Se enfrentan facciones domésticas expresadas en el nacionalismo religioso de Erdogan (AKP-Partido de la Justicia y el Desarrollo) con la socialdemocracia europeísta nucleada en Millet İttifakı (Alianza Nacional). Las otras alternativas son expresiones menores sin posibilidades reales de disputa de acceso al gobierno.
Lo que sí se pretende discutir de acuerdo a los resultados electorales será la forma de gobierno, siendo los socialdemócratas quienes impulsan cierto republicanismo que recorte el creciente poder de un presidencialismo que por momentos pareciera degenerar en rasgos regios. Pero para ello haría falta suficiente consenso y poder político de modificar la Constitución que nada indica pueda construirse en el corto plazo.
Es muy evidente el apoyo del esquema euroasianista al presidente Erdogan a quien consideran un aliado útil en su confrontación general con el atlantismo guerrerista. No es considerado parte del espacio, pero su ambigüedad diplomática, incluso contradictoria muchas veces, entienden que favorece las maniobras de enfrentamiento a los norteamericanos, fundamentalmente de Rusia.
Señalemos que en principio no se sumó a las sanciones comerciales o financieras contra Rusia. Los misiles S400 que Turquía le compró a Rusia enfrentándose a la lógica de la OTAN son una muestra de la ambigüedad que cultiva Erdogan como reaseguro de su propio poder y capacidad de negociación; lo mismo que la Planta de energía nuclear de Akkuyu con financiamiento y tecnología rusa.
La reciente refinanciación de deuda turca con Rusia por abastecimiento de gas, opera indirectamente como auxilio financiero ruso frente a la crisis económica y financiera turca. De la misma forma que la publicitada visita del embajador norteamericano Jeff Flake a la sede de la oposición evidencia un apoyo del atlantismo occidental a los socialdemócratas.
Justamente estos apoyos son los que confunden en las miradas superficiales sobre lo que pueda esperarse en términos de movimientos geopolíticos y que tienen a gran parte de Europa expectante de los resultados del domingo esperanzados en contar con una Turquía más dócil. Pero es una docilidad que aún con los socialdemócratas en el poder se puede construir sólo a expensas de renunciar a la soberanía nacional y la integridad territorial.
Los propios socialdemócratas han declarado su voluntad de poner en discusión la cuestión kurda que impactaría como en Siria e Irak en desintegración territorial y estatal. Se trata de cambiar el modelo de condición nacional a partir de la ciudadanización que emana del Estado (modelo nacido en la revolución francesa y la modernidad), reemplazándolo por la idea de lo “plurinacional” de integración étnica y representación a partir de lo étnico o religioso y no de lo político.
Los clivajes atlantistas permanecerán intocados, pueden, de acuerdo a una gestión o la otra, importar más tensiones, pero no peligrarán, sobre todo el rol en la OTAN.
Erdogan ha tenido una relación compleja y contradictoria con los Estados Unidos. Auspiciado primero, vapuleado más tarde y luego no sólo abandonado sino saboteado, reacciona ante el atlantismo y sus maniobras de acuerdo a propios intereses de reproducción de gobernabilidad y no tanto en términos de un proyecto autónomo turco de relacionamiento internacional. Convive con actitudes serviles (Aganistán), otras funcionales aunque autónomas y oportunistas (su rol en Siria y sur del Cáucaso) y otras de tensión donde claramente los Estados Unidos y el atlantismo buscan debilitar estructuralmente la capacidad de reacción autónoma turca, por ejemplo Chipre, la militarización del Egeo, la cuestión kurda o de integridad territorial estatal, y el control del Mar Negro.
Nada justifica la intervención turca en Afganistán que aún luego de la anunciada retirada norteamericana el presidente Erdogan pretendía sostener si conseguía “financiamiento” de la OTAN a tal efecto. Lo mismo el rol turco en el desguace del estado libio.
Tampoco se explica si no es como en sintonía con el atlantismo el rol del gobierno turco en la maniobra de ataque a Siria, en la que tuvo un rol preponderante y aún mantiene ocupación territorial.
Basten esos ejemplos (sin redundar en las operaciones de cooperación en Somalia, Bosnia y Kosovo, donde directamente cooperan con los objetivos atlantistas) para relativizar la noción de quienes pretenden ver una Turquía independiente en su política exterior. La renuncia al sistema MIR de comercio exterior en su propio desmedro es una evidencia de lo dicho.
Los socialdemócratas, por su parte, con el auspicio explícito del embajador norteamericano cuestionarán los manejos de autonomía que ensaya Erdogan, más desde la retórica que desde la posibilidad real de concretarse, por ejemplo, su supuesta intención de incorporación al esquema de Cooperación de Shanghái o a los BRICS.
Sí seguramente estaría en cuestión con los socialdemócratas pronorteamericanos el rol que el territorio turco ha ejercido hasta hoy de plataforma de blanqueo de comercio exterior para que Europa siga comerciando con Rusia. No olvidemos que además Turquía ha sido fundamental en la construcción de dispositivos para sostener el abastecimiento de exportaciones agrarias ucranianas al mundo, lo mismo que el abasto de energía desde el Turkstream. Putin ha propuesto convertir a Turquia en un hub de exportacion de gas ruso, mezclándolo con otros gases del centro de Asia; Erdoğan ha apoyado esta propuesta fuertemente y las importaciones de gas que tiene Turquía van creciendo sostenidamente.
Fernando Esteche* Dirigente político, Doctor en Comunicación Social y director de PIA Global
Foto de portada: REUTERS/Murad Sezer