Los duros frentes de Amhara y la Zona Oromo de Amhara
Las consecuencias del fracaso de la última contraofensiva del gobierno federal se harían enseguida visibles. Mientras Addis Abeba había logrado paralizar en octubre la campaña de Amhara –Gondar y Debre Tabor- y revertir la de Afar gracias en parte al mayor peso de las milicias amhara, el segundo objetivo del plan no pudo ser desarrollado: la re-entrada en Tigray oriental. Los continuos bombardeos sobre Mekelle principalmente hirieron objetivos civiles como la industria pero no sirvieron para comprometer a la capital de Tigray, bajo control seguro del Frente de Liberación Popular de Tigray (TPLF) desde que le dieran un vuelco al curso de la guerra en julio y tomaran la iniciativa en los estados vecinos en agosto. Esa promesa de recuperar Tigray naufragó. Y pronto se vería que la contraofensiva solo sería un parche temporal, especialmente en Amhara.
A principios de noviembre, los principales actores antigubernamentales preparaban la que podía ser la batalla final de la guerra. La campaña de Amhara siguió en el frente de Dessie y logró la captura de una de las ciudades más importantes hacia el sur. A diferencia de lo sucedido en los frentes de Gondar y Debre Tabor –en dirección a la también importante Bahir Dar-, el éxito en Dessie permitió a los rebeldes del TPLF unir su control territorial con el OLA, que seguía avanzando en los enclaves que controlaba en la Zona Especial Oromo del Estado de Amhara. Las principales bolsas que controlaba el OLA se situaban en Oromia occidental y en Oromia sur pero la cercanía a Addis Abeba de sus territorios en la zona occidental a la capital les permitía mantener una continua amenaza de asedio. Esta presencia en el sur, dentro del Estado de Oromia podría haber facilitado el avance del TPLF sobre Dessie cuando éstos solo podían ofrecer demostración visual de su presencia en la Universidad de Wollo –al norte de Dessie- y, posteriormente en la ciudad de Kombolcha –al sureste de Dessie-.
Tras estos sucesos y la consolidación de Dessie bajo control del TPLF, ambas fuerzas comenzaron a realizar conexiones de territorio entre sus respectivos frentes. Esta colaboración se estrecha tras 3 meses de apoyo sin frente común en una alianza con el objetivo de confrontar al gobierno federal y sus aliados, en pos de la autodeterminación de sus regiones. Esta alianza TPLF-OLA arrojaría grandes perspectivas, que comenzarían a ofrecer resultados materiales en noviembre con la mencionada conexión. Además, las pocas y difícilmente accesibles pruebas visuales que seguían apareciendo, arrojaron una nueva certeza sobre la alianza: un grupo rebelde de la región de Gambela formaba parte de ella. Desde que surgiera la alianza en agosto, se hablaba de la existencia de este grupo con ánimos independentistas en la región multiétnica del suroeste.
Las primeras conexiones TPLF-OLA en el frente de Dessie serían en Bati y Kemise. La zona de Bati fue tomada antes de finalizar la batalla de Dessie y permitía abrir un nuevo eje oriental hacia Afar entrando en la woreda de Mile, en la Zona 1 de Afar –tras haber sido expulsados de la Zona 4 en anteriores contraofensivas gubernamentales y regionales-. La zona de Kemise, capital de la Zona Especial Oromo de Amhara, conectaba con otra localidad cercada por el OLA, Sembete, en el camino hacia el sur. Ambas también habrían sido tomadas antes de finalizar la campaña de Dessie el día 3 de noviembre. Tras la toma de Sembete el recorrido hacia Addis Abeba no sería mayúsculo, restando Debre Birhan en la senda. Los primeros pasos pasarían por la localidad de Cheffa Robit pero las fuerzas rebeldes hablaban de la caída de Addis Abeba en “meses si no semanas”.
Posteriormente a la consolidación del núcleo de la Zona Especial Oromo de Amhara, con el viento de cola para los rebeldes, las noticias de actualidad se trasladaban a Washington. El TPLF y el OLA se encontraban listos para anunciar la conformación de su nueva alianza con hasta 9 fuerzas regionales que serviría como oposición al gobierno de Abiy Ahmed. Este paso era importante de cara a garantizar lo que ocurriría el día después de la toma de Addis Abeba, ya que este era su objetivo conjunto para cambiar el curso de los acontecimientos y dar fin a la guerra.
La nueva gran alianza opositora
Nacía así el día 5 de noviembre de 2021 el Frente Unido de Fuerzas Federalistas y Confederales de Etiopía (UFEFCF), con la firma del TPLF de Tigray, el OLA de Oromia y otros 7 grupos de los que poco se sabía. Lo más relevante es cómo el Frente Unido se calificaba de “cuerpo político destinado a la transición” por lo que se haría posible su articulación como gobierno federal en caso de victoria en la guerra hasta que se realizaran los eventuales referéndum de autodeterminación, contemplando la independencia, bajo la legitimidad del presente régimen y su Constitución. De hecho en el acto fundacional se declara su apoyo a la “democracia, igualdad y autodeterminación”, así como su determinación para “defender” la Constitución frente al “gobierno ilegal”, “tiránico”, “autocrático” y “genocida” de Abiy Ahmed. En su creación, las fuerzas rebeldes ofrecerían datos sobre los crímenes de guerra que arrojaban a sus rivales: cargos de limpieza étnica, genocidio, al menos 63.000 desplazados externos y 3 millones de desplazados internos, hambruna provocada por el Estado, asesinatos políticos, encarcelamientos políticos y detenciones en campos de internamiento. Aunque la violencia interétnica ha sido una constante durante la guerra, destacan las acusaciones de limpieza étnica a todas las grandes etnias del país y de genocidio, especialmente contra el pueblo tigriña.
Este cuerpo político serviría para, efectivamente, evitar un rupturismo que pudiera extender la guerra a todos los estados y apostar por la realización de una transición con los cauces etno-federales. El OLA es el actor que defiende el independentismo más fervientemente entre los grandes grupos, lo cual imposibilitaría el mantenimiento del actual Estado etíope y su capital, Addis Abeba, salvo mediante algún tipo de confederación. Esto último es mencionado precisamente en el propio nombre del Frente Unido.
Los otros grupos incluidos en el Frente Unido se pueden clasificar según su Estado o sus evidencias de actividad armada. Empezando por el final, el grupo rebelde de Afar (Frente Unido Revolucionario Democrático de Afar) podría ser el grupo al que hacían referencia desde el bando gubernamental y regional de Afar cuando se acusaba a una supuesta insurgencia afar de estar colaborando con el TPLF en la norteña Zona 2. Sin embargo esto nunca pudo demostrarse. Además la campaña principal del brazo armado de los rebeldes tigriñas, las Fuerzas de Defensa de Tigray (TDF) en Afar tuvo lugar en las Zonas 4 y 1. Sí pudo ser demostrada la existencia del Frente de Liberación de Gambela gracias a información de una ceremonia militar conjunta con el OLA. Aunque la información sigue siendo limitada, la poca disponible en el momento en que la fuerza armada de Gambela realizó el primer acuerdo con el OLA indicaba que sus componentes se vertebrarían en la etnia nuer. Esta etnia, con fuerza en algunos sectores de Sudán del Sur, ha mantenido conflictos con los dinka, los murle o los anuak en el lado sursudanés y, precisamente, sería relevante ver la evolución del nuevo grupo de Gambela ya que los nuer representan gran parte de la población de Gambela y han mantenido fuertes disputas por el poder con los anuak. No obstante, el firmante en el acuerdo era el Ejército de Liberación del Pueblo de Gambela, lo cual fue contestado por el Frente de Liberación de Gambela –alineado con el OLA- al asegurar que desconoce la existencia del primero y que son el único grupo rebelde activo de Gambela. Durante la campaña de las TDF en Amhara, en sus primeros intentos de avanzar hacia Gondar o Debre Tabor, se reportó la participación de un grupo formado por agaw, una de las minorías étnicas de Amhara: el Movimiento Democrático Agaw. Aunque su existencia tampoco pudo ser demostrada, sí se vio simbología agaw en la mencionada campaña, que acabó en un retroceso para los tigriña hasta el fuerte en torno a Lalibela-Weldiya y la apuesta por una vía hacia el sur con Dessie en el punto de mira.
Junto a los 2 grandes grupos y los 3 de los que había evidencias limitadas, se contó con la participación de 4 facciones antigubernamentales más pero de carácter aparentemente desconocido: el Movimiento de Liberación Popular de Benishangul, el Partido Democrático Kimant/Movimiento Popular por la Justicia y el Derecho Global Kimant, el Frente de Liberación Nacional de Sidama y la Resistencia del Estado de Somali. Muy relevante ver dónde se sitúa cada uno de estos grupos. Mientras Sidama queda como un pequeño estado independizado de la amalgama sureña antes del esperado Estado del Suroeste (Omo occidental, Konta, Kaffa, Sheka, Bench y Dawro), otros estados sí han sido relevantes en la violencia interétnica que se ha vivido tanto en el centro como en los márgenes de la guerra. Por ejemplo, los gumuz (Benishangul-Gumuz) han protagonizado masacres interétnicas con los amhara mientras a finales de octubre se registró un choque que dejó varios muertos entre dos clanes de la frontera Somali-Oromia. Asimismo, cabe señalar que los kimant son otra minoría nativa directamente del entorno de Gondar, en la región de Amhara, como los agaw.
El caso somalí es más complejo dado el tradicional nacionalismo del clan somalí Ogadén y la enorme mezcla de clanes en el Cuerno de África. En 2021 los caminos de la guerra llevaron a la tensión a los afar y los somalíes del clan Issa, llegando al corte de infraestructuras vitales para Addis Abeba y a nuevas matanzas interétnicas, con ecos en Djibuti. La reorganización de una contraofensiva para frenar el avance que las TDF perjuraban en la Zona 4 y la Zona 1 de Afar llevó a tropas de todos los estados al frente, incluido el de Afar. El acuerdo de delimitación fronteriza Afar-Somali data de 2014, pero el Estado de Somali lo abandonó por disconformidad en 2019 ya que suponía el traspaso de importantes zonas issa a la Zona 3 de Afar. La violencia regresó en 2020 y su escalada llegó en 2021 con el agudizamiento de las tensiones. Por un lado, los manifestantes somalíes que cortaron las mencionadas infraestructuras protestaban por el supuesto apoyo federal a las milicias afar que habrían perpetrado cientos de muertes. En Djibuti los issa responderían persiguiendo a los afar en represalia por la muerte de los issa de Afar. Sin embargo, aunque la desafección con Addis Abeba se instalase en agosto entre el clan Issa, el gobierno regional decidió realizar una reunión de emergencia durante los sucesos de noviembre para tratar su futuro ante la amenaza de que el TPLF volviera al gobierno federal. Se declaró que el futuro de Somali lo decidiría la “población somalí”, con la prensa somalí preguntándose qué significación podría tener esto dado que es un estado etíope. Sin embargo, el Estado Somali de Etiopía declaró que se defendería de cualquier incursión del TPLF, garantizando su “autogobierno”. Por lo que si el gobierno central cayera, no hay garantías de que los grupos rebeldes sin control sobre el terreno -como la opositora Resistencia del Estado de Somali- pudieran manejar ningún tipo de poder real sin trasladar la guerra a esos estados o llegar a algún acuerdo.
El carácter desconocido de la mayor parte de grupos firmantes así como la falta de certezas advertidas desde Gambela abría la posibilidad de que se tratase de grupos instrumentales conformados desde cero por el TPLF y el OLA para organizar una oposición controlada por ellos en las demás regiones. El desarrollo del Frente Unido presentaba en su fundación muchas incógnitas.
Sin embargo, el verdadero revulsivo había llegado con el acuerdo TPLF-OLA previo, ya que atrajo a los de Tigray hacia posiciones más independentistas desde su renegociación de la centralidad política y forzó al OLA a compartir alianza con un grupo al que habían acusado de su marginación política y matanzas durante décadas de conflicto oromo. El OLA asumió una renovada confiada en las antiguas élites tigriña pero aún mayor fue el giro que daría el Frente de Liberación Oromo (OLF) del que se habían escindido, ya que pasó de organizar un gobierno transicional paralelo al regional de Oromia con el Congreso Federalista Oromo (OFC) a unirse a la coalición de Abiy Ahmed y el Partido de la Prosperidad tras las elecciones de 2021. Así Abiy Ahmed incluía en su nuevo gobierno a partidos opositores después de arrasar en unas elecciones con pocos actores: el Movimiento Nacional Amhara (NAMA) en Innovación y Tecnología, Ciudadanos Etíopes por la Justicia Social (EZEMA) en Educación y el propio OLF en la cartera de Deportes.
¿Los últimos días de Addis Abeba?
El estado social en Etiopía continuaba deteriorándose, con la intención sobre la mesa de una rápida transformación de la actividad civil en economía de guerra. Si el Estado de Amhara ya había llamado a la suspensión de la actividad habitual para destinar todos los recursos a la defensa a ultranza de la región (recursos personales, vehículos, armas y controles como el toque de queda), el siguiente paso sería su reproducción en Addis Abeba. Abiy Ahmed había apoyado este llamado a la movilización de urgencia, pero enseguida se ampliaría con el decreto del Estado de Emergencia a nivel nacional. A nivel local de Addis Abeba se había llamado a prepararse para la defensa ante la esperada llegada de los dos grupos rebeldes en plena campaña de Amhara. De hecho el OLA aseguraba que se estarían dando deserciones entre las Fuerzas Especiales de Oromia, incluyendo centenares provenientes directamente de un suburbio de la capital.
A la recomendación de Estados Unidos de abandonar el país –posteriormente convertido en orden para el personal diplomático- se sucederían sendos avisos en distinto grado de países como Rusia, Reino Unido, Arabia Saudí, Catar, Corea del Sur, Canadá o Israel. Mientras la relación del gobierno federal etíope con Estados Unidos seguía deteriorándose tras las insistentes amenazas de sanciones por las campañas sobre Tigray, la oposición hacía gala en Washington DC de los valores de la “democracia en Estados Unidos”. El último golpe a Ahmed por parte de EEUU fue la exclusión de Etiopía del listado de países subsaharianos con facilidades comerciales, figurando junto a países envueltos en golpes de Estado durante 2021 como Mali o Guinea. El enviado especial estadounidense para el Cuerno de África, bastante implicado en la crisis de Sudán tras su golpe de Estado de octubre, se dirigió a Etiopía para tratar de mediar al tiempo que su país criticaba los avances militares rebeldes en Amhara, después de la extensa insistencia en la condena de los crímenes de guerra –con foco especial en los cometidos sobre los tigriña- así como en la solicitud de salida de las tropas eritreas durante la guerra.
Otros actores implicados en los ecos del conflicto serían los vecinos del Cuerno. Somalia acababa de vivir una importante crisis político-constitucional a causa del asesinato de una agente de inteligencia que podría conocer detalles del envío de efectivos a Eritrea para ser entrenados y participar en la guerra de Tigray. Kenia se disponía a promover la distensión en el conflicto, siguiendo la estela del enviado estadounidense. Para ello, el Presidente Kenyatta acudiría a Kampala, capital de Uganda en noviembre. Las discusiones sobre la cuestión etíope protagonizarían los foros regionales, siendo precisamente Uganda y Kenia dos de los actores con más influencia al copar los principales puestos en la fuerza de la Unión Africana en Somalia (AMISOM), enfrentada con el gobierno de Farmaajo. Éste es un cercano aliado de Abiy Ahmed mientras que el líder keniano se ha acercado a Egipto al tiempo que mantenía su propio conflicto con Farmaajo. Kenia, a pesar de todo, trataba de mediar en el conflicto etíope. Además Kenia negó el cierre de su frontera con Etiopía en plena crisis con la declaración del Estado de Emergencia. Sin embargo, el Presidente ugandés, Yoweri Museveni, sí se mostró más claro ofreciendo apoyo a sus “hermanos y hermanas de Tigray” mientras sostenía sus intenciones de sacar las tropas de Uganda en Somalia.
El Cuerno de África se encontraba en un momento de grave desestabilización tras el Golpe de Estado en Sudán, el fracaso mediador de la IGAD, la extensión de los combates interétnicos en Darfur, Sudán del Sur y Djibuti. Y la situación solo amenazaba con ir a peor ante el ruido de guerra en Addis Abeba y las voces que clamaban por la defensa a ultranza del statu quo etíope, el centralismo, el nacionalismo amhara-etíope o el desmembramiento del etno-federalismo en lo que podían ser los últimos días de Etiopía tal y como la conocemos. Ya sea en una dirección u otra.
*Alejandro López Canorea es Antropólogo, profesor y biólogo especializado en gestión de socioecosistemas. Analista de política internacional.Artículo publicado en Descifrando la Guerra, editado por el equipo de PIA Global