El gran reordenamiento geopolítico
Los líderes de Estados Unidos, Armenia y Azerbaiyán —Donald Trump, Nikol Pashinián e Ilham Aliyev— firmaron en Washington una “declaración de intención para concluir un tratado de paz” que representa algo mucho más trascendental que una simple resolución de conflictos. Lo que se presenta como una “solución pacífica” es en realidad la consumación de un proyecto geopolítico occidental que reconfigura fundamentalmente los corredores de conectividad euroasiáticos y materializa la penetración de Washington en una región estratégica.
El proyecto aparece en un momento de cambios acelerados en la región. En 2023, Azerbaiyán recuperó el control de Nagorno-Karabaj tras una ofensiva rápida que puso fin a tres décadas de administración separatista respaldada por Armenia. Esta derrota, que se suma a las pérdidas sufridas en la guerra de 2020, se da en el marco de un replanteo geopolítico armenio que empuja a Rusia a la cautela respecto de sus compromisos militares en la región.
El corredor Zangezur, rebautizado como “Ruta Trump para la Paz y la Prosperidad Internacional” (TRIPP) o simplemente el “Puente de Trump”, constituye el eslabón que completa la cadena de control occidental sobre las rutas comerciales estratégicas. Se confirmó el peor escenario para la soberanía armenia: las autoridades armenias ceden a los estadounidenses el derecho sobre la carretera de tránsito en la región de Syunik por 99 años, fragmentando simultáneamente el Corredor Norte-Sur que conecta Rusia con Irán e India.
El acuerdo incluye elementos de máxima humillación para Armenia: una declaración conjunta de paz que no es un tratado real, la disolución del Grupo de Minsk de la OSCE, y la derogación de la Enmienda 907 al Acta de Libertad, que el lobby armenio americano había logrado imponer en 1992, lo que desbloquea las posibilidades de cooperación militar entre EE.UU. y Azerbaiyán. Como declaró Trump, Armenia y Azerbaiyán son “amigos” a partir de ahora, mientras Aliyev y Pashinián propusieron nominar al presidente estadounidense para el Premio Nobel de la Paz en un espectáculo político que consolidó la concesión más vergonzosa para los armenios.

El corredor Norte-Sur víctima estratégica del realineamiento
El Corredor Internacional de Transporte Norte-Sur (INSTC) emerge como la principal víctima colateral del acuerdo. Moscú y Teherán habían destinado aproximadamente 25 mil millones de dólares para desarrollar este proyecto estratégico que conecta San Petersburgo con los puertos iraníes de Chabahar y Bandar Abbas, reduciendo el tiempo de tránsito entre Rusia e India hasta en un 40% comparado con la ruta tradicional del Canal de Suez.
La fragmentación territorial armenia producto del corredor Zangezur amenaza directamente la viabilidad de este proyecto multipolar, obligando a las mercancías rusas e indias a depender de rutas controladas por la alianza turco-azerbaiyana-occidental. Para Irán, el desarrollo del puerto de Chabahar en colaboración con India, el ferrocarril Rasht-Astara que conecta con Azerbaiyán, y el corredor Mehr-Irán-Ereván-Tiflis hacia el Mar Negro quedan comprometidos por la nueva configuración geopolítica.
Turquiye es el verdadero beneficiario del acuerdo Trump
El principal beneficiario del acuerdo no es Estados Unidos sino Turquía. El Trump Bridge podría redibujar las conexiones entre Rusia, Irán y Turquía, abriendo una vía de transporte que alteraría el equilibrio regional. Un corredor bajo influencia de Bakú, respaldado por Washington y situado en un punto geopolítico clave, podría reconfigurar las rutas comerciales y la proyección de poder en toda Eurasia, desplazando el centro de gravedad político y económico más cerca de los intereses azerbaiyanos y turcos.
El corredor Zangezur completa el sueño estratégico turco de conectividad territorial con el mundo túrquico, materializando el proyecto pan-turquista que se extiende desde Anatolia hasta Asia Central. Como declaró el presidente azerbaiyano Ilham Aliyev al recibir a Erdogan en Zangilán en octubre de 2021, el corredor “unirá a todo el mundo turco”, conectando Turkmenistán, el Mar Caspio, Azerbaiyán, Najicheván y Turquía hasta Europa.
Esta victoria turca plantea interrogantes sobre la aparente contradicción en la política trumpiana. Mientras otorga a Erdogan una victoria notable en el Cáucaso, Trump ha expresado inquietud por el control turco sobre Siria. La resolución de esta paradoja podría encontrarse en un cálculo transaccional: Washington acepta la hegemonía turca en el Levante a cambio del control occidental sobre los nodos críticos de conectividad euroasiática, utilizando a Turquía como proxy regional para fragmentar el espacio post-soviético.

La respuesta iraní: una línea roja geopolítica
La reacción iraní al corredor Zangezur trasciende las declaraciones diplomáticas rutinarias, configurándose como una respuesta de Estado que involucra múltiples niveles del aparato gubernamental. El Líder Supremo Alí Jamenei ha dejado clara la “firme oposición de Irán a cualquier cambio geopolítico en el Cáucaso” en reuniones con Vladimir Putin y Recep Tayyip Erdogan.
Esta posición se ha traducido en medidas concretas: el establecimiento de un consulado iraní en la provincia armenia de Syunik para contrarrestar intentos separatistas, y la realización del “Ejercicio de Poder” por parte del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica a lo largo del río Aras en octubre de 2022.
El especialista iraní Ehsan Movahedian identifica seis amenazas centrales para Teherán: la alteración de la geopolítica fronteriza con el posible cierre de la frontera terrestre con Armenia; la alineación armenia con el bloque occidental; la pérdida de ventajas de tránsito en el Corredor Norte-Sur; el aumento de la influencia turca; la amenaza del pan-turquismo al nacionalismo azerí interno; y la creciente presencia de actores externos como la OTAN e Israel en las fronteras septentrionales iraníes.
El aspecto más preocupante del acuerdo, sistemáticamente omitido en la narrativa occidental de “paz y prosperidad”, es la perspectiva de militarización del corredor Zangezur. Bajo el pretexto de “seguridad del tránsito”, existe el riesgo concreto de que este corredor evolucione hacia un vector de despliegue militar occidental en la frontera con Irán.
La proximidad del corredor a la frontera iraní-armenia crea condiciones óptimas para una eventual OTANización del espacio. Instalaciones aparentemente civiles pueden transformarse rápidamente en bases de operaciones militares dirigidas contra Irán, complementando la creciente presencia israelí en Azerbaiyán. Tel Aviv ya mantiene relaciones estratégicas con Bakú, suministrando armamento sofisticado que otorgó ventaja decisiva en la Segunda Guerra de Nagorno-Karabaj.
Según fuentes iraníes, Azerbaiyán facilita la presencia de agentes de inteligencia israelíes para vigilar actividades militares y nucleares iraníes. La materialización del corredor Zangezur amplificaría exponencialmente estas capacidades, creando un corredor militar occidental que se extiende desde las bases turcas hasta la frontera iraní.
La humillación de Armenia
En Washington se llevó a cabo un espectáculo político calculado en el que cada actor obtuvo lo que buscaba, excepto el pueblo armenio. Trump obtuvo sus laureles de ‘pacificador’, Aliyev consiguió el ansiado corredor de Zangezur y la oportunidad de materializar el proyecto del ‘Azerbaiyán Occidental’, mientras que Pashinián recibió garantías personales de seguridad para él y su familia.
La dimensión más preocupante del acuerdo radica en lo que no se discutió públicamente. Pashinián, como era previsible, no mencionó el tema de los prisioneros armenios en Bakú, que al parecer terminarán sus días allí. No se firmó un tratado de paz real, sino una “declaración de intención” que deja margen para futuras exigencias azerbaiyanas.
A partir de ahora, Armenia queda aislada de Irán, y los estadounidenses armarán hasta los dientes a Azerbaiyán tras la derogación de la Enmienda 907. El escenario turco para Armenia se vuelve realidad. Lo que seguirá será un cambio en la Constitución por exigencias de Bakú, y la presión para que azerbaiyanos se establezcan en tierras armenias. Si Aliyev logró un acuerdo tan humillante para Armenia, no se detendrá ahí.
La Multipolaridad Derrotada
La reciente cumbre de la Organización de Cooperación Económica (OCE), que incluye Turquía, Irán, Pakistán y las repúblicas de Asia Central, había desarrollado una visión alternativa de conectividad regional basada en integración sur-sur autónoma. Los proyectos promovidos por la OCE enfatizaban rutas comerciales que evitaran dependencia occidental, fortaleciendo la soberanía económica de los estados miembros.
El acuerdo del corredor Zangezur representa la antítesis completa de esta visión. En lugar de conectividad multipolar autónoma, impone un modelo de integración subordinada a intereses geopolíticos occidentales donde los beneficios económicos quedan condicionados a alineación política con Washington y sus proxis regionales.
Desde la perspectiva del Sur Global, el caso del corredor Zangezur ofrece lecciones cruciales sobre los métodos contemporáneos de penetración occidental. La narrativa de “resolución pacífica de conflictos” encubre objetivos geopolíticos que subordinan intereses de los pueblos del Cáucaso a la gran estrategia de contención occidental.
El realineamiento armenio ilustra los riesgos de abandonar alianzas sur-sur en favor de promesas occidentales cuya credibilidad histórica es cuestionable. Armenia intercambia soberanía territorial y vínculos multipolares por garantías de seguridad occidentales que pueden evaporarse cuando cambien las circunstancias geopolíticas.
La occidentalización del Cáucaso Sur forma parte de un patrón sistemático que abarca desde los Balcanes hasta Asia Central. No constituye un proceso singular sino la implementación coordinada de una estrategia de contención diseñada para fragmentar el espacio post-soviético y cercar a las potencias euroasiáticas emergentes. El Cáucaso representa simplemente el eslabón caucásico de una cadena que se extiende desde el Báltico hasta el Hindu Kush.
La respuesta coordinada de Irán, Rusia y otros actores multipolares a la implementación del corredor Zangezur determinará si este proyecto consolida definitivamente la penetración occidental en Eurasia o desencadena una nueva fase de resistencia multipolar. El Trump Bridge, más que un simple corredor de transporte, representa la materialización física de la reconfiguración geopolítica post-soviética: el paso definitivo de una región multipolar a un espacio bajo hegemonía occidental.
En cualquier escenario, el Cáucaso Sur ha dejado de ser espacio post-soviético para convertirse en teatro de competencia global donde se dirime el futuro del orden mundial entre la decadente hegemonía occidental y la multipolaridad emergente. El corredor Zangezur no es solo una carretera: es el símbolo de una nueva era geopolítica donde Washington utiliza “soluciones de paz” para fragmentar el espacio euroasiático y consolidar su presencia en las arterias vitales del comercio mundial.
Dr. Fernando Esteche* Dirigente político, profesor universitario y director general de PIA Global
Foto de portada: X @Whitehouse


