Análisis del equipo de PIA Global Asia Occidental

La táctica de dividir a un pueblo: el turno del Líbano

Escrito Por Gianna Rosciolesi

Por Gianna Rosciolesi*- El fantasma de la Guerra Civil vuelve a azotar los aires del Líbano luego de que sus dirigentes aprobaran la propuesta estadounidense para monopolizar las armas en el Ejército Libanés.

El Líbano ha sido por tradición, historia y colonización, un país multireligioso, en el que los diferentes cultos han convivido a pesar de sus diferencias. Su sistema político, impuesto por Francia a cambio de la independencia del país, está organizado de manera tal que cada miembro represente una rama religiosa distinta. El presidente es cristiano maronita, el primer ministro musulmán suní y el presidente del Parlamento musulmán chií.

Los musulmanes chiitas, rama a la que pertenece el partido Hezbollah, representan un 40% de la población libanesa, siendo el grupo religioso mayoritario dentro de sus residentes. Si bien el lugar del presidente del Parlamento le corresponde a un musulmán chií, luego de la Guerra Civil Libanesa (1975-1990) el Acuerdo de Taif, que puso fin a la guerra, mantuvo el reparto de poderes entre comunidades pero amplió los escaños del Parlamento, que quedaría repartido a medias entre cristianos y musulmanes. Esto le quita representatividad a la mayoría poblacional.

Sin embargo, Hezbollah ha mantenido una importante influencia en la comunidad libanesa. Con su fuerte impronta de resistencia anticolonial, antisionista, contra los yihadistas salafistas y wahabíes, el grupo se consolidó como una importante molestia frente a quienes han querido incursionar en la política libanesa a favor de intereses que no han favorecido a las población autóctona.

Este año Beirut nombró a un nuevo presidente, luego de más de dos años sin un representante fijo en el ejecutivo. El electo fue Joseph Aoun, un cristiano maronita ex líder del Ejército Libanés.

Hezbollah apoyó la candidatura de Aoun en la segunda vuelta de elecciones, luego de abstenerse en la primera. 

No obstante, Aoun también fue apoyado por Estados Unidos, Francia y Arabia Saudita, quienes vieron un amaine de la influencia chií luego de la guerra impuesta por Israel hacia Hezbollah durante 2023 y 2024 (y que hoy en día se mantiene activa). 

Estados Unidos ha sido un aliado clave del Ejército Libanés, principalmente, en su lucha por destruir al Eje de la Resistencia, considerándolos enemigos claves en sus procesos imperialistas en las tierras fenicias, y en la región de Asia occidental en general. 

Arabia Saudita, había abandonado las relaciones con el Líbano en 2017 por la inconsistencia de sus políticas wahabíes en los suelos mayoritariamente chiíes. Ahora, ve en Aoun la oportunidad de recuperar su influencia, principalmente financiera, en el Líbano. El reino planea ofrecer asistencia económica para la reconstrucción del país así como asistencia en sus instituciones estatales. 

Aoun, respondiendo a sus sponsors, expresó en su primer discurso ante el Parlamento que “prometía confirmar el derecho del Estado a monopolizar el porte de armas”, y eso fue lo que comenzó a hacer. 

¿Un desarme justificado?

Este año el enviado estadounidense, Tom Barrack se acercó al gobierno libanés con una propuesta de desarme de los grupos no gubernamentales, focalizando la intención en Hezbollah. A cambio, el gobierno estadounidense ofrece su apoyo para solicitarle al ejército israelí que desocupe las posiciones establecidas al sur del Líbano (es decir que acate lo desarrollado en el alto al fuego). 

Luego de tensas reuniones y planificaciones, y con un panorama poco prometedor, el gobierno de Beirut aceptó la propuesta occidental para la monopolización de armas en manos del estado. A pesar de que el primer ministro haya dicho “Hablar de que el gobierno libanés está implementando un proyecto estadounidense-israelí es infundado. Nuestras decisiones son puramente libanesas, las toma nuestro Consejo de Ministros, y nadie nos las dicta”, las intenciones del bloque colonizador se ven claras. 

Luego de lo expuesto por el estado fenicio, el secretario general de Hezbollah, Naim Qassem, pronunció un discurso difundido en las redes sociales en donde se dio a conocer el disgusto y la negativa del grupo a acatar dicha orden. La Resistencia sostiene que entregar sus armas, sería darle el lugar a la entidad sionista a consolidarse en las tierras libanesas, asegurando nuevas bases militares que podrían utilizar para atacar tanto el Líbano, como Palestina, Irán y otras naciones cercanas. 

Qassem expresó que el partido sería capaz de llevar adelante “una batalla como la de Karbala si fuera necesario para enfrentar este proyecto israelí-estadounidense”. 

El enfrentamiento en Kerbala fue la segunda guerra civil islámica, que terminó de dividir a la comunidad musulmana en dos grandes corrientes (sunita y chií).

Sin embargo, tanto Hezbollah como Amal, otro partido libanés con importante presencia, decidieron posponer cualquier protesta callejera contra el plan porque creen que aún hay espacio para el diálogo con el gobierno libanés.

No obstante, a los líderes fenicios no les simpatizaron los dichos del Secretario General. El primer ministro Salam, expresó: “Creo que esta amenaza o intimidación de guerra civil está prohibida. Ningún libanés hoy quiere volver a la guerra civil”. De igual forma lo hizo el diputado Hadi Abu al-Hassan, secretario del bloque de la Asamblea Democrática (el bloque del Partido Socialista Progresista), “¿Por qué mencionar términos obsoletos en el Líbano? Sobre todo después de la reconciliación nacional. ¿Por qué invocar el conflicto y hablar de guerra civil? ¿Guerra contra quién? Nadie quiere una guerra civil, y quien la busca es el enemigo israelí”.

El Plan de desarme tiene un plazo de ocho meses para que Hezbollah y los demás partidos armados declaren explícitamente su compromiso de desarmar y restringir sus armas al Estado, de modo que los detalles se puedan discutir en el Consejo de Ministros.

Sin embargo, la conciencia de Hezbollah conoce las estrategias occidentales para la colonización de los territorios, y sabe que abandonar su lucha armada, que se basa en una política de defensa, representará la exportación del Líbano a manos extranjeras. 

El Eje de la Resistencia no busca una guerra con su propio pueblo, busca protegerlo de los foráneos y asegurar sus límites y recursos naturales. Mas que el gobierno busque desarticular su estrategia de defensa en pos de intereses de potencias extranjeras, visualiza un vínculo roto con Hezbollah. 

Una guerra civil es poco probable por la inestabilidad que presenta el Líbano hoy, pero la presión de entidades como Estados Unidos e Israel puede ayudar a generar una falta de consenso ideológico, así como una pérdida de unidad nacional, que desemboque en la desestructuración de sus instituciones, y pueda ser aún más sencillo colonizar sus sistemas y a su población. 

Foto de portad: AP News Agency

*Gianna Rosciolesi Técnica en Comunicación Social, Técnica en Relaciones Públicas y Ceremonial, Miembro de la Cátedra de Relaciones Internacionales de la Facultad de Periodismo UNLP, Integrante del equipo de Investigaciones de PIA Global.

Acerca del autor

Gianna Rosciolesi

Técnica en Comunicación Social, Técnica en Relaciones Públicas y Ceremonial, Miembro de la Cátedra de Relaciones Internacionales de la Facultad de Periodismo UNLP, Integrante del equipo de Investigaciones de PIA Global.

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