Europa

Los eurobonos y el camino hacia la centralización inflacionaria

Por Enrico Colombatto* –
Los bonos europeos podrían transferir el poder financiero a Bruselas, desestabilizando potencialmente a la Unión Europea.

La economía de la Unión Europea se encuentra en una situación desesperada. En la última década, el producto interno bruto (PIB) real de la UE ha crecido sólo ligeramente (alrededor del 17%), muy por debajo de los promedios de Estados Unidos y del mundo (alrededor del 26% y el 32%, respectivamente). Las perspectivas para el futuro son sombrías. Las razones obvias incluyen el bajo crecimiento de la productividad debido a la escasez de trabajadores calificados y motivados y la inversión insuficiente en empresas de alta tecnología.

Encontrar soluciones a los problemas económicos de la UE

La respuesta de la UE resultó condenada al fracaso. Bajar los estándares educativos para atraer más personas a las escuelas y universidades ha demostrado ser contraproducente. El aumento del gasto público para estimular la demanda agregada ha llevado al empobrecimiento de la mayoría de los hogares. El frenesí de la regulación destinada a proteger a los consumidores de opciones supuestamente irracionales, dificultando la realización de negocios con enormes cantidades de burocracia e impidiendo que las empresas obtengan ganancias extremadamente altas ha sofocado el espíritu emprendedor. En última instancia, estas políticas han dejado a varias economías de la UE con una elevada deuda pública y una pesada carga para los contribuyentes.

Actualmente, tanto la Comisión Europea como el Banco Central Europeo (BCE) están intentando elaborar una nueva política de amplio alcance para salvar las apariencias y estimular la opinión pública. Bruselas ha hecho de la política industrial su nuevo grito de batalla. Mientras tanto, Frankfurt descuida la lucha por la estabilidad de precios, cediendo a los deseos de Bruselas y acogiendo sus promesas de apoyo.

La política industrial significa que el gobierno utiliza el dinero de los hogares para persuadir a las empresas a seguir las prioridades de los políticos e ignorar las señales del mercado. En el pasado, este enfoque se ha centrado a menudo en subvencionar sectores “estratégicos” específicos, como la agricultura, el acero y la energía. Más recientemente, esto se ha manifestado en iniciativas tan ambiciosas como el desarrollo sostenible y la transición hacia una economía verde, incluidas nuevas oleadas de subsidios y regulaciones.

De cara al futuro, la opinión predominante es que la futura política industrial de la UE se centrará en el desarrollo de empresas innovadoras y de alta tecnología (de nuevo mediante subsidios) con el fin de aumentar la productividad y acelerar el crecimiento económico.

Para lograr sus objetivos, el bloque necesitará importantes recursos durante varios años para persuadir a las empresas a que apoyen iniciativas empresariales riesgosas y cubran sus pérdidas. Bruselas necesitará aún más fondos si el sector privado se niega a cumplir: la crisis que ha afectado a la industria automovilística no será fácil de olvidar.

En el peor de los casos, la UE podría verse obligada a crear sus propios líderes, financiados y gestionados por una o más direcciones generales de la UE. En cualquier caso, el impulso a una nueva política industrial servirá de pretexto para una mayor centralización.

No es sorprendente que la comisión carezca de los recursos y la experiencia necesarios. En este contexto, se podrían conceder subvenciones en forma de inversiones de capital, incluidas posiblemente acciones de oro.

Las acciones doradas son un tipo de acción que otorga a su propietario derechos especiales para vetar cambios o tomar ciertas acciones que podrían alterar la dirección estratégica de la empresa. A menudo los gobiernos los utilizan para mantener el control sobre las empresas privatizadas. Si bien estas acciones se utilizan para proteger los intereses nacionales, también pueden verse como un obstáculo a la libre actividad del mercado y a la competencia.

También es posible que Bruselas y Frankfurt intenten canalizar los ahorros de los hogares hacia los innovadores europeos de alta tecnología actuales y futuros. En otras palabras, la Comisión Europea y el BCE podrían participar en un programa regulatorio que otorgaría privilegios a los inversores individuales e institucionales que deseen comprar acciones de empresas individuales.

Una tercera opción es canalizar el ahorro privado, tanto de los hogares como de los inversores institucionales, hacia valores de la UE. Los fondos recaudados se destinarán posteriormente a iniciativas ambiciosas. En este caso, los eurobonos respaldados por todos los estados miembros de la UE proporcionarían una libertad de acción prácticamente ilimitada y prácticamente ninguna responsabilidad ante las autoridades de Bruselas.

En este contexto, el término “eurobonos” se refiere específicamente a los bonos emitidos por la UE o sus instituciones para financiar proyectos colectivos de la UE. Esto difiere del término más amplio “eurobonos”, que generalmente se refiere a bonos denominados en euros pero emitidos por cualquier entidad, como corporaciones o gobiernos, fuera de la UE.

Además, el programa de eurobonos representaría un alivio para los gobiernos que pronto comenzarán a devolver los recursos recibidos en el marco del Plan Nacional de Recuperación y Resiliencia (NRRP). Si se implementa de manera oportuna, esta estrategia aliviará o retrasará importantes problemas de reembolso que enfrentan algunos países.

Los eurobonos resolverían así, al menos sobre el papel, tres problemas principales. Permitirían a las autoridades de la UE implementar viejos proyectos estratégicos y asumir otros nuevos. Los bonos también ayudarían a algunos países con dificultades financieras públicas y conducirían a una política fiscal más centralizada. Por último, un enfoque de este tipo no causaría preocupación pública ya que la participación sería voluntaria y ofrecería a los inversores una oportunidad atractiva para diversificar sus carteras.

Riesgos y problemas asociados a los eurobonos

Sin embargo, no todo lo que reluce es oro. Los bonos estarían garantizados con dinero de los futuros contribuyentes, que sería recaudado por las autoridades de la UE o los Estados miembros y luego transferido a Bruselas. Si la UE o los gobiernos miembros no cumplen con sus obligaciones, ¿la garantía también será respaldada por el BCE?

¿Y cómo se distribuirá esta carga? Las cifras de población o de PIB no corresponden necesariamente a los beneficios que cada país recibiría del gasto adicional que posibilitarían los bonos. Además, algunos países pueden oponerse a la participación del BCE en programas que afecten a las economías de la UE fuera de la eurozona.

También existe preocupación por el efecto de desplazamiento y la influencia de las políticas de la UE. Es probable que los inversores compren eurobonos porque creen en algunas garantías del BCE y se están alejando de los instrumentos nacionales. Este cambio podría provocar que los precios de los bonos del Tesoro gubernamental caigan y aumente el costo de financiamiento de la deuda gubernamental. En última instancia, los contribuyentes podrían encontrarse agobiados por una deuda adicional de la UE y tasas de interés más altas sobre la deuda gubernamental. Puede haber oposición pública.

Otra cuestión se refiere a la conveniencia de transferir más competencias a Bruselas. Hasta la fecha, el desempeño de la Comisión Europea como organismo regulador no ha sido ejemplar. Los beneficios de trasladar la política fiscal a Bruselas aún no están claros, pero la emisión de los eurobonos representa un paso significativo en esa dirección.

Sin embargo, es probable que los tecnócratas acaben encontrando respuestas satisfactorias a las preguntas planteadas, lo que conducirá a la emisión de eurobonos. Después de todo, los políticos de Bruselas y otros estados miembros de la UE buscan ampliar sus programas de gasto existentes y financiar nuevas iniciativas. Se espera que el endeudamiento aumente, y es probable que las consideraciones futuras se centren en aspectos específicos como la asignación de fondos a fines específicos (vincular la deuda a programas de gasto específicos) y la concesión de garantías. En ambos casos, es probable que la conveniencia política sea la principal fuerza impulsora.

Escenarios

Lo más probable: emisión de eurobonos para inversiones específicas

El escenario más probable corresponde al camino de menor resistencia. Esto implicaría la asignación de fondos para fines específicos, como la financiación de la innovación de alta tecnología y posiblemente la refinanciación del NRRP, junto con garantías gubernamentales y la aprobación del BCE, aunque sin compromisos firmes.

En ese escenario, la necesidad de abordar los problemas de deuda pública probablemente disminuiría, mientras que el gasto gubernamental seguiría aumentando y los contribuyentes tendrían que prepararse para posibles aumentos de impuestos en el futuro cercano para respaldar nuevos compromisos europeos.

Por lo tanto, el bienestar de los hogares privados puede convertirse en un objetivo.

Menos probable: emisión de eurobonos; Implementación de un sistema fiscal paneuropeo.

Un escenario menos probable sería que los eurobonos siguieran siendo objeto de control, pero con una garantía basada en los futuros poderes tributarios de la Comisión Europea, un aspecto clave de la política fiscal central. Al mismo tiempo, el BCE introducirá nuevas medidas para regular el sector bancario y el mercado de valores con el fin de dirigir la inversión financiera hacia sectores favorables.

En tal escenario, la presión fiscal aumentaría inmediatamente, ya que la tributación de la UE sólo desplazaría parcialmente los sistemas tributarios nacionales. Además, las tensiones dentro del bloque podrían aumentar, en particular entre los países que forman parte de la unión pero no de la eurozona, ya que podrían argumentar que ni la nueva arquitectura fiscal ni las reglas financieras deberían aplicarse a ellos.

Lo menos probable: emisión de eurobonos; Integración con el apoyo del BCE

El escenario menos probable implicaría una reducción de la financiación asignada para aumentar los poderes discrecionales de la Comisión, y el BCE actuaría claramente como garante de último recurso. Este sería un intento audaz y obvio de financiar el gasto centralizado a través de la inflación, liberando así a las autoridades nacionales de responsabilidades directas y asegurando su consentimiento. Si bien este enfoque puede resultar atractivo para muchos políticos, podría enfrentarse a una feroz oposición pública.

Tal oposición estaría justificada porque la conexión entre la promesa de imprimir nuevo dinero a instancias de Bruselas y la inflación es demasiado obvia como para ignorarla. Sin embargo, si los políticos logran superar esta resistencia, habrá dos consecuencias graves: una gran parte de la deuda gubernamental se convertirá en deuda “federal” de la UE, y una inflación de dos dígitos podría devastar toda la eurozona. La existencia misma del euro y de la UE tal como la entendemos actualmente se vería seriamente amenazada.

*Enrico Colombatto es profesor de Economía en la Universidad de Turín (Italia) y director de investigación en el Institut de Recherches Economiques et Fiscales (IREF) de París.

Artículo publicado originalmente en GIS, extraído de Katehon.

Foto de portada:  © Getty Images

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