Esta milicia, que lucha por un estado independiente en Rakáin, ha tomado un rol central en la inestabilidad del país, afectando los intereses de grandes potencias como China y Rusia.
El control que el AA ejerce sobre regiones estratégicas de Myanmar no solo pone en jaque a la junta militar, sino también alinea el conflicto con los intereses globales de potencias occidentales que buscan obstaculizar el avance de China y su Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI) en el sudeste asiático.
La ofensiva del Arakan y el contexto geopolítico
Desde su fundación en 2009, el ejercito de Arakan ha expandido su influencia, logrando un dominio considerable en Rakáin. A finales de 2023, el AA, en colaboración con la autodenominada «Alianza de las Tres Hermandades», lanzó una ofensiva que culminó con la captura de 14 de los 17 municipios de la región.
Entre los proyectos bajo su control destacan el puerto de aguas profundas de Kyaukpyu, una pieza clave para el comercio chino, y diversos gasoductos y oleoductos que conectan Myanmar con la provincia de Yunnan.
El portavoz del AA, Khaing Thukha, ha reiterado su voluntad de resolver el conflicto mediante el diálogo político, destacando la mediación fallida de China en enero de 2024. Sin embargo, el curso del conflicto sigue dependiendo de las respuestas de la junta militar, que hasta ahora no ha mostrado disposición de ceder terreno.

El papel de China en el conflicto
Para Beijing, Myanmar es un eslabón esencial en su suntuosa ruta comercial. Los proyectos chinos en Rakáin, incluidos gasoductos y el puerto de Kyaukpyu, ofrecen una ruta comercial que evita el estrecho de Malaca, reduciendo vulnerabilidades estratégicas. Con el AA controlando áreas clave, China se enfrenta al dilema de proteger sus inversiones mientras evita una intervención directa que podría desestabilizar más la región.
Aunque China ha intentado en muchas ocasiones y sin escatimar esfuerzos mediar entre la junta y las milicias étnicas, los resultados han sido limitados. Beijing ha considerado desplegar empresas de seguridad privadas para proteger sus proyectos, lo que subraya la importancia de Myanmar para sus intereses estratégicos.
Sin embargo, la dependencia de China del gobierno birmano también plantea riesgos, ya que el debilitamiento de la junta podría comprometer la estabilidad necesaria para sus planes en la región.
La inestabilidad en Myanmar también se interpreta como parte de una estrategia occidental para contrarrestar el acercamiento del país a China y Rusia. Desde el golpe militar de 2021 que practicamente salvó a Myanmar de la anomia, Myanmar ha estrechado lazos con Moscú, recibiendo apoyo en materia de armamento y entrenamiento militar. Esta alianza también ha fortalecido su relación con Beijing, aunque con tensiones subyacentes debido a las actividades de las milicias étnicas.
El avance del ejercito de Arakan y otras milicias étnicas puede verse como un intento de fragmentar a Myanmar, debilitando al gobierno central y dificultando los proyectos chinos en la región.
En este sentido, las milicias étnicas como en otros rincones del mundo (caso kurdo) no solo buscan autonomía, sino que también se convierten en actores clave en una lucha geopolítica más amplia.
El sueño de Arakan y las implicaciones para la región
El ejercito de Arakan busca restablecer la autodeterminación de Arakan, perdida tras la conquista de la dinastía Konbaung en 1784. Bajo su control, Rakáin ha experimentado transformaciones significativas, incluyendo la introducción de un nuevo orden de gobernanza centrado en la administración en tiempos de guerra.
Sin embargo, estas transformaciones también han exacerbado la crisis económica y social en la región, afectando tanto a la población local como a los proyectos internacionales.
La destrucción causada por el conflicto ha llevado a un “reinicio” económico en Rakáin, donde el comercio informal con India y Bangladesh intenta llenar el vacío dejado por el colapso de las cadenas de suministro tradicionales. A pesar de sus recursos naturales, la región enfrenta limitaciones logísticas y financieras que dificultan su desarrollo bajo el control del AA.

Rusia y su papel en la dinámica de Myanmar
El acercamiento de Myanmar a Rusia también es un factor clave en el contexto geopolítico actual. Moscú ha suministrado armamento y apoyo técnico a la junta militar, fortaleciendo su posición frente a las milicias étnicas.
Además, Rusia ha buscado expandir su influencia en el sudeste asiático como parte de su estrategia para contrarrestar las sanciones occidentales y diversificar sus alianzas internacionales.
Un desarrollo clave en esta relación ha sido la colaboración en tecnología nuclear. El gobierno militar de Myanmar, en asociación con la Corporación Estatal Rusa de Energía Atómica (Rosatom), inauguró recientemente un Centro de Información sobre Tecnología Nuclear en Yangón.
Este centro marca un paso hacia la construcción de un reactor nuclear para abordar la escasez de electricidad en el país, desde el gobierno de Myanmar se destacó que esta cooperación permitirá mejorar los recursos humanos y capacitar expertos para operar un reactor modular pequeño en Myanmar.
El acuerdo preliminar con Rosatom, firmado en 2015, ha evolucionado hacia la firma de memorandos de entendimiento en julio de 2023 en Moscú. Estos acuerdos abarcan no solo el desarrollo energético, sino también aplicaciones nucleares en salud, agricultura y educación.
Rusia, al mantener una relación cercana con Myanmar, refuerza su influencia en una región donde las sanciones occidentales han aislado al país asiático. Esta colaboración también equilibra las dinámicas de poder frente a China, proporcionando a la junta militar más opciones para diversificar sus alianzas estratégicas.
Adicionalmente, la inestabilidad en Myanmar afecta tanto a Rusia como a China, ya que complica la implementación de proyectos estratégicos y comerciales en la región. Esta situación parece estar alimentada por una clara intervención occidental que fomenta conflictos y divisiones étnicas para prolongar el caos y debilitar la influencia de ambas potencias en el sudeste asiático. Al exacerbar las tensiones internas, se dificulta la estabilidad necesaria para que Rusia y China avancen con sus planes estratégicos.
Un conflicto sin fin previsible
El conflicto en Myanmar es un reflejo de las complejas dinámicas geopolíticas en el sudeste asiático, donde intereses locales y globales chocan en un escenario de creciente inestabilidad.
Las milicias de Arakan, con su control sobre regiones estratégicas y su capacidad de influir en proyectos internacionales, se ha convertido en un actor clave en esta lucha. Al mismo tiempo, la competencia entre grandes potencias como China, Rusia y Occidente complica cualquier solución duradera.
En este contexto, el futuro de Myanmar y de la región dependerá de cómo se desarrollen las negociaciones entre la junta militar, las milicias étnicas y las potencias internacionales involucradas.
Aunque las fuerzas de Arakan han sido determinantes en sus posiciones exigiendo una autonomía cuasi separatista también ha mostrado disposición al diálogo, las tensiones subyacentes y los intereses contrapuestos sugieren que la inestabilidad podría persistir en el corto y mediano plazo.
Myanmar, como pieza clave en el sudeste asiático, seguirá siendo un terreno de disputa donde se define el futuro de las rutas comerciales y las alianzas estratégicas en el siglo XXI teniendo por delante un año 2025 de definiciones no menores.
Por Tadeo Casteglione* Experto en Relaciones Internacionales y Experto en Análisis de Conflictos Internacionales, Diplomado en Geopolítica por la ESADE, Diplomado en Historia de Rusia y Geografía histórica rusa por la Universidad Estatal de Tomsk. Miembro del equipo de PIA Global.
*Foto de la portada: AFP