Europa

La Segunda Balcanización (I): Bosnia y Herzegovina, protectorado europeo

Por Alejandro López Canorea* – Se constituyó un país mixto bajo supervisión de una Europa con anhelos multiculturales conformado por bosníacos, serbobosnios y bosnio-croatas.

Primera Parte – Segunda ParteTercera Parte.


En mitad de los Balcanes Occidentales, hogar de los pueblos eslavos del sur de Europa, existe un Estado de difusa funcionalidad que representa una bomba de relojería con potencial de explotar desde 1995. Bosnia y Herzegovina es una república surgida del estallido nacionalista de Yugoslavia, apuntalado con intervención extranjera. Se constituyó un país mixto bajo supervisión de una Europa con anhelos multiculturales conformado por bosníacos, serbobosnios y bosnio-croatas. Un país artificial que solo había servido como Estado unido por Yugoslavia y su convivencia de etnias. Sin Yugoslavia cada comunidad miraría en una dirección a pesar de lo dispuesto por la Unión Europea.

DIVISIÓN FEDERIAL

En el caso bosnio, los Acuerdos de Dayton-París en 1995 dieron fin a una guerra donde una fracción más de Yugoslavia se desmembraba en luchas por conformar Estados-nación y por el poder tras décadas de convivencia y mezcla étnica. En Eslovenia o Macedonia fue más rápida la división étnica, aunque siempre con remanentes choques por la identidad de grupos minoritarios o críticas a la limpieza étnica eslovena. Serbia y Croacia pronto se erigirían como países decisivos en la región. Y Bosnia fue el principal tablero, dada la extremadamente baja identidad nacional bosnia. Serbia decidió dejar a un lado su apoyo a los serbocroatas en Eslavonia y Krajina para apostar por un grupo prioritario: los serbobosnios. Y en los Acuerdos de Dayton se reflejó esa división con la federalización de Bosnia y Herzegovina.

Por un lado quedó la Federación de Bosnia-Herzegovina, reuniendo el territorio controlado por los bosníacos y los bosnio-croatas de Herzeg-Bosnia. La cuestión bosnia fue difícil de conjugar con la estrategia anti-serbia de las potencias occidentales ya que, por primera vez, se vivía un conflicto a tres bandos donde los croatas y los bosníacos también se enfrentaban. Ante tal ruptura de la estrategia, que serviría posteriormente para justificar una intervención en Serbia y Montenegro, se forzó a los bosníacos y a los bosnio-croatas a entenderse, surgiendo la mencionada Federación de Bosnia-Herzegovina. Será de gran relevancia entender que esta entidad reúne a ambas comunidades para comprender los futuros vínculos de Croacia con Bosnia y Herzegovina.

Territorio orientativo para una entidad croata en Bosnia y Herzegovina, en base al territorio de operación de la empresa eléctrica Elektroprivreda HZ HB sobre el antiguo territorio de Herzeg-Bosnia. Fuente: International Crisis Group/Partido Campesino Croata de Bosnia y Herzegovina.

Los bosníacos son lo que en Yugoslavia se conocía como musulmanes de nacionalidad, eslavos suníes con un vínculo cultural a la herencia islámica de la desintegración otomana. En las Guerras de los Balcanes se vieron sectores radicalizados junto a los muyahidines afganos mientras en el Estado federado posterior se acercaron a los turcos, siguiendo la estela de otros grupos como los albaneses, con presencia en Kosovo y Macedonia del Norte. A diferencia de bajo la administración austrohúngara, los bosníacos no eran asimilados a los bosnios durante el periodo yugoslavo. En Yugoslavia se buscó dotar de identidad bosnia a todos los grupos étnicos presentes en Bosnia y Herzegovina, no solo a los bosníacos. En parte por ello la identidad bosnia es tan débil en un momento de afloramiento nacional como el post-yugoslavo, pues los demás grupos acuden a sus referentes croata y serbio, quedando las zonas bosníacas en una minoría amalgamada.

Por otro lado, a pesar de la disolución de la conocida como República de Herzeg-Bosnia (bosnio-croata), la zona controlada por los bosnio-croatas no estaba situada geográficamente en la Herzegovina sino en su mayoría en zona bosnia. Herzegovina representaba una porción del sureste donde chocaron los intereses de Croacia por el control de Dalmacia, y de Serbia por el control de Montenegro occidental. De hecho, el sector serbio –del que Montenegro era indistinguible hasta la aparición de un nacionalismo propio- reclamaba ampliar la costa de Kotor, hoy en día montenegrino, hasta Dubrovnik, hoy en Croacia. Dalmacia seguiría controlada por Croacia, con una pequeña salida al mar para Bosnia y Herzegovina, pero la cesión de un 4% del territorio de Herzeg-Bosnia muestra la concesión que los croatas tuvieron que aceptar a cambio de la representación en el nuevo Estado, por lo que tanto Croacia como Serbia tendrían mucho que ganar con la ruptura de Bosnia y Herzegovina. Sin embargo, la cuestión montenegrina ya no forma parte nuclear de la política serbia en la región. De hecho, una de las pocas maneras en que el nacionalismo serbio podría volver a liderar en la geopolítica de Montenegro sería con una sustancial ganancia serbia en Bosnia y Herzegovina, ahora que Montenegro ha acabado con el dominio del nacionalismo montenegrino por primera vez en décadas.

La otra entidad federal en Bosnia y Herzegovina sería la República Srpska, acogiendo eminentemente a los serbobosnios. Durante las Guerra de los Balcanes, esta república serbia de Bosnia y Herzegovina mantuvo una postura más dura en el nacionalismo serbio que las propias autoridades de Serbia, que habían buscado pactos en varias ocasiones. Con el paso de los años, la degradación internacional de Serbia con el conflicto kosovar ha ahondado en el nacionalismo serbio de la República Srpska. De hecho, cada vez ha sido más evidente la conexión que los serbobosnios han pretendido hacer de sus anhelos irredentistas con el proceso de nomalización internacional del estatus independiente de Kosovo. De modo que la Gran Albania podría servir de faro a la Gran Serbia llegado el caso de un levantamiento de las fronteras, vetado por el momento.

La Presidencia de Bosnia y Herzegovina quedaba en manos de un miembro rotatorio de cada una de las comunidades: serbobosnios, bosnio-croatas y bosníacos. Cada uno de ellos es elegido en sus respectivas entidades federales y rotan la Presidencia cada 8 meses dentro de los 4 años de mandato. Sin embargo, no pueden ser elegidos a nivel de comunidad, es decir que los representantes bosníaco y bosnio-croata son elegidos conjuntamente por el electorado de la Federación de Bosnia-Herzegovina, al no disponer de una entidad electoral propia para cada comunidad.

Estructura federal de Bosnia y Herzegovina con la entidad serbobosnia, República Srpska (rosa), y la entidad bosníaca y bosnio-croata, Federación de Bosnia-Herzegovina (azul). Como punto de unión se encuentra el distrito de Brčko (verde). Fuente: Wikimedia.
PROTECTORADO EUROPEO

Cada entidad federal tiene su Constitución propia y su diferente división administrativa, con municipalidades en ambas regiones y cantones como división superior al municipio en la Federación de Bosnia-Herzegovina. Sin embargo, ambos Estados comparten el nororiental distrito de Brčko bajo un condominio.

Pero la propia naturaleza de los Acuerdos de Dayton-París convirtió a Bosnia y Herzegovina en un protectorado de facto de la comunidad internacional, posteriormente cruzado con la autoridad europea quedando bajo supervisión de la Unión Europea mediante la figura del Alto Representante para Bosnia y Herzegovina. Este cargo de tutela para la “implementación civil de los acuerdos” siempre ha estado ocupado por enviados de países miembros de la Unión Europea y ostenta amplios poderes que llegan a la imposición de legislación o la destitución de cargos contrarios al espíritu de Dayton.

Hasta tal punto llega su intervención política que, ante la discordia interna, el español Carlos Westendorp fue quien eligió la actual bandera del país con clara simbología europea. Su segundo en la representación es el Supervisor Internacional de Brčko, siempre con origen en Estados Unidos, y encargado de la supervisión de la implantación civil en el condominio de Brčko. El control de la política en las instituciones locales está fuertemente mediado para tratar de convenir normas que satisfagan a las distintas etnias, como se ve en Sarajevo –dividida entre las dos entidades desde la guerra-, Banja Luka –capital de facto de la República Srpska- y Mostar –localidad más importante de Herzegovina-. De hecho la situación en Mostar se ha dilatado hasta que en 2020 se logró concertar con los bosníacos y los bosnio-croatas un sistema para sus primeras elecciones locales en 12 años.

Dentro de la nueva configuración de intereses en los Balcanes tras el cierre descontrolado de la primera balcanización, Serbia se ha movido a una posición centrista con Aleksandar Vučić desde un paneslavismo serbio hacia una moderación negociadora con el último foco de Kosovo, de cara a entrar en la Unión Europea. La República Srpska ha jugado sus cartas sola, como hiciera como baluarte de la retórica pro-serbia en las Guerras de los Balcanes, durante la última década de consolidación europea en Eslovenia y Croacia. La República Srpska trató en 2016 de elegir en referéndum su fiesta nacional en la fecha aniversario de la fundación de la entidad (9 de enero), con la Federación de Bosnia-Herzegovina en contra. El Tribunal Constitucional anuló la votación tras haber sido aprobada dicha fecha. Pero aquí reside una de las claves del desgaste de la artificial federalización: la política debe funcionar en consonancia con los Acuerdos de Dayton mientras las comunidades se mueven en sentido contrario.

Por un lado la República Srpska denuncia sucesivos intentos de acabar con su autonomía o diluirla con reformas territoriales. Incluso desde la institución serbobosnia se hace un uso de la bandera estatal por encima de la federal, lo cual es denunciado desde la Federación, pero los serbobosnios la reivindican como legado cultural perseguido en una campaña serbófoba. Del mismo modo que se eliminó la identidad yugoslava de Eslovenia –mediante una limpieza étnica-, la identidad serbia de Kosovo -con una limpieza étnica que ha dejado población albanokosovar homogénea salvo en puntos concretos-, la identidad serbia de Montenegro –con un nacionalismo, idioma, bandera y rama eclesiástica de nuevo cuño y sin tradición- así como la atomización apresurada de las distintas ramas lingüísticas del serbocroata. Por ello desde el poder serbobosnio se ha propuesto la realización de un referéndum de independencia desde 2011, con intención de llevarlo a cabo en 2018, pero fue frustrado por las instituciones europeas y las regulaciones constitucionales. Una de las demandas más potentes es el fortalecimiento de la autonomía de la República Srpska para evitar que traten de romperla desde la Federación o borrar sus símbolos.

En general la relación entre las entidades es de convivir de espaldas la una a la otra. El representante serbobosnio en la Presidencia de Bosnia y Herzegovina, Milorad Dodik, de hecho ha criticado duramente a la representación europea que supervisa la política bosnia en torno a Dayton. Siempre arguyendo una fuerte serbofobia, Dodik –quien dirigió la República Srpska durante la pasada década- ha calificado al Alto Representante para Bosnia y Herzegovina, Valentin Inzko, de ser un “monstruo que odia a los serbios” y promover políticas contra los serbios y los croatas como venganza. El acercamiento de posturas entre los elementos serbios y croatas se mueve sobre el tablero bosnio y la salida del Alto Representante podría otorgar más influencia a Belgrado y a Zagreb.

Milorad Dodik, miembro serbobosnio de la Presidencia de Bosnia y Herzegovina desde 2018 y ex Presidente de la República Srpska (2010-2018), besando la bandera de los serbobosnios en una ceremonia oficial en Banja Luka, 2010. Fuente: Milan Radulovic / AFP / Getty Images.

Por otro lado existe cierto pensamiento de que el comportamiento internacional en torno a Kosovo puede servir de precedente para la República Srpska y se amenazó con seguir la estela secesionista si la comunidad internacional terminase de conceder legitimidad a la independencia kosovar. Es por ello que, a medida que Serbia y Kosovo han seguido una senda negociadora, los posibles arreglos en los Balcanes se han movido hacia una reforma de Bosnia y Herzegovina como paso necesario tras el caso kosovar. Lo inseparable de esta cuestión se refleja en cómo la escalada comercial de Kosovo con Serbia desde 2019 se vivió también con aranceles contra Bosnia y Herzegovina, dado el innegable vínculo de los serbobosnios con Serbia.

¿EL DETONANTE DE UNA NUEVA BALCANIZACIÓN?

Un movimiento de fronteras auspiciado por cualquier actor en los Balcanes probablemente arrastraría a las siguientes piezas detrás. Albania es la que mejor situada está, ya que el nacionalismo en Kosovo ya busca una anexión más que su propia independencia. El principal partido kosovar, VV, emplea la bandera albanesa por encima de los símbolos del territorio que, de hecho, representa. Pero Bosnia y Herzegovina, Croacia, Serbia, Montenegro o Macedonia del Norte podrían potencialmente formar parte del juego de fronteras.

El principal problema para una segunda balcanización reside, precisamente, en los garantes de la primera. Pues la comunidad internacional no quiere confirmar el fracaso de Dayton, sobre todo Alemania, Francia y Estados Unidos. El movimiento de fronteras era un tema tabú a pesar de que cada vez más actores balcánicos lo defendían. Serbia y su nuevo pactismo abandonaron toda pretensión sobre Montenegro y las regiones serbocroatas para centrarse casi en exclusiva en Kosovo del Norte –gran parte de los municipios serbios de Kosovo-. Y Serbia comenzó a alinearse con Croacia en la política bosnia para fomentar una reforma del Estado federal, al menos en cuestiones electorales, que eran el principal incordio para poder avanzar hacia la Unión Europea, una vez Francia eliminó sus reticencias a la expansión comunitaria sobre los Balcanes. Rusia, por su lado, apostaba por eliminar el excesivo peso del Alto Representante y dotar de soberanía real a Bosnia y Herzegovina, mientras mantenía una buena sintonía con la República Srpska, aliada ortodoxa de Moscú.

Estados Unidos cambió de posición al tiempo que aparecían presiones desde algunos grupos en Francia, financiados por la administración kosovar, para que se pudiera negociar un nuevo trazado en los Balcanes. Aunque la cuestión se movía en términos exclusivamente de romper el tabú del intercambio territorial entre Serbia y Kosovo, logrando así un posible arreglo político, usualmente en las conversaciones surgían otros temas balcánicos pendientes. Y en la sociedad kosovar los partidos tradicionales auspiciados por la guerra fueron criticados por su postura pactista con Serbia, radicalizándose el nacionalismo kosovar en uno puramente albanés. La financiación de lobbies a favor del intercambio de fronteras fue un escándalo.

El cambio de parecer estadounidense fue auspiciado sobre todo por la Administración Trump, en carrera diplomática con Bruselas para lograr el acuerdo de Kosovo. Mientras la Unión Europea perdía la oportunidad de liderar la maratón balcánica situando como negociadores a representantes de España y Eslovaquia –que no reconocían a Kosovo-, la imputación por crímenes de guerra a Hashim Thaçi –Presidente de Kosovo hasta 2020- produjo retrasos que favorecieron la posición contraria a Bruselas que llevaba Estados Unidos. De hecho, Washington se llevaba el gato al agua en la reunión entre el Primer Ministro Avdullah Hoti de Kosovo y el Presidente Aleksandar Vučić de Serbia, pero desaprovechaba la oportunidad apostando por un acuerdo económico que no avanzaba en el proceso político. La Unión Europea pretendía retomar las riendas de los Balcanes con la salida de Trump, con una presencia real y un avance hacia la integración en el bloque. Para ello se hacía necesario un arreglo al problema de Kosovo, por lo que se hicieron necesarias más presiones a España y se mantuvo la importancia del representante de Eslovaquia, Miroslav Lajčák, quien había ejercido precisamente de Alto Representante para Bosnia y Herzegovina de 2007 a 2009.

El austriaco Valentin Inzko, Alto Representante para Bosnia y Herzegovina desde 2009 (izquierda), junto con el eslovaco Miroslav Lajčák, Representante Especial para el diálogo Belgrado-Pristina y ex Alto Representante para Bosnia y Herzegovina entre 2007 y 2009 (derecha). Fuente: Ministerio de Exteriores de Eslovaquia.

La caja de los truenos que suponía Kosovo tendría ecos en toda la región si las potencias se abrían a que el arreglo de camino a la Unión Europea incluyese un nuevo trazado. Alemania seguía siendo el país más reticente. Pero cada vez se oía más una posible solución al Kosovo serbio con una institución federal al estilo de la República Srpska. Independientemente de lo que ocurriera con los municipios serbokosovares en forma de enclave federal o no, lo que sí se comentaba cada vez más era un intercambio de territorios con la anexión a Serbia del norte de Kosovo hasta Mitrovica, a cambio del Valle de Preševo serbio. Ambas cuestiones serían de dificilísimo encaje internacional dados los recursos estratégicos que incluyen tanto Mitrovica para Kosovo y la OTAN como Preševo para Serbia y China. Si Serbia reconocía Kosovo o había una partición de Kosovo, era cada vez más probable que se alentase lo propio en Bosnia y Herzegovina. De hecho, el cambio de gobierno en 2021 hacia un nacionalismo albanés, eliminando el nacionalismo kosovar de la ecuación, hizo que el partido VV de Kosovo propusiera su franquicia en Albania y Macedonia del Norte, obviando por el momento su presencia en Montenegro. Finalmente VV apostaría por apoyar a candidatos independientes en las elecciones albanesas, donde volvió a arrasar el Partido Socialista sin mayor influencia kosovar. Pero el hecho de que cualquier independencia de Kosovo ahora se manejase en términos de anexión ineludible a Albania, hacía que Serbia moviese su posición hacia Croacia para renegociar el consenso bosnio y poder unificarse en términos de irredentismo serbios. Esto se podría lograr con Kosovo del Norte y la República Srpska porque el resto de Kosovo, salvo los municipios-enclave mencionados, son albanokosovares. Lo pragmático de cada vez más actores balcánicos se mostraba en la cuestión bosnia por hacer ver que Serbia no recuperaría nunca su territorio sureño, de camino hacia Albania, pero sí podría medrar en Bosnia y Herzegovina.

Sin embargo, no sería tan sencilla una división de Bosnia y Herzegovina. Por ello en ciertas ocasiones se pueden establecer paralelismos con la unidad de Bélgica: comunidades enfrentadas, que viven de espaldas la una a la otra pero no se separan al permanecer intrincadas por territorios de unión. Bruselas ejerce ese papel como centro imprescindible en las reivindicaciones de ambas comunidades. En el caso bosnio, Sarajevo es un símbolo de la desunión bosnia, epicentro de la guerra y con intentos de crear movimientos municipales ajenos a la división por comunidades. Pero en la práctica, los serbobosnios han trasladado su capital desde Sarajevo Oriental a Banja Luka, lo cual en una eventual división podría decantar Sarajevo hacia la Federación de Bosnia-Herzegovina. Además, el condominio de Brčko sería un importante problema en el divorcio aunque algunos mapas lo sitúen como hilo de continuidad en el territorio serbio hacia el oeste. En ningún caso eso estaría asegurado. Y en cualquier caso, la Federación seguiría ejerciendo soberanía en territorio al norte de la República Srpska en forma de enclave, salvo que se diera un intercambio de territorio. Y cualquier trueque no necesariamente basado en criterios étnicos podría acarrear una limpieza étnica con el desplazamiento de poblaciones enteras.

*Alejandro López Canorea, antropólogo, profesor y biólogo especializado en gestión de socioecosistemas. Ahora me dedico al análisis de política internacional.

Artículo publicado en Descifrando la Guerra.

Foto de portada: Mapa étnico de las ex repúblicas yugoslavas en 1998. Fuente: Wikimedia.

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