(Artículo publicado originalmente el 16/5)
Ha pasado poco más de un mes desde que Finlandia se convirtió oficialmente en miembro de la OTAN. En aquella ocasión, el presidente del país nórdico, Sauli Niinistö, garantizó que el territorio finlandés no se utilizaría para provocar a la Federación Rusa con instalaciones y ejercicios militares, pero evidentemente era mentira. De hecho, como hemos señalado en numerosas ocasiones, Washington impulsó la entrada de Helsinki en la Alianza Atlántica precisamente en función antirrusa, para continuar el proceso de cerco a Moscú.
Como ya hizo en el pasado en el Mar Negro y en el Cáucaso, especialmente en Georgia, la OTAN inicia sus provocaciones organizando maniobras en territorio finlandés, a pocos kilómetros de la frontera rusa. El campo de entrenamiento de Rovajärvi fue elegido como lugar de las maniobras militares Lightning Strike 23, que comenzaron oficialmente el lunes (15/5) con la participación de los Estados miembros de la Alianza Atlántica.
Los medios de comunicación locales informaron de que unos 8.000 soldados participarán en el ejercicio, así como en las maniobras Northern Forest 23, que comenzarán dentro de unos 15 días. Además de las tropas de tierra de las Fuerzas de Defensa, las Fuerzas Aéreas y la Guardia de Fronteras finlandesas, también están presentes soldados de Estados Unidos, Reino Unido, Noruega y Suecia, aunque este último país aún no forma parte oficialmente de la OTAN. Según las razones oficiales, «el objetivo de estos ejercicios militares es la práctica de la coordinación de las unidades finlandesas con las fuerzas de la OTAN y de Suecia», pero en realidad se trata de un claro gesto hostil hacia Rusia.
En su lugar, el campo de entrenamiento de Lohtaja será el escenario de los ejercicios de defensa aérea ADEX, en los que, a partir de este martes (16/5), participarán unos 1.500 soldados de las fuerzas de tierra, mar y aire de Finlandia, así como un grupo de marines estadounidenses, que practicarán el lanzamiento de misiles antiaéreos Stinger.
Ante tales provocaciones, difícilmente puede esperarse que Rusia permanezca indiferente. Ya a principios de mes, cuando empezaron a circular rumores sobre posibles maniobras militares de la OTAN en territorio finlandés, la portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, Marija Zacharova, declaró que tales operaciones obligarían a Rusia a tomar medidas de represalia técnico-militares y de otro tipo:
«Seguimos de cerca los planes de la OTAN con respecto a Finlandia. Confirmamos que Rusia se verá obligada a tomar medidas de represalia tanto de carácter técnico-militar como de otro tipo para frenar las amenazas a nuestra seguridad nacional que aparezcan en este contexto», había dicho la diplomática, refiriéndose al acuerdo que permite a los militares estadounidenses utilizar territorio finlandés.
La portavoz también subrayó que Moscú considera tales planes como una pérdida de soberanía de Helsinki. «Sin embargo, tanto la propia Finlandia como la OTAN deben darse cuenta de que el envío de tropas al norte de Europa sólo contribuirá a aumentar las tensiones militares y políticas también en esta región», advirtió Zacharova.
De hecho, como venimos subrayando desde hace tiempo, las maniobras de la OTAN, y en particular de Estados Unidos, parecen tener el claro objetivo de ampliar el conflicto. El uso de provocaciones, como ocurrió en el caso de Ucrania, sirve para tratar de echar la culpa a Moscú, sabiendo que tarde o temprano Rusia puede verse obligada a reaccionar. Además, el caso finlandés se enmarca en un contexto en el que los países implicados compiten por el control de los recursos del océano Ártico, especialmente en un momento en el que el calentamiento global está provocando el deshielo de los casquetes polares, lo que hace más accesibles los recursos del fondo marino submarino.
No se trata de teorías descabelladas, sino de opiniones formuladas por analistas tanto rusos como estadounidenses que creen que la región ártica podría ser el próximo escenario de confrontación entre Moscú y el bloque atlantista. «El cambio climático y la carrera por los recursos en el extremo norte han reconfigurado la remota región polar, y su estatus, en gran medida libre de conflictos, podría estar ahora en peligro», advirtió la agencia de noticias estadounidense Bloomberg.
«Con la nueva expansión de la OTAN y la próxima adhesión de Suecia a la Alianza del Atlántico Norte siguiendo la estela de la vecina Finlandia, que fue admitida el mes pasado, Rusia será la única potencia ártica que quede fuera de la alianza» (además de los mencionados, los otros países árticos son Estados Unidos, Canadá, Noruega, Dinamarca e Islandia).
Recientemente, los países árticos solicitaron a la Comisión de Límites de la Plataforma Continental de la ONU que ampliara las fronteras de sus respectivas plataformas árticas, lo que les daría derecho a explotar en exclusiva los recursos del lecho marino. Según una evaluación realizada en 2008 por el Servicio Geológico de Estados Unidos, bajo el Océano Ártico yacen unos 90.000 millones de barriles de petróleo, 1,7 billones de pies cúbicos de gas natural y 44.000 millones de barriles de gas condensado, además de un volumen considerable de yacimientos marinos sin explotar de estaño, oro, diamantes, mercurio y metales ferrosos.
Frente a esta sura competencia por el control de los recursos naturales, es evidente el interés de Estados Unidos por militarizar la región ártica, rodeando a Rusia con sus propias fuerzas militares gracias a la entrada de Finlandia en la OTAN. Tampoco hay que olvidar que Estados Unidos sigue siendo el único país ártico que aún no ha ratificado la Convención de la ONU sobre el Derecho del Mar, un hito en el derecho internacional, que evidentemente Washington no tiene intención de cumplir en su ansia por hacerse con los recursos del mundo.
*Giulio Chinappi, politólogo.
Artículo publicado originalmente en giuliochinappi.wordpress.com.
Foto de portada: extraída de giuliochinappi.wordpress.com.