El Tribunal Electoral estableció la victoria de la fórmula del Movimiento Semilla (Arévalo-Herrera) con un amplio 60.9% de los votos, razón por la cual a partir de enero de 2024 Bernardo Arévalo, hijo de un legendario presidente nacionalista atacado por el imperialismo, debería ser el presidente de Guatemala.
Considerado por el sistema político como un outsider, Arévalo representa una corriente política que siempre ha estado latente en Guatemala. Lejos de una narrativa antiimperialista o de izquierda, su discurso tuvo que ver con el enfrentamiento con la corrupción y la impunidad, lo que le valió un claro enfrentamiento con el sistema político e institucional que ha estado anquilosado en Guatemala durante décadas.
Las propias instituciones guatemaltecas, como el Poder Judicial y el Ministerio Público, controlados por poderes de facto que históricamente han dirigido a su antojo al país más poblado de Centroamérica, han operado activamente, primero tratando de neutralizar su candidatura y ahora buscando abortar su asunción de la primera magistratura.
Los sectores populares apoyaron la candidatura no solo con su voto, sino que también defendieron su voluntad con repertorios de enfrentamientos callejeros, cortes de carreteras y concentraciones públicas, luego de una serie de allanamientos de la fiscalía a la corte electoral y acciones judiciales por la suspensión del Movimiento Semilla.
El presidente electo, Bernardo Arévalo, denunció que las medidas ordenadas por la fiscal general Consuelo Porras, el fiscal Rafael Curruchiche y el juez Fredy Orellana, son un «golpe de Estado en marcha» debido al temor de las élites a su promesa de combatir la corrupción.
El conflicto se presenta como la reacción desesperada de las élites por mantener el statu quo revirtiendo la decisión soberana popular. Pero enfrenta movilizaciones y bloqueos de carreteras cada vez más masivos y una articulación política y social que excede la propia propuesta electoral en lo que termina siendo un enfrentamiento entre la élite y el pueblo. Son precisamente los pueblos indígenas los protagonistas y tienen la centralidad de la lucha popular que ha logrado paralizar al país. Cuando decimos que las luchas ahora superan la propuesta electoral de Arévalo, es precisamente lo que sostienen los líderes de los pueblos indígenas, quienes argumentan que su lucha es por la defensa de la voluntad popular, no por un candidato u otro.
Obviamente la reacción de las élites es feroz con una gran ofensiva mediática nacional e internacional que criminaliza la lucha popular presentándola como vandalismo.
La maniobra golpista es tan evidente y tan desprestigiada que incluso ha sido rechazada por actores fuertes de la diplomacia internacional. La reciente visita de Brian Nichols, del Departamento de Estado de Estados Unidos, Subsecretario de Estado para Asuntos del hemisferio occidental, puso de relieve el aislamiento de la élite guatemalteca que intenta perpetuarse. El diplomático se reunió con el presidente electo Arévalo en una clara muestra de apoyo, y con el canciller del presidente Giammattei, quien no recibió al diplomático. Asimismo, el director general para las Américas de la Unión Europea, Brian Glynn, expresó su preocupación por la situación.
El desarrollo de los acontecimientos indicaría un giro favorable en la correlación de fuerzas hacia la resistencia popular y sus justas demandas.
Para las élites oligárquicas, la posición de Washington y Bruselas ha sido el golpe de gracia de su estrategia de perpetuación. Lo que seguramente buscarán es mantener esos nichos de control del poder estatal que no están determinados por vaivenes electorales y que décadas de ejercicio del poder les han asegurado. Entre ellos, sin duda, se encuentran elementos claves del poder judicial pero también recursos relacionados con las fuerzas armadas, y seguramente el poder económico.
Esto indicaría que, si bien es muy probable que Bernardo Arévalo logre asumir el gobierno en enero de 2024, lo hará en condiciones de gran presión por parte de los poderes fácticos y solo con la fuerza de la movilización popular como contrapeso. Pero también empezará con una deuda con la diplomacia de Washington y Bruselas.
La importancia de los pueblos indígenas
Guatemala es un país con una población mayoritariamente joven. Una población que ofrece un mosaico de pueblos originarios que constituyen la gran mayoría de los sectores populares y que incluye a mayas, xinkas y garífunas (de origen africano). Estas personas se enfrentan a la corrupción, al crimen organizado, a la desigualdad y a la pobreza.
Es importante contemplar esto ya que desde el momento de la Independencia y partiendo de las raíces heredadas de la Colonia, se configuró en Guatemala un modelo de Estado autoritario, excluyente y racista.
El gran movimiento ciudadano liderado por los alcaldes de los pueblos indígenas enfrenta la campaña de criminalización de la lucha popular promovida por sectores mesocráticos urbanos. Esto muestra un renacer político de los sectores indígenas sometidos a un verdadero genocidio durante el conflicto armado.
El gran reto de la historia es la posibilidad de articular estas experiencias con la toma de posesión de un nuevo presidente que sea capaz de entender estos movimientos y asimilarlos para luego poder desmontar el complejo andamiaje que está anquilosado en el Estado guatemalteco. La encrucijada de Arévalo será la misma que enfrentaron diferentes promesas progresistas en Nuestra América. Apoyará en las organizaciones libres del pueblo para apoyar su política de transformaciones, o se encerrará en oficinas para gestionar la crisis. Solo la historia dará esa respuesta.
Fernando Esteche*, dirigente político, Doctor en Comunicación Social y director de PIA Global.
Este artículo fue publicado en el portal unitedworldint.com
Foto de portada: Tele 13