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La Paradoja del Poder: Erdogan y la Crisis Política en Turquía

Escrito Por Tadeo Casteglione

Por Tadeo Casteglione* En la historia política, pocas ironías resultan tan reveladoras como aquellas en las que un líder repite contra sus adversarios los mismos métodos que alguna vez se utilizaron contra él.

Turquía está presenciando actualmente uno de esos momentos definitorios con la detención de Ekrem Imamoglu, alcalde de Estambul y figura ascendente de la oposición.

Esta situación no solo representa una crisis política inmediata, sino que evoca un paralelismo histórico extraordinario con los primeros pasos del actual presidente, Recep Tayyip Erdogan, cuya carrera política despegó precisamente tras su encarcelamiento como alcalde de Estambul en 1998.

La detención de Imamoglu marca lo que podría ser el comienzo del fin para el largo dominio de Erdogan, un líder que ha transitado desde ser un outsider del sistema hasta convertirse en su principal guardián.

La Detención que Cambia Todo

El 20 de marzo de 2025, Ekrem Imamoglu, alcalde de Estambul representante del Partido Republicano del Pueblo (CHP), fue detenido y trasladado al Departamento de Policía de la ciudad. Su residencia fue registrada por las autoridades en lo que muchos observadores califican como un movimiento puramente político.

La justificación oficial: dos investigaciones que lo acusan de dirigir una organización criminal, soborno, manipulación de licitaciones y supuestos acuerdos con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), considerado por el gobierno turco como una organización terrorista.

Esta detención, que involucra a más de 100 personas incluyendo periodistas y empresarios, ocurre en un momento estratégicamente significativo: a solo tres días de las elecciones primarias del CHP, donde Imamoglu podría ser elegido candidato presidencial para enfrentarse eventualmente a Erdogan.

Simultáneamente, las redes sociales como X, YouTube, TikTok e Instagram experimentaron problemas de acceso según NetBlocks, un recurso de vigilancia de internet, mientras se prohibieron todas las manifestaciones y protestas en Estambul durante cuatro días.

El Paralelismo entre 1998 y 2025

Lo que hace esta situación extraordinariamente relevante es su paralelismo con los eventos de 1998, cuando Recep Tayyip Erdogan, entonces alcalde de Estambul representando al partido islamista Refah (Bienestar), fue condenado a diez meses de prisión por «incitar al odio religioso» tras recitar un poema durante un mitin político.

Aquella encarcelación, lejos de terminar con su carrera política, la catapultó. Erdogan emergió de prisión como un mártir político, un símbolo de resistencia frente a lo que muchos ciudadanos turcos percibían como un establishment secular represivo.

Este paralelismo no es una simple coincidencia histórica, sino una profunda ironía que revela la transformación completa de Erdogan: de víctima del sistema a su principal operador.

Al ordenar la detención de Imamoglu (aunque oficialmente el gobierno niega su intervención), Erdogan repite exactamente la estrategia que el antiguo establishment empleó contra él, aparentemente sin reconocer que está recreando las mismas condiciones que facilitaron su propio ascenso.

Como declaró un analista político turco que prefirió mantener el anonimato: «Erdogan parece haber olvidado la lección más importante de su propia historia: que en Turquía, la persecución política no destruye a los líderes populares, los transforma en símbolos nacionales».

Más allá de la detención, otra maniobra contra Imamoglu revela la profundidad de la estrategia para inhabilitarlo políticamente: la Universidad de Estambul anuló su título universitario a petición de la fiscalía.

Esta acción tiene implicaciones directas en su elegibilidad como candidato presidencial, ya que la Constitución turca exige que los aspirantes a la presidencia posean estudios superiores.

Este uso de las instituciones académicas como instrumentos políticos representa otro nivel en la instrumentalización del Estado para fines partidistas, y muestra hasta qué punto el aparato institucional turco ha sido cooptado por intereses alineados con el gobierno actual.

Foto: EFE/EPA/NECATI SAVAS
De Reformista a Autócrata

Para comprender la magnitud de la crisis actual, es necesario analizar la evolución política de Erdogan. Cuando llegó al poder en 2003 como primer ministro al frente del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), Erdogan se presentaba como un reformista moderado, comprometido con la integración europea, la liberalización económica y la democratización.

Durante sus primeros años, Turquía experimentó un crecimiento económico significativo, reformas democráticas y una proyección internacional renovada.

Sin embargo, gradualmente esta imagen reformista fue dando paso a un estilo de gobierno cada vez más autocrático. Especialmente después del intento de golpe de Estado de 2016, Erdogan consolidó su poder mediante purgas masivas en la administración pública, el ejército, la judicatura y la academia. La introducción del sistema presidencial en 2018 eliminó el cargo de primer ministro y concentró enormes poderes en la figura presidencial.

Como describe el profesor Soner Cagaptay del Washington Institute: «Erdogan ha transformado Turquía de una democracia imperfecta pero funcional en un régimen autoritario competitivo donde las elecciones continúan celebrándose, pero en condiciones profundamente desiguales».

Foto: REUTERS/Cagla Gurdogan
La Crisis Económica como Catalizador del Descontento

El pilar fundamental de la popularidad de Erdogan durante años fue el crecimiento económico y la mejora en el nivel de vida de millones de turcos. Sin embargo, desde 2018, la economía turca ha entrado en una espiral descendente caracterizada por una inflación desbocada que alcanzó el 85% anual en 2022, erosionando drásticamente el poder adquisitivo.

La depreciación constante de la lira turca, que ha perdido más del 80% de su valor frente al dólar en los últimos cinco años, políticas monetarias heterodoxas que han ahuyentado la inversión extranjera y un desempleo creciente, especialmente entre los jóvenes.

La insistencia de Erdogan en mantener bajas las tasas de interés contra toda lógica económica convencional, basándose en sus interpretaciones religiosas que condenan la usura, ha sido particularmente perjudicial. Como señala un informe del Financial Times: «La guerra personal de Erdogan contra las tasas de interés ha costado a los turcos sus ahorros y su estabilidad económica».

Esta crisis económica persistente ha minado la base tradicional de apoyo a Erdogan entre la clase media emergente y ha creado un terreno fértil para que figuras como Imamoglu ganen popularidad con un mensaje centrado en la competencia administrativa y la buena gestión económica.

El Desgaste de la Legitimidad Democrática

Otro factor crucial en el declive de Erdogan ha sido la erosión gradual de su legitimidad democrática. La derrota del AKP en las elecciones municipales de 2024, perdiendo el control de Estambul y Ankara por primera vez en 25 años, representó un punto de inflexión.

La decisión de anular los resultados de Estambul y forzar una repetición electoral (que resultó en una victoria aún más contundente para Imamoglu) dañó seriamente la imagen de Erdogan como un líder que respeta las reglas democráticas.

Forzar una repetición electoral en Estambul fue uno de los mayores errores estratégicos de Erdogan. Transformó una derrota local en un símbolo nacional de resistencia y convirtió a Imamoglu en un héroe democrático.

La creciente censura mediática, con más de 90% de los medios tradicionales bajo control directo o indirecto del gobierno, las restricciones a internet y redes sociales, y la persecución de voces críticas han acentuado esta percepción autoritaria, alejando particularmente a los votantes jóvenes y urbanos.

El Pacto con el «Demonio»: Erdogan y los Sectores Globalistas

Uno de los aspectos más interesante en el análisis y menos explorados de la trayectoria política de Erdogan ha sido su compleja relación con lo que sus seguidores más nacionalistas llaman los sectores globalistas.

En sus inicios, Erdogan se presentaba como un outsider anti-establishment, un representante de los sectores conservadores y religiosos tradicionalmente marginados por las élites seculares kemalistas.

Sin embargo, especialmente durante su primera década en el poder, Erdogan estableció relaciones pragmáticas con instituciones financieras internacionales, potencias occidentales y organizaciones supranacionales.

En cierto sentido, «pactó con el demonio» que antes había denunciado, adaptándose a las reglas del sistema internacional y aprovechando sus beneficios mientras mantenía un discurso nacionalista para consumo interno.

Erdogan entendió que para consolidar su poder internamente necesitaba legitimidad externa. Su genialidad política consistió en presentarse simultáneamente como un reformista pro-occidental ante audiencias internacionales y como un defensor de valores tradicionales ante su base nacional.

Este pacto con sectores occidentales implícito incluyó por ejemplo la implementación de reformas económicas neoliberales recomendadas por el FMI en consonancia con la promoción de Turquía como destino seguro para inversiones extranjeras bajo la promesa del compromiso aparente con el proceso de integración europea junto con la profundización y alineación total con políticas de seguridad occidentales, incluyendo la permanencia en la OTAN.

A cambio, Erdogan recibió apoyo internacional, inversiones extranjeras y una cierta tolerancia hacia su creciente autoritarismo interno, siempre que mantuviera a Turquía como un socio estratégico previsible.

El Pecado Capital: La Política Siria de Erdogan

Quizás ningún otro aspecto ilustra mejor el declive estratégico de Erdogan que su desastrosa política hacia Siria. Cuando estalló la guerra civil impuesta por occidentee en siria en 2011, Turquía abandonó rápidamente su anterior política de «cero problemas con los vecinos» promovida por el entonces ministro de Exteriores Ahmet Davutoglu, y optó por apoyar activamente a la oposición contra Bashar al-Assad.

Esta decisión representó un punto de inflexión crítico. Antes del conflicto, Erdogan había cultivado relaciones personales cercanas con Assad, promoviendo el comercio bilateral y la cooperación regional.

El giro hacia una política de cambio de régimen en Damasco no solo rompió esta relación, sino que arrastró a Turquía a un conflicto prolongado con consecuencias devastadoras.

La apuesta de Erdogan por el derrocamiento rápido de Assad fue probablemente el mayor error de cálculo estratégico en la historia moderna de la política exterior turca.

Las repercusiones de esta decisión han sido múltiples y profundas golpeando gravemente a Turquia, la crisis de refugiados llevó a que Turquía acogiera actualmente a casi 4 millones de refugiados sirios, generando tensiones socioeconómicas internas y un creciente sentimiento anti-inmigrante entre la población.

También el vacío de poder en el norte de Siria permitió la consolidación de entidades autónomas kurdas, lo que Ankara percibe como una amenaza existencial por su potencial efecto sobre su propia población kurda.

Al aliarse con potencias occidentales y grupos de oposición sirios para derrocar a Assad, Erdogan no solo rompió con su anterior política pragmática, sino que comprometió a Turquía en una aventura geopolítica sin una estrategia de salida clara.

El derrocamiento del gobierno popular de Bashar al Assad y la asunción del HTS que responde hasta cierto punto a Ankara lejos de solucionar los problemas de Erdogan se ha transformado en un verdadero dolor de cabeza dado el quiebre que esto representó con otros factores de poder regional dejándolo a Erdogan solo ante esta situación interna.

Una Movilización Sin Precedentes

La detención de Imamoglu ha desencadenado una reacción popular que muchos observadores describen como sin precedentes desde las protestas de Gezi Park en 2013. Decenas de miles de personas han llenado las calles de Ankara, Estambul y otras ciudades turcas en manifestaciones espontáneas de solidaridad con el alcalde detenido.

Estas protestas no solo expresan apoyo a Imamoglu como individuo, sino que representan un rechazo más amplio al autoritarismo creciente y a la instrumentalización del sistema judicial con fines políticos.

Particularmente significativa ha sido la diversidad sociológica de los manifestantes, que han trascendido las tradicionales líneas divisorias de la política turca. Junto a los votantes habituales del CHP, se han movilizado ciudadanos de sensibilidades políticas diversas, incluyendo algunos desencantados con el AKP, jóvenes sin afiliación política clara y representantes de minorías étnicas y religiosas.

La respuesta del gobierno a estas movilizaciones ha combinado tácticas represivas con un intento de minimizar su significado político. Por un lado, las fuerzas de seguridad han utilizado gases lacrimógenos contra manifestantes que rompieron cordones policiales, mientras se implementaban restricciones al acceso a redes sociales para dificultar la coordinación de las protestas.

Por otro lado, representantes gubernamentales han intentado desvincularse políticamente del caso judicial contra Imamoglu. El ministro de Justicia, Yilmaz Tunc, declaró que «vincular las investigaciones y los casos iniciados por el poder judicial con nuestro presidente es, en el mejor de los casos, presuntuoso e inapropiado», insistiendo en la independencia de la justicia turca, una afirmación que muchos observadores consideran poco creíble dado el historial de injerencias políticas en el sistema judicial en los últimos años.

Estas declaraciones oficiales reflejan una estrategia comunicativa que busca mantener una fachada institucional mientras se persiguen objetivos políticos partidistas, una dinámica que ha caracterizado muchas de las acciones del gobierno de Erdogan en años recientes.

De la Fragmentación a la Unidad

Un aspecto particularmente relevante de la crisis actual es cómo ha catalizado un mayor grado de unidad entre las fuerzas opositoras tradicionalmente fragmentadas. Özgür Özel, líder del CHP, ha adoptado un tono contundente al declarar que Turquía está viviendo «dos de los días más negros de la historia de la república y de la historia de nuestra democracia», acusando directamente al gobierno de perpetrar un «golpe» institucional.

Significativamente, esta retórica ha encontrado eco en otros partidos opositores, desde el nacionalista IYI Party hasta partidos de orientación kurda, sugiriendo la posibilidad de una coalición opositora más cohesionada de cara a futuras contiendas electorales.

Esta unidad, forzada por las circunstancias, podría representar un cambio fundamental en la dinámica política turca, tradicionalmente caracterizada por profundas divisiones ideológicas entre los partidos que se oponen a Erdogan.

Erdogan siempre se ha beneficiado de una oposición dividida. La ironía es que con la detención de Imamoglu podría haber logrado lo que parecía imposible: unificar a sus adversarios bajo una causa común.

La Lección Histórica No Aprendida

Quizás la reflexión más profunda que emerge de esta crisis es cómo los líderes políticos, incluso aquellos que han experimentado la persecución en carne propia, terminan a menudo reproduciendo los mismos patrones autoritarios contra los que lucharon.

Erdogan, que construyó su narrativa política inicial como víctima de un sistema represivo, parece ahora incapaz de reconocer que está utilizando exactamente las mismas tácticas que una vez condenó.

Este patrón, observable en muchos contextos políticos globales, sugiere una dinámica casi trágica en la que el poder prolongado transforma gradualmente a quienes lo ejercen, borrando las lecciones de su propia experiencia como opositores.

La historia turca moderna está llena de ironías, pero pocas tan significativas como ver a un líder que surgió de la persecución judicial convertirse en el arquitecto de la persecución de su potencial sucesor.

El Círculo Completo

El arresto de Ekrem Imamoglu marca un momento definitorio en la política turca contemporánea. Más allá de sus implicaciones inmediatas para el equilibrio de poder entre gobierno y oposición, representa un cierre simbólico del círculo político que comenzó con el encarcelamiento de Erdogan como alcalde de Estambul hace más de dos décadas.

La evolución de Erdogan desde reformista pragmático hasta autócrata en declive, sus compromisos con fuerzas globalistas que una vez criticó, y especialmente su desastroso error estratégico en Siria, conforman una narrativa política que transciendo lo meramente coyuntural para ofrecer lecciones profundas sobre el poder, la democracia y la gobernanza en contextos de polarización.

La historia política de Turquía bajo Erdogan podría resumirse como un largo viaje desde la promesa de democratización hasta la realidad del autoritarismo, un camino pavimentado con compromisos pragmáticos que eventualmente socavaron los principios originales del proyecto.

Las alianzas estratégicas y los compromisos que Erdogan estableció con Occidente para consolidar su poder interno han terminado por acorralarlo en este complejo escenario que atraviesa la Turquía actual.

Su decisión de apoyar el derrocamiento de Assad en Siria, abandonando la posibilidad de una salida negociada y diplomática, lo que terminó por dejar a Turquía sin el visto bueno de las potencias emergentes con presencia en Asia Occidental, representa el ejemplo más claro de cómo una decisión aparentemente pragmática a corto plazo puede desencadenar consecuencias catastróficas a largo plazo.

El futuro inmediato de Turquía permanece incierto, pero lo que resulta innegable es que el país está experimentando un momento de transformación histórica. La ironía final podría ser que Erdogan, al intentar eliminar a su rival más prometedor mediante los mismos métodos que una vez lo catapultaron al poder nacional, esté involuntariamente preparando el terreno para su propia sucesión política y el fin de su era.

*Tadeo Casteglione, Experto en Relaciones Internacionales y Experto en Análisis de Conflictos Internacionales, Diplomado en Geopolítica por la ESADE, Diplomado en Historia de Rusia y Geografía histórica rusa por la Universidad Estatal de Tomsk. Miembro del equipo de PIA Global.

Imagen de la portada:  Europa Press

Acerca del autor

Tadeo Casteglione

Diplomado en Geopolítica por la ESADE, Diplomado en Historia de Rusia y Geografía histórica rusa por la Universidad Estatal de Tomsk. Experto en Relaciones Internacionales y Experto en Análisis de Conflictos Internacionales.

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