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La llamada Trump-Xi: una capitulación diplomática camuflada de cordialidad

Por PIA Global* – Durante años, Trump buscó posicionarse como el gran negociador capaz de contener a China.

Elevó aranceles, bloqueó exportaciones, promovió sanciones y desató una auténtica guerra económica que pretendía frenar el avance tecnológico y comercial del gigante asiático. Sin embargo, ni los aranceles, ni las amenazas, ni la retórica agresiva lograron aislar a China.

Por el contrario, Pekín aprovechó la situación para profundizar sus lazos con Asia, África, América Latina y Europa, reforzando su proyecto de la Franja y la Ruta y desdolarizando sus relaciones comerciales.

En ese contexto, la llamada entre ambos líderes no es una muestra de entendimiento genuino, sino la aceptación forzosa de que Estados Unidos ya no puede imponer sus condiciones.

La Casa Blanca se vio obligada a sentarse a negociar y a suavizar su postura tras semanas de recriminaciones mutuas, reconociendo que la tensión sostenida solo había fortalecido la determinación de China y aislado más a Washington.

China marca los tiempos

Los temas tratados durante la llamada no fueron menores. Taiwán, el comercio y los visados para estudiantes chinos fueron parte del menú. China logró revertir restricciones claves impuestas por Trump, como el bloqueo de visados para estudiantes y la paralización de exportaciones de tierras raras, materiales esenciales para la industria tecnológica estadounidense.

Estos dos gestos, aunque presentados como “reciprocidad”, reflejan en realidad la presión que Washington no pudo sostener por más tiempo.

Mientras tanto, el tono de la declaración china fue mucho más medido y frío, señalando claramente que el entusiasmo de Trump no fue compartido del otro lado. Xi no celebró el “reinicio total” proclamado por su par estadounidense, sino que mantuvo una postura firme y diplomáticamente distante, consciente de que es Pekín quien tiene ahora la iniciativa global, y no Washington.

Un Trump debilitado busca salvar la cara

Las declaraciones de Trump, que incluyeron una invitación pública a visitar China y la reciprocidad hacia Xi Jinping para visitar Estados Unidos, parecen más un intento de mostrar fuerza que un resultado real de liderazgo.

El otrora promotor del desacoplamiento económico con China ahora se ve forzado a dialogar y hasta cortejar al presidente chino, sabiendo que su guerra comercial ha dejado daños significativos en la economía estadounidense, sin haber logrado modificar la conducta del Partido Comunista Chino.

Además, la presión interna sobre la economía norteamericana, sumada al progresivo debilitamiento del dólar como divisa hegemónica, han hecho insostenible la escalada contra Pekín. Trump ha sido derrotado en su intención de contener el ascenso chino, y ahora intenta presentarse como el hombre de la distensión.

El diálogo telefónico entre Trump y Xi Jinping no representa un verdadero giro hacia la paz o la cooperación, sino el reflejo de un orden internacional en plena recomposición, donde Estados Unidos ya no puede imponer, sino que debe negociar.

La imagen de un Trump satisfecho contrasta con el silencio calculado de una China que sabe que está ganando sin necesidad de disparar una sola bala.

La multipolaridad avanza, y esta llamada telefónica quedará como una fotografía de un imperio que comienza a aceptar su pérdida de liderazgo. Mientras tanto, China continúa su marcha paciente, firme y estratégica hacia el lugar que ya ocupa de facto: el de potencia central del siglo XXI.

Foto de la portada: AFP

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