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Los vientos calientes de una Guerra Fría

Por Omar Hassaan Fariñas*. Exclusivo para PIA Global.
Venezuela, América Latina, Rusia y EE.UU, la tormenta que se avecina

Hace unos días, me preguntaron desde el exterior, después de conocerse la victoria del candidato opositor en el estado venezolano de Barinas, ¿Qué es específicamente lo que desea Estados Unidos con Venezuela?

Me comentaron que no habían escuchado anteriormente un disparate tan “demente” como lo que surge del Departamento de Estado y el Congreso estadounidense sobre el país suramericano.

Por un lado, informan que no reconocen al gobierno que efectivamente ejerce el control sobre el Estado venezolano y, en su lugar reconocen a un “gobierno” que nació de una Asamblea Nacional en desacato, que finalizó su periodo constitucional hace un año, pero aun sigue funcionando, a raíz de un “poder” auto-proclamado y auto-otorgado, que le permitió extender su existencia, revelando así, no solamente la violación del concepto de renovación de los poderes que existen en la Constitución, sino igualmente la creación de funciones que no existen en el texto constitucional del país, como la capacidad de declarar a otros poderes del Estado como ilegítimos, y a la vez extenderse en el tiempo, quizás indefinidamente.

Para hacer la cosa aun peor, reformaron el mal llamado “estatuto” que ellos mismos habían inventado para justificar la eternidad de la extinta Asamblea Nacional, y, aparentemente, Venezuela ahora posee un “gobierno parlamentario” y no “presidencial”, de acuerdo con este maravilloso “estatuto”.

Lo que todos los países cambian solamente a través de una nueva constitución – el propio sistema de gobierno – esta gente lo transformó solamente con la reforma de un “estatuto”. ¿Esto es lo que Estados Unidos considera que es un gobierno legítimo y “democrático”?

Preparando una respuesta para estos interrogantes – al mismo tiempo que mantengo el seguimiento de los sucesos y eventos internacionales – leí unas declaraciones de la cancillería rusa, las cuales me ayudaron substancialmente en mi tarea señalada. En los últimos días, se han acumulado una serie de declaraciones, desde el lado ruso, y hasta del irrelevante lado de la oposición venezolana, sobre el mismo tema.

Básicamente, se habla de una presencia militar rusa en el Caribe: El viceministro de Exteriores ruso, Serguéi Riabkov, comentó durante una entrevista sobre la posibilidad de desplegar infraestructura militar rusa en países como Cuba o Venezuela. «No quiero confirmar nada ni descartar nada. Depende de las acciones de los colegas estadounidenses», señaló Riabkov.

Estados Unidos, a través del portavoz de la Casa Blanca, respondió a estas declaraciones rusas con la habitual “tomaremos acciones decisivas”. La figura del ex diputado de la ahora extinta Asamblea Nacional en desacato (2015 – 2020), realizó un pronunciamiento al respecto, pero, como siempre, nadie le prestó atención.

Estas declaraciones rusas son de gran utilidad para comprender claramente porqué Washington seguirá pasando de una postura irracional a una absurda, en relación con el Gobierno Bolivariano en Caracas, y porqué nunca se buscará una condición de “coexistencia pacífica” entre Caracas y Washington, hasta que se logre el anhelado “regime change”.

Nunca lograremos realmente comprender la lógica de los eventos regionales en cualquier parte del sistema internacional – y no solamente en América Latina – sin contextualizar estos en el marco de los grandes conflictos geopolíticos del momento histórico que deseamos evaluar.

Nunca me cansaré de indicar esto, como tampoco me he cansado de argumentar – desde los años 2009 y 2010 – que Estados Unidos, Rusia y la China se encuentran en un enfrentamiento geopolítico que pudiera identificarse como una “Guerra Fría”, y que este enfrentamiento es uno de los elementos claves para comprender y analizar el entorno internacional, en casi todas sus dimensiones y regiones. 

Primeramente, debemos identifica cual es el eje principal por el cual vuelve la actual Guerra Fría, por lo menos desde la perspectiva de la rivalidad Rusia/Estados Unidos.

Después de la presidencia de George Walker Bush, el gobierno del presidente Barack Obama asumió cabalmente su tarea de intensificar el enfrentamiento geopolítico con Rusia, solo que quedó sorprendido cuando Rusia logró irrumpir en el conflicto sirio que creó Estados Unidos, y desequilibrar su proyección en el Medio Oriente. Hasta el ultimo momento de su administración, se logró mucho en adelantar la pieza fundamental de esta nueva Guerra Fría: el devorador avance de la OTAN sobre los territorios que anteriormente formaban el Pacto de Varsovia, con la finalidad de circundar (y eventualmente estrangular) a Rusia.

Este proyecto de expansión de la OTAN no fue necesario durante los alegres días (no para los rusos) de Boris Yeltsin, ya que este apreciado agente del Departamento de Estado había logrado mucho para ellos, durante su duración como representante de los intereses geopolíticos estadounidenses en el Kremlin. Pero con el auge de Vladimir Putin, todo esto cambió.

Las guerras de los Balcanes y la destrucción de Yugoslavia fueron, en realidad, la manifestación guerrerista del colapso de la Unión Soviética. Fue la señal más contundente de la OTAN para todo el mundo: soy Vishnu, la muerte, el destructor de mundos (bueno, en este caso, de países).[1]

La misma señal fue enviada al mundo pos– Guerra Fría (la primera), cuando empezaron a caer las bombas sobre Bagdad, en 1991. Para entonces, Estados Unidos logró proyectarse como una moderna y real encarnación de Vishnu, con sus múltiples brazos llenos de armas, todas de destrucción masiva, “regalo” gringo para todos los pueblos que no obedezcan.

La OTAN fue creciendo durante la última década del Siglo XX, a pesar de que ya no existía un Pacto de Varsovia y, la Rusia que quedó, era la del agente Yeltsin. Pero su continuidad obedecía a la lógica de absorber y dominar con el propósito final de arribar a las fronteras rusas, porque tarde o temprano, la magnífica y pacífica Rusia de Boris, sería “trágicamente” sustituida por una Rusia que exija y se auto-defienda, y actúe fuera del guion que se les entrega a todos los miembros de la OTAN.

Desde finales de la década de 1990, la OTAN ha visto cinco olas de ampliación hacia el este europeo. Cada ola desencadenó profundas preocupaciones en el gobierno ruso, aunque solamente la posibilidad de la adhesión de Ucrania y Georgia, causó fuerte ansiedad en Moscú, y puede considerarse como las primeras versiones de las “líneas rojas” del Kremlin.

El discurso de Vladimir Putin durante la Conferencia de Seguridad de Múnich en el 2007, marcó un cambio alejado a los de la era de las relaciones ruso-occidentales de la década de 1990.

Fue el primer llamado notable que Putin realizó para establecer el marco de las «garantías de seguridad» para Rusia, parte de las famosas “líneas rojas” que hoy se escuchan repetidamente.

Agitado por las famosas “revoluciones de colores” en Ucrania y Georgia, así como por la invasión estadounidense de Irak, las quejas de Putin sobre el “dominio unilateral de Estados Unidos en las relaciones internacionales” fueron una indicación de que Rusia empezaría a tomar muy en serio el proyecto de hegemonía unipolar que estaba imponiendo Washington desde 1990.

La guerra poco recordada de Osetia del Sur con Georgia en agosto de 2008, oficialmente fue desencadenada por la aventurera ofensiva del entonces presidente Mikheil Saakashvili, pero todos sabemos que fue la OTAN, “tomando” el pulso de Moscú y sus líneas rojas.

La actual expansión de la OTAN – pasando a un rol netamente ofensivo – nos hace recordar la alianza defensiva del canciller alemán Bismarck con Austria, en 1879. El Kaiser y el canciller austriaco, Alois Aerenthal, cambiaron más tarde el propósito defensivo original de ese tratado en 1914, para patrocinar al imperialismo en los Balcanes. Este fue uno de los factores principales que causaron la Primera Guerra Mundial. Hoy en día, vemos como Estados Unidos sigue el mismo camino de Bismarck.

El proyecto expansionista de la OTAN continuó con otra guerra estadounidense después de la de los Balcanes – una “splendid little war[2] – la recién señalada Guerra de Osetia del Sur del 2008. A nuestro criterio, este conflicto de cinco días marcó un nuevo hito en el proceso de expansión de la OTAN. Pudiéramos decir que la actual Guerra Fría empieza con este breve conflicto (aunque muchos observadores no quisieron verlo).

Pero la verdadera obra maestra de geopolítica de la Guerra Fría, fue la (segunda) transformación de Ucrania, entre los años 2013 y 2014, desde un difícil aliado de Moscú, a un régimen con claros y manifiestos elementos fascistas, el cual en la actualidad y con mucho gusto se presta generosamente, para ser el campo de batalla entre la OTAN[3] y Rusia. El golpe de Ucrania ejecutado durante la administración del Premio Nobel de la Paz, hubiera sido aun más devastador para Rusia si Estados Unidos hubiera capturado uno de sus objetivos principales: el puerto de Sebastopol.

El puerto estratégico (con la base de la flota rusa del Mar Negro) en la península de Crimea definitivamente hubiera sido un inmenso botín de Guerra para Estados Unidos, y solamente las acciones repentinas pero obligadas de Vladimir Putin, lograron reducir un poco los nefastos efectos (para Rusia) de la bien ejecutada agresión gringa en la Europa Oriental. Las consecuencias de esta monumental jugada geopolítica contra Rusia la estamos viviendo en la actualidad.

La Guerra Fría de nuestros tiempos fue reducida – pero para nada suspendida – durante la presidencia del Magnate Donald Trump, para otorgarle más énfasis al componente chino de esta. No obstante, el regreso de la administración Obama/Clinton con el señor Joseph Biden, retomó el proyecto iniciado por Clinton (William) y Bush (hijo), pocas décadas antes. Por eso es que podemos ver ciertos aspectos de este conflicto resurgir en los años 2021 y 2022, y que no fueron tan marcados entre los años 2016 y 2020.

El regreso de los globalistas demócratas a la Casa Blanca, naturalmente, no implica muchos cambios geopolíticos. Aún sigue la Guerra Fría, aún sigue la expansión de la OTAN, aún sigue la división del mundo entre “ellos” y los “otros”:

la famosa dicotomía tradicional “civilización/barbarie” que nunca se cansan de aplicar, aún mil quinientos años después de la caída de Roma. Hace 15 o 20 años, esta dicotomía era entre Estados Unidos y los “terroristas musulmanes”, ahora es entre el mismo país – que alegre coincidencia – y los autoritarios antidemocráticos anti-derechos humanos, etc.

Lo que sí es marcadamente diferente entre el último y el actual inquilino de la Casa Blanca, es el ritmo de la postura agresiva contra Rusia.

Desde la llegada al poder del Señor Biden, se ha intensificado la presencia estadounidense (y la de sus subalternos en Londres) en el Mar Negro, en Ucrania, y por lo general con posturas cada vez más agresivas y provocadoras contra Moscú, en lo que efectivamente es el espacio estratégico de la potencia euroasiática.

En este sentido, se evidencian ejercicios militares masivos, expulsiones diplomáticas, declaraciones bombásticas (“Putin es un asesino”, por ejemplo), casos de espionaje que salen a la luz pública, acumulaciones de fuerzas militares en las fronteras, prueba de nuevas armas de tecnología de punta, medidas coercitivas unilaterales que se hacen pasar por “sanciones”, constantes patrullajes y presencia naval/aérea de la OTAN en todas las zonas fronterizas rusas, sistemas de misiles de largo alcance en Rumania, Polonia, y próximamente en Ucrania, todos estos son los elementos que caracterizan la Guerra Fría de la actualidad (frase que perfectamente se puede seguir usando correctamente, con solo sustituir “la actualidad” con 1959, por ejemplo).

Veamos un poco las estadísticas sobre las interacciones OTAN/Rusia. Según fuentes rusas, hubo más de 2.600 misiones de recopilación de inteligencia «extranjeras» alrededor de las fronteras de Rusia, solo entre los años 2019 y 2020, es decir, un promedio de más de tres por día. Aún no tenemos las estadísticas del 2021, las cuales deben ser superiores. Los informes de actividad del Ministerio de Defensa ruso muestran 491 salidas de cazas rusos durante ese período. Obviamente, la abrumadora mayoría de estos fueron en respuesta a aviones de inteligencia de Estados Unidos/OTAN.

Los eventos señalados en el párrafo anterior ocurrieron principalmente en los mares Báltico, Negro y de Noruega, como también en la región del Pacífico nor-oriental. El Mar Báltico y su litoral, que representa cerca del 40% de todos los encuentros entre Estados Unidos/OTAN y Rusia, es, sin duda alguna, la zona de más enfrentamientos a punto de escalar en guerra, entre la OTAN y Rusia.[4]

Sin duda alguna, Rusia “dio tanto como recibió” en estas escenas de recrudecimiento y escalas bélicas, en la mejor tradición de “Big-Power Brinkmanship”,[5] otra expresión típica de la primera Guerra Fría. Pero si nos damos cuenta, los ejercicios navales y terrestres, las expulsiones masivas de diplomáticos, la acumulación de fuerzas militares, la colocación de misiles de mediano y largo alcance y los constantes patrullajes, todos estos se evidencian en las fronteras con Rusia, y no en Canadá o México, ni tampoco en el Atlántico Occidental o el Pacífico Oriental. He ahí la clave de lo que debemos analizar.

Es justo por estas realidades que muchos consideran que la OTAN es un “eufemismo” para la presencia militar estadounidense en Europa, una arquitectura institucional para legitimar el dominio estadounidense sobre la Europa Occidental, y en las zonas de interés estratégico ruso. La frase “avance agresivo de la infraestructura militar hasta las fronteras rusas” ha acompañando la gran mayoría de las declaraciones rusas a lo largo de los últimos 20 años, frase que no posee la misma validez, si sustituimos a Rusia con Estados Unidos.

Las posturas altamente agresivas contra Rusia retomaron después de la agresión ucraniana en el 2014, justo desde el inicio del 2021, año en el cual regresan los “globalistas” al poder en la Casa Blanca. Las agresiones principalmente suceden en el entrono geopolítico ruso, menos no en el gringo. Las expulsiones diplomáticas, las declaraciones bombásticas y exageradas surgen con mucha más frecuencia y agresión desde la Casa Blanca, y no del Kremlin.[6] Más importante, nos debemos preguntar: en la coyuntura actual, ¿realmente le conviene al Kremlin instigar múltiples crisis militares y diplomáticas contra Estados Unidos y la Unión Europea, cuando el máximo objetivo estratégico de Moscú desde el 2011 es consolidar el Nord Stream II, el cual no se puede activar en un ambiente de hostilidad diplomática y militar?[7]

¿Se desea más evidencia de quién es el provocador que busca crear múltiples crisis para “pescar en río revuelto”? Pues China, está recibiendo exactamente el mismo trato por parte de los estadounidenses, a la vez de tratar de competir económicamente contra el gigante asiático. Con escenarios y prácticas semejantes, vemos cómo Estados Unidos utiliza a sus aliados principales – Corea del Sur, Japón, y, principalmente Australia – para igualmente circundar (y eventualmente estrangular) a la China. Aquí la tarea de crear y fomentar crisis para establecer enfrentamientos y arrastrar al contrincante a guerras que no desea, fue radicalmente incrementada, acelerada, redimensionada, etc., durante la era “Trump”.

En el caso chino, al igual que el caso ruso, se repiten los patrones. Si nos damos cuenta, los ejercicios navales y terrestres, lo “secuestros” de diplomáticos, las agresiones diplomáticas y políticas, el incremento de fuerzas militares, la colocación de misiles de mediano y largo alcance y los constantes patrullajes, las nuevas e inéditas alianzas militares y navales con armas nucleares, todas estas, se evidencian en las fronteras con – o en contra de – China, y no en Canadá o México.

Tampoco es una mera coincidencia que la intensificación de la agresión contra Rusia y China se materializaron al mismo tiempo, o que estas, posean un aspecto pronunciadamente militar y naval, en vez de económico.

El enfoque militar obedece a que, Estados Unidos aún puede seguir alegando una indiscutible hegemonía mundial (aunque Afganistán, Irak y Vietnam digan otra cosa), menor que la supremacía económica[8]

Con estas posturas provocativas, militares y navales en el mar Negro, en el Pacífico, en el Mar de la China Meridional, en el estrecho de Taiwán, en los países bálticos o en Ucrania, Estados Unidos está “playing to its strength”. [9]

En este enfrentamiento gringo/ruso, tanto Estados Unidos como el “jefe” burocrático de la OTAN, han repetido que Rusia no posee “zonas de influencia”, que Rusia no posee “zonas estratégicas”, que la OTAN nunca realizó promesas a Rusia que no emprendería una campaña agresiva de expansión en la zona del antiguo Pacto de Varsovia, y, finalmente, que la OTAN no requiere permisos, autorizaciones o negociaciones para expandirse, adonde sea que quiera hacerlo.

Como un elemento de segunda importancia – pero repetido tantas veces, sin cesar – hemos escuchado que “Rusia debe respetar la soberanía ucraniana”. No queda claro aquí, si el “respeto” a la soberanía ucraniana debe seguir la plantilla “teórica” establecida por las Naciones Unidas, o la plantilla de facto establecida por Estados Unidos en Irak, donde el parlamento electo de ese país árabe, le ha solicitado formalmente a los gringos que salgan de Mesopotamia, después de haber masacrados a líderes persas e iraquíes en su propio territorio, y aun así no hay manera de que salgan, y dejen – muy respetuosamente – la soberanía iraquí.

Por más que deseamos estar “actualizados” y ver al Siglo XXI como muy diferente al Siglo XX, y por más que insistimos en que una “guerra fría” requiere de enfrentamientos ideológicos o de un escenario bipolar, los “halcones” actuales en Washington[10] son producto (o los mismos) de la primera Guerra Fría, obviamente están operando en la actualidad de esa misma manera, y esta lógica predomina en los círculos de seguridad y defensa de la OTAN.

Solo necesitamos verlos en la práctica, lo que dicen y hacen, y recordemos cómo eran estos asuntos, hace 30 o 40 años atrás. Rusia, a su vez, tampoco está lejos de esta lógica.

Entonces, por más que no deseemos ver la lógica de una Guerra Fría, los actores principales de este drama geopolítico actúan como si estuviéramos en una, y eso nos dice mucho.

Uno de los elementos principales de una Guerra Fría es la lucha a través de terceros, y justo al descartar los terceros en un enfrentamiento geopolítico, es cuando una guerra “fría” pasa a ser “caliente”.

Los terceros son los que garantizan que el enfrentamiento se mantenga “frío”. En el escenario actual, los medios de comunicaciones globales nos engañan repetidamente cuando hablan de la crisis ruso-ucraniana, cuando Ucrania es simplemente el espacio geopolítico en el cual se enfrentan las dos potencias, la americana y la euroasiática. Precisamente por esto es que tanto se resisten a llamarlo una “Guerra Fría” (aunque no todos ellos rechazan el término), para evitar identificar el conflicto tal como realmente es, y alegan que es una “agresión rusa contra un pequeño vecino”.

John Fitzgerald Kennedy y Nikita Jruschov protagonistas de la crisis de los misiles en Cuba

A inicios de la década de 1960, Estados Unidos había colocado misiles balísticos (nucleares) tipo “Júpiter” en Italia y Turquía, y estaba a punto de arrasar con la Revolución Cubana,[11] usando el único método que ellos suelen emplear: invadir (de nuevo) y masacrar a parte de su población (de nuevo).[12] Los rusos colocaron misiles y bombarderos en Cuba, y con eso tuvimos una de las dos crisis más agudas de la primera Guerra Fría.[13] El argumento principal de los gringos en 1962 es que no podían permitir una acumulación de armas convencionales y nucleares a “90 millas de la Florida”.

Es importante recordarnos que el 20 de septiembre de 1962, el senado estadounidense aprobó la declaración conjunta № 230, en la cual se indica que Estados Unidos está dispuesta a “impedir que en Cuba se constituya una capacidad militar apoyada externamente que pudiera amenazar la seguridad de Estados Unidos.”

Vladimir Putin – por más que quieran los gringos negarlo – se queja en el Siglo XXI, específicamente por las mismas consideraciones y amenazas que el senado estadounidense y luego el Presidente John Fitzgerald Kennedy se quejaron en el Siglo XX. Aparentemente, colocar misiles balísticos gringos en Turquía era un derecho estadounidense, pero colocar misiles balísticos rusos en Cuba eran una violación a la paz, a todo el derecho internacional, a la tranquilidad de la raza humana y a la existencia de la vida sobre la tierra. En ese momento, la raza humana se acercó a la aniquilación total, a raíz de los “brinkmanships” de las potencias nucleares.

En el 2021-22, se reedita la misma situación de 1962, pero con un “cambio de roles”. Mientras que los misiles rusos en Cuba representaban una agresión a la “esfera de influencia” de Estados Unidos,[14] las tropas de la OTAN, los misiles gringos ya existentes en Polonia y Rumania, junto a los que pronto colocarán en Ucrania, no son un problema para nadie, ya que “Rusia no tiene derecho de veto. Rusia no tiene nada que decir. Y Rusia no tiene derecho a establecer una esfera de influencia, tratando de controlar a sus vecinos”, como lo indicó el secretario general de la OTAN, el primero de diciembre de 2021.[15]

Entonces, tenemos un juego de “Brinkmanship” entre Estados Unidos, por un lado, y Rusia por el otro,[16] en un escenario de Guerra Fría – la cual no requiere ni “enfrentamientos ideológicos” ni “bipolaridad” para ser una “guerra” que es, por ahora, “fría”.

¿Qué tiene que ver todo esto con Venezuela y Cuba? Al estancarse las negociaciones entre Estados Unidos y Rusia sobre el verdadero tema que abordaron en Ginebra – la expansión de la OTAN – cada una de las potencias busca “maniobrar” para superar este estancamiento, sin sacrificar su posición o correr más riesgos de carácter “nuclear”. Estados Unidos acusa a Rusia de provocar una crisis artificial para invadir a Ucrania (cada ladrón juzga por su condición), mientras que Rusia le hace recordar a Estados Unidos la crisis de los misiles en Cuba, a ver si el país norteamericano puede ser un poco menos egoísta, y acordarse, cuando entraron en pánico por unos cuantos misiles rusos, en vez de los múltiples depósitos gringos regados a lo largo de casi toda la Europa Oriental.

¿Cómo se sentiría EE.UU si colocáramos, fuerzas idénticas a las suyas en Ucrania, en Venezuela o Cuba?

Claro, las estaríamos colocando para defender la soberanía de Venezuela o de Cuba, y recordarles que no tienen derecho de poseer “zonas de influencia”, y que, tampoco poseen el derecho de dictar condiciones para la expansión de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva,[17] que deben respetar, en vez de amenazar a sus vecinos, etc.

Los irrelevantes de doble-moral, que se identifican con el señor ex – diputado de la ahora extinta Asamblea Nacional venezolana en desacato, naturalmente gritan en la actualidad por la “defensa de la soberanía de Venezuela” para “salvar a Venezuela de una invasión soviética”.[18]

Claro, hay que recordarles a estos sujetos, que la soberanía de Venezuela tenía cero valor cuando ellos gritaban por una invasión gringa, la cual, con sus desarrolladas y poderosas “smart weapons”,[19] iban “mágicamente” a matar a todos los chavistas, y evitar lesiones a todos los “demócratas”. Naturalmente, estos sujetos no ameritan mucho de nuestras consideraciones.

Pero lo que sí amerita nuestras consideraciones, es el cambio profundo que se evidencia en América Latina en la actualidad, y las justificadas preocupaciones de Estados Unidos.

Es poco probable que Rusia coloque en Venezuela o en Cuba el mismo tipo de “military grade hardware”[20] que Estados Unidos ya colocó en varios países fronterizos y cercanos de Rusia. Esto es solamente más “saber rattling”[21], por parte de los rusos.

En 1962, Estados Unidos estaba lista para eliminar a la Revolución Cubana, y era una amenaza existencial para Cuba. Hoy en día, aunque trató de hacer lo mismo con la Cuba y la Venezuela del Siglo XXI, Estados Unidos aun no representa una amenaza existencial a estos países, aunque si una amenaza bien grave.

No obstante, lo que si amerita considerar es lo siguiente. En 1962, con la mal llamada “cuarentena” contra Cuba que el Presidente Kennedy impuso para impedir que lleguen más armas rusas al país antillano, Estados Unidos logró gestionar la crisis sin una “declaración de guerra” formal, gracias al repentino empleo de la OEA y el TIAR,[22] contando con barcos de guerra argentinos y venezolanos para bloquear a Cuba.

¿Estamos hoy en día en esa misma América Latina?

Con el mapa electoral de América Latina del 2021, y aliados confiables de Estados Unidos como los partidos fascistas de Colombia y Brasil enfrentando una potencial derrota en las urnas este año, el “patio trasero” gringo, que le permitió resolver la crisis cubana en 1962, ya no es el mismo en el año 2022. Lo de mencionar a Cuba y Venezuela en esta crisis de las potencias globales – más allá de colocar armas y ejércitos en esos países – es una manera sutil y resumida de hacerle recordar a Estados Unidos que hoy más que nunca, su “zona de influencia” ya no es la misma que pretendía poseer.

Ortega-Diaz Canel-Maduro-Putin

Este mensaje le está llegando a Estados Unidos, sin duda alguna. El “patio trasero” tiene nuevos “administradores”, y aparentemente todos son locales y autónomos. Esto explica las posturas tan erráticas, incoherentes y altamente inconsistentes de Washington en relación con Venezuela y sus procesos electorales.

Las victorias del gobierno en el ultimo proceso electoral de noviembre de 2021 – como también las de la oposición en esa fecha y en enero de 2022 – le hace mucho más difícil mantener la absurda ilusión que el Presidente Trump había construido, entre los años 2018 y 2019.

No obstante, por más absurda que sean estas posiciones, las tienen que mantener intactas. La falacia y fantasía del mal llamado e imaginario “gobierno interino” es para poder continuar con la piratería de saquear los recursos venezolanos en el exterior y negarles el acceso de estos al Gobierno Bolivariano, naturalmente. Pero adicionalmente, obedece a la lógica de la Guerra Fría que hemos descrito en el documento actual. El problema es que Venezuela y Cuba cuentan como “terceros” en este conflicto global, y que obviamente no están en el campo estadounidense.

Como la lógica de Washington en el 2022 sigue siendo la misma que tenían en 1948 (inicio oficial de la primera Guerra Fría), si Venezuela y Cuba no están con Estados Unidos, pues están con los malvados, los rusos y los chinos, al igual que Nicaragua.

Bajo la lógica de una “Guerra Fría”la del Siglo XX o la de la actualidad – cada potencia beligerante en el conflicto “Frío” debe combatir a los países aliados de la otra (s) potencia (s), hasta que estos o sean destruidos, o pasen a su lado.

Solo con la destrucción decisiva de las revoluciones bolivariana y cubana, es que Estados Unidos regresará a “tolerar” cualquier cosa que salga de Caracas o de la Habana. Nunca antes. Es precisamente esta lógica de Guerra Fría, la que explica la ilógica incoherencia de la posición estadounidense en relación a Venezuela, su gobierno, sus procesos electorales y sus instituciones públicas.

Gracias a las “prudentes” acciones altamente belicistas de la OTAN – y el gobierno en Kiev que se presta para un potencial apocalipsis nuclear – se avecinan vientos calientes para lo que, hasta los momentos, es una guerra netamente fría.

El Brinkmanship del Siglo XX no les enseñó nada a las potencias de entonces, y las del momento tampoco aprendieron mucho del pasado. Los años entre 1919 y 1939 – los años preparativos de la Segunda Guerra Mundial – se denominan en la Historiografía Occidental como los de un “gathering storm” (tormenta que se avecina). Esperemos que el 2022 no sea el final del periodo de otra “gathering storm”. Aún existe una gran posibilidad de que esto sea simplemente otro episodio más de la Guerra Fría actual, sin que pasemos – colectivamente, pues no es Rusia y los Gringos nada más, sino todo el planeta – de “fría” a “caliente”.

No obstante, los eventos recientes nos enseñan dos elementos de inmensa importancia para el análisis en las relaciones internacionales. Primeramente, la necesidad de buscar y relacionar la lógica del enfrentamiento geopolítico entre Estados Unidos por un lado y Rusia y la China por el otro, en todo proceso que deseamos explorar y analizar en el sistema internacional.

Quizás no exista una relación concreta en todos los casos, pero seguramente se encontrará una incidencia significativa en la mayoría de estos. En segundo lugar, el mapa geopolítico de América Latina ha visto tantos cambios, que ahora efectivamente se puede calificar como una zona con sus propias dinámicas, en vez de un mero apéndice de la política exterior estadounidense, como efectivamente lo fue en el año 1962.

Notas:

*Internacionalista y Profesor de relaciones internacionales en la Universidad Bolivariana de Venezuela. Último Diplomático Bolivariano en Honduras expulsado en el 2019.

Colaborador de PIA Global

Referencias:

[1] Aquí estamos prestando una frase del científico estadounidense Robert Oppenheimer, físico teórico y “padre” de la bomba atómica. Oppenheimer había comentado en una entrevista que al ver la primera prueba de la bomba atómica (1945), pensó: «Ahora me he convertido en la muerte, el destructor de mundos», citando la traducción de Prabhavananda e Isherwood de 1944 de las escrituras hindúes, el Bhagavad Gita.

[2] Pequeña y esplendida guerra, nombre que se lo otorga a la invasión estadounidense de Cuba y Puerto Rico en 1898, artificialmente creada por Estados Unidos para absorber los territorios españoles en el Pacífico y el Caribe.

[3] Sinónimo, como siempre lo ha sido, de Estados Unidos.

[4] Fuente: https://warontherocks.com/2021/08/crowded-skies-and-turbulent-seas-assessing-the-full-scope-of-nato-russian-military-incidents/

[5] Práctica en la que una o ambas partes de un enfrentamiento diplomático fuerzan la interacción entre ellas hasta el umbral de la confrontación militar con el fin de obtener una posición de negociación ventajosa sobre la otra. La técnica se caracteriza por elecciones de políticas agresivas que toman riesgos y que, de perder el control, provocan desastres militares.

[6] Esto es en el 2022, no en los años de la presidencia del Magnate Trump, quien emitía este tipo de declaraciones, pero solo contra la China.

[7] Justo lo que Washington desea que se de: la eliminación del Nord Stream II, proyecto que sobrevivió solamente por la tenacidad y fuerza de la Señora Ángela Merkel.

[8] solo el dominio sobre las redes financieras globales, el único verdadero elemento que le permite “sancionar” – es decir, imponer medidas coercitivas multilaterales.

[9] Una expresión idiomática que sugiere la priorización del uso de las propias habilidades naturales y habilidades específicas, especialmente al perseguir tareas u objetivos adecuados a tales habilidades. Igualmente puede ser poner a uno en una posición que le permita usar mejor sus habilidades naturales y habilidades específicas.

[10] Quienes en realidad son la abrumadora mayoría de los expertos y quienes toman las decisiones.

[11] Primeramente, con la invasión de la bahía de cerdos (abril 1961), seguidamente con la operación “Mongoose” (noviembre 1961), y mas de 638 planes para asesinar a Fidel Castro (de acuerdo con Fabián Escalante).

[12] El otro es el de las sanciones genocidas. No era el método favorito de Estados Unidos antes y durante la Guerra Fría – prefiriendo en vez las invasiones rápidas contra países varios ordenes de debilidad en comparación con Estados Unidos, hasta que se atropelló con Vietnam. Pero en los últimos tiempos, ya no hay recursos como existía antes para estas intervenciones militares e invasiones, entonces las llamadas “sanciones” – las medidas coercitivas unilaterales – se transformaron paulatinamente en la única opción “presupuestariamente viable”. 

[13] La otra fue la de la Guerra de octubre de 1973, entre Siria y Egipto, por un lado, y la Entidad Sionista, por el otro. Igualmente involucró el potencial uso de armas nucleares.

[14] Estados Unidos, para entonces, utilizó varias expresiones diferentes para describir su espacio geográfico, pero todas de una manera u otra hablaban del rechazo categórico de colocar armas en su zona de influencia o de seguridad o “strategic depth” o “ccommand zone”, etc. Palabras más, palabras menos, es lo mismo que indica Vladimir Putin en los años 2021 – 2022.

[15] Fuente: https://www.euractiv.com/section/defence-and-security/news/russia-has-no-right-to-establish-a-sphere-of-influence-nato-chief-says/

[16] Pronto se intensificará con la China.

[17] La que acaba de enviar – exitosamente – tropas a Kazakstán.

[18] Efectivamente, en Twitter, leí que escribieron “soviética”, en vez de “rusa”, evidencia de la influencia gringa en la mentalidad de estos sujetos.

[19] Literalmente: Armas inteligentes. Término empleado para definir armas de tecnología de punta (pero que no pueden “diferenciar” entre combatientes, ya que esa tecnología solamente existe en la mente de los autores de ciencia ficción, y ciertos sectores de la oposición venezolana).

[20] Equipamiento militar pesado (para propósitos ofensivos, y no meramente defensivos).

[21] Literalmente: “Ruido de Sables”. Expresión que se refiere a acciones o declaraciones abiertamente y, a menudo, exageradamente amenazantes (como amenazas verbales o demostraciones ostentosas de poder militar) que pretenden intimidar a un enemigo sugiriendo el posible uso de la fuerza.

[22] Tratado Interamericano de Asistencia Reciproca – la versión militar de la OEA, la cual le funcionó perfectamente a Estados Unidos cuando la necesitó en Cuba y en otras partes del hemisferio, pero le sirvió para absolutamente nada a los argentinos, cuando la necesitaron durante la agresión británica.

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