El SAFE es uno de los pilares de Readiness 2030, el plan de la Comisión Europea para el rearme y la defensa comunes de Europa. La aprobación final tendrá lugar el 27 de mayo en el Consejo de Asuntos Generales.
A través de SAFE se concederán préstamos de hasta 150.000 millones de euros, garantizados por el presupuesto europeo. La importancia de este programa radica en que, sin contar la mayor libertad fiscal concedida a través de las cláusulas de salvaguardia sobre los gastos de defensa, de las que Alemania será la más beneficiada, SAFE revoluciona verdaderamente el marco del complejo militar-industrial europeo.
Lo revoluciona en la medida en que sus préstamos están concebidos para estimular la producción bélica integrada a escala europea, favorecer el abastecimiento interno del Viejo Continente, estimular el «Buy European» y reducir la dependencia exterior. En definitiva, es el instrumento específicamente diseñado para desarrollar una mayor autonomía estratégica y militar de la UE.
En cualquier caso, a través de los préstamos SAFE, Bruselas pretende construir un sistema de defensa verdaderamente continental, que mantenga dentro a todos los asociados económicamente a la UE. De hecho, se asignarán fondos a aquellos proyectos en los que al menos el 65% del valor del sistema de armamento se produzca en un Estado de la UE, del Espacio Económico Europeo o incluso de la Asociación Europea de Libre Comercio.
A este 65% también pueden optar otros socios de importancia estratégica: Ucrania ya ha sido incluida, tal y como se había anunciado y prometido, mientras que la lista podría ampliarse con el Reino Unido, Noruega, Corea del Sur y Japón sobre la base de acuerdos bilaterales por concluir.
Llama ciertamente la atención que no aparezca Estados Unidos, cuya producción vinculada acabará por tanto en el 35% restante. Se trata de una clara señal de que la arquitectura europea de defensa se diseña en relación con los desafíos globales (como los del Indo-Pacífico), pero claramente en autonomía, aunque no en oposición, a los intereses de Washington.
Además, con SAFE, la UE también pide a sus empresas que conserven la «autoridad de diseño» sobre los sistemas que compran: una medida destinada a protegerse contra el «kill switch», es decir, el mecanismo por el cual el proveedor puede incluso desactivar a distancia el funcionamiento del profotti vendido, un tema que había saltado a los medios de comunicación precisamente con algunos aviones de fabricación estadounidense.
Los ámbitos prioritarios para la financiación de SAFE son los de la guerra contemporánea, tal y como se vive en Ucrania y Oriente Medio: municiones y defensa antiaérea, por supuesto, pero también sistemas antidrones, guerra electrónica y movilidad militar. Al menos dos países deben participar en los proyectos, que deben presentarse en un plazo de dos meses tras la aprobación definitiva del fondo.
Paralelamente a este gran paso hacia la cimentación definitiva de un sistema industrial de defensa verdaderamente europeo, se dio luz verde a otro instrumento largamente debatido, que representa plenamente la voluntad de la UE de proyectar los objetivos imperialistas continentales, y que pasó un poco más desapercibido: el contigente de «Capacidad -o Fuerza- de Despliegue Rápido de la UE», denominado RDC.
Se trata del primer núcleo de un ejército europeo, un contingente de 5.000 soldados que alcanzaría su plena disponibilidad operativa ya a principios de 2025 y que ahora ha recibido el respaldo político de los ministros de Defensa y Exteriores de los miembros de la UE, según anunció el martes por la noche Kaja Kallas. La política estonia afirmó que «esto permitirá a Europa actuar con mayor rapidez cuando estallen las crisis».
Conviene ser precisos: se trata, en efecto, de una unidad militar diseñada específicamente para operaciones concretas, según planes ya definidos en la Brújula Estratégica Europea de 2022. La función que se le asigna es, en particular, la de operaciones de rescate y evacuación en zonas de conflicto en el extranjero, o la de prestar ayuda humanitaria y socorro en caso de catástrofe.
Los países europeos tienen que aprobar el despliegue de la RDC caso por caso, lo que obviamente es un proceso complejo y engorroso. Pero no deja de ser un salto cualitativo importante en la capacidad de proyección militar de Bruselas, sobre todo teniendo en cuenta la facilidad con la que, en la narrativa occidental, las «crisis», las «catástrofes» y las «misiones humanitarias» se convierten en ocasiones para una intervención armada arbitraria.
No es casualidad que, para algunos, un primer teatro para el despliegue de la RDC podría ser Ucrania, en caso de que se impusiera un alto el fuego, aunque se trate de una posibilidad bastante controvertida. En cualquier caso, la velocidad con la que la UE avanza hacia la estructuración de su propia arquitectura militar omnímoda es preocupante, y debe combatirse con independencia de quienes hasta ahora han promovido esta deriva belicista.
*Alessandro Avvisato, periodista, columnista en Contropiano.
Artículo publicado originalmente en Contropiano.
Foto de portada: extraída de Contropiano.