Con el compañero Presidente enfermo, aunque felizmente en recuperación, la situación nacional se observa grave, preocupante. La empecinada peste, con todas sus variantes llamadas cepas, no hace más que demostrar que con la sola vacuna no alcanza, ni tampoco los consejos de buena voluntad. Y que de seguir «cuidando» el turismo y la economía, si no se cierran totalmente las fronteras, esto puede ir para largo y quizás de mal en peor. Sobre todo porque las pibadas de ahora manifiestan su rebeldía con charangas y cerveza, como aquí en Resistencia este fin de semana que fue un delirante carnaval callejero. Las nuevas cepas parecen resistentes a todo y ya entraron a la Argentina de la mano de los gobernantes porteños y de sus hijos con PCRs truchos.
Estas argentinadas, como la de insistir en el absurdo nombre CABA para el mayor congolomerado urbano del país, que gozaba de prestigio en el mundo por el poético nombre que le pusieron Pedro de Mendoza y Juan de Garay, no por archiconocidas dejan de ser cretinadas hartantes. Y confunden, además, al negar que el derecho al río que tienen sus habitantes también es soberanía. La capital de esta federación, la hermosa ciudad del tango y la cultura, de los parques y paseos, ahora parece estar en manos de bandidos interesados en pisotear toda forma de soberanía.
Lo antedicho se inscribe en plena recordación de la Guerra de Malvinas, donde cientos de compatriotas dieron sus vidas por todas y todos los que hoy somos. Y cuya derrota bélica (que sabemos a la larga provisoria) es parte de la lucha permanente por la Soberanía Nacional. Cuyo escenario fue y es Malvinas, como es ahora y será siempre nuestro río Paraná, y lo serán las pampas y los lagos y las montañas y el litio, el oro, la plata, el cobre y tanto más.
Y esto preocupa porque ya hay muchos indicios de que la entrega del Paraná y la postergación del Canal Magdalena serían inminentes, al vencimiento de la concesión que hizo Menem en 1995, aplaudido por dirigencias y actores políticos y económicos que, faltos de vergüenza, todavía no se autocritican.
En ese contexto, esta columna conoce la hipótesis de que el ministro Mario Meoni y quienes lo acompañan en su afán de entregar el río al poder multinacional extranjero estarían conscientes de que ahora esos intereses privados no podrán ganar por goleada como en 1995, para lo cual estarían preparando un astuto gambito: jugarse a fondo para la renovación de la entrega, pero matizar las furias acelerando el Canal Magdalena, que es desvelo del gobernador Kicillof, quien fue el único que planteó, el lunes pasado y en Rosario, en el primer plenario del Consejo Federal de la Hidrovía (CFH), que éste “no es un tema empresarial ni exclusivamente económico; es una cuestión fundamentalmente de soberanía nacional… Hay que fijar los objetivos y para Buenos Aires es una oportunidad. Estamos en la puerta que abre el camino al desarrollo de una marina mercante de pabellón nacional, de nuevos canales, de discutir de dragas locales, y una mejora logística”.
Nadie con poder se había atrevido a tanto. Y ya era hora de retomar esa línea iniciada por el senador Jorge Taiana para fortalecer y garantizar la soberanía nacional y acotar el poder hasta ahora omnímodo de las multinacionales dueñas, de hecho, de toda la costa santafesina.
Claro que el anuncio de esta nueva pérdida de soberanía sobre el Paraná sería «compensado» con las obras del Canal Magdalena. Algo así como te doy 2 pero te afano 20, típico del historial radical-macrista que el ministro bien conoce. E incluso esa entente cipaya podría ceder también algunos controles estatales menores y acotados, con tal de que el poder agroexportador, las empresas navieras y los dueños de los puertos no pierdan casi nada aún aceptando esos controles estatales, para ellos, supuestamente, fáciles de corromper.
Fuentes confiables aseguran además que el inminente 26 de abril, en el 2º plenario del CFH, Meoni anunciaría una prórroga temporaria a la actual concesionaria belga Jan de Nul, y a su asociada Emepa, llamando de paso a nuevos estudios ambientales para el dragado del Canal Magdalena. Que no son necesarios porque ya están hechos; en el Magdalena sólo hay que poner manos a la obra.
Como sea, esa extensión temporaria del contrato favorecería una vez más al grupo belga y a la supuestamente argentina Emepa, de Gabriel Romero, personaje que en la así llamada «Causa de los Cuadernos» declaró haber pagado 600.000 dólares para que el gobierno de CFK le prorrogara la concesión por otros 10 años. Patraña que sólo la banda de Bonadio pudo inventar o creer para acosar más a la expresidenta.
Lo cierto es que lo central en toda esta cuestión es la Soberanía, que no es un plato que se come frío ni crudo, y en este sentido ya circula otra versión: la que dice que en el Ministerio de Transporte existiría un acuerdo entre Sergio Massa y Máximo Kirchner para cumplir con un histórico reclamo de nuestro Sur: que el cruce por el Estrecho de Magallanes, de Santa Cruz a Tierra del Fuego, se realice por aguas argentinas, acabando así con la obligación de cruzar dos veces vía Chile. Este reclamo es elemental en materia de Soberanía, para no pasar por un país extranjero al ir de una provincia a otra. Desde luego que esta columna no cree que el Ministro Meoni se interese sinceramente por esto, pero al menos será bueno sumar el tema a la agenda de reparaciones de soberanía, aunque sin que ello implique ceder ni un milímetro en la demanda de que no se entregue nuestro río Paraná.
Es cada vez más intolerable, por dañino, que la entrada y salida de casi todo el comercio exterior argentino siga en manos privadas. Hay mucha información acerca de la concesión que hizo Menem en 1995, cuando entregó el Paraná desde la Isla del Cerrito (llamado «Punto de Confluencia» en típico estilo esquivo) hasta desembocar en el Río de la Plata. Pero también hay, por fortuna, mucha y buena info que evidencia que esa vía fluvial puede y debe conectarse con el sur patagónico. Y en ese sentido, como lo señaló Taiana hace unos meses, es el Canal Magdalena, argentino y bonaerense, la vía navegable adecuada para la salida al océano Atlántico y conectar así todos los puertos de la red fluvial con los de la costa marina. Lo que no sólo garantizará el control del Estado sino que mejorará el tránsito marítimo, e incluso turístico, hacia y desde los puertos patagónicos, con bajísimo impacto ambiental (es un canal natural, ancho y de bajo mantenimiento relativo) y costos de transporte más baratos, veloces y limpios que en camiones.
Como viene planteando Horacio Rovelli, quizás el economista más certero en sus lecturas de las involuciones e indecisiones del Gobierno, es precisamente ahora, dado que «el drenaje de riquezas por los grandes puertos del litoral no cesa», cuando «hay que tomar decisiones urgentes en la hidrovía, dado que nuestro futuro es oscuro y lo que sigue es el saqueo. Hay que ser conscientes de que el gobierno es débil y así se vuelve funcional a los intereses que nos oprimen».
La debilidad es un cargo tremendo para un gobierno, y sobre todo si es el gobierno en el que confiamos. Pero admitir la debilidad es siempre el primer paso hacia la fortaleza. Y el presente argentino es transparente en este sentido. El saqueo a la Argentina es cada día más grosero e injustificable y es hora de enterar a la sociedad de que sola y simplemente con el Paraná controlado por el Estado se podría pagar la deuda externa completa, justo o injusta, en menos de tres años. Sobran análisis y economistas serios para demostrarlo.
Notas:
*Escritor y publicista argentino. Recibirá el título de Doctor Honoris Causa de la Universidad Nacional del Nordeste, en mérito a su obra literaria y reconocimiento académico universal, y a la sostenida gestión cultural representativa del Chaco, Corrientes y el NEA.
Fuente: Pagina 12