El llamado Cuerno de África tiene una importancia central en la política mundial. Por el estrecho de Bab el Mandeb, entre Yemen y Yibutí, pasa buena parte del comercio que une Asia con Europa. Excepto la mencionada excolonia francesa, los otros tres países de la región (Somalia, Etiopía y Eritrea) han estado durante tres décadas envueltos en guerras limítrofes o civiles que han producido millones de muertes y la emigración de centenares de miles de refugiados que, pasando por Sudán y Libia, intentan llegar a Italia. Tanto más importante es, entonces, el acuerdo de paz que el gobierno central etíope y el Frente de Liberación del Pueblo Tigray (TPLF, por su nombre en inglés) firmaron el pasado 2 de noviembre por mediación de la Unión Africana.
El acuerdo no sólo restableció la unidad del Estado, sino que cerró una lucrativa fuente de ingresos para los traficantes de refugiados, algunas ONG que trabajan con ellos y la Organización de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR, por su nombre en inglés) e implicó una fuerte derrota para la política intervencionista de Estados Unidos. África no sólo resuelve sus problemas rechazando la interferencia de las grandes potencias, sino que también ayuda a solucionar los de Europa.
Hace unos días, al margen de la cumbre climática de la ONU «COP27», celebrada en Sharm El-Sheikh (Egipto), y a la que asistieron unos 120 jefes de Estado y de gobierno, la presidenta del Consejo de Ministros de Italia, Giorgia Meloni, mantuvo una reunión bilateral con el primer ministro de la República Democrática Federal de Etiopía, Abiy Ahmed. Además del deseo de ambas partes de «reforzar las relaciones bilaterales históricas y estrechar los lazos económicos», Italia y Etiopía están unidas desde hace años por un destino común: el coloniaje peninsular hasta 1941 y la inmigración del Cuerno de África hacia el sur de Europa.
Precisamente, en un momento en el que Meloni está enfrentando a las ONG europeas que presionan para que Italia tenga un puerto seguro donde desembarcar a los inmigrantes, la capitulación del Frente de Liberación del Pueblo Tigray representa un acontecimiento histórico que descarga a Roma de un fuerte lastre. Desde 2004 esta organización había construido en su provincia cuatro campos de acogida para refugiados de la vecina Eritrea, acompañándolos hasta Sudán y gestionando su flujo hacia el Mediterráneo central. De hecho, la mayoría de las víctimas de la tragedia de Lampedusa del 3 de octubre de 2013, donde se hundió un barco lleno de refugiados que provocó la muerte de 359 personas, había salido de esos mismos campos de acogida de Tigray. En la práctica, el TPLF utilizaba a los refugiados eritreos como instrumento mediático y financiero, para derrocar al gobierno archienemigo del país vecino.
Etiopía es un país en el este de África de poco más de un millón de quilómetros cuadrados, sin acceso al mar, con una antiquísima tradición cultural, habitada por 108 millones de habitantes mayoritariamente pertenecientes al pueblo oromo, pero con una importante minoría tigrayana y varias otras. Probablemente, allí haya surgido el homo sapiens y de esa región provinieron influencias importantes para el surgimiento de la antigua cultura egipcia y el origen de los monoteísmos. En Etiopía se organizó también hace 2400 años el primer estado africano. Ya en el siglo IV adoptó el cristianismo como religión oficial. Este país y Liberia fueron los únicos de África que mantuvieron su independencia durante todo el período colonial, si bien Etiopía fue colonizada por Benito Mussolini entre 1936 y 1941. Como Italia tuvo colonias en Eritrea y Somalia entre fines del siglo XIX y la Segunda Guerra Mundial, toda la región permanece muy ligada a la península sureuropea.
Cuando en 1974 fue depuesto el anciano emperador Haile Selassie (1930-36 y 1941-74), se estableció una república socialista que fue derrocada en 1991 tras la caída de la URSS. Luego de la independencia de Eritrea en 1991 y hasta 2018 Etiopía estuvo gobernada por una coalición de etnias menores liderada por los tigrayanos.
En 2018 Abiy Ahmed restableció el gobierno de la mayoría oromo, pero en noviembre de 2020 el Frente de Liberación del Pueblo Tigray desató una guerra contra el gobierno federal que provocó centenares de miles de muertes y millones de desplazados. Tras cinco meses de tregua, en agosto de 2021 los milicianos del TPLF atacaron al ejército etíope, capturando ciudades como Kobo y Alamata, en la región de Amhara. Sin embargo, en encarnizados combates, el ejército federal los hizo retroceder hacia Tigray y en poco tiempo consiguió liberar ciudades como Shire, Axum y Adua.
La derrota militar del TPLF, especialmente la conquista de Shire, fue un duro golpe para Estados Unidos, que los había patrocinado, financiado y alentado durante 29 años. De hecho, para salvarlos, presionó fuertemente al gobierno de Abiy, imponiéndole incluso diversas sanciones. No obstante, el primer ministro etíope respondió tomando posesión de todos los aeropuertos de Tigray: «Estas medidas son necesarias no sólo por los repetidos ataques del TPLF, sino también por su activa connivencia con potencias extranjeras hostiles», declaró entonces. Es que, con el pretexto de brindar ayuda humanitaria, numerosas organizaciones financiadas por Washington aterrizaban en los aeropuertos de la región llevando pertrechos bélicos.
Finalmente, el 2 de noviembre pasado, en Pretoria, en una iniciativa promovida por la Unión Africana y presidida por el ex presidente nigeriano Olusegun Obasanjo y el expresidente de Kenia Uhuru Kenyatta, se alcanzó casi por sorpresa un acuerdo de paz entre el gobierno federal de Etiopía y el TPLF, que prevé el desarme total de los milicianos tigrayanos.
Este acuerdo de paz pone fin a la era del TPLF en el Cuerno de África, a su política divisionista, al odio entre grupos étnicos y a la militarización de toda la región. Su derrota marca, además, el fin del éxodo de jóvenes procedentes del Cuerno de África y es un alivio para Italia. Con el frente tigray, EE.UU pierde también su principal base de operaciones en el este del continente. Se trata de un éxito inesperado de la «solución africana a los problemas africanos», un precedente que augura un buen futuro para el panafricanismo y un gran avance hacia un mundo multipolar, libre de alineamientos coloniales.
*Eduardo J. Vior, Doctor en Ciencias Sociales, Doctor en Sociología, periodista independiente sobre América Latina y política mundial.
Artículo publicado originalmente en Dossier Geopolítico
Foto de portada: La premier Giorgia Meloni y el primer ministro de la Republica Federal Democrática de Etiopia, Abiy Ahmed (ansa)