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Las relaciones económicas entre Turkmenistán y Japón en la etapa actual

Por Nazar Kurbanov*- La cooperación económica entre Turkmenistán y Japón seguirá ampliándose, ya que ambas partes están interesadas en la otra.

Las relaciones entre Turkmenistán y Japón son pragmáticas y bastante constructivas. Japón fue uno de los primeros países en establecer relaciones diplomáticas con el recién independizado Turkmenistán, en 1992, y estuvo interesado en desarrollarlas desde el principio. Ahora, en una situación internacional que se deteriora fuertemente, es probable que Japón intensifique su cooperación con Turkmenistán, que supone un reto especial para los intereses estratégicos de Rusia y China en Asia Central. En este sentido, es necesario analizar el nivel de desarrollo del diálogo económico turco-japonés y evaluar el ritmo de su intensidad, ya que es la interacción económica la que juega un papel crucial en todo el complejo de las relaciones bilaterales.

¿Por qué Japón se interesa por Turkmenistán?

Muchos expertos subrayan que Japón no tiene una estrategia clara hacia Asia Central en general y hacia Turkmenistán en particular. Sin embargo, Tokio se enfrenta a una serie de objetivos para promover sus intereses en la región. Lo primero y más importante es el acceso al desarrollo de los recursos de combustible y energía (principalmente el gas). Como es sabido, Turkmenistán posee las cuartas mayores reservas de gas del mundo, y también tiene reservas de petróleo, lo que no puede sino despertar el interés de la parte japonesa interesada en el suministro de estos combustibles. Como señalaron M. Nurgaliyev y T. Shaimergenov en 2007, Japón, que importa petróleo de Oriente Medio, políticamente inestable, no sólo busca diversificar los suministros, sino también encontrar socios fiables y estables en Asia Central.

Sin embargo, el problema se ha agravado ahora: desde el estallido del conflicto en Ucrania, las relaciones entre Japón y Rusia se han deteriorado notablemente, y Japón tiene previsto reducir drásticamente sus importaciones de hidrocarburos rusos. En julio de 2022, por ejemplo, ya se negó a importar petróleo ruso. Al mismo tiempo, Japón está tratando de aumentar el suministro de energía de Australia, Malasia y Brunei; en 2020, estos países representaban el 35%, el 11% y el 4,7%, respectivamente, de las importaciones de gas de Japón. Curiosamente, la participación de estos países en la estructura de las importaciones de petróleo durante el mismo periodo fue insignificante, mientras que Rusia representó el 7% de las importaciones de gas y el 5,3% de las de petróleo, que son muy difíciles de sustituir con los suministros de los países mencionados. Los Estados de Oriente Medio también carecen de capacidad: Arabia Saudí produjo 12,3 millones de bpd en 2020, y ese sigue siendo el límite. Por tanto, parece que Japón, para garantizar su seguridad energética y diversificar sus proveedores de recursos, empezará a invertir seriamente en los países de Asia Central, y concretamente en Turkmenistán, que cuenta con impresionantes yacimientos de gas y grandes depósitos de petróleo.

El segundo reto es asegurar el acceso a las infraestructuras de transporte tanto para importar energía como para promocionar sus productos en Asia Central. Es necesario vincular las fábricas turcomanas, tanto las de la era soviética como las nuevas, construidas con fondos japoneses y con equipos japoneses, al suministro de piezas japonesas y, sobre todo, de personal. Además, Turkmenistán es estratégicamente importante en términos de logística porque tiene un puerto marítimo, Turkmenbashi, en el Mar Caspio, que ofrece acceso al mercado europeo a través de Azerbaiyán y Georgia, a la larga frontera con Irán y al Golfo Pérsico, y también limita con Uzbekistán y Kazajstán, lo que proporciona una ruta para las mercancías japonesas no sólo a los mercados de Asia Central sino también al mercado ruso.

Un tercer reto para Japón es equilibrar la creciente influencia de Rusia y China en Asia Central. Aunque la mayoría de los expertos coinciden en que el avance de Japón en la región no tiene carácter de participación en los mecanismos del «Nuevo Gran Juego» para Asia Central, los expertos señalan que las disputas territoriales de Japón con Rusia y China, la estructuración del diálogo regional (por ejemplo, la propia aparición de la OCS), junto con la creciente influencia de ambas potencias en la región no pueden sino preocupar a Tokio. Desde el final de la Guerra Fría, Japón se ha ido replanteando gradualmente su lugar en el mundo, construyendo activamente capacidades militares, reforzando su alianza con Estados Unidos y pretendiendo cambiar su marco político, lo que también tiene implicaciones para las relaciones con los Estados de Asia Central. Además, dado que Estados Unidos está perdiendo rápidamente influencia en la región tras la retirada de las tropas estadounidenses de Afganistán, parece que Japón puede convertirse en el principal vehículo de los intereses estadounidenses en Asia Central, que ha sido tradicionalmente una zona de interés estratégico para Rusia y China.

En este momento, Turkmenistán puede considerarse el país más apropiado para que Japón promueva su política por varias razones. En primer lugar, no sólo posee un gas muy necesario para Japón, sino que además se cuida de no participar en las diversas iniciativas de integración rusas (incluso en la CEI, Turkmenistán tiene el estatus de miembro asociado y no de pleno derecho). En segundo lugar, es probable que los dirigentes turcomanos alberguen dudas sobre los beneficios de su animada cooperación con China. Por ejemplo, durante la construcción del gasoducto Turkmenistán-China, se aplicó un mecanismo de reparto de beneficios: en 2018, las exportaciones de gas a China ascendieron a 34.000 millones de metros cúbicos, pero según el acuerdo PSA, alrededor del 50% del gas producido y exportado pertenece a la parte china, y la parte del operador turcomano Turkmengaz fue de 3.300 millones de dólares, siempre que las inversiones chinas en el proyecto se reembolsaran por encima de los 4.000 millones de dólares antes de que el dinero entrara en el presupuesto, privando de hecho a Turkmenistán de todos los ingresos del proyecto [3]. Merece la pena reiterar la propia existencia de un mecanismo de reparto de beneficios en este proyecto, porque impide que la parte turkmena se beneficie, aunque el precio del metro cúbico de gas en el mercado mundial suba en 2022.

Instituciones de cooperación económica

En primer lugar, están las instituciones que hacen funcionar el diálogo económico turco-japonés. Cabe destacar las siguientes instituciones:

1) Los Comités de Cooperación Económica Turkmenos-Japoneses y Japoneses-Turkmenos, a los que suelen asistir grandes delegaciones de jefes de empresas japonesas y altos funcionarios de los dos gobiernos.

2) Numerosas visitas a Japón por parte del presidente de Turkmenistán (se informa de que Gurbanguly Berdymukhamedov visitó Japón en cuatro ocasiones, mostrando un especial afecto por ese país[1]) y visitas de delegaciones japonesas a Ashgabat (por ejemplo, durante la famosa visita del primer ministro japonés Shinzo Abe a Turkmenistán en 2015, se firmaron acuerdos por valor de más de 18.000 millones de dólares).

3) La apertura de la Embajada de Japón en Turkmenistán en 2005 y de la Embajada de Turkmenistán en Tokio en 2013 ha facilitado enormemente la comunicación entre ambos países.

4) Se cita que en las primeras etapas, fue a través de los jefes de las corporaciones japonesas que el país implementó su política en Asia Central, y a cierta compañía se le «asignó su propio país». Por ejemplo, Turkmenistán fue supervisado por la Corporación Itochu, cuyo jefe gozaba de la especial confianza de los dirigentes turcomanos. Además, empresas japonesas como Mitsubishi Corporation, Sumitomo Corporation, Sojitz Corporation, Marubeni Corporation, Komatsu Ltd y Kawasaki Heavy Industries están dispuestas a seguir invirtiendo miles de millones de dólares en Turkmenistán.

5) Instituciones en el marco de la ayuda oficial al desarrollo. Para Japón, el mecanismo de la AOD, que a finales de la década de 1990 se había convertido en una red extensa y muy organizada, siempre ha sido una importante palanca política y económica. Curiosamente, los países asiáticos siempre han sido una prioridad para Japón; por eso Japón extendió inmediatamente sus programas a esos países cuando se formaron los estados independientes de Asia Central tras el colapso de la Unión Soviética. Entre las instituciones del marco de la AOD se encuentran el Diálogo Asia Central + Japón, el Banco de Cooperación Internacional de Japón (JBIC), la Agencia de Cooperación Internacional de Japón (JICA), la Agencia de Seguros de Exportación e Importación (NEXI) y otras. Es en gran medida a través de estas estructuras que se canalizaron las inversiones en la construcción de nuevas instalaciones de infraestructura en la economía de Turkmenistán. Por ejemplo, en 2022, el ex presidente y actual presidente del Khalk Maslakhaty (cámara alta del Parlamento) de Turkmenistán, Gurbanguly Berdimuhamedov, propuso a la parte japonesa actualizar la hoja de ruta para la cooperación en el desarrollo de infraestructuras de la república añadiendo nuevos proyectos a la misma.

Así pues, el diálogo económico turco-japonés se caracteriza por una estructura ramificada y de varios niveles que refleja el interés mutuo en una cooperación continua y, sobre todo, la voluntad de Japón de invertir en el desarrollo de las relaciones.

Alcance de la cooperación económica

Interesada en los recursos de combustible de Turkmenistán, la parte japonesa está invirtiendo activamente en el complejo de petróleo y gas y en la industria química de Turkmenistán. Por ejemplo, gracias a la tecnología japonesa, en 2018 se inauguró en Akhal Velayat la primera planta del mundo para producir gasolina a partir de gas natural mediante la tecnología GTG (gas a gasolina), que puede procesar 1.000 millones de 785 millones de metros cúbicos de «combustible azul» en 600.000 toneladas de gasolina, 12.000 toneladas de diésel y 115.000 toneladas de gas licuado. Además, gracias a las inversiones japonesas, la empresa japonesa Kawasaki Heavy Industries y la turca Rönesans construyeron en Ovadandepe una planta para producir gasolina sintética ecológica a partir de gas natural (el proyecto costó 1.700 millones de dólares) por encargo del consorcio estatal Turkmengaz. Curiosamente, las empresas japonesas también han contribuido activamente a la modernización de las refinerías de petróleo en las ciudades de Seidi y Turkmenbashi, esta última un complejo industrial a gran escala con un ciclo de producción integrado. Al mismo tiempo, las empresas japonesas han construido plantas de urea en Mary y Karabogaz, una planta de ácido sulfúrico en Turkmenabat, y han facilitado el establecimiento de la producción de polipropileno y polietileno en Kiyanly, lo que ha intensificado enormemente el diálogo económico entre ambos países.

En el marco del segundo objetivo (acceso a las infraestructuras de transporte), Japón financia directa o indirectamente prácticamente todos los proyectos de desarrollo de redes de transporte en Asia Central (ferrocarril, carretera, transporte aéreo o incluso redes de fibra óptica), y tras el establecimiento del diálogo Asia Central + Japón en 2004, fue a través de esta asociación que se elaboró una hoja de ruta para la cooperación regional en materia de transporte y logística, que en el futuro debería intensificar seriamente el sistema logístico en la región. Además, las inversiones japonesas del Banco Asiático de Desarrollo se utilizaron para construir un gran tramo del Corredor de Transporte Norte-Sur, de 900 km, que va desde Kazajstán hasta Irán, pasando por Turkmenistán. También con la participación de las empresas japonesas Itochu y Day Nippon se llevó a cabo un proyecto para informatizar el sistema de transporte ferroviario de Turkmenistán, registrar el tráfico de mercancías, así como la revisión de la planta de reparación de trenes de Ashgabat.

Todas las empresas mencionadas cuentan con equipos japoneses y los especialistas locales reciben formación en el marco de programas japoneses, por lo que Turkmenistán suele recurrir a los servicios de consultoría japoneses para el funcionamiento de los equipos, la formación del personal, etc. Además, cabe mencionar que las empresas japonesas son activas en el suministro de maquinaria de construcción. Por ejemplo, la corporación japonesa Komatsu, junto con la estadounidense Caterpillar, ha suministrado más de 1.500 excavadoras, bulldozers y otros equipos para la construcción del lago artificial Altyn Asyr.

Todos estos proyectos permiten a Japón formar nuevas cadenas de producción y suministro de sus bienes, así como de extracción y exportación de recursos energéticos. Estos lazos económicos vinculan a Turkmenistán con Japón con bastante fuerza, ya que los bienes y equipos japoneses son demasiado tecnológicos (y varios expertos están de acuerdo con esto), ya que no se pueden reparar con piezas rusas o chinas. Lo mismo ocurre con los especialistas, que necesariamente tienen que recibir una formación especial para utilizar los equipos japoneses.

Dado que los Estados de Asia Central están acostumbrados a los equilibrios entre los principales actores, parece que una mayor presencia japonesa en la región será percibida positivamente, ya que el apoyo del país permite diversificar la cooperación. Para Turkmenistán, con su cuota bastante grande de empresas chinas en el sector del petróleo y el gas, sus estrechos lazos económicos con Rusia, heredados de la época soviética, y en el contexto de la crisis ucraniana, el desarrollo de la cooperación con Japón puede resultar especialmente atractivo por varias razones. En primer lugar, estos vínculos permiten «diluir» la parte de las inversiones chinas. En segundo lugar, permiten mantener la distancia habitual con respecto a los proyectos de integración rusos, ya que la parte turcomana parece seguir recelando de una «excesiva» influencia rusa en la región.

También es importante señalar que Japón, aunque es aliado de Estados Unidos, está aplicando una política mucho más suave y equilibrada, teniendo en cuenta las características nacionales de los países de la región, lo que haría que China y Rusia reaccionaran con mucha más calma. La creciente influencia de Japón en la región puede encontrar el apoyo de Estados Unidos. Curiosamente, Estados Unidos ya ha recurrido a Japón para lograr sus objetivos: tras el inicio de la operación de la coalición internacional en Afganistán en 2001, a petición de Estados Unidos, Japón proporcionó ayuda económica a Uzbekistán para dotar a las fuerzas de la OTAN de su base militar en KarshiKhanabad, y también mejoró la infraestructura del aeropuerto de Manas, en Kirguistán, donde también se produjo la apertura de la base militar estadounidense.

Por lo tanto, cabe suponer que la cooperación económica entre Turkmenistán y Japón seguirá ampliándose, ya que ambas partes están interesadas en la otra y dispuestas a desarrollar un diálogo.

*Nazar Kurbanov es estudiante en prácticas en el Centro de Análisis Espacial de las Relaciones Internacionales del Instituto de Estudios Internacionales (CSPAIMO IMI) del MGIMO del Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia.

Artículo publicado originalmente en el Consejo de Asuntos Internacionales de Rusia.

Foto de portada: La visita de la delegación turcomana encabezada por el viceprimer ministro Serdar Berdimuhamedov a Japón 22 de julio de 2021. Banco de Trukmenistán.

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