Sin ir muy lejos, el mismo día que en México estemos votando por dar perspectiva estratégica al gobierno del presidente López Obrador y a su proyecto de Cuarta transformación, en Perú los ciudadanos estarán decidiendo en las urnas si abren las posibilidades a un gobierno progresista o retroceden a la época dictatorial de Fujimori.
A esta hora, en las calles de Cali, Medellín y otras ciudades de Colombia está en juego una salida democrática y de justicia social para la inconformidad de los colombianos o de un quiebre definitivo del proceso de paz y reconciliación que tanto se necesita.
También es errado – o ingenuo- pensar que el capital internacional, los grandes empresarios y la clase política estadounidense se mantienen como espectadores imparciales del proceso de cambios que vive México y no actúan en función de sus intereses. Es preciso entonces incluir en el análisis al nuevo gobierno de J. Biden que, con todo y sus diferencias respecto a Trump, sigue siendo el exponente de una política imperial y cuyos intereses respecto a México lo llevan a incidir directa e indirectamente en la campaña electoral.
El sistema de intervención estadounidense en nuestro continente va de las invasiones militares, los Golpes de Estado militares hasta diversas formas de injerencia de índole legislativo-jurídico-mediáticos. Hay una amplia gama de modalidades que se planifican desde el Departamento de Estado para favorecer a las empresas estadounidenses, investigar y sancionar supuestos actos de corrupción ocurridos fuera del territorio estadounidense y, al mismo tiempo atentar contra los proyectos políticos que buscan un orden económico social contrario al modelo norteamericano.
De manera reiterada ha quedado en evidencia que EEUU interfiere en los procesos electorales, ya sea socavando la imagen pública de los candidatos que no son de su agrado o bien financiando y promoviendo las candidaturas de aquellos que se someten a sus directrices y no tienen la dignidad de defender a sus pueblos.
Estamos en medio de una crisis del capitalismo. Las crisis del capitalismo han significado siempre cambios económicos y políticos traumáticos. Sin duda, ya nada será igual que antes. Pero es necesario aprender de lo ocurrido de modo de convertir el planeta en que vivimos en un sitio más habitable y justo, con un mejor uso de sus recursos y un reparto más equitativo de los ingresos del conjunto de la sociedad.
El capitalismo neoliberal está en crisis, sin duda, pero la ausencia de una construcción alternativa pone en peligro las posibilidades de encontrar una salida a la crisis. En efecto, si la configuración anterior persiste en el campo de las teorías económicas ya probadas, entonces se incrementa la probabilidad de que las estrategias que estas teorías sugieren nos conduzcan a la repetición de una crisis de la misma índole, aunque aún más grave, debido a que se acumularían nuevos desequilibrios. Por consiguiente, resulta fundamental producir un paradigma de economía política que permita entender la crisis contemporánea.
Está en curso una reconfiguración del conjunto de la vida social. Se intensifica la crisis civilizatoria desplegada por la neoliberalización capitalista y crece la necesidad de transformaciones urgentes, que avancen por un camino alternativo.
La pandemia ha potenciado una serie de procesos que ya venían desplegándose antes de la aparición del virus, tanto en el plano económico y social como en relación a las reformas neoliberales, la forma autoritaria que éstas adoptaron, la crisis de legitimidad que cuestiona a estas políticas y la ofensiva del imperialismo estadounidense.
En el último año, el curso de las elecciones en nuestro continente ha sido desigual. Hemos tenido victorias como en Bolivia, hemos tenido derrotas como en Ecuador y todas ellas han gravitado en las luchas populares latinoamericanas. Con esto queremos señalar que estamos conscientes de que las elecciones del 6 de junio, junto con tener una enorme relevancia para el futuro de México, inciden en el curso de las luchas de toda América Latina y el Caribe.
La victoria de Andrés Manuel López Obrador en 2018 tuvo un efecto dinamizador y abrió una nueva etapa de victorias electorales progresistas y el avance o retroceso que pueda darse repercute en los demás países y las elecciones que se aproximan. Las elecciones próximas medirán la maduración de la conciencia popular y su compromiso con la transformación que hemos emprendido.
López Obrador afirma que la Cuarta transformación será una revolución pacífica, a diferencia de las tres grandes transformaciones anteriores ocurridas en México, todas muy prolongadas y con un costo muy sangriento:
- La primera fue la Revolución de Independencia, que estalló en 1810. Aunque la ruptura de la dominación colonial española se logró en 1821, los conflictos armados para estabilizar el orden republicano continuaron hasta el gobierno de Porfirio Díaz, es decir, fue un violento proceso de 50 años de duración
- La segunda fue la Reforma, que empieza en 1853 con la Revolución de Ayutla de Juan Álvarez, y terminó con la derrota del ejército invasor y el fusilamiento, en 1867, de Maximiliano de Habsburgo en el Cerro de las Campanas, junto con dos generales conservadores que lo acompañaron
- La tercera fue Revolución Mexicana iniciada en 1910, cuya pólvora aún estaba presente en época de Lázaro Cárdenas porque los norteamericanos compraron parte del ejército para oponerse a la expropiación petrolera de 1938
Para realizar la Cuarta transformación por vía pacífica se necesitan tres elementos: un gran apoyo popular; un amplio sistema de alianzas; y sortear con mucha inteligencia al vecino del norte, que un día provoca y el otro también.
Estamos comprometidos con la Cuarta transformación y nos incorporamos con energía y optimismo al proceso electoral, sabiendo que es un momento de medición de fuerzas en la larga batalla por hacer de México una nación democrática, soberana, con una matriz moderna y equitativa en lo económico, y popular en lo social.
Las elecciones son un momento táctico, la lucha por la Cuarta transformación es estratégica y para ello se requiere mucho más organización social-popular. Habrá que pensar en empresas de economía social y solidaria, un proceso de saneamiento y apertura en la sindicalización, la mejoría salarial y en prestaciones para todos los trabajadores.
Se precisa también dar nueva forma al Estado de bienestar mediante una reforma fiscal progresiva y el impuesto a las grandes fortunas. Las lecciones de la pandemia del Covid_19 nos enseñan que también habrá que crear el seguro de desempleo, consolidar el sistema de salud universal y una educación digna y de calidad. También habrá que poner en el primer plano el resarcimiento a víctimas de la violencia social, la crisis ambiental generada por el cambio climático y la explotación agotadora de nuestros recursos naturales.
Pero todo esto solo lo podrá concretar la Cuarta transformación con una sólida y permanente relación orgánica de abajo hacia arriba entre la sociedad, los partidos de izquierda y los diversos poderes del Estado, y creando permanentes canales de comunicación y atención hacia ella.
Notas:
*Político mexicano, se desempeñó como senador del Partido del Trabajo. Líder de la agrupación Tierra y Libertad en Monterrey, Nuevo León. Ha sido diputado federal, senador y coordinador de su grupo parlamentario en diversas ocasiones.
Fuente: colaboración