Por Colonel Cassad*
Tras las declaraciones de Bruselas afirmando que las relaciones entre Rusia y la Unión Europea no mejorarán hasta que Rusia implemente los acuerdos de Minsk, el Ministerio de Asuntos Exteriores de la Federación Rusa expresó nuevamente su escepticismo sobre las posibilidades de construir una relación entre Rusia y la UE. Según Lavrov, actualmente no queda prácticamente nada de la relación que existía. El ministro insistió en que no es la elección de Rusia, que abogaba por desarrollar las relaciones con la UE, sino una elección consciente de la Unión Europea desde 2014, año en el que se destruyó la relación a base de apoyar en Ucrania un golpe que dio lugar a la pérdida de una serie de territorios, guerra civil y sanciones mutuas que han empeorado la relación.
Los motivos para ello están a la vista: en 2014, la Unión Europea tenía la esperanza de capitalizar la “cuestión ucraniana” e intentó apoyar al boxeador Klitschko como líder del golpe, algo que se conoció con la filtración de una conversación de Victoria Nuland, en la que revelaba abiertamente que toda la oposición a Yanukovich en la calle estaba controlada por Occidente. Así que Estados Unidos frenó los intentos de la UE de liderar la protesta y promocionó a Poroshenko y Yatseniuk, completamente controlados por Washington, para llegar al poder.
Los acuerdos con Yanukovich, que el Ministerio de Exteriores ruso menciona constantemente, no se recuerdan en absoluto en Europa, ya que, en este caso, el “Occidente civilizado” simplemente engañó a Yanukovich y escupió sobre los acuerdos firmados. El objetivo original no era conseguir unas nuevas elecciones ni una resolución política sino conseguir un gobierno prooccidental en Kiev a cualquier precio, algo que se consiguió con éxito, fundamentalmente en beneficio de Estados Unidos.
Como Rusia no lo aceptó y apoyó las rebeliones de Crimea y Donbass, en lugar de un conflicto de corta duración, la Unión Europea se vio envuelta en una disputa a largo plazo con Rusia en Ucrania, en la que es Washington quien sale más reforzado, mientras que Rusia y la UE sufren costes económicos significativos a causa de las sanciones mutuas. Para Estados Unidos, se trata de una situación muy lucrativa, ya que a costa de Ucrania debilita tanto a la Unión Europea como a la Federación Rusa.
Las negociaciones en los formatos de Minsk y Normandía con la participación de Merkel y Hollande mostraron la incapacidad de la UE de controlar la situación a causa de la falta de independencia política y militar, que se manifiesta en las exigencias unilaterales a Rusia de implementar los acuerdos de Minsk a pesar de que es evidente que es Estados Unidos quien bloquea la implementación por parte de Ucrania. Es más, la falta de voluntad de Ucrania de implementar los acuerdos de Minsk se proclama ya en declaraciones oficiales. En este contexto, la UE exigió a Rusia que implemente unilateralmente los acuerdos. Es natural que las relaciones queden seriamente deterioradas, ya que estas se corresponden a la visión de los atlantistas europeos, que siguen el curso de la nueva guerra fría y escalada en las relaciones con Moscú.
Aquella parte del establishment europeo que defendía la cooperación económica con Rusia y mayor independencia en cuestiones de política exterior (incluyendo la idea de crear un ejército propio en la UE) poco a poco cedió el paso y la línea diplomática hacia la Federación Rusa (también en la cuestión ucraniana) está completamente determinada por los atlantistas. De ahí el resultado natural de las relaciones Rusia-UE, en las que una de las partes exige a la otra concesiones unilaterales utilizando la retórica del ultimátum. Esa es la razón de la característica insistencia de Lavrov en que Moscú está cansada de esta retórica, especialmente teniendo en cuenta la falta de independencia de la UE en cuestiones político-militares, que no ha existido en estos últimos años.
En el contexto del actual fiasco de las relaciones diplomáticas entre Rusia y la UE, Moscú se centra en trabajar con diferentes países de la Unión de forma individual sin prestar especial atención a las estructuras europeas. Está claro que el énfasis es la cooperación económica con Alemania, los proyectos económicos en los Balcanes y relaciones separadas con otros países, como Hungría. Al final, se trata del reconocimiento de que Estados Unidos sigue controlando a Europa y la UE no ha sido capaz de convertirse en un actor completamente independiente, por lo que Moscú articula su disposición a tratar con los países de la UE aprovechándose de su heterogeneidad y contradicciones internas.
La resolución del conflicto en Ucrania no está fuertemente ligada a la postura de los países europeos, ya que la clave de la guerra y la paz en Ucrania la tiene Washington. Así que el valor de unas hipotéticas negociaciones en los formatos de Minsk o Normandía con la participación de Francia y Alemania es prácticamente nulo. La Unión Europea ya ha dejado suficientemente claro cómo interpreta los acuerdos de Minsk para tener la esperanza de que, de repente, vaya a exigir a Ucrania que los implemente. Así lo ilustra claramente el vergonzoso silencio europeo a la negativa de la implementar la fórmula Steinmeier, que Ucrania aceptó pero que después de facto rechazó poner en marcha. Es más, la cosa llega al ridículo cuando Selyuk, diplomático en Berlín, intenta enseñar a Steinmeier qué dicen las propuestas de este.
Así que si Rusia esperaba que la UE ganara su independencia completa, con lo que sería posible negociar como un actor independiente que no mira siempre a Washington, eso no ha ocurrido. En este punto, la UE no está dispuesta a reivindicar esa independencia completa, por lo que los intentos de Moscú de apelar a la necesidad de igualdad y trasparencia no se entienden. Bruselas continúa con la línea de ultimátum de Washington, que consiste en exigir cosas a Moscú, que, por su parte, ni quiere ni va a conceder concesiones unilaterales. Como la UE actúa como relevo de una postura política ajena (también en Ucrania), ¿qué sentido tiene discutir esas exigencias con un enviado cuando es más fácil hablar directamente con quien plantea el ultimátum y es quien controla realmente los procesos en Ucrania?
Por supuesto, el debilitamiento general de la postura de Estados Unidos en el mundo (no solo a causa de la administración Trump) puede cambiar la situación en Europa y esos círculos que abogan por la soberanía de la política de Bruselas pueden hacer cambiar la naturaleza de las relaciones Estados Unidos-Unión Europea, pero esta perspectiva solo parece posible a largo plazo. En los próximos años, la UE seguirá fundamentalmente de acuerdo con Estados Unidos y se adaptará a la política norteamericana, aunque haya casos en los que surjan roces (como es el caso del Nord Stram-2). En este sentido, la idea de una “Europa unida de Lisboa a Vladivostok” parece algo alejado de la realidad. Así que, en los próximos años, Rusia estará más interesada en proyectos conjuntos con China, Irán, Turquía y otros países de Eurasia que busquen un curso independiente y no la aprobación de Washington.
Este proceso seguirá la lógica de la fragmentación del actual orden mundial y de la creación de las bases de un futuro mundo multipolar. En este contexto, la cuestión ucraniana ha acelerado el proceso de fragmentación geopolítica y ha finalizado el intento de incluir a Rusia en el mundo occidental. La puerta está cerrada, demostrando que es el camino que tomó Occidente desde la destrucción de la Unión Soviética ha llevado al boqueo: nunca se esperaba allí a Rusia, ni con el Imperio Ruso, ni con la Unión Soviética ni ahora. Es una pena que haya costado tanto tiempo comprender algo tan sencillo.
Fuente: slavyangrad
Artículo Original: Colonel Cassad
*Boris Alexandrovich Rozhin