La lucha por el orden mundial que se viene desarrollando en el planeta hace ya tiempo se despliega en múltiples terrenos, uno central es la economía, también la cultura, las formas políticas de organización de los estados, instituciones internacionales, etc. Pero en momentos de contradicciones extremas manifestadas en forma de guerra, en las que participan en forma destacada actores centrales de la geopolítica mundial, hace que acontecimientos de índole táctico, como las batallas, puedan tener repercusión estratégicas de vastos alcances. Siendo así el reciente anuncio de retirada de las fuerzas armadas rusas de Jersón merece una reflexión seria sobre el curso de las operaciones militares.
Antecedentes inmediatos
En primera instancia debemos recordar que la guerra es “la continuación de la política” o más bien una forma de hacer política, una parte de una política en la arena, sea de las relaciones internacionales (RRII), la geopolítica, la lucha de clases, los intereses nacionales o de facción. O sea, la guerra es una parte, una expresión, la más radical de una política. Esto es lo que significa la sentencia de Carl von Clausewitz. La política es la que fija los objetivos, lo militar es en su terreno lo que debe coadyuvar para materializarlos. Lo militar no es independiente ni mucho menos, pero tampoco lo político debe exigir a lo militar tareas irrealizables. Lo político define la estrategia y específicamente la gran estrategia (en el sentido planteado por Lidell Hart) y define hasta cuanto se esta dispuesto a realizar de esfuerzo militar.
También es de destacar que, en la estrategia, sea política o militar, los planes elaborados por los contendientes suelen encontrarse con una realidad que interactúa con ellos obligándolos a la adaptación permanente en aras del objetivo, como otro prusiano, Von Moltke, señalaba. La alteración de esos planes va de la mano con la capacidad del enemigo y con el acierto de nuestra propia capacidad de comprender el escenario previamente y luego de adaptarnos a la incertidumbre abierta por las nuevas situaciones.
En segunda instancia debemos comprender que el terreno de la “guerra” o de la “lucha” (toda guerra es una lucha, pero no toda lucha es guerra) por un objetivo es “multidimensional”. O sea, que el plano de las operaciones militares concretas es solo una parte de los frentes que definen la guerra. Un excelente ejército, con muy buenos oficiales, con armas de primera, puede ser derrotado por otro ejercito que tenga atrás una nación con una capacidad industrial y humana abrumadora, y un análisis de la situación correcto. Este es un ejemplo abstracto y sencillo.
Pero los planos de la lucha o la guerra se despliegan en las RRII con los marcos de alianza, aislamiento o no; en el terreno de la propaganda y conciencia; en el terreno de la economía y las finanzas sean locales como del enemigo y globales; en el terreno de la inteligencia, en la que hace al combate, como a la que hace a la desestabilización, generación de disidencias, y en lo múltiples terrenos propiamente militares hoy extendidos al espacio y el ciberespacio, etc.
Es de destacar que cuando la guerra en sentido estricto convencional se despliega el resultado de cada una de las batallas entre grandes unidades militares, la perdida o ganancia de terrenos, los miles de bajas, prisioneros, material capturado o destruido, cobra una relevancia que condicionan el resto de los planos. En definitiva, si un ejercito captura la capital y elimina la capacidad combativa de las fuerzas enemiga, gano la guerra, al menos ese capitulo y se pasa a otra etapa. Aunque también es cierto que la lucha, y hasta una guerra, se puede ganar fuera del campo de batalla, en el plano de la gran política. Sin embargo, esto no es así si se pierde la guerra, o da una imagen de suma debilidad en el terreno de las armas.
Las etapas de la guerra
Dicho esto, pasemos a un raconto operacional de la guerra iniciada a fines de febrero, hace ya 9 meses. Como aclaración, es hace 9 meses que Rusia decide la invasión de Ucrania. Pero esto es solo una escalada de la guerra que de características híbridas se veía desarrollando al menos desde el 2014, con el “euromaidán” cuando los sectores proccidentales realzaron una “revolución de color” (sangrienta) y derrocaron al gobierno legal, produciendo una alteración del balance geopolítico radical muy perjudicial para Rusia. Es desde ese momento que podemos ver el desarrollo de una “guerra híbrida” con aspectos militares ya muy fuertes, y una guerra civil con intervención extranjera.
El planteo de Rusia hacia Europa era explícito: crear una esfera europea de acuerdos sin la OTAN. Eso permitía a Rusia desarrollar vínculos económicos con occidente y con oriente (una política autónoma). Y también debería permitir a Europa continental lo mismo. Pero esto no fue así, requería de una decisión de Alemania (y Francia en común) de ponerse a la cabeza de un bloque (también militar) separado de los EEUU e Inglaterra. Y eso fue demasiado para la elite dirigente germana aún atada a las consecuencias de la segunda guerra y con sectores de fuertes intereses atados a “extremo occidente” atlantista.
Así, la decisión de sumar a Ucrania al sistema de defensa occidental y absorberla económicamente, implicaba un desplazamiento de Rusia de su propia esfera inmediata. Y es de recordar que Ucrania es un país con presencia rusa en términos identitarios en importantes regiones. En un sentido similar que hacia Europa, Rusia, interpelaba a América Latina (también China con mucho más peso económico), intentando crear lazos en diferentes planos salteándose el cerco con que la geopolítica de los EEUU e Inglaterra (o en menor medida otros occidentales) mantiene a esta región en su esfera incuestionable.
La guerra
La ofensiva rusa desarrollada a lo largo del mes de marzo se desplegó con dos objetivos y dos hipótesis. Los objetivos eran, uno, producir una transición de un gobierno (y forma de estado, identidad etc.) proccidental a uno neutral que garantizara un equilibro y mantuviera la influencia rusa. Segundo, el reconocimiento de Crimea como territorio ruso y algún estatus diferenciado para las provincias de mayoría étnica rusa. En esta intervención, una parte muy grande de la población, e inclusive el funcionariado, apoyaría la invasión como una liberación.
Las hipótesis eran. Una que el gobierno ucraniano se derrumbaría con sólo patear la puerta; que (según parece esa creencia no era sólo propaganda), una minoría de fanáticos nazis lúmpenes se había apropiado del poder contra la voluntad mayoritaria de la población. Segundo, que las FFAA ucranianas no eran sólidas; no tenían moral, ni estaban unificadas, no resistirían; es más, habría grandes deserciones y pasaje de bando. Casi como una continuidad del 2014.
Con estas ideas el plan ruso para la campaña fue correcto. Una fuerza de 200 mil hombres (menos en combate ya que todo ejército debe disponer de una parte sustancial de sus hombres para logística, servicios, retaguardia, protección de vías de comunicación etc.). Parecían suficientes, en un escenario como el pensado, para ir ocupando el territorio y reducir a grupos de fanáticos nazis aislados. Un buen y rápido golpe sobre Kiev, la asunción de un nuevo gobierno ucraniano se levantaría con una nueva administración, a lo sumo en unos pocos días. Por ello, el principal escenario de batalla donde se concentraron las mayores y mejores fuerzas en el avance sobre Kiev (tres ejércitos de armas combinadas, dos divisiones de fuerzas aerotransportadas, unidades Spetsnaz y del grupo Wagner). La necesidad de rapidez implicaba que el avance se desarrolle con una operación aerotransportada que debía ocupar el aeropuerto de Gostomel, para recibir rápidos refuerzos y avanzar sobre una ciudad donde la defensa seria descoordinada con un gobierno en huida.
Pero no fue así. Los ucranianos resistieron. Gostomel fue ocupada con un duro combate varios helicópteros y aeronaves fueron derribadas. La inteligencia de los EEUU e Inglaterra venia advirtiendo (acertadamente, lo que merece análisis) que la invasión sería ese día, y (creemos) sabía con cierta precisión que se desarrollaría de esa forma. Los ucranianos disponían de una buena brigada de la guardia territorial en la ciudad en alerta (entre un conjunto muy disímil de fuerzas) y posiciones antiaéreas en el corredor de aproximación de las fuerzas aerotransportadas. Los rusos se empeñaron en un largo combate de semanas enviando más y más fuerzas que no consiguieron quebrar la resistencia ucraniana, la que contra las predicciones creció rápidamente en número, bien asesorada y dirigida por expertos occidentales y machacó la sobre extendida y poco protegida logística. El gobierno no se desmoronó.
Por el contrario, esos días inmediatos, con la libertad que da la guerra, elimino, (literalmente) a toda la oposición y posibles simpatizantes rusos. Los rusos no deseaban, ni podían con las fuerzas implicadas ocupar Kiev, no era su plan una larga batalla urbana, en ningún caso. Así después de grandes bajas, abandonaron el norte del país, y la guerra empezó una nueva fase.
Ciertamente la ofensiva rusa con múltiples líneas de avance a cargo de los famosos BTGs era una blitzkieg de nuevo tipo, a cargo de las nuevas unidades tácticas rusas. Un BTG es la unidad básica del ejército ruso para la guerra terrestre. Cada BTG es una estructura de armas combinadas, incluye (en teoría) alrededor de 800 soldados más unos 50 vehículos blindados (artillería, tanques transportes, dispositivos electrónicos, etc.
Para la campaña de Ucrania, el ejército concentró unos 125 de sus 168 BTG, tres cuartas partes de la fuerza de combate total. Son una fuerza eficaz, pero dispersos, por el gran territorio ucraniano, luchando contra unidades preparadas en tácticas acorde al enemigo, con numerosas armas antiblindados, sufrieron muchas bajas. Su objetivo era (como señalamos) combatir resistencia residual de un estado colapsado. No enfrentar dispersos por un frente de miles de Km, un ejército bien organizado, con una gran logística (la OTAN) y con una inteligencia muy precisa. Es de destacar que la guerra de Ucrania encierra también un “revolución militar” una pléyade de nuevas tecnologías aparecen en acción y “nuevas armas requerirán nuevas tácticas”, como también abren un espacio a naciones medias para disponer de recursos militares que respalden su voluntad de autonomía.
Señalamos además, que los rusos “fracasaron” pero no “fueron derrotados”. Fracasaron por una mala interpretación de la realidad. No era una “operación especial” para “limpiar de neonazis” armados un territorio, sino una guerra de un país contra otro. Nos guste o no el régimen político. Tengamos o no simpatía. La guerra civil había pasado a ser guerra nacional, y ese es un éxito occidental (no deja de haber guerra civil pero esta subsumida).
Segunda etapa de la guerra
La segunda fase de la guerra comenzó con la anunciada ofensiva rusa que parecía coincidir con “día de la victoria”. Los rusos habían disminuido su frente de operaciones de un arco de cerca de 3000 km desde el oeste de Kiev hasta Nicolaiev. A un poco más de 1000, de Jerson al entorno de Karkov. Con el esfuerzo puesto en completar la ocupación de Donbass, un territorio (de hecho, una cuña en el frente) relativamente pequeño, unos 300 km de frente en un arco.
Había grandes expectativas, lo simbólico, el poder ruso (ahora sí) arrollaría a los ucranianos. Desde mayo la ofensiva rusa se concentró en un escenario reducido. No eligieron una operación de mayor envergadura que hiciera colapsar el frente, como intentar ocupar Dnipro, lo que haría colapsar al ejército ucraniano en el frente del Donbass. Ni intentar ocupar Karkov ciudad de enorme peso. Ambas operaciones estaban fuera del alcance de las fuerzas desplegadas según parece. Sino con las mismas unidades asignadas a la “Operación especial” redesplegadas en un escenario más pequeño, derrotar a las fuerzas ucras en Donbass y consolidar la ocupación del conjunto de las provincias claves.
Lo cierto es que desde mayo hasta setiembre la presión rusa fue intensa. Y lograron mediante una ruptura pequeña en Popansa (un pequeño pueblo), que produjo una amenaza de cerco a la saliente ucra, la ocupación de dos ciudades de cierta importancia, Severodonetzk y Lisichinask. Pero fue la única victoria clara, los ucranianos consiguieron evacuar la zona y se retiraron unos km a nuevas posiciones en las que resisten ataques y contraataques desde hace meses.
El ejército de la Federación Rusa, no pudo, no quiso o no supo, aprovechar el momento y avanzar hacia objetivos más extensos (aunque sea las ciudades de Kromatovsk y Slaviansk con las que completaría las dos provincias del Donbass). Teniendo en cuanta que esa es la única victoria clara rusa que tuvo como resultado el avance de unas decenas de km., creemos poder señalar con claridad que la ofensiva iniciada en la segunda fase de la guerra fracasó. Y eso tuvo como consecuencia la destitución del comandante.
Pero esa segunda fase contó con un resultado mas grave. Ante el agotamiento ruso (natural toda campaña militar necesita pausas operacionales) los ucranianos anunciaron el lanzamiento de una “gran contraofensiva”. Nadie creía en la capacidad ucra de que esa contraofensiva mereciera el titulo de “gran”. Lo cierto, (para acortar la descripción de estos aspectos operacionales militares) es que el anuncio ucraniano era la intención de lanzarse sobre Jersón. Los rusos se atrincheraron y todo pareció como era previsible, que los ucranianos se estrellaran contra las mejores tropas rusas en posiciones defensivas.
Sin embargo, al poco tiempo, en un ataque sorpresa (quizás gracias a la inteligencia occidental que mantiene una conciencia situacional muy detallada), el frente de Karkov se vio atacado en el lado opuesto del frente y los rusos se retiraron aceleradamente, abandonando toda la provincia en una retirada que territorialmente implicaba más que todos los espacios ocupados por Rusia desde mayo.
Cierto es que era una provincia que no (al menos no lo hicieron después de perder los territorios) pensaban anexionar. Ante esto reconociendo de hecho la grave pérdida, los rusos volvieron a cambiar el mando de las tropas y anunciaron una movilización importante de sus reservas. Los ucras continuaron a la ofensiva y lograron ocupar en combate, esta vez, posicione claves de Donbass como Liman e Izium muy importantes para lograr avanzar sobre el resto de las provincias aún en manos Ucras, cuando una nueva ofensiva se desarrolle. Y si esto fuera poco, después de dos meses cuando la mayoría de los analistas daban por agotada la ofensiva, los rusos abandonaron, primero en norte de Jersón y luego anuncian que harán lo mismo con el resto de la provincia.
Los ucranianos desde septiembre no paran de obtener victorias, aunque la mayoría de ellas sean por retiradas rusas, que asumen la imposibilidad de resistir con éxito, esto es claramente una victoria de la estrategia occidental en el campo de batalla, ya que un triunfo no necesariamente tiene que ver con que haya muchos muertos, sino que se consiga el objetivo. Y durante dos meses (hasta hoy) Ucrania tiene la iniciativa estratégica. Aunque (no esta de más recordarlo) las fuerzas rusas están muy lejos de ser derrotadas, y Rusia se encuentra mucho menos afectada por la guerra.
La nueva etapa y el abandono de Jersón
Todo parece anunciar una nueva etapa de la guerra con un nuevo comandante Sergei Surovikin en reemplazo de Alexander Dnornikov. Dnornikov había sido nombrado en abril para hacerse cargo de la jefatura militar para la ofensiva del Donbass, luego de que Ucrania consolidara su resistencia e hiciera fracasar los planes rusos de una transición de gobierno con la ofensiva relámpago de febrero. Ahora Surovikin deberá encontrar una salida en el plano militar al empantanamiento actual. Ya se ven los primeros pasos con el inicio de una estrategia sistemática de devastación de Ucrania que puede llevar el país al colapso y/o a occidente tener que destinar más recursos para poder sostenerlo en combate.
Mientras tanto el ejército ruso se repone de las, sin dudas, numerosas pérdidas, entrena a los nuevos reclutas y repone el equipo (es inútil discutir en tiempos de guerra las bajas humanas y de material, ya que están sujetas a “propaganda” y los números oficiales suelen ser increíbles, sólo podemos afirmar que no son los que ambos bandos presentan, aunque Ucrania oculta muy efectivamente los suyos y sólo se discuten las bajas rusas).
Por otro lado, en los planos no militares de la guerra Rusia opera en otros escenarios disputando con éxito su presencia en África, manteniendo y ampliando un bloque en los BRICS, participando en foros autónomos de occidente y realizando acuerdos que demuestran que no se encuentra aislada; aunque también es de destacar la posibilidad de intentos de desestabilización de la periferia, como hemos visto recientemente.
En el mismo sentido Rusia espera que los efectos de la guerra se sientan en Europa, especialmente en los países que eran socios económicos como Alemania, y en toda Europa por la cuestión de la energía. Sin dudas eso anuncia problemas sociales para el pueblo europeo y económicos en general para la industria. Lo que tendrá repercusiones políticas y en RRII que deberían indicar una mayor tendencia a presionar por parte de las potencias más afectadas (Francia y Alemania) al eje anglosajón, OTAN y sectores más globalistas, para acuerdos de paz y concesiones.
Rusia apuesta a su mayor capacidad de absorber las consecuencias sociales y económicas de la guerra y a la reconversión hacia oriente. A pesar de que todos los analistas (inclusive el Banco Central ruso) anuncian una contracción de su economía, lo cierto es que la población rusa sufrirá menos que la europea la situación por ahora y (obviamente) nada a comparación de la ucraniana. O sea, que en el espacio de la gran estrategia Rusia viene dando una batalla que parece neutralizar los ataques occidentales y abonar alternativas. Lo que pasa es que da una batalla que va en el “sentido de la historia”, con su vinculación a un mundo multipolar y con nuevas potencias grandes y medias emergentes, y la vinculación más horizontal con el antiguo tercer mundo; y que, en una guerra de desgaste, el tiempo (a nivel de la gran estrategia más que del combate táctico concreto) espera juegue a su favor. Veremos.
Sin embargo, en ese escenario táctico y operacional de la guerra, cuando se analizaba que la ofensiva ucraniana había agotado su impulso o que los ucras estaban planteando la posibilidad de una ofensiva sobre Melitopol o inclusive intentar alcanzar Mariupol, el comandante ruso anuncia su retirada de Jersón. Es evidente que sostener Jersón les implicaba un gran esfuerzo, eso era visible por su ubicación. Militarmente tiene lógica, fuerzas numerosas y en riesgo, necesarias para solidificar el frente más amenazado entre el Donbass y en Dniéper. Pero será muy difícil recuperar militarmente ese territorio tras un enorme río nuevamente. Y sin dudas la retirada debe afectar la moral y la confianza de la población prorrusa de la zona.
Recordemos que los plebiscitos recientes fueron hechos para demostrar la determinación en esta guerra, en esos territorios se movilizó a la población local, se construyó una administración. Estando en guerra esos territorios pasarán nuevamente a un gobierno enemigo. En una guerra que se juega la identidad, forma de vida etc. de la población; la construcción de una nación rusa o ucraniana occidental. Será un duro golpe y además genera dudas a nivel general de que la política realizada este último mes estuviera acorde con las posibilidades militares. Lo que a su vez repercutirá en la confianza de las demás poblaciones de las que se aspira adhesión, para eso hay que demostrar fuerza.
Según explícitamente anuncia Surovikin los rusos estén pensando cuidar sus fuerzas, aunque sea con retiradas importantes (decisiones muy difíciles señaló ya hace un tiempo, se nota que tenía en mente esta retirada). Ya lo vienen haciendo en Karkov, Izium, liman y ahora es esta importante ciudad. Esperando juntar fuerzas para una nueva ofensiva con otro eje más adelante. También desgastar y quebrar Ucrania con un bombardeo estratégico sistemático el que parece estar teniendo éxito en desbastar el país, tal como las mismas autoridades ucranianas anuncian, con cierta desesperación, solicitando mayor ayuda occidental para sostener la guerra.
Quizás solo sea una señal para una negociación que finalmente no se dé (o sí), como algunos actores internacionales viene poniendo sobre la mesa (inclusive en EEUU). Existen presiones para hacer un párate en la guerra. Quizás el general a cargo sólo está poniendo orden en medio de los fracasos anteriores y la descoordinación política militar. En términos tácticos militares es, sin dudas, un alivio para la presión que sufren los rusos. Se acorta el frente. Pero la guerra es mucho más que táctica, aunque, no existe posibilidades sin ella. La guerra no se gana con retiradas, que siguen a otras retiradas y nuevas retiradas. Quien en aras del fanatismo o de estar en una trinchera no vea lo serio de esta anunciada retirada, no piensa.
¿Y América Latina cómo juega en este escenario?
Como señalamos más arriba, todos los conflictos se juegan en múltiples planos. La guerra también. Por ejemplo, en la guerra de Malvinas, si las fuerzas argentinas hubieran previsto una resistencia de un mes más en tierra y aire, sin necesidad de alguna victoria clave, sólo mantenerse en combate, le hubieran causado a Inglaterra y su fuerza expedicionaria problemas logísticos, y por lo tanto operativos de enorme dificultad, superiores a una batalla en concreto. A pesar de su (en el balance general) notoria superioridad o imposibilidad argentina de vencer en batalla terrestre en las condiciones planteadas. La misma guerra nos habla de que el resultado estuvo sobre determinado por el escenario internacional, las alianzas y el juego en otros planos más allá de la batalla.
Claro, si se pierde en forma inapelable en el terreno militar, los posibles éxitos en otros planos se pierden. Como, peor aún, si más allá del plano militar los demás dominios donde se despliega el conflicto son abordados en forma errónea. Caso que Argentina descubrió a lo largo de la guerra dada la muy equivocada o contradictoria ubicación de la junta militar. Caso opuesto en el ruso actual. Rusia hoy está en una guerra y su conducción se ubica en los demás dominios en forma inteligente.
Siendo así ¿cómo juega América Latina en el plano geopolítico en el que la guerra se inserta y la sobre determina? Se abre un orden mundial donde la multipolaridad será la característica de la etapa. América Latina debería estar bien preparada para abordar esta nueva etapa ya que la etapa llamada progresista de principios del milenio desarrolló (con notorias diferencias por país) una cierta tendencia de autonomía estratégica en el plano delas RRII. Esa fue la tendencia manifestada en la creación de organizaciones regionales autónomas y en una presencia internacional con perfil propio. No hay que exagerar, ya que estructuralmente en el plano económico financiero, las rupturas no fueron tales, sino que hubo tensiones dentro del modelo heredado (siempre como tendencia general).
Sin embargo, a pesar de estos antecedentes, que podrían funcionar como piso, nuestro continente se encuentra mucho menos activo en forma autónoma. La ola progresista sufrió un barrido en varios países determinantes (como Argentina y Brasil, por ejemplo) y dio paso a un ciclo de subordinación cuyo efecto ofició de generar un nuevo piso disciplinando a los intereses de las clases dominantes locales (o con intereses en la región) globalizadas y geopolíticamente alineadas con el polo mas duro de occidente. Ese piso fue heredado como “marco natural” por el progresismo dentro del cual negociar lugares.
Esto sin dudas impide a los países latinoamericanos transitar un camino de autonomía estratégica y de construirse como espacio regional con personalidad propia que albergue potencias medias. En nuevo mundo multipolar cuya amplitud se define con los conflictos del presente, entre ellos la guerra de Ucrania, como el más destacado del momento, debería tener a América Latina con políticas propias, nacionales, más activas.
Deberíamos preguntarnos entonces que significa la nueva “Ola progresista”. Creemos que el presente latinoamericano se encuentra mas cerca de una posición de moderación dentro el escenario local e internacional dado, sin intenciones de cambio o de acumulación en otra dirección. Esto sin dudas va en contra de las posibilidades que abre la transformación internacional que vivimos, donde las posibilidades de proyectos estratégicos autónomos tiene espacio importante, tal como los viene demostrando países como Irán, Turquía, India, e inclusive países históricamente más alineados con occidente como Paquistán, Arabia Saudita, Corea del Sur, etc.
No sólo un aprovechamiento oportunista de la elevación del precio de las materias primas (para obtener recursos para la nación, no para que se lo apropien los capitales globalizados), sino para avanzar en iniciativas geopolíticas tanto en el plano económico, como de articulación de organizaciones internacionales autónomas. Una nueva y más activa presencia en los BRICS, una política militar independiente, el establecimiento del control sobre ciertos recursos básicos y el desacople financiero y en más esferas, aprovechando el surgimiento de numerosos actores autónomos. El actual desorden o esta transición a un nuevo orden abre esas posibilidades. Aunque pareciera que nuestras elites políticas no lo creen posible.
Mas allá de las acciones y posibilidades de nuestra región, sus oportunidades, pérdidas o no (aun veremos), debemos tener en cuenta el otro polo de la contradicción. En este caso la política de hegemón americano: los EEUU. La evolución de la “Doctrina Monroe” hasta la actualidad implica conocer los despliegues concretos de esta potencia en las diferentes etapas históricas. Y en este momento es la forma concreta en que EEUU busca alinear al continente en las últimas definiciones de la OTAN y el G7 (cuyo eje fue el enfrentamiento a Rusia y China y la defensa del “modo de vida democrático”). Resoluciones que en Argentina hemos visto por adelantado con la presencia de Jake Sullivan responsable de seguridad nacional del gobierno de Biden, la comandante del comando sur la General Laura Jane Richardson y la actividad intensa del embajador Stanley. Estas resoluciones se manifiestan en el plano militar bajo la categoría doctrinaria de “Disuasión integrada”.
¿Qué significa? El secretario de Defensa norteamericano, Lloyd J. Austin, señaló desde que asumió el cargo en el mes de enero de 2021 que “integrado… queremos decir, integrado en todos los dominios, convencional, nuclear, cibernético, espacial, informativo». Agregó que «integrado en los teatros de competencia y conflicto potencial (…) integrado en todo el espectro del conflicto, desde la guerra de alta intensidad hasta la zona gris».
Nuestra región vio el avance de este concepto y sus consecuencias en la XV Conferencia de ministros de defensa del continente en julio de este año. Allí donde EEUU presentó esta nueva doctrina para hacerla común. Y claramente planteó que las amenazas contra las que se debía dirigir esta integración “multidominio” era contra China y Rusia, en la misma línea de lo planteado por la OTAN en Madrid.
Recordemos que tanto lo “integrado” como lo “multidominio” remite a los planos militares en el sentido amplio, como a lo que significa todo tipo de frentes “híbridos” sean culturales, influencias en el terreno de los medios, centros de estudios, relaciones interestatales, militares o civiles, tecnológicas, etc. Y sobre todo, la preocupante penetración China en el plano económico, inversiones, tecnología etc.
Es de destacar que varios países de América Latina, entre ellos Argentina, Brasil y México manifestaron reservas sobre el tema. Especialmente respecto a la mención de la guerra de Ucrania. Como también Argentina y Chile señalaron la necesidad de estudiar el concepto de “disuasión integrada” en la Junta Interamericana de Defensa antes de adoptarlo. Y que la misma Argentina no envió a su ministro de defensa sino a su secretario de internacionales del ministro Santiago Cafiero, lo que de por si es bajarle el precio.
América Latina se encuentra en un momento contradictorio de retrocesos y oportunidades. El nuevo progresismo más suave y resignado, auto asumido como débil y conciliador, pareciera estar en unas malas condiciones como para ser la cabeza de una América Latina que salga a encontrar su lugar en el mundo pluripolar que se abre ante nuestros ojos como oportunidad histórica luminosa.
Sin embargo, el sentido de las transformaciones que estamos viviendo puede cambiar en sus formas, pero no la transformación en sí misma. La guerra de Ucrania es el signo de los dolores del nacimiento de lo nuevo, de la resistencia de lo viejo y de la lucha por el balance de poder futuro de los distintos actores, quienes logran pensar a su nación y región de cara a construir un proyecto de autonomía estratégica serán los que hagan historia y serán recordados por sus pueblos.
*Guillermo Caviasca, Dr. en historia, docente e investigador UBA/UNLP, autor de libros y artículos sobre historia argentina, historia militar, geopolítica y relaciones internacionales.
Foto de portada: A la izquierda, el comandante ruso Serguéi Surovikin, y a la derecha, el ministro de defensa ruso Serguéi Shoigú. Fuente: SouthFront.