Somalia y la ilusión del proceso
En el Cuerno de África y los Grandes Lagos, incluida Somalia, los marcos de paz se han multiplicado. Sin embargo, la inestabilidad persiste. El problema nunca ha sido la escasez de procesos; es la persistencia de incentivos lo que hace que el desorden sea más gratificante que la reforma.
Somalia es un claro ejemplo. El intento de la ONUSOM de construir un Estado en la década de 1990 fracasó cuando la autoridad externa se enfrentó al arraigado poder de los clanes. El proceso de Arta de 2000 excluyó a facciones clave y careció de legitimidad territorial, pero contó con legitimidad internacional. El proceso de Mbagathi/Nairobi de 2002-2004 dio lugar a un proyecto federal dependiente de la protección militar etíope, lo que endureció la resistencia interna y aceleró la insurgencia.
Diferentes formatos, misma lógica: los marcos se proyectaron a la baja, mientras que los incentivos políticos y económicos tiraron en la dirección opuesta. La fórmula de los 4.5 clanes, concebida como un compromiso, en cambio afianzó los pactos entre las élites, descarriló la política competitiva y condenó el poder a una renegociación cíclica.
Hoy, meses antes del fin del mandato federal —y décadas después de la ilusión de procesos de paz duraderos—, Somalia aún no ha alcanzado un acuerdo sobre cómo compartir, transferir o disputar el poder. La revisión constitucional sigue sin resolverse, las relaciones entre el gobierno federal y los estados son tensas, la estructura de mando de seguridad está en disputa y el propio modelo electoral sigue abierto. Estas no son lagunas procesales; reflejan un vacío de gobernanza más profundo, donde la ambigüedad funciona como moneda política; las reglas poco claras benefician a quienes tienen influencia.
La inestabilidad como economía política
El conflicto de Somalia no se debe simplemente a la ausencia de orden, sino a una economía política con incentivos predecibles. La ayuda al desarrollo financia al Estado. La actividad política impulsada por los donantes sustenta los ecosistemas comerciales nacionales —desde hoteles hasta empresas de seguridad privada— que se reducirían sin la presencia internacional. Los ejércitos externos soportan gran parte del coste de asegurar zonas estratégicas.
Al-Shabaab, por su parte, mantiene un sistema tributario paralelo en sus rutas comerciales y mercados. Si bien las recientes regulaciones financieras han endurecido la banca formal, el grupo continúa obteniendo ingresos a través de redes basadas en efectivo que rivalizan con el alcance del Estado en varias regiones.
En este contexto, la crisis genera resultados predecibles, mientras que la reforma produce resultados inciertos. La inestabilidad no es accidental; es racional. Y los mismos incentivos que sustentan la fragilidad política configuran ahora el futuro tecnológico de África.
Aquí es donde el debate de Lomé cobra relevancia: el dilema de la soberanía de África ya no es sólo político: es infraestructural y cada vez más digital.
El espejo digital
Lomé hizo que el cambio fuera inequívoco. En la sesión sobre Inteligencia Artificial y Paz, la Excelentísima Señora Cina Lawson, la Dra. Rosa Tsegaye, Noami Mwelu Kilungu, la Prof. Saida Belouali, el Prof. Ori Swed y el Excelentísimo Señor Ismail Chergui expusieron una realidad que África rara vez enfrenta directamente: el continente está dentro del ecosistema global de IA, pero no en sus propios términos.
No se trata solo de la extracción de datos, sino del colonialismo digital en la práctica: la concentración de la infraestructura de datos y el diseño de algoritmos fuera de las jurisdicciones africanas. Incluso donde existen herramientas digitales, muchos Estados carecen de la capacidad institucional y técnica para implementarlas estratégicamente en beneficio del desarrollo económico, la administración pública o la seguridad.
El problema no se limita a la minería de datos ni a la brecha digital. Se basa en problemas más antiguos: brechas de gobernanza, desarrollo institucional desigual, capacidad técnica limitada y la ausencia de infraestructura local que pueda consolidar sistemas digitales a largo plazo. Incluso donde existen plataformas digitales, la capacidad para analizarlas, gestionarlas e implementarlas estratégicamente sigue siendo limitada. El control dista mucho de ser la realidad actual. El camino práctico a seguir no consiste simplemente en poseer los datos, sino en invertir en la infraestructura y las instituciones que puedan impulsar la capacidad de África para moldear, gestionar y poner en funcionamiento estas tecnologías a gran escala.
La dependencia tecnológica de Somalia
Las instituciones de seguridad de Somalia demuestran cómo la dependencia política se refleja ahora en formato digital. La guerra con drones revela la brecha entre soberanía y capacidad: el territorio somalí es vigilado y atacado por sistemas —desde los MQ-9 estadounidenses hasta los TB2 turcos y los UCAV Akıncı— cuyos datos, algoritmos y estructuras de mando se encuentran fuera de la jurisdicción somalí. Incluso cuando Somalia utiliza estas herramientas, no posee la arquitectura que las gobierna.
Un patrón similar configura la gobernanza nacional. Algunos elementos de las plataformas de datos de la NISA, los sistemas de identificación biométrica y la infraestructura fronteriza e migratoria se alojan externamente o se gestionan a través de contratistas extranjeros. La información sensible sobre el movimiento de población, la identidad y la seguridad nacional puede quedar fuera del control del Estado.
Estas no son solo deficiencias técnicas, sino también políticas. La soberanía de Somalia no puede externalizarse indefinidamente, ni en materia de seguridad ni en el ámbito digital.
Las apuestas continentales
A medida que los principales socios para el desarrollo redirigen parte de sus presupuestos hacia la adaptación climática, la infraestructura pública digital y la emergente gobernanza de la IA, los Estados africanos, especialmente los frágiles, se verán presionados a adaptarse a las cambiantes prioridades de financiación. Para países como Somalia, esto podría reducir el apoyo a la asistencia tradicional para la consolidación de la paz y la seguridad en un momento en que las deficiencias de gobernanza siguen siendo graves.
El Foro de Lomé subrayó tres prioridades:
Infraestructura digital controlada por África
Los datos críticos deben almacenarse y gestionarse dentro de las jurisdicciones africanas, no en el extranjero.
Capacidad técnica indígena
El continente necesita ingenieros, codificadores y científicos de datos que puedan construir y supervisar sistemas críticos.
Normas para la IA en la paz y la seguridad
Los gobiernos deben desarrollar marcos éticos que impidan la explotación externa y el abuso interno.
Estas conversaciones no son abstractas. La IA y la infraestructura digital se están convirtiendo en el próximo terreno donde la soberanía se negocia, se disputa y, potencialmente, se pierde.
Lomé como punto de inflexión
Lomé 2025 reformuló la soberanía de una manera que los debates africanos sobre seguridad han eludido durante mucho tiempo: el poder reside ahora tanto en el diseño de sistemas digitales como en el control del territorio. Las herramientas que pueden predecir la violencia, contrarrestar/rastrear la manipulación o gobernar las fronteras existen, pero pueden afianzar la dependencia con la misma facilidad con la que promueven la estabilidad.
La próxima frontera de paz de África será digital. La pregunta es si el continente moldeará ese futuro o si simplemente heredará sistemas construidos en otros lugares, con prioridades que no son las suyas.
*Subeida Mukhtar es investigadora de políticas y escritora especializada en tecnología, consolidación de la paz y cooperación regional africana. Exsecretaria General de la Administración Regional de Benadir y del Municipio de Mogadiscio, conecta la práctica de la gobernanza con la investigación sobre soberanía digital y acuerdos políticos en el Cuerno de África.
Artículo publicado originalmente en Argumentos Africanos

