El 24 de marzo, el gobierno federal etíope declaró “una tregua humanitaria indefinida” en la región de Tigray. Poco después, el gobierno de Tigray acordó un cese de hostilidades siempre que Addis Abeba tome “medidas concretas para facilitar el acceso humanitario sin restricciones”.
Se necesita desesperadamente ayuda de emergencia. Según estimaciones, 500.000 tigrayanes han muerto desde que comenzó el conflicto en noviembre de 2020. Aproximadamente 150 000-200 000 de estas muertes se debieron al hambre y 100 000 a la falta de atención médica. Por lo tanto, la noticia de la tregua humanitaria fue recibida con gran entusiasmo por la ONU, los EE.UU y varios países europeos.
Muchos otros, sin embargo, siguen siendo escépticos por numerosas razones. Ha habido una notable falta de claridad y acción desde la declaración. El gobierno federal tiene un historial de uso de tácticas engañosas desde que comenzó la guerra en noviembre de 2020. Y Addis Abeba es responsable de la crisis humanitaria en Tigray en primer lugar.
De hecho, incluso antes del inicio del conflicto, el gobierno federal bloqueó las carreteras que conducen a Tigray y suspendió el presupuesto anual legalmente asignado a la región. Cuando comenzó la guerra, las fuerzas etíopes y eritreas aliadas diezmaron sistemáticamente la agricultura y la infraestructura de la región al amparo de un apagón mediático. El gobierno federal bloqueó servicios esenciales como banca, telecomunicaciones y electricidad. La mayoría de los intentos de las agencias internacionales de entregar ayuda se enfrentaron, y siguen encontrándose, con limitaciones burocráticas, ataques a los conductores y convoyes, retrasos o denegaciones.
Hoy, las reservas de alimentos en Tigray están casi completamente agotadas y la ONU estima que millones están al borde de la inanición. Con las carreteras bloqueadas o inaccesibles, las agencias están recurriendo a lanzamientos desde el aire, que también se han visto interrumpidos por ataques aéreos y de aviones no tripulados y son profundamente insuficientes dada la gran cantidad de ayuda que se necesita. Solo se ha proporcionado el 4% de la asistencia médica necesaria.
Un patrón familiar
La “tregua humanitaria” promete finalmente permitir que la ayuda que se necesita desesperadamente llegue a Tigray. Sin embargo, es importante tener en cuenta el contexto en el que se declaró.
La medida se produce justo cuando el empeoramiento de la crisis está recibiendo más atención internacional. La estimación reciente de 500.000 muertes desde la guerra ha sido ampliamente difundida. Las agencias de ayuda dan cada vez más la alarma. Y los legisladores estadounidenses están deliberando actualmente sobre la Ley de Estabilización, Paz y Democracia de Etiopia y la Ley de Promoción de la Democracia y la Paz de Etiopía, las cuales incluyen medidas de rendición de cuentas por violaciones de los derechos humanos y el derecho internacional humanitario. El inesperado anuncio del gobierno etíope de una tregua humanitaria parece estar e línea con sus vociferantes esfuerzos para detener el impulso que se ha ido acumulando en el Congreso de los EE.UU durante meses.
Este telón de fondo es particularmente importante porque refleja un patrón que hemos visto repetidamente durante esta guerra, de «reiniciar el reloj humanitario» al parecer cumplir con las demandas internacionales cuando, en realidad, hay pequeños cambios.
En febrero de 2021, por ejemplo, el Consejo de Seguridad de la ONU expresó su preocupación por el conflicto y la crisis humanitaria que se desarrolla en Tigray. Ante la posibilidad de acciones punitivas, el gobierno federal de Etiopía permitió por primera vez que las agencias de ayuda accedieran a partes de Tigray. Los funcionarios estatales negaron rotundamente que se estuviera restringiendo el acceso de la ayuda a la región, y los organismos internacionales se retractaron de sus advertencias. De manera similar, en junio de 2021, el gobierno federal anunció un “alto el fuego unilateral”, aparentemente por motivos humanitarios, ya que enfrentaba una creciente presión internacional.
En ambos casos, sin embargo, la actitud de Addis Abeba solo duró lo que duró la atención de los observadores. A pesar de sus reclamos de querer paliar la crisis humanitaria, continúa el bloqueo del gobierno a la banca, electricidad, agua, combustible, insumos agrícolas, medicamentos y ayuda alimentaria. Cualquier gota de ayuda permitida en Tigray ha hecho poco para aliviar el empeoramiento de las condiciones.
Todavía hay pocas señales que sugieran que la reciente tregua humanitaria será diferente. Desde el anuncio de la semana pasada, no hay señales de que se haya permitido la entrada de ayuda, pero ha habido una acumulación alarmante de tropas federales a lo largo de la frontera de Tigray.
No más ingenuidad
Las declaraciones de Addis Abeba como esta actual “tregua humanitaria” ya no pueden tomarse de buena fe. Aquellos que quieren que se aborde la grave crisis humanitaria en Tigray deben insistir en que el gobierno etíope tome medidas prácticas para demostrar su sinceridad antes de creer ingenuamente sus anuncios.
Estas medidas incluyen la reanudación de servicios esenciales como electricidad, agua, banca y comunicaciones; garantizar el flujo sin trabas de la ayuda utilizando todos los canales y rutas; retirar a todas las fuerzas de ocupación de las tierras de Tigray reconocidas constitucionalmente; y aprobar los recursos necesarios (efectivo y combustible) para las operaciones humanitarias.
Si los organismos internacionales no insisten en estas acciones, seguirán facilitando la manipulación de falsos relatos por parte del gobierno federal y la profundización de la crisis. Hasta ahora en esta guerra, los actores internacionales han estado casi paralizados frente a los ataques sistémicos del primer ministro Abiy Ahmed contra civiles, el uso del hambre y las enfermedades como armas y la vinculación de la ayuda humanitaria a la negociación política. Su respuesta, que se ha limitado en gran medida a declaraciones enérgicas, solo ha servido para envalentonar al régimen etíope.
El pueblo de Tigray no puede darse el lujo de pasar por otro ciclo de promesas vacías, inacción internacional y empeoramiento de la crisis.
Artículo publicado en Argumentos Africanos, editado por el equipo de PIA Global.