confianza, Macron anunciaba un aumento de 6.500 millones de euros en Defensa para los próximos dos años para asumir los compromisos con la OTAN y el rearme europeo.

Por lo que, parece indistinta la figura de primer ministro que coloque Macron, intentando buscar consenso, ya que el objetivo final es imponer un plan que cumpla con las exigencias de Bruselas, la OTAN y los mercados financieros. Es decir, aplicar políticas de austeridad que ajustan sobre la población mientras se cumple con los compromisos con el gasto militar.

Mientras se recortan prestaciones por desempleo, se congelan pensiones y se incrementa el copago de medicamentos, el presupuesto militar alcanzará los 64.000 millones de euros en 2027. Esa cifra duplica el gasto en defensa heredado por Macron en 2017 y supera en un 50 % el volumen de ahorro que Bayrou pretende imponer vía ajuste.

La Comisión Europea exige a los Estados miembros disciplina fiscal, pero también los empuja a elevar su gasto militar hasta un 2 % del PIB, siguiendo las directrices de Washington. Macron aseguró que “nunca desde 1945 la libertad ha estado tan amenazada”, durante un discurso destinado a justificar lo que, en los hechos, se traduce en un cheque en blanco para la defensa y tijera para los derechos sociales.

Macron es parte del problema. Bajo su mandato, Francia no solo ha visto profundizar sus crisis internas, sino que ha perdido el lugar que alguna vez tuvo como potencia de referencia. La expulsión de África marcó el fin de un dominio colonial que garantizaba a París recursos estratégicos como oro y uranio; en el Pacífico, la creación del AUKUS supuso un golpe que lo dejó fuera de proyectos militares y comerciales clave; y en el plano atlántico, Washington y Londres lo relegaron de los grandes acuerdos estratégicos. Su alineamiento ciego con Bruselas y la OTAN lo redujo a un socio obediente, atado a una agenda que ha arrastrado a toda Europa hacia la desindustrialización, el desempleo, la crisis energética y migratoria. En el interior, el resultado es igual de devastador, una Francia debilitada, con su industria militar y agrícola en retroceso, y un presidente cada vez más cuestionado, convertido en símbolo de la pérdida de autonomía y peso internacional del país.

Toda Europa mira atenta a los acontecimientos en Francia ya que la mayoría arrastran problemáticas iguales, es decir, déficits elevados, deudas históricas y economías estancadas. No hay que olvidar que estas múltiples crisis “similares” entre países europeos no es casual, sino que son las consecuencias de las decisiones tomadas por ciertas élites europeas belicistas que hoy se encuentran al mando de las instituciones europeas. Ya son evidentes los resultados que trajo para todos los países europeos, las decisiones de Bruselas en su guerra contra Rusia y subordinación a EEUU.

Por lo que la presión y crisis que hoy vive Francia es trasladable a la mayoría de países europeos que deben cumplir con las reglas fiscales y tranquilizar a los inversores, bajo las imposiciones de profundizar la senda del ajuste social en beneficio de un rearme europeo que parece no tener techo.

Francia es ejemplo del callejón sin salida que impone la, cada vez más cuestionada, arquitectura europea, económica en este caso, es decir, se exige disciplina fiscal a costa de recortar derechos sociales, mientras se habilitan cheques en blanco para el gasto militar. La crisis política de París no es solo un asunto interno, sino un espejo de lo que se avecina en gran parte del continente. Con grandes déficits, economías estancadas y una creciente subordinación a las prioridades de la OTAN y Bruselas, la pregunta que queda es si Europa está dispuesta a seguir sacrificando el bienestar de sus pueblos en nombre de una supuesta seguridad que responde a intereses ajenos.

*Micaela Constantini, periodista y parte del equipo de PIA Global.

Foto de portada: Fotomontaje PIA Global. La foto de Bayrou de REUTERS/Abdul Saboor. La foto de Macron de Nathan Laine/Bloomberg.

Acerca del autor

Micaela Constantini

Comunicadora Social, periodista. Miembro del equipo de investigación de PIA Global. Investigando cibergeopolítica y virtualidad. Feminista, antiimperialista y autodidacta. Nuestra americana Trabajo con redes sociales, edición de video y comunicación digital.

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