Desde las fábricas de automóviles estadounidenses hasta los trabajadores del sector público en Nigeria y Sudáfrica, las huelgas de los sindicatos continúan sin cesar entre los sectores establecidos de la clase trabajadora. En Detroit, Estados Unidos, los trabajadores se resisten al empleo por contrato. En Nigeria están enojados por el aumento del costo de vida y en Sudáfrica, los trabajadores municipales están en huelga para exigir mejores salarios.
Pero se está volviendo cada vez más difícil construir organizaciones de trabajadores sostenibles a medida que las empresas emplean a más personas de manera ocasional en la era digital. El trabajo se ha vuelto más precario y los trabajadores son fácilmente reemplazables.
En nuestro nuevo libro, Recasting Workers’ Power: Work and Inequality in the Shadow of the Digital Age, nos centramos en el poder de los trabajadores. El ejemplo clásico de poder de los trabajadores es la huelga: el retiro colectivo de trabajadores para obligar a un empleador a hacer lo que de otro modo no habría hecho.
En este libro desafiamos la narrativa dominante de que la nueva tecnología ha destruido el poder de los trabajadores. Nos centramos en los nuevos empleos que se están creando: mensajeros de alimentos, conductores de llamadas electrónicas, vendedores ambulantes y el creciente número de trabajadores ocasionales en el centro de la economía.
Mostramos cómo estos trabajadores precarios se están organizando de nuevas maneras que van más allá de los métodos tradicionales de formación sindical. Por ejemplo, están formando coaliciones con otras organizaciones, como ONG. En algunos casos, están combinando estos nuevos enfoques con formas tradicionales de hacer valer el poder colectivo de los trabajadores, por ejemplo, haciendo uso de leyes que apoyan los derechos de los trabajadores.
Tres estudios de caso
Nos centramos en tres sectores: trabajadores de fábricas en Ekurhuleni, al este de Johannesburgo en Sudáfrica; mensajeros de alimentos en Johannesburgo; y trabajadores del transporte en Kampala, Uganda.
Examinamos sus formas de organizarse aplicando, además del arma de la huelga, la lente de otras tres formas de ejercer el poder: poder asociativo (organización colectiva), coaliciones (poder social) y poder institucional (leyes que afianzan los derechos laborales).
Descubrimos que los trabajadores de la fábrica estaban utilizando una variedad de herramientas, viejas y nuevas, para organizarse. En algunos lugares de trabajo se formaron comités de fábrica. Esto implicó trabajar con una ONG de apoyo laboral. Pero también recurrieron a viejas prácticas (poder institucional) al abordar casos a través de la Comisión de Conciliación, Mediación y Arbitraje y la Ley de Relaciones Laborales enmendada. Ambos ofrecen la posibilidad de que los trabajadores puedan conseguir empleos permanentes en la empresa en la que trabajan.
Los transportistas de alimentos utilizaban tácticas diferentes. En Johannesburgo habían creado aplicaciones de mensajería y grupos de chat impulsados por los trabajadores donde compartían información, desarrollaban una identidad compartida y anunciaban acciones directas locales.
Trabajar por cuenta propia debilita su poder organizativo. Pero el potencial de poder colectivo aumentó cuando se encontraron cara a cara en las zonas de trabajo y comenzaron a formar una identidad colectiva. Algunos han emprendido acciones colectivas, pero con un impacto limitado hasta la fecha.
Lograron cierto éxito cuando trabajaron con una ONG (una organización internacional) que los apoyaba para presentar demandas para regular su trabajo.
En Kampala, descubrimos que el Sindicato Amalgamado de Trabajadores Generales y del Transporte también estaba utilizando nuevos enfoques para organizar a los trabajadores. En la década de 1980, el sindicato enfrentó un casi colapso de su membresía cuando la privatización socavó el sector del transporte público. Esto eliminó la posición del tradicional conductor de autobús del transporte público. Los conductores informales de minitaxis y mototaxis (conocidos localmente como boda boda) se convirtieron en el medio de transporte dominante.
Al clasificar el creciente número de jinetes de boda boda como trabajadores y, por lo tanto, miembros potenciales del sindicato, el sindicato se expandió de unos 5.000 miembros en declive a más de 100.000. A pesar de la naturaleza fragmentada y aislada de su trabajo, estos nuevos trabajadores ya estaban organizados, no en un sindicato sino en asociaciones informales.
Estas asociaciones formaron una alianza con el sindicato establecido. Al hacer esto, obtuvieron el apoyo concreto de la Federación Internacional de Transporte, un sindicato global de trabajadores del transporte. Esto condujo al espectacular crecimiento del sindicato, a una disminución del acoso policial y a un creciente reconocimiento como interlocutor en la negociación colectiva.
Es importante destacar que, cuando los sindicatos han abordado las cuestiones de los trabajadores informales, también han experimentado cambios fundamentales. A menudo se convierten en organizaciones “híbridas”, desdibujando la distinción entre sindicalismo tradicional, asociaciones de trabajadores informales y cooperativas.
¿Qué sigue?
Nuestra investigación articula claramente los desafíos que enfrentan los trabajadores. Pero también sugiere algunos motivos para el optimismo respecto de las formas nuevas e híbridas de organización y las coaliciones que están surgiendo.
La pregunta que plantean estos hallazgos es si estas formas embrionarias de organización de los trabajadores son sostenibles. ¿Podrían convertirse en las bases de un nuevo ciclo de solidaridad de los trabajadores y crecimiento sindical?
Concluimos que esto es posible si innovan y experimentan con nuevas formas de asociación, utilizan herramientas digitales y amplían el alcance de los sindicatos mediante la construcción de coaliciones con otras organizaciones de la sociedad civil. En resumen, estamos sugiriendo que el poder de los trabajadores se está reestructurando a medida que los trabajadores precarios en África experimentan con nuevas formas de organizarse en la era digital.
*Eduardo Webster, Profesor de investigación distinguido, Centro Sur de Estudios sobre la Desigualdad, Universidad de Witwatersrand