Análisis del equipo de PIA Global Europa

Los hechos geopolíticos en Europa 2024

Escrito Por Micaela Constantini

Por Micaela Constantini* –
2024 ha sido un año muy duro para Europa, cargado de acontecimientos que fueron provocando una montaña rusa de incertidumbres sobre el rumbo de la región.

Este artículo no pretende ser exhaustivo pero sí busca nombrar los principales eventos que marcaron el acontecer geopolítico de Europa y que se han abordado en los distintos análisis de los últimos 12 meses.

El principal punto que ha atravesado la situación geopolítica de Europa en este 2024 ha sido la consolidación del globalismo atlantista en las principales instituciones europeas: en la UE y en la OTAN, pero que también han implicado su derrumbe.

El globalismo atlantista está centrado en la alianza entre EEUU y Europa a partir de la OTAN, por lo que su principal eje de interés es la defensa y seguridad frente a quienes considera sus enemigos. Todo gira alrededor de los intereses estadounidenses en este proyecto, enfocados en la seguridad, libre mercado y el discurso del orden basado en normas y valores occidentales. 

Elecciones al Parlamento Europeo y tres proyectos para la región

Primeras conclusiones de los resultados electorales y proyecto globalismo atlantista

Los resultados de las elecciones al Parlamento Europeo (PE) han evidenciado los movimientos políticos, por ejemplo, el descenso de la socialdemocracia, la fuerte crisis en los partidos de izquierda, una especie de mantenimiento del status quo, el rechazo a las políticas verdes y el avance de las ultraderechas en territorios claves. El Partido Popular Europeo se consagró como el ganador, lo que le permitió la reelección a Ursula von der Leyen como presidenta de la Comisión Europea.

Otro punto importante que nos dejaron las elecciones al Parlamento Europeo fue la necesidad de centrar el análisis de los actores y los proyectos geopolíticos que representan, ya no pensando en las derechas e izquierdas, sino más bien pensarlos o situarlos bajo el ala del globalismo o del soberanismo.

Tras su renovación de mandato, von der Leyen, la cara más visible del globalismo atlantista, aprovechó para conformar una nueva estructura de poder en la Comisión Europea enfocada en el tipo de política belicista y rusófoba que la caracteriza. Por este motivo decidió asignar a dos representantes de los países balcánicos, región que ha abanderado el discurso rusófobo y que más se ha comprometido con la militarización otanista, en áreas claves de seguridad.

Nombró a Kaja Kallas como la nueva Alta Representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, sucediendo a Josep Borrell. Kallas es una de las líderes más beligerantes contra Putin y Rusia, mientras que apoyó el “derecho a la autodefensa” de Israel.

Por otro lado, el lituano Andrius Kubilius es el primer Comisario Europeo de Defensa. El ex primer ministro de Lituania posee un enfoque proeuropeo y transatlántico, opositor a Rusia, partidario de la expansión de la OTAN hacia Ucrania y Georgia, apoya el aumento de la presencia militar de la OTAN en los Estados bálticos y Europa del Este, y defiende la relación entre Europa y Estados Unidos entendiendo a la OTAN como el garante de la estabilidad.

La OTAN también renovó a su principal líder. Mientras Jens Stoltenberg dejó su puesto, el ex primer ministro de Países Bajos, Mark Rutte asumió como Secretario General de la OTAN.

Un equipo altamente belicista y abiertamente antiruso, principales características que sólo anuncian la continuidad del modelo globalista que vienen sosteniendo en las estructuras de las élites europeas, basadas especialmente en la guerra en Ucrania.

Los resultados de las elecciones al PE también fueron testimonio de una de las grandes victorias del globalismo atlantista en Europa: el hundimiento de la entente francoalemana como actor regional y también el desmoronamiento de Francia y Alemania como países potencia del continente.

Si bien a esa altura no era noticia nueva la crisis y declive que estaban atravesando ambos países y que afectaba directamente al mantenimiento de sus actuales líderes en el poder, el resultado de dichas elecciones en cada país demostró el estrepitoso fracaso de las políticas bélicas alineadas a los intereses de Estados Unidos centradas en el apoyo a Ucrania, no sólo a nivel interno sino con fuerte repercusión en Europa en general, derrotados en ambos casos por sus opositores con posicionamientos muy críticos a las políticas de apoyo a Ucrania. Esto representó un síntoma más de la gran y múltiple crisis que atravesaron ambas potencias y de las cuales hablaremos más adelante. 

La sumisión europea total a las directrices estadounidenses ha sido un proyecto elaborado y ejecutado de la mano del globalismo atlantista a través de las élites de las instituciones de la Unión Europea y de la OTAN.

La guerra proxy en Ucrania; la desindustrialización total de la región; la división de la entente francoalemana; el hundimiento de las principales potencias europeas Francia y Alemania; la hipermilitarización que incluye la expansión de la OTAN; el fin de las relaciones euro-rusas; la dependencia energética, contaminante y encarecida a EEUU; el debilitamiento total del bloque europeo como actor geopolítico de relevancia en los asuntos internacionales; el dilatamiento de los vínculos con China; la extinción y resistencia a cualquier discurso que mencione el soberanismo nacional de los países o de una autonomía europea por fuera de EEUU; las crisis políticas en los países desatadas por el desempleo y aumento del costo de vida… todo esto ha sido producto de la instauración del proyecto globalista atlantista en la región.

En especial, la guerra proxy en Ucrania que fue punta de lanza para comenzar la ejecución del proyecto globalista atlantista, no se trató nunca de la bondad del “bloque occidental” por los ciudadanos ucranianos, ni tampoco se trató sólo del evidente enfrentamiento de EEUU contra Rusia, sino que uno de los principales objetivos estuvo dirigido al sometimiento de Europa ante Estados Unidos, disfrazados de aliados, con la construcción de un enemigo en común y de la necesidad histórica de unidad transatlántica.

Proyecto derechas soberanistas: Patriotas por Europa

No obstante, este accionar del globalismo atlantista también ha decantado en su propia crisis y debilitamiento. Se han fortalecido gobiernos y actores nacionalistas y soberanistas, con posición altamente crítica a las estructuras europeas. Este ascenso se da a partir de la crisis de los partidos tradicionales, en especial aquellos alineados al globalismo (atlantista o no) sometidos a Washington, con discursos de apoyo a Ucrania y aumento en el gasto de defensa mientras el pueblo está en una serie crisis.

Surgió una “nueva” fuerza, un nuevo «partido de la derecha soberanista”, o como ellos se nombraron: Patriotas por Europa. Su lema es “Make Europe Great Again” (Hacer a Europa grande de nuevo), ¿suena conocido?.

Patriotas por Europa es el nuevo grupo político europeo que nació tras los resultados de las elecciones al Parlamento Europeo y reúne como principales líderes a Marine Le Pen de Francia, Viktor Orbán de Hungría, Santiago Abascal de Vox España, Mateo Salvini de Lega Italia, el partido Chega de Portugal, el ex primer ministro checo Andrej Babiš de ANO, el ex ministro del Interior de Austria Herbert Kickl y el eurodiputado Harald Vilimsky (FPO) entre otras fuerzas.

Deberemos aguardar para confirmar si el apoyo de los nacionalismos soberanistas será sólo una tendencia coyuntural que dure poco tiempo, a modo de “voto de bronca” contra Bruselas, o se trate de una verdadera elección de proyectos nacionales con búsqueda de una mayor autonomía, o mejor dicho soberanía, de las homogeneización de las instituciones europeas. 

Otros soberanismos presentes en Europa

Pero también podemos nombrar otros actores que no necesariamente están ubicados como “derechas” pero sí poseen proyectos soberanos y que han resistido a los mecanismos y dispositivos de presión por parte del globalismo atlantista, como Serbia, Georgia y Transnistria.

Casos, que sumado a la situación actual de Rumania, Moldavia, Francia y Ucrania deja en evidencia la crisis política y de legitimidad institucional que atraviesa el globalismo atlantista, en donde si los candidatos preferidos/elegidos en las elecciones nacionales no sirven a los intereses del grupo, estos comienzan con un accionar injerencista para lograr ganar las elecciones o formar gobierno cueste lo que cueste, incluso si cuesta la misma democracia y elección popular.

Previo a la campaña comienzan con una operación que incluye la guerra de la información para desprestigiar al candidato enemigo, en especial lo tildan de prorruso (esto se puede observar en cualquier país en donde acusen a una persona/grupo/periodista/partido de prorruso) y denuncian supuestas ‘injerencias’ rusas, aunque en la práctica se muestra públicamente como las instituciones europeas financian e intervienen en estas elecciones. Luego, durante el desarrollo electoral también muestran injerencia informativa sobre el ‘desarrollo’ fraudulento de la jornada electoral (como en Georgia o Rumania) o la inversa un ‘desarrollo’ ajustado a las ‘normas democráticas europeas’ (como en Moldavia o Ucrania) acallando, siendo cómplices y parte del fraude electoral. Cuando aún así resulta electo el candidato no deseado, comienza una nueva fase de desestabilización desconociendo el resultado electoral (como en Georgia), anulando los resultados, es decir a través de un golpe preventivo (como en Rumania), exigiendo una nuevas elecciones o utilizando distintos mecanismos para nombrar un gobierno a gusto (como en Francia) o directamente sin exigir la celebración de elecciones o mostrar preocupación (como en Ucrania). Incluso hasta podríamos nombrar el caso de Robert Fico, el primer ministro de Eslovaquia que sufrió un intento de asesinato.

En este enlace podrán encontrar en detalles el análisis de los casos de Rumania, Francia, Georgia, Moldavia y Ucrania. 

Victoria de Trump y posible resurgimiento del proyecto globalismo europeísta con enormes dificultades

Donde pega más duro al globalismo atlantista se da a partir de la crisis ucraniana. Por un lado, la derrota cada vez más evidente en el terreno de guerra debido a los avances de las fuerzas rusas y la obtención de territorios claves, aunque intenten ensalzar mediáticamente algunas ofensivas ucranianas que en el campo no han permitido obtener ventajas o ganar posiciones estratégicas. 

Por otro lado, la victoria de Donald Trump encendió las alarmas en Europa para diversos sectores y actores, pero en especial para el globalismo atlantista ya que el nuevo presidente republicano representa al ala contraria al globalismo y por eso hace temblar a las estructuras globalistas aferradas en la región europea.

Este proyecto se sostiene principalmente a partir de la guerra en Ucrania como foco activo, por lo que la posibilidad de negociaciones entre EEUU y Rusia a partir de la asunción de Trump pone en peligro la continuidad de Ucrania como centro del desarrollo de la estrategia.

No obstante, este grupo ha logrado imponer el discurso rusófobo que justifica las principales decisiones para cumplir su objetivo de cortar los vínculos eurorusos y euroasiáticos, como las sanciones contra Rusia, el aumento en el gasto de defensa, la hipermilitarización de la región, la expansión de la OTAN, incluso las propias consecuencias que llevaron a Europa a las múltiples crisis que atraviesa. Es probable que esta rusofobia sea alentada por el bloque atlantista utilizando discursos como que Rusia desea continuar invadiendo otros países europeos.

La hipermilitarización europea que se profundizó en los últimos años fue de la mano del globalismo atlantista y se enfocó en fortalecer a la OTAN sin posibilidad del desarrollo de cualquier proyecto/propuesta de construcción de fuerzas europeas por fuera de la Alianza Atlántica, como el schengen militar. Por lo que la victoria de Trump encendió las alarmas en el bloque otanista, ya que es conocida la exigencia del republicano en aumentar el porcentaje de PBI para inversión en la OTAN o incluso los dichos de desfinanciar o ya no brindarle la misma importancia a la OTAN, punto que podría alimentar y afianzar las ideas y proyectos de desarrollo de un ejército europeo. 

En este sentido, el triunfo de Trump también se puede pensar como una amenaza para el globalismo atlantista en tanto que puede dar un nuevo empujón a los actores y partidos “soberanistas”, ya nombrados en el subtitulo anterior, en el que varios líderes han celebrado el regreso del republicano a la Casa Blanca.

Pero otro grupo que, si bien no ha salido a celebrar a viva voz la victoria de Trump, sí podrá ver resurgir una nueva oportunidad de su proyecto, es el globalismo más enfocado en el desarrollo de los intereses europeos, que no pretende cortar los vínculos transatlánticos, pero que si busca cierta autonomía y fortalecimiento “de lo europeo”, que incluya a la OTAN pero que no se centre en la Alianza, y busque la expansión del modelo de integración regional europeo con potencias europeas a la cabeza.

Este proyecto vuelve de la mano de su principal líder, el presidente francés, Emmanuel Macron, quien en la anterior gestión de Trump ya levantaba las banderas de la autonomía estratégica europea. Aún con su fuerte perfil globalista, Macron ha criticado los vínculos de Europa para con Estados Unidos, y los modos en que Estados Unidos ha actuado con Europa. 

Hace unos meses, durante una entrevista, Macrón aseguró: “Tenemos que ser lúcidos. Europa no es ya la prioridad de EEUU. La prioridad de EEUU es EEUU, algo que es normal y justo. Su segunda prioridad es China, y para el resto depende del momento. [EEUU] son muy leales y fiables en Ucrania ¿durará? No lo sé”.

Luego, en la Cumbre de la Comunidad Política Europea (CPE), celebrada días después de la victoria de Trump, Macron volvió a reforzar este posicionamiento declarando “Donald Trump fue elegido por los estadounidenses para defender los intereses de los estadounidenses. La pregunta que debemos hacernos los europeos es: ¿estamos preparados para defender los intereses de los europeos?”.

El accionar inmediato de Macron y Scholz tras la victoria de Trump ha sido la de reunirse para analizar la situación europea ante la nueva gestión estadounidense, incluso, más importante, los ministros de defensa, Sébastien Lecornu de Francia y Boris Pistorius de Alemania realizaron una reunión de emergencia. La entente francoalemana volvió a reunirse para discutir la importancia de la unidad europea y la necesidad de continuar aumentando el gasto militar. 

Recordemos que Estados Unidos, durante la presidencia demócrata, actuó una y otra vez bajo el objetivo claro de hundir a dos de sus principales competidores europeos. Aunque algunas lecturas perfilan a EEUU como el “perdedor” en su enfrentamiento contra Rusia, Washington ha logrado uno de sus principales objetivos: someter a Europa, constituirlo como su campo de batalla y contención, y, en especial, sacar del tablero a sus dos principales potencias: Alemania y Francia.

Alemania, que hace pocos años era potencia industrial con un perfil fuertemente regional y se encontraba en auge de desarrollo y liderazgo de los asuntos europeos, se encuentra en recesión; perdió la competitividad en sus industrias; sufrió un drástico aumento de los costes energéticos;  desindustrialización; movilizaciones y medidas de fuerzas de distintos sectores de trabajadores; desplome de las exportaciones de la industria automovilística, y cierres de fábricas; el aumento de la tasa de desempleo; el descenso del gasto en alimentación de los hogares alemanes; el incremento significativo de aprobación del partido radical Alternative für Deutschland (Afd); el desplome de las exportaciones; la drástica reducción de la financiación de todos los sectores excepto el militar; el aumento de los gastos para el pago de los suministros energéticos estadounidenses, la subvención de la energía a empresas y hogares y la reposición de los depósitos de armas vaciados por las entregas a Ucrania, mediante la compra de sistemas de armamento fabricados por el complejo militar-industrial estadounidense.

Este mes, la crisis alemana ha llegado al punto de no retorno causando una inevitable y profunda desestabilización de gobernabilidad. El 16 de diciembre el Bundestag aprobó la moción de censura contra el gobierno de Olaf Scholz con 394 votos de los 367 necesarios. El siguiente paso es la disolución del Parlamento y el llamado a elecciones anticipadas 60 días después de la disolución. De acuerdo a lo anunciado por Scholz, se estima que las elecciones serán el 23 de febrero.

El comienzo del fin del gobierno de Scholz se da en el momento en que decide correrse del proyecto nacional y europeo que venía construyendo Angel Merkel y alinearse con el proyecto del globalismo atlantista.

El rumbo de Alemania, y por lo tanto el de la Unión, podría cambiar en febrero de 2025 tras los resultados electorales de las elecciones anticipadas que inaugurará un nuevo gobierno en donde existen actores muy diversos en la carrera de la contienda electoral, y en donde la asunción de Trump traerá sus propias consecuencias. 

En lo que respecta a Francia, el abanderado del proyecto de autonomía estratégica europea, el programa de Washington implicó la destrucción de la influencia francesa en sus principales zonas de poder, además de las mismas consecuencias generales que vive el continente asociados al aumento del costo de vida, inflación, desempleo, suministro energético, crisis política, etc.

La pérdida de influencia francesa va desde el panorama interno con la grave crisis política y social que ha desatado olas de protestas respondidas con fuertes represiones e intentos de establecer gobiernos no representativos que llevaron a la primera moción de censura desde 1962; en lo regional por el quiebre del eje franco-alemán, el fracaso del desarrollo del proyecto europeísta y el debilitamiento de su industria militar; y en lo internacional cuando lo dejaron fuera del AUKUS, cuando Macron intentó, sin éxitos, formar parte de la mesa chica que discutía sobre la crisis ucraniana, sin ser tomado como actor importante ni por Putin ni por Biden, por el accionar temeroso y colonial con Nueva Caledonia y por supuesto con la evidente expulsión de Francia en suelo africano, aunque el país europeo resiste en dejar su vínculo colonial llevando a Niger a la corte internacional. Además, Francia se destaca principalmente por ser uno de los mayores exportadores de armamento del mundo, desarrolla y mantiene costosos sistemas de armamento como un portaaviones y submarinos de misiles balísticos de propulsión nuclear. En este rubro, Francia compite directamente con EEUU. Una competencia que viene perdiendo.

Los resultados de las elecciones al PE demostraron el fracaso total de la coalición de Macron, Renew Europe, y una arrasadora victoria del partido de Marine Le Pen (único partido que logró obtener una victoria en solitario), que llevó a Macron a decidir la disolución de la Asamblea Nacional y llamar a elecciones anticipadas, creyendo que se trataba de una buena estrategia que lo fortalecería. Sin embargo, los diversos partidos de izquierda formaron una gran coalición, el Nuevo Frente Popular (NFP), y lograron quedarse con la mayor cantidad de escaños (182). 

Macron, sin respetar la Constitución que indica que si bien el Primer Ministro es nombrado por el Presidente de la República, este debe contar con el apoyo de la mayoría en la Asamblea Nacional justamente para permitir la gobernabilidad, decidió nombrar a Michel Barneys del partido Los Republicanos, partido que obtuvo el cierto lugar y apenas 45 escaños de representatividad, ignorando todas las propuestas realizadas por el NFP. Para el NFP, Barnier no era un gobierno legítimo.

Tras un acuerdo entre en NFP y Agrupación Nacional de Le Pen, se aprobó la moción de censura con Barnier, tres meses después de su asunción. La primera destitución por moción de censura desde 1962. Aún así, el accionar de Macron continuó en la misma línea, y lejos de nombrar un Primer Ministro acorde a la Constitución, decidió nombrar, tras unas amenazas, a Francois Bayrou, del Movimiento Demócrata, partido dentro de la coalición de Macron, Ensemble!. Francia, y en especial Macron, atraviesa su enésima crisis política.

Crisis europeas

Las múltiples crisis que nombramos en 2023 causadas por el accionar de las elites europeas, se continuaron profundizando en 2024 y llevaron a nuevas crisis como la crisis política de legitimidad institucional; crisis interna en la UE debido al fortalecimiento de los grupos soberanistas; crisis económica y financiera; grave desindustrialización; la crisis energética volvió a ocupar los titulares en estas últimas semanas y podría ser una bomba de tiempo debido a la decisión de Zelensky de no renovar el contrato con la empresa de gas rusa que provee energía a un gran número de países europeos y que afecta directamente a Hungría, Eslovaquia, Austria, República Checa, Rumania, Moldavia y Bulgaria.

Estas crisis podrían profundizarse aún más si Trump continúa con la ley IRA, que invita a las industrias europeas a abandonar el continente e ir a producir a EEUU con incentivos financieros y energía barata, y desabasteciendo el mercado de productos críticos, y que sumado al proyecto arancelario de Trump podría continuar acarreando desindustrialización, desabastecimiento energético, y desempleo.

Europa ha dejado de ser el centro de la compasión internacional por la guerra en Ucrania, o mejor dicho, la guerra en Ucrania pasó a un segundo plano debido a otras guerras y eventos geopolíticos que suceden en otras partes del mundo. 

Europa perdió credibilidad y peso geopolítico, no es el centro, ni tiene la fuerza ni la relevancia geopolítica que creía o cree tener.

Los eventos geopolíticos más importantes

A continuación nombraremos los eventos más importantes de Europa en 2024. Elecciones en Rusia y la reelección de Putin; revuelta de agricultores; atentado contra el primer ministro de Eslovaquia, Robert Fico; elecciones al Parlamento Europeo; crisis francesa y crisis alemana; el ocaso europeo como actor geopolítico internacional; Moldavia, Georgia, Serbia/Kosovo como puntos proxys de desestabilización y presión; hipermilitariotanizacion de Europa del este en especial zona bálticos, mientras que la zona de los balcanes tiene más resistencia; el Mar Negro sigue siendo un punto geopolítico en disputa; la rusofobia se consolida como argumento y justificación del accionar bélico; militarización de las políticas migratorias, acuerdos sobre el acogimiento de refugiados y desplazados a países no miembros de la UE, y expulsión de los refugiados sirios; gran proceso de desindustrialización y desempleo; completa sumisión al atlantismo por parte de las elites europeas que profundizó las múltiples crisis; la aceleración del belicismo demócrata y otanista sobre Ucrania tras conocerse la victoria de Trump, como la aprobación de la utilización de misiles de largo alcance en territorio ruso; las no elecciones en Ucrania; la victoria laborista en Reino Unido; la gira de Xi Jinping por Francia, Serbia y Hungría.

También pasaron otros eventos que quizás sólo tuvieron relevancia geopolítica en tanto su completa intrascendencia que devela la incompetencia de los bloques de poder que en algún momento marcaron agenda y decisiones de cómo se desarrollarían las relaciones internacionales, y actualmente carecen de cualquier influencia. Como la cumbre del G7; la cumbre de paz sin Rusia; Draghi y su plan para la competitividad europea

¿Cabe la multipolaridad en Europa?

En el balance de 2023, cerraba mi análisis reflexionando acerca de la relación entre Europa y la multipolaridad entendiendo que esta era sólo a partir de la sumisión y vasallismo total de las élites europeas al atlantismo e intereses estadounidenses. Aunque también analizaba que ese no significaba el fin de Europa ya que las contradicciones y discusiones al interior de la Comunidad europea se estaban profundizando, lo que implicaba que aún estaban a tiempo de desarrollar un tipo de política exterior que respondiera a sus intereses ya que tarde o temprano deberían ajustarse a los cambios estructurales que están aconteciendo en mundo cada vez más consolidado al multipolarismo.

El cierre de este año, con la victoria de Trump y el debilitamiento del globalismo atlantista en Europa, abre el escenario a que quizás se comience a debatir sobre multipolaridad y el rol que Europa quiere jugar en este nuevo orden mundial.

Desde PIA Global seguiremos de cerca los acontecimientos en Europa y en el mundo durante el 2025 para desglosar nuestros análisis, junto a los colaboradores que nos acompañan semana a semana, sobre los principales eventos geopolíticos que hacen al desarrollo de las relaciones internacionales.

Micaela Constantini, periodista y parte del equipo de PIA Global.

Foto de portada: PIA Global.

Acerca del autor

Micaela Constantini

Comunicadora Social, periodista. Miembro del equipo de investigación de PIA Global. Investigando cibergeopolítica y virtualidad. Feminista, antiimperialista y autodidacta. Nuestra americana Trabajo con redes sociales, edición de video y comunicación digital.

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