Análisis del equipo de PIA Global Área Árabe Islámica

La Tormenta de Al-Aqsa, por una Palestina libre

Escrito Por Beto Cremonte

Por Beto Cremonte*-
Este ataque no puede ser tomado de forma aislada. La historia de ocupación del territorio palestino no comienza (ni termina) en este episodio.

La historia ya conocida, dirá que desde el 7 de octubre, en Palestina, se desató un gran conflicto armado. También dirá que Hamás lanzó una operación militar contra las fuerzas de ocupación israelíes y que ese ataque, hoy conocido como “Tormenta de Al-Aqsa”, para algunos fue un ataque terrorista y para otros un acto en defensa del pueblo Palestino.

Hamas lanzó este ataque de forma sorpresiva, pera muchos analistas aseguran que Benjamín Netanyahu estuvo informado a tiempo de los preparativos previos para este ataque y sin embargo desoyó las advertencias, en principio egipcias. Para cuando los misiles, drones, parapentes y los soldados palestinos atacaron a las tropas israelíes ya era tarde para esgrimir cualquier excusa por parte del gobierno israelí. Sin embargo Tel Aviv respondió con una declaración de guerra y varios ataques brutales contra zonas civiles de Gaza

Este ataque no puede ser tomado de forma aislada. La historia de ocupación del territorio palestino no comienza (ni termina) en este episodio.

Historia detrás del conflicto

Palestina fue uno de los antiguos territorios otomanos que la Sociedad de las Naciones, hoy Organización de las Naciones Unidas, puso bajo administración británica en 1922. Con el tiempo, todos esos territorios se convirtieron en Estados independientes, excepto Palestina, en cuyo caso además de “la prestación de asistencia administrativa y asesoramiento” el Mandato Británico incorporó en 1917 la “Declaración de Balfour”, en la que expresaba apoyo al “establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío”. Durante el Mandato, de 1922 a 1947, tuvo lugar la primera ola de inmigración judía a gran escala a este territorio, proveniente principalmente de Europa Oriental, el número de judíos que inmigraron aumentó enormemente en la década de 1930 debido a la persecución nazi. Las reivindicaciones árabes a favor de la independencia y la resistencia a la inmigración judía desembocaron en una rebelión en 1937, tras la cual ambas partes recurrieron una y otra vez al terrorismo y la violencia. El Reino Unido consideró varias opciones para facilitar la independencia a esa tierra devastada por la violencia, y en 1947 acudió a las Naciones Unidas para que resolvieran el problema de Palestina.

Las Naciones Unidas propusieron poner fin al Mandato Británico y dividir a Palestina en dos Estados independientes, uno árabe palestino y otro judío, y que Jerusalén quedara bajo un régimen internacional, esta “solución” es conocida como la Resolución 181 (II), y data de 1947. Un año después, uno de los dos Estados “creados por la ONU” proclamó su independencia. Así es que en 1948 y con el nombre de Israel, nace un nuevo estado integrante de la ONU.

La creación del Estado israelí, lejos de traer paz a la región, acrecentó el conflicto entre árabes y judíos. En la guerra que siguió ese mismo año con los Estados árabes vecinos, Israel, ocupó el 77 % del territorio que había tenido Palestina bajo el Mandato Británico, incluida la mayor parte de Jerusalén. Más de la mitad de la población árabe palestina fue expulsada o huyó del territorio del nuevo Estado. El resto del territorio asignado al Estado árabe por la resolución 181 quedó bajo el control de Jordania y Egipto. En la guerra de 1967, Israel ocupó esos territorios (la Franja de Gaza y la Ribera Occidental), incluida Jerusalén Oriental, que posteriormente anexionó. Esta guerra provocó un segundo éxodo, de aproximadamente medio millón de palestinos. En su resolución 242, el Consejo de Seguridad formuló los principios de una paz justa y duradera, que incluía la retirada israelí de los territorios ocupados durante el conflicto, una solución justa del problema de los refugiados y la terminación de todas las situaciones de beligerancia o alegaciones de su existencia. Tras las hostilidades de 1973, el Consejo de Seguridad aprobó la resolución 338, en la que, entre otras cosas, pidió que las partes interesadas iniciaran negociaciones de paz. En 1974, la Asamblea General reafirmó los derechos inalienables del pueblo palestino a la libre determinación, la independencia nacional, la soberanía y el regreso de los refugiados. Al año siguiente, la Asamblea General estableció el Comité para el Ejercicio de los Derechos Inalienables del Pueblo Palestino y otorgó a la Organización de Liberación de Palestina (OLP) la condición de observadora en la Asamblea y en las conferencias de las Naciones Unidas.

Ninguna de estas resoluciones de la ONU fue acatada por Israel, por el contrario aumentó su nivel de ocupación con un plan de colonización de los territorios ocupados. Proceso que siguió empujando al pueblo palestino a vivir de manera restringida en la Franja de Gaza, un territorio de aproximadamente 360 km2, donde viven cerca de 2 millones de personas, lo que lo transforma en uno de los territorios más densamente poblado del planeta. La otra parte de Palestina, se encuentra en Cisjordania donde la OLP tiene su base gubernamental.

El Líbano, la Conferencia Internacional sobre la Cuestión de Palestina y la intifada

A pesar de lo antes redactado, que se desprende de las Resoluciones emanadas desde la Onu, Israel, en 1982, decide invadir el Líbano con la intención manifiesta de eliminar la OLP. Se negoció un alto el fuego. Las tropas de la OLP se retiraron de Beirut y se trasladaron a los países vecinos. A pesar de las garantías de seguridad para los refugiados de Palestina que se habían quedado, hubo una masacre a gran escala en los campamentos de Sabra y Shatila. En septiembre de 1983, la Conferencia Internacional sobre la Cuestión de Palestina adoptó los siguientes principios: la necesidad de oponerse a los asentamientos israelíes y a las iniciativas israelíes para cambiar el estatuto de Jerusalén, el derecho de todos los Estados de la región a existir dentro de fronteras reconocidas internacionalmente y el logro de los derechos legítimos e inalienables del pueblo palestino. En 1987 comenzó un alzamiento masivo contra la ocupación israelí en el Territorio Palestino Ocupado.

La intifada o “revuelta de las piedras” fue un movimiento popular en Palestina en contra de las fuerzas israelíes con el objetivo de poner fin a las asfixiantes condiciones sociales en que vivían los palestinos; una gran tasa de desempleo, restricciones de movimiento, la represión sistemática a toda la población por parte de las fuerzas de ocupación, la negativa a reconocer el derecho de autodeterminación del pueblo palestino así como la oposición a la construcción de estructuras estatales en Palestina.

De esta primera intifada surge Hamás, el partido político y militar palestino. Hamás nació en un contexto de recrudecimiento en los enfrentamientos entre los territorios palestinos ocupados para ese entonces por el Estado israelí e Israel y lo hizo bajo los parámetros de ser un grupo nacionalista, islamista y yihadista. Características que lo diferenciaban de la resistencia palestina que hasta entonces había sido protagonista. El término Hamás hace referencia al acrónimo de Movimiento de Resistencia Islámica y surgió teniendo como inspiración a los Hermanos Musulmanes de Egipto, un partido que se opone a vías políticas seculares. En su concepción estuvo, entre otros, el imán Ahmed Yassin, una figura mítica en la historia de Palestina que se mostró muy crítica con el proceso de oposición a Israel de la Organización para la Liberación de Palestina, la OLP liderada durante años por el histórico Yasser Arafat.

Arafat defendía en su corriente política ideas que lo ligaban con el socialismo y el panarabismo -muy populares en las décadas de 1960 y 1970 en la región de Medio Oriente-, pero estas posturas eran criticadas por Yassin debido a las tendencias «occidentales» que representaban. Yassin consideraba que era tan importante luchar contra Israel como preservar la sharia o ley islámica como columna vertebral de un futuro estado palestino.

Siguiendo con este raconto histórico, vamos a decir que unos años más tarde de la intifada palestina, en 1991, y con sede en Madrid se celebra la Conferencia de Paz con el objetivo de lograr una solución pacífica mediante negociaciones directas por dos vías, entre Israel y los Estados árabes por un lado y entre Israel y los palestinos por otro. Las negociaciones multilaterales debían centrarse en cuestiones de ámbito regional, como el medio ambiente, el control de armamentos, los refugiados, el agua y la economía. Las sucesivas negociaciones culminaron con el reconocimiento mutuo entre el Gobierno de Israel y la OLP, como representante del pueblo palestino, y la firma de la Declaración de Principios sobre las Disposiciones relacionadas con un Gobierno Autónomo Provisional, conocido como “Acuerdo de Oslo”.

De estas reuniones se desprenden los posteriores procesos en la región. Estos son: la retirada parcial de las fuerzas israelíes, las elecciones del Consejo Palestino y la Presidencia de la Autoridad Palestina, la liberación parcial de los detenidos palestinos y el establecimiento de una administración efectiva en las zonas palestinas autónomas. La Declaración de Principios de 1993 aplazó ciertas cuestiones hasta las negociaciones posteriores sobre el estatuto permanente, que tuvieron lugar en 2000 en Camp David y en 2001 en Taba, pero en las que, sin embargo, no se llegó a ninguna conclusión.

La resistencia a la ocupación y colonización sionista, la Segunda 
Intifada

La segunda intifada, el muro de separación, la hoja de ruta y Hamás

Con el comienzo de la Segunda Intifada a finales del año 2000, el papel de Hamás ya fue mucho más relevante, prácticamente a la par que el de Al Fatah, a pesar de que ese partido estaba en el Gobierno palestino para esa época. Aunque en el terreno, Hamás cosechó duras derrotas con el Ejército israelí, llegando a fallecer sus líderes más importantes, Ahmed Yassin y Abdel Aziz ar-Rantisi, en operaciones militares especiales de Israel, su influencia política se disparó durante esta intifada.

Esta segunda intifada estalló cuando el Primer Ministro Ariel Sharon, del partido israelí Likud, visitó en 2000 Al-Haram al-Sharif (Monte del Templo), en Jerusalén. A continuación, Israel empezó a construir un muro de separación con la Ribera Occidental, ubicado principalmente dentro del Territorio Palestino Ocupado y declarado ilegal por la Corte Internacional de Justicia. En 2002, el Consejo de Seguridad apoyó el concepto de los dos Estados: Israel y Palestina. Ese mismo año, la Liga Árabe aprobó la Iniciativa de Paz Árabe. En 2003, el Cuarteto (compuesto por los Estados Unidos, la Unión Europea, Rusia y las Naciones Unidas) dio a conocer una hoja de ruta para avanzar hacia una solución biestatal. También en 2003 se aprobó en Ginebra un acuerdo de paz no oficial entre personalidades destacadas israelíes y palestinas. En 2005, Israel retiró a sus colonos y tropas de Gaza, aunque mantuvo el control de sus fronteras, costas y espacio aéreo.

La fortaleza de Hamás comenzó a ser evidente especialmente a partir del año 2006. Bajo el liderazgo de Ismail Haniya, el grupo decidió presentarse a las elecciones legislativas previstas en Palestina para ese año y logró cosechar una amplia victoria que les permitió hacerse con una holgada mayoría absoluta en el Legislativo. Esta victoria fue histórica, porque de forma democrática, los postulados de Hamás se impusieron sobre los de otros partidos de larga trayectoria como Al Fatah o el Frente Popular para la Liberación de Palestina.

Tras las elecciones legislativas palestinas de 2006, el Cuarteto puso como condición para prestar asistencia a la Autoridad Palestina que esta se comprometiera a no recurrir a la violencia, reconociera a Israel y aceptara los acuerdos previos. Cuando Hamás tomó el control de Gaza en 2007 recurriendo a las armas, Israel impuso un bloqueo. Con el Proceso de Annapolis de 2007-2008 no se llegó a un acuerdo sobre el estatuto permanente. La escalada de los ataques aéreos y con cohetes a finales de 2008 desembocó en la operación terrestre israelí en Gaza conocida con el nombre de “Plomo Fundido”. La violencia del Estado de Israel no cesó desde entonces y el no reconocimiento de las elecciones de 2006, son el puntapié para la contraofensiva (defensiva) de Hamás, que desde la Franja de Gaza, reclamaba la autenticidad de los resultados y el reconocimiento internacional como la auténtica autoridad en Palestina.

Las escenas de una guerra sin fin se repitieron en la región hasta el día de hoy. El fuego cruzado entre palestinos e israelíes cobra relevancia cuando unos u otros deciden recrudecer los ataques, pero aquí la diferenciación que tenemos que hacer y aunque parezca mentira, se torna obligatoria, es decir que por un lado se encuentra un Estado (Israel) y por el otro un partido político que lucha (con sus herramientas) contra la ocupación, por la libertad y la autodeterminación del pueblo palestino.

ataques sorpresivos lanzados este sábado por el movimiento HAMAS. 

De la historia se desprende la actualidad

Como venimos mencionando a lo largo de esta nota, la “Tormenta de Al-Aqsa”, no se puede encuadrar en un hecho aislado, Si, quizás, sorpresivo parta algunos. Para Fernando Esteche, Doctor en Comunicación y Director de este portal, “Es claro que hubo un cálculo de oportunidad en la ofensiva defensiva de Hamas y Jihad Islámica, no simplemente por el sabath sino fundamentalmente por el momento geopolítico.” Y desde allí podemos realizar otro análisis, uno más profundo, donde, sin dejar de condenar los actos terroristas, nos posicionamos reconociendo el auténtico reclamo palestino.

Además de las disputas territoriales, el ataque parece tener motivos religiosos directos. Los palestinos llaman al asalto “Operación Tormenta de Al-Aqsa ”, en referencia a la famosa Mezquita de Al-Aqsa, un importante lugar sagrado islámico. Militantes judíos han atacado con frecuencia el lugar y grupos religiosos extremistas han presionado al Estado para que derribe la mezquita y construya un templo judío en la región. La constante profanación de Al-Aqsa parece haber sido una línea roja para los musulmanes palestinos.

El efecto sorpresa del ataque de Hamás conmocionó a las autoridades israelíes y a los partidarios de Tel Aviv en todo el mundo. La capacidad de Hamas para destruir el asedio ilegal impuesto por las fuerzas sionistas fue vista como una derrota histórica para Israel. Además, muchos expertos critican la capacidad de inteligencia del Estado judío después del inicio de la batalla, ya que las fuerzas de espionaje del país fueron ineficaces a la hora de predecir los movimientos palestinos y tomar medidas preventivas contra Hamás, con recursos mucho más limitados que las Fuerzas de Defensa de Israel.

Inmediatamente después del inicio de las hostilidades, comenzaron a compartirse en las redes sociales numerosos vídeos e imágenes que mostraban la violencia de los enfrentamientos.

Muchas de estas imágenes están difundidas fuera de contexto, principalmente por la maquinaria de propaganda prosionista occidental. Los activistas antipalestinos acusan a Hamás de asesinar a civiles, mientras que los antisionistas afirman [erróneamente] que todos los asesinados son objetivos militares a pesar de que algunos de ellos están desarmados. Es importante recordar que en Israel el servicio militar es obligatorio para casi todos los ciudadanos (incluidas las mujeres), y la mayoría de los colonos de las fronteras de Gaza son en realidad militares, incluso si finalmente fueron asesinados o capturados mientras estaban fuera de servicio.

También es necesario recalcar que las reacciones de Israel fueron duras. Netanyahu declaró el estado de guerra y ordenó una serie de bombardeos contra la Franja de Gaza, donde  cientos de civiles palestinos murieron, instalaciones no militares fueron destruidas y se está imponiendo un severo bloqueo a cualquier tipo de suministro de alimentos, energía o agua. Las represalias no impidieron el avance de Hamás hacia la zona de ocupación. Todavía hay una fuerte presencia de tropas palestinas y una absoluta incapacidad israelí para expulsarlas. Además, miles de ciudadanos israelíes están abandonando el país, creando una crisis sin precedentes.

La reacción internacional no se hizo esperar

En todo el mundo, las reacciones a la escalada fueron las esperadas. La mayoría de los países árabes e islámicos han expresado su apoyo a la resistencia palestina, pero sin comprometerse a una cooperación militar directa, al menos por un momento, hoy algo de esa situación ha cambiado.

En Líbano, el escenario de una prolongación del actual conflicto entre Hamás en Gaza y el ejército israelí está en la mente de todos, tras los enfrentamientos que se multiplicaron en la frontera libanesa-israelí, entre palestinos y Hezbolá contra las fuerzas israelíes. Líbano acoge a más de 200.000 refugiados palestinos. En los campos se sigue continuamente la guerra de Gaza e Israel, y la población expresa su firme apoyo al ataque dirigido por Hamás. «Es la primera vez que tenemos tan buenas sensaciones. Sentimos que vamos a ganar y esperamos volver a Palestina, si Dios quiere. Palestina sólo volverá a nosotros a través de la fuerza y la resistencia», se oye en la voz de un palestino refugiado en el pequeño campamento palestino de Mar Elias, en Beirut.

El subjefe de Hezbolá dijo que el grupo respaldado por Irán estaba «listo» y que «contribuiría» a las confrontaciones contra Israel de acuerdo con su propio plan, a pesar de que las potencias extranjeras les pidieron que se mantuvieran al margen.

Por otro lado el Colectivo Occidente ha expresado su apoyo a Israel, y Estados Unidos, la UE, el Reino Unido y sus aliados critican duramente a Hamás, al que consideran un “grupo terrorista”. Por otro lado, Rusia y China pidieron un alto el fuego inmediato y enfatizaron la importancia de reconocer un Estado palestino como condición existencial para la paz en Medio Oriente.

Washington está trasladando una importante ayuda militar adicional a Tel Aviv. El Estado judío ya recibe anualmente 3.000 millones de dólares en ayuda militar de los EE.UU., pero con la escalada de las hostilidades la tendencia es que esta ayuda aumente sustancialmente. Obviamente, esto tendrá un grave impacto en la guerra por poderes contra Rusia, ya que será imposible para Estados Unidos seguir respaldando dos conflictos de alta intensidad al mismo tiempo. La agenda proisraelí es unánime entre los políticos estadounidenses y reúne a republicanos y demócratas de manera mucho más cohesiva que Ucrania, algo que desagrada a muchos políticos conservadores. Por lo tanto, lo más probable es que Kiev sea progresivamente “abandonada” por Washington a medida que la crisis en Palestina empeore.

Sin embargo, es poco probable que la ayuda estadounidense suponga automáticamente un “cambio de juego” para Israel.  En el juego estratégico de la geopolítica se mueven las fichas. Cada acción provoca una reacción, que aunque esto no sé dé estrictamente como lo indica la Tercera Ley de Newton o principio de acción y reacción, que plantea que toda acción genera una reacción de igual intensidad, pero en sentido opuesto.

En este sentido la correlación de fuerzas es notoriamente diferente. Pero no se descartan represalias y ataques locales, ya que Irán seguramente aumentará exponencialmente su participación en el conflicto y enviará armas y tropas irregulares para ayudar a los palestinos. Además, como ya hemos mencionado, Hezbolá del Líbano y algunas unidades militares sirias también están preparadas para el combate y podrían entrar abiertamente en el conflicto si éste se intensifica. Irán también controla a los disidentes hutíes en Yemen, que también podrían participar en las hostilidades. Así, en lugar de un esfuerzo militar “fácil”, con asesinatos sistemáticos de civiles y expansionismo territorial (como se ha visto en otras ocasiones), esta vez Israel puede estar enfrentando una grave crisis de seguridad, poniendo en riesgo su propia existencia.

Para evitar este escenario desastroso, lo correcto para Tel Aviv es detener el expansionismo territorial y la ocupación ilegal de los territorios palestinos. El Estado judío necesita respetar el derecho internacional y empezar a pensar seriamente en devolver sus fronteras a los límites del plan de la ONU de 1948, con posibles cambios, siempre y cuando se negocien con los árabes en circunstancias mutuamente beneficiosas. Las políticas agresivas de apartheid y anexión territorial, así como la profanación de lugares religiosos islámicos, sólo darán lugar a más conflictos.

Sin embargo, Tel Aviv no sólo parece comprometida con las alas más extremas del sionismo, sino que también muestra voluntad de actuar como representante estadounidense contra Irán en Medio Oriente, lo que genera expectativas muy negativas. Si Israel elige el camino de la guerra, podría convertirse en una “nueva Ucrania”.

“¡Estamos en guerra!” declara el liderazgo israelí. Y a esta afirmación correspondería la tan ilusoria pregunta retórica de ¿ah, es verdad?, como si de repente ante este ataque de Hamás, hayan descubierto la guerra contra Palestina. O acaso ¿no consideran guerra los ataques perpetrados por las fuerzas de ocupación contra Gaza? O ¿qué han estado haciendo las tropas israelíes diaria e incesantemente mientras irrumpen en los barrios de Cisjordania, matando, aterrorizando a familias y secuestrando a jóvenes?

La guerra no tiene una sola cara y es condenable, en todos sus aspectos. Pero el terrorismo de Estado que ejerce Israel en conjunto con muchos países de la comunidad internacional, la ONU y las  Resoluciones favorables a Palestina que nunca se cumplieron ni respetaron a pesar de su legitimidad en el reclamo y en las firmas y firmantes de esos acuerdos, que a la postre son los mismos que se posicionan en el no respeto de los mismos como socios del estado sionista de Israel, es absolutamente condenable. Es terrorismo de Estado, lisa y llanamente, aunque los medios hegemónicos se nieguen a reconocerlo.

*Beto Cremonte, Docente, profesor de Comunicación social y periodismo, egresado de la UNLP, Licenciado en Comunicación Social, UNLP, estudiante avanzado en la Tecnicatura superior universitaria de Comunicación pública y política. FPyCS UNLP

Acerca del autor

Beto Cremonte

Docente, profesor de Comunicación social y periodismo, egresado de la Unlp, Licenciado en Comunicación social, Unlp, estudiante avanzado en la Tecnicatura superior universitaria de Comunicación pública y política. FPyCS Unlp