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La sombra de una nueva invasión en Iraq

Escrito Por Gianna Rosciolesi

Por Gianna Rosciolesi*- La presión sobre Irán, el control del petróleo y la reconfiguración del mapa militar en Asia Occidental vuelven a colocar a Iraq en el centro del tablero geopolítico. La narrativa de la “seguridad” oculta una disputa por recursos y hegemonía.

La Casa Blanca, el Departamento de Defensa y la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos orquestaron entre los años 2002 y 2003 una narrativa que condenó al gobierno iraquí a caer en manos de la tutela occidental. 
La CIA elaboró un informe de inteligencia que afirmaba que Bagdad estaba construyendo un arma nuclear, a partir del enriquecimiento de uranio que adquiría de Níger. 

Varios funcionarios de inteligencia informaron a representantes del Congreso y de la Casa Blanca que dudaban de aquel documento, y se difundió entre la comunidad que el llamado “Informe de Níger” era una invención de miembros del servicio de inteligencia militar italiano.
Sin embargo, el informe se difundió asegurando que el gobierno de Saddam Hussein estaba trabajando en una amenaza clara e inminente, por lo que la intervención estadounidense era “necesaria” para tal situación.

Esta difamación le costó a Iraq la caída de su gobierno, y una presencia atlantista instalada con comodidad en su estado, que hasta el día de hoy continúa delimitando y manipulando las decisiones de sus gobernantes.

Recientemente, el estado sionista comenzó a difundir por sus medios de comunicación que su ejército estaba previendo un posible ataque de las fuerzas de la resistencia iraquíes. Una narrativa que replica los cuentos de su mayor aliado, Estados Unidos, y que puede provocar una nueva invasión, justificada en amenazas no comprobadas. 

“Temor a ataques”

Pocos días después de que representantes políticos de Irán e Iraq se reunieran el pasado octubre, el ejército israelí y el Mossad anunciaron que desplegarían fuerzas en suelo iraquí. 

Su justificación se basa en el temor a que “Irán esté preparando a facciones chiíes iraquíes para una posible acción contra Israel”.

El periódico israelí Maariv aseguró en sus líneas que Teherán está desarrollando un nuevo enfoque estratégico hacia Iraq, conocido como la política de doble vía, en medio de la creciente presión occidental contra Irán en la región y la cautelosa calma en su conflicto con Israel y Estados Unidos.
Los medios israelíes también informaron que “Tel Aviv planea lanzar un ataque contra el país para atacar a grupos militantes respaldados por Irán.”

Además, los oficiales israelíes propusieron intensificar sus ataques contra Hezbollah en el Líbano para socavar la resistencia chií en la región, comprendiendo que las tropas que acusan de mantener vínculos con Irán pertenecen a la red del Eje de la Resistencia. 

Al comienzo de la guerra de Gaza de 2023, facciones de las Fuerzas de Movilización Popular de Iraq (FMP) atacaron a tropas estadounidenses e israelíes con drones y misiles de crucero. Sin embargo, esto cesó rápidamente después de que Estados Unidos respondiera a principios de 2024 con ataques aéreos a gran escala en Bagdad.

Presencia infundada 

Luego de que Washington pudiera convencer al gobierno libanés de desarmar a Hezbollah, comenzó a presionar a los políticos iraquíes que se encontraban a punto de votar a favor de la institucionalización de las Fuerzas de Movilización Popular. El proyecto de ley presentado, buscaba la integración del grupo a la estructura estatal. 

El secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, intimidó a Bagdad anunciando que la aprobación de dicha legislación desencadenaría una revisión exhaustiva de las relaciones entre Estados Unidos e Iraq, que podría incluir mayores sanciones de las que ya tiene.

La administración de Trump busca concretar un desarme de los militares chiíes, especialmente de Kataeb Hezbollah, que responde al lineamiento del Hezbollah libanés. Sin embargo, el primer ministro iraquí, Mohammed Shia’ Al Sudani, ha anunciado que su gobierno pretende centrar las armas bajo control estatal, pero que esto no será posible si Washington no abandona sus posiciones dentro del país. Asegura además, que varias facciones ven la presencia estadounidense como una fuerza de ocupación.

El Pentágono decidió retirar bases militares de Ain Al Asad, al oeste de Iraq, para movilizarse a Bagdad, Siria y Erbil (capital del Kurdistán iraquí), esperando una salida total para finales de 2026. Una primera fase de la retirada comenzó en septiembre de este año.

A pesar de definirlo como retirada, observamos un redespliegue de los efectivos norteamericanos en la región. Erbil simboliza cobertura política, seguridad militar y utilidad geográfica. El Gobierno Regional del Kurdistán iraquí se alinea con los intereses de occidente y ha demostrado ser un buen aliado para ellos en la región.  

Pocos días luego de asumir como presidente, Trump, emitió un memorándum presidencial que establecía una política de “máxima presión” sobre Irán.  El documento identificaba al sistema financiero de Bagdad como una laguna legal utilizada por Irán, desencadenando dicha acusación en una imposición de sanciones financieras por parte de los Departamentos del Tesoro y del Estado a individuos y entidades iraquíes acusados ​​de facilitar la evasión de las sanciones de Irán, algunos de los cuales fueron designados como amenazas terroristas.

Base aérea Ain Al Asad, Iraq. / Reuters

En esa línea, recientemente fue elegido enviado especial de Estados Unidos para Iraq Mark Savaya, quien tomará las mismas tareas que Tom Barrack en Siria y Steve Witkoff en el Líbano. 

Los analistas sugirieron que Savaya tendrá la misión de ejercer una presión a los principales actores políticos iraquíes para desmantelar las milicias y monopolizar las armas en el estado, así como la eliminación de la economía rentista dependiente de los ingresos petroleros. El petróleo iraquí es el sector de mayor valor para las empresas estadounidenses.

La conjunción de estos intereses, que incluyen la debilitación de Irán, el redespliegue y reordenamiento en la región y la industria del petróleo, son motivos suficientes para que la alianza Israel-Estados Unidos active un nuevo proceso bélico. Por ello, la necesidad de movilizar fuerzas, permanecer en la influencia de la estructura estatal y de la construcción de relatos que coloquen al país como un “peligro” para la seguridad. 

*Gianna Rosciolesi Técnica en Comunicación Social, Técnica en Relaciones Públicas y Ceremonial, Miembro de la Cátedra de Relaciones Internacionales de la Facultad de Periodismo UNLP, Integrante del equipo de Investigaciones de PIA Global.

Foto de portada: Fuerzas militares estadounidenses derribando una estatua de Saddam Hussein en abril de 2003. / AP

Acerca del autor

Gianna Rosciolesi

Técnica en Comunicación Social, Técnica en Relaciones Públicas y Ceremonial, Miembro de la Cátedra de Relaciones Internacionales de la Facultad de Periodismo UNLP, Integrante del equipo de Investigaciones de PIA Global.

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