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La Nueva Era Financiera entre el Oso y el Dragón

Escrito Por Tadeo Casteglione

En un mundo donde el sistema financiero occidental ha sido durante décadas el epicentro de las transacciones globales, Rusia y China, dos gigantes económicos y geopolíticos, han empezado a trazar un nuevo camino.

El acercamiento entre Moscú y Pekín, marcado por una creciente cooperación económica y financiera tras la campaña de desestabilización provocada por occidente en la ultima década, representa un cambio drástico en el escenario global.

Esta transformación no solo redefine las dinámicas entre ambas potencias, sino que también desafía la hegemonía económica de Occidente, centrada en un sistema inseguro y usurero que tiene como fin ahogar a las naciones soberanas.

La ruptura con el sistema financiero occidental

Uno de los aspectos más significativos de esta alianza es el creciente distanciamiento del dólar estadounidense y otras monedas extranjeras en sus transacciones bilaterales. Según el embajador ruso en China, Ígor Morgúlov, el 95% de las liquidaciones entre ambos países ya se llevan a cabo sin la participación de divisas de terceros países, es decir, utilizando exclusivamente el rublo y el yuan.

Esta decisión tiene implicaciones profundas, no solo porque reduce la dependencia de las fluctuaciones del dólar, sino también porque fortalece las monedas nacionales, asegurando mayor estabilidad y control sobre las economías locales.

El trasfondo de esta medida es la desconfianza que ambos países han venido desarrollando hacia el sistema financiero occidental, visto como una herramienta de control político y económico.

Las sanciones impuestas a Rusia por parte de Estados Unidos y la Unión Europea han acelerado este proceso de desvinculación, empujando a Moscú a buscar alternativas viables y seguras fuera del sistema SWIFT y de los circuitos financieros dominados por Occidente. En este sentido, China ha sido un aliado estratégico clave, al compartir una visión similar respecto a la necesidad de un sistema financiero más multipolar.

Crecimiento y desafíos del comercio bilateral

El comercio entre Rusia y China ha crecido exponencialmente en los últimos años. En 2023, alcanzó un récord de 240.110 millones de dólares, lo que representa un aumento del 26,3% respecto al año anterior. Este logro es especialmente significativo considerando el contexto global de inestabilidad económica y las sanciones internacionales contra Rusia.

La meta que se habían fijado ambos mandatarios, Vladímir Putin y Xi Jinping, de duplicar el comercio bilateral de 100.000 millones de dólares anuales en 2018 a 200.000 millones en 2024, fue alcanzada incluso antes de lo previsto, en noviembre de 2023.

Sin embargo, no todo ha sido un camino libre de obstáculos. En los meses de marzo y abril de 2024, se observó un ligero descenso en el comercio bilateral, particularmente en las exportaciones chinas hacia Rusia. Este fenómeno fue el primero de su tipo desde 2022, y algunos analistas lo atribuyeron a las dificultades iniciales en las liquidaciones mutuas, a pesar del uso predominante de las monedas nacionales.

A medida que estos mecanismos de liquidación se perfeccionen, es probable que veamos un nuevo impulso en las relaciones comerciales entre ambas potencias.

Vladimir Putin y Xi Jinping durante una reunión en Pekín, China, el 16 de mayo de 2024. Sputnik/Sergei Bobylev
Los inicios de una Alianza Estratégica: El Oso y el Dragón

Las relaciones entre Rusia y China han experimentado una profunda transformación desde la segunda mitad del siglo XX. Hoy, ambas naciones se erigen como aliados estratégicos, forjando una cooperación económica y geopolítica que desafía la hegemonía occidental.

Este desarrollo no ha sido casual, sino producto de una relación bilateral que ha ido consolidándose a lo largo de décadas, con hitos históricos y momentos clave que marcaron el rumbo de la colaboración entre el “Oso” ruso y el “Dragón” chino.

Uno de los momentos recientes que simboliza esta alianza fue el mensaje que el presidente ruso, Vladímir Putin, envió a su homólogo chino, Xi Jinping, con motivo del 75º aniversario de la República Popular China. En este telegrama, Putin destacó la importancia del desarrollo de las relaciones bilaterales y elogió los avances que ambas naciones han logrado a pesar de un contexto internacional adverso.

Desde el reconocimiento temprano de la República Popular China por parte de la Unión Soviética en 1949, la relación entre Moscú y Pekín ha pasado por altibajos, pero ha emergido en las últimas décadas como una alianza sólida. En su discurso, Putin subrayó cómo, a pesar de los desafíos globales, ambas naciones han conseguido aumentar de manera “cualitativa” el volumen del comercio y emprender importantes proyectos conjuntos en áreas estratégicas como la energía, la infraestructura, y la ciencia y tecnología.

La cooperación entre Rusia y China no se limita al ámbito bilateral, sino que se extiende a diversas plataformas internacionales. En su mensaje, Putin señaló la importancia de la colaboración dentro de organizaciones multilaterales como la ONU, el BRICS y la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS).

En estos foros, Rusia y China han desempeñado un papel crucial para contrarrestar la influencia de Occidente y promover un nuevo orden mundial multipolar. La interacción fructífera en estos espacios, según el líder ruso, es esencial para la estabilidad y la paz globales.

Un futuro de prosperidad compartida

En su mensaje, Putin también elogió el éxito de China bajo el liderazgo de Xi Jinping. Señaló cómo el país ha fortalecido su posición en el escenario mundial, desempeñando un papel crucial en la resolución de problemas regionales y globales.

Esto no solo resalta el papel de China como una potencia emergente, sino también la interdependencia estratégica que existe entre Moscú y Pekín en la búsqueda de un mundo menos dominado por las potencias occidentales.

Putin expresó que Rusia valora profundamente “los vínculos amistosos y de buena vecindad con Pekín,” y reafirmó el compromiso de ambas naciones de continuar trabajando juntas para reforzar aún más estas relaciones.

Este tipo de lenguaje subraya no solo la cercanía diplomática entre ambos países, sino también la intención de consolidar una alianza que trascienda lo económico y se adentre en el terreno geopolítico y cultural.

El elogio de Putin al éxito chino no se limita únicamente al crecimiento económico, sino que reconoce el avance de China en esferas clave como la innovación científica y tecnológica. Este reconocimiento es clave para entender el tipo de cooperación que Rusia y China están construyendo.

No se trata solo de una alianza comercial o estratégica militar, sino de una colaboración integral que abarca aspectos fundamentales para el desarrollo de ambos países en un entorno global cada vez más competitivo.

A medida que el comercio en monedas nacionales entre Rusia y China se fortalece, y con la colaboración en marcos como el BRICS o la OCS, ambas naciones se sitúan a la vanguardia de una transformación que tiene como objetivo alejarse de los paradigmas financieros occidentales. El desarrollo de proyectos conjuntos en ciencia, tecnología y energía permite a ambas naciones garantizar su autonomía y resistir las presiones externas que buscan limitar su ascenso en el escenario global.

Un modelo alternativo de cooperación

El enfoque económico de Rusia y China es más que una simple reacción a las sanciones o al control occidental. Representa una propuesta de un nuevo modelo financiero basado en los intereses mutuos y en la soberanía económica, sin recurrir a un sistema que, históricamente, ha sido utilizado para someter a los países más débiles o para controlar los recursos de las naciones en desarrollo.

El fortalecimiento de la relación económica entre Moscú y Pekín no solo beneficia a ambas naciones, sino que también tiene el potencial de inspirar a otras economías emergentes a seguir un camino similar.

El acercamiento económico entre Rusia y China no es solo un ejemplo bilateral de cómo dos grandes potencias pueden coordinarse al margen del sistema financiero occidental; también es un reflejo de un cambio más amplio que está teniendo lugar a nivel global.

Este cambio se ve claramente en el auge de los BRICS+, un bloque que ha ido consolidándose como una plataforma clave para impulsar un nuevo orden económico internacional, en el que las transacciones comerciales y financieras se alejan del dólar y otras divisas occidentales.

Uno de los pilares de este nuevo modelo de cooperación económica es el comercio en monedas nacionales. Rusia, bajo la presión de sanciones internacionales y restricciones económicas, ha sido pionera en promover esta política tanto con China como con otros países clave, como India.

En este sentido, Moscú ha trabajado activamente para desvincularse del sistema dominado por el dólar, favoreciendo acuerdos en rublos y yuanes con China, y en rublos y rupias con India. Esta política no solo protege a Rusia de los impactos de las sanciones occidentales, sino que también ofrece a sus socios comerciales una mayor independencia y estabilidad económica.

La importancia del BRICS y su expansión

El grupo BRICS ha jugado un papel fundamental en la creación de una nueva arquitectura internacional e incluso financiera global que se encuentra en plena planificación y desarrollo.

Desde su formación, el bloque ha defendido la idea de un sistema más justo y multipolar, en el que las economías emergentes no estén subordinadas a los intereses de las potencias occidentales. Este enfoque se ha visto reforzado en los últimos años con la creciente adopción del comercio en monedas nacionales entre los miembros del BRICS y sus socios.

Rusia ha sido una de las voces más activas en la promoción de este enfoque dentro del BRICS. El país ha abogado por la expansión del bloque y el fortalecimiento de los vínculos comerciales y financieros entre sus miembros y países aliados.

La reciente incorporación de nuevas economías, como Egipto, Etiopía, Irán, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, refuerza la visión de un BRICS más robusto y con mayor capacidad de influencia en los asuntos económicos internacionales. Este proceso de expansión no solo aumenta el peso económico del bloque, sino que también fortalece su capacidad para desafiar la hegemonía financiera occidental.

El auge del comercio en monedas nacionales no solo es un desafío directo al sistema financiero occidental, sino que también representa una oportunidad para muchas economías emergentes de encontrar mayor estabilidad y soberanía en sus políticas económicas. Rusia y China han demostrado que es posible desvincularse del dólar sin sufrir una crisis financiera, y su éxito ha estimulado a otros países a reconsiderar su dependencia de las monedas occidentales.

El BRICS, con su creciente influencia y su capacidad para promover políticas alternativas, se perfila como uno de los motores clave de este nuevo orden económico global. La visión de Rusia, compartida por sus socios del bloque, es la de un sistema financiero más equitativo y menos vulnerable a las manipulaciones políticas y económicas de las potencias tradicionales. A medida que más países adopten el comercio en monedas nacionales y se integren en el BRICS, veremos una transformación significativa en el equilibrio de poder económico mundial.

Un futuro conjunto y desafiante

El discurso de Putin subraya la resiliencia y la determinación de la alianza entre Rusia y China, una cooperación que ha prosperado a pesar de la “difícil situación internacional”. En un mundo caracterizado por sanciones, tensiones geopolíticas y un sistema financiero inseguro dominado por los mezquinos y usureras potencias occidentales, Rusia y China han logrado trazar un camino alternativo de crecimiento y desarrollo.

La relación entre el Oso y el Dragón no solo simboliza una cooperación bilateral profunda, sino también un desafío directo al orden económico global establecido. Esta alianza se fortalece en la búsqueda de independencia financiera, basada en la transición al uso de monedas nacionales y la eliminación progresiva del dólar estadounidense como moneda central de comercio internacional.

El fortalecimiento de sus lazos no es meramente económico, sino también geopolítico, con ambos países jugando roles fundamentales en plataformas internacionales como BRICS, la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), y otras estructuras multilaterales.

El poder de estas alianzas está en su capacidad de crear un nuevo sistema económico que no dependa de las instituciones tradicionales occidentales, sino que busque promover un orden multipolar más justo y equitativo.

En esta nueva era económica, tanto Rusia como China emergen como pilares de estabilidad y crecimiento en un mundo multipolar. El liderazgo de ambas naciones en la redefinición de las normas del comercio internacional, su papel en la creación de rutas económicas alternativas, y su capacidad para atraer a otros países en desarrollo a este modelo, demuestran el alcance de su influencia global.

Así, Rusia y China no solo están trazando una nueva ruta para sí mismos, sino que están sentando las bases para una era económica global que desafía las viejas estructuras de poder y abre paso a una nueva etapa de cooperación y desarrollo en un entorno cada vez más fragmentado.

La historia de cooperación entre el Oso y el Dragón se mantiene como un ejemplo de resiliencia, independencia y visión de futuro. A medida que continúan consolidando sus relaciones y ampliando su influencia en el escenario global, Rusia y China no solo están asegurando su prosperidad, sino que también están forjando un camino para un orden mundial donde las naciones emergentes puedan prosperar sin las limitaciones impuestas por los viejos centros de poder.

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