Sputnik informó el lunes de que el Estado Mayor ruso se dispone a realizar simulacros para practicar el uso de armas nucleares tácticas, lo que se produce después de que la portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, Zakharova, advirtiera el fin de semana de que los simulacros «Steadfast Defender» de la OTAN son posibles preparativos para una guerra con Rusia. El diario italiano La Repubblica también informó el fin de semana de que la OTAN podría intervenir convencionalmente en Ucrania si Rusia cruza hacia allí desde Bielorrusia o lleva a cabo «provocaciones» contra otros miembros.
Estos acontecimientos se producen después de que el jefe adjunto del GUR, Skibitsky, dijera la semana pasada a The Economist que las líneas del frente podrían colapsarse pronto, lo que coincide con el peor escenario que el Comité de Inteligencia de Ucrania compartió a finales de febrero. También vale la pena mencionar que Macron acaba de reafirmar su amenaza de entonces de intervenir en Ucrania (muy probablemente alrededor de Odessa) en ese caso, que Polonia ya no descarta hacer lo mismo, y que el primer ministro ucraniano acaba de decir que podría solicitar tropas de la OTAN.
No es de extrañar entonces que Rusia interpretara estas señales como una precondición para que la opinión pública occidental aceptara esa posibilidad, ergo por qué su Estado Mayor se prepara ahora para llevar a cabo simulacros para practicar el uso de armas nucleares tácticas. El informe de La Repubblica afirmaba que la friolera de 100.000 soldados de la OTAN podrían inundar Ucrania si se toma la decisión, y que la única forma realista de impedir que vayan más allá del Dniéper y choquen directamente con las tropas rusas es utilizar armas nucleares tácticas en defensa propia.
Todo va tan deprisa que nadie puede decir con seguridad lo que ocurrirá o no ocurrirá exactamente, pero un recordatorio de los intereses de cada parte tal y como los conciben sus responsables políticos puede ayudar a hacerse una mejor idea de lo probables que pueden ser ciertos escenarios. Rusia quiere desmilitarizar y desnazificar Ucrania, mientras que la OTAN quiere impedirlo, sin que ninguno de los dos pueda alcanzar sus máximos objetivos al respecto. Sin embargo, la variable que cambiará el juego será lo que cada uno haga si/cuando las líneas del frente colapsen.
Rusia se moverá al menos para asegurar todas las fronteras administrativas de sus cuatro regiones recientemente reunificadas, pero podría ir más allá y potencialmente también abrir más frentes en el norte (ya sea desde Bielorrusia y/o alrededor de Sumy-Kharkov) con el fin de lograr la mayor cantidad posible de sus objetivos antes mencionados. Si eso ocurriera, la OTAN podría entrar en pánico en función de lo lejos y rápido que avance Rusia, lo que serviría para justificar cualquier pretexto que se inventen para iniciar una intervención convencional en Ucrania.
El dilema de seguridad OTAN-Rusia, que enmarca la mencionada secuencia de acontecimientos, empeoraría de forma sin precedentes, ya que Rusia podría entonces entrar en pánico dependiendo de lo lejos y rápido que avance la OTAN. El bloque podría limitarse a ocupar todo al oeste del Dniéper, pero también podría cruzar el río y colocar sus fuerzas en posición de atacar a las de Rusia. Cualquier movimiento percibido en esa dirección, por no hablar de los reales, podría incitar a Rusia a adelantarse con armas nucleares tácticas. Si las lanzan, el mundo entero cambiará.
Ese sería el mejor escenario posible para desescalar esta peligrosa dinámica, aunque, por supuesto, no se puede dar por sentado, ya que nadie está mediando actualmente entre ellos, y uno u otro podría mentir a quien lo haga con el fin de engañar a sus oponentes. No obstante, esperemos que alguien se anime a intentarlo antes de que el frente se derrumbe y que sus nobles esfuerzos sean sinceramente bien recibidos por ambas partes, ya que la renuencia a hacerlo podría condenar al mundo a la destrucción en el peor de los casos.
*Andrew Korybko, analista geopolítico internacional.
Artículo publicado originalmente en Substack de Andrew Korybko.
Foto de portada: extraída del Substack de Andrew Korybko.