Nuestra América

La geopolítica imperial yanqui en el Caribe

Por Betzabeth Aldana Vivas*
El profesor Jean-Claude Gerlus, en su investigación “Los efectos de la Guerra Fría sobre las relaciones entre Estados Unidos y Haití”, no se equivocaba al indicar que en dicho periodo se transformó a la cuenca del Caribe en una zona de guerra no declarada.

Las reminiscencias siguen experimentándose en la región. Hace días ocurrió el magnicidio del presidente de Haití, Jovenel Moïse, cuyos responsables materiales son mercenarios de origen estadounidense y colombiano.

Ante este hecho, la incertidumbre y la volatilidad política se encuentra sobre la mesa en Haití, y a medida en que se esclarece el asesinato, se hace ver la injerencia de Estados Unidos y su satélite, Colombia.

Así que resulta conveniente hacer una revisión historiográfica y política, desde lo macro, sobre el rol de la cuenca del Caribe en el tablero geopolítico, tomando en cuenta dos ejes: la Iniciativa para la Cuenca del Caribe de Estados Unidos y la doctrina estadounidense en el manejo de las relaciones internacionales en la zona caribeña.

Pero antes, se hace pertinente señalar una consideración geopolítica hecha por el exsecretario de Estado norteamericano Henry Kissinger sobre la importancia de Haití en el radar caribeño:

Haití tiene una posición de control para el acceso al Mar Caribe, ya que 70% del tráfico marítimo del Canal de Panamá transita por el Paso de los Vientos (o Windward Passage) entre Haití y Cuba; conecta el Océano Atlántico con el Mar Caribe.

Sumado a esa consideración sobre la importancia de El Caribe, a principios del mes de julio el vicepresidente del Consejo de ministros de la península de Crimea, Georgui Murádov, propuso en Nicaragua una ruta más rápida para el comercio con el Caribe que la ruta tradicional del norte.

Murádov señaló que, con la actual cadena logística a lo largo de los mares del norte de Europa, se necesitan más de 45 días para entregar mercancías desde Nicaragua, Cuba y Venezuela a Rusia. Mientras que la ruta a Rusia a través de Crimea sería más del doble de rápida.

“En 17 días es posible entregar cualquier carga desde América Latina a los puertos de Crimea para toda Rusia”, explicó Murádov.

Origen y promoción de la Iniciativa de la Cuenca del Caribe

La cuenca del Caribe corresponde a la franja geográfica que arropa a las naciones caribeñas, y que va desde la fachada costera al norte de Venezuela y Colombia, pasa por el este de Centroamérica y termina rozando el sur de Florida.

Ese espacio amplio marítimo es primordial para Estados Unidos, que más allá de la cercanía, los recursos y las rutas comerciales, hacen de esa zona un objetivo frecuente en términos de injerencia e intervenciones de todo tipo por parte de las administraciones estadounidenses.

Parte de las bases de ese enfoque lo impulsa el libro de Alfred Mahan titulado La influencia del poder marítimo en la historia: 1660–1783, que inspiró al entonces presidente estadounidense Theodore Roosevelt a expandir el poder marítimo de Estados Unidos con el fin de asegurar recursos y “carreteras” navales (como categorizaba Mahan) para los barcos de todo tipo a través del Caribe y el Pacífico.

En ese libro, Mahan explicaba algunas claves importantes sobre ese entramado:

Empleaba la premisa “Todo aquello que se mueve en el agua, al contrario de lo que se mueve en tierra, posee la prerrogativa de la defensa ofensiva”, que justificaba la necesidad de potenciar a la armada estadounidense.

El Mar Caribe debe ser de suma importancia para la política exterior y de seguridad estadounidense, incluso debe ser considerado como una especie de Mare Nostrum Americano. El adjetivo “americano” hace alusión a Estados Unidos, no al continente en su esplendor.

El Istmo de Panamá es el centro neurálgico para lograr el poder naval y que la flota logre la eficacia en los planes.

Antigua historia colonial

Así que los elementos generales planteados por Mahan contextualizan las tácticas hechas por Estados Unidos que se ejecutaron en el siglo XIX, de la mano de un instrumento legal que extrapoló las fronteras: The Guano Islands Act de 1856, pues esa ley le daba la facultad abusiva a los ciudadanos estadounidenses de tomar posesión de las tierras caribeñas que poseían depósitos de guano, recurso importante para el momento porque permitía refertilizar las tierras agrícolas estadounidenses.

Después de esta etapa de expansión imperial y tras la invasión de Granada auspiciada y coordinada por la Casa Blanca, Estados Unidos matiza la táctica hacia El Caribe elevando unilateralmente programas comerciales conocidos como la Iniciativa de la Cuenca del Caribe (CBI).

Este programa se lanzó por medio de la Caribbean Basin Economic Recovery Act (CBERA) en 1983, luego se amplió a la índole de seguridad compartida en 2010, con el supuesto argumento de reducir el tráfico ilícito y aumentar la seguridad de Estados Unidos y El Caribe.

Con esta piedra angular, Estados Unidos invirtió más de 556 millones de dólares para CBI a través de programas administrados por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, sus siglas en inglés), desde el año fiscal 2010 hasta 2018. Tal inversión, por ejemplo, no ha dado beneficios reales a la región, por lo que resulta ostensible que responde a agendas opacas a favor de los intereses de Estados Unidos, tanto en seguridad como en comercio.

En este engranaje, los acuerdos conllevan a que los países caribeños dependan drásticamente de la “ayuda” externa, creando desventajas en las negociaciones con el gobierno estadounidense de turno, poniendo en riesgo la agenda nacional respectiva.

En resumen, el carácter de la CBI es abiertamente bilateral y amenaza la integración regional, promoviendo y fortaleciendo los intereses de Estados Unidos, así como también su predominio económico y militar en la fachada caribeña, zona considerada por Washington como su feudo en el Sur.

En 2015, la administración de Barack Obama impulsaba la Iniciativa de Seguridad Energética del Caribe en una cumbre de energía, y el entonces vicepresidente Joe Biden daba unas palabras al respecto:

Dejaba claro que tanto la energía y la seguridad del Caribe como de Centroamérica son cuestiones primordiales para Estados Unidos.

También explicó que los bajos precios del petróleo, más el desplome de los costos de la energía renovable, abrieron una ventana para invertir más en el extranjero y especificó que el extranjero está al otro lado del mar, hacia el Caribe. Señaló ejemplos de los nuevos proyectos en materia energética con algunos países del Caribe, como los 90 millones de dólares que desembolsaron a Jamaica para la construcción de un proyecto de energía renovable.

Asimismo, indica que Estados Unidos y la “comunidad internacional” también pueden proporcionar asistencia técnica para supuestamente ayudar a los países a atraer inversiones en sus sectores de energía. En ese momento, USAID anunció un programa de 10 millones de dólares para suministrar inversiones energéticas en Jamaica.

Luego concluía que el nuevo enfoque de Estados Unidos era El Caribe, para asegurar que los proyectos se puedan conectar al financiamiento.

Ya iniciaba la nueva escalada de Estados Unidos contra Venezuela, siendo el primer objetivo a atacar la plataforma de cooperación integral entre Venezuela y las naciones del Caribe: Petrocaribe.

Doctrina Monroe y Corolario de Roosevelt

El enfoque geoestratégico de Estados Unidos para el espacio caribeño se compone de sus principales líneas en política exterior, transmutadas en sus autoproclamadas virtudes: el excepcionalísimo y el universalismo.

Excepcionalísimo estadounidense: instrumento cultural o excusa para legitimar sus acciones de injerencia generando la creencia o mito de que Estados Unidos es una nación cualitativamente diferente o superior al resto del mundo, en otras palabras, una nación única.

Universalismo estadounidense: creencia sobre el amplio alcance de alguna idea o doctrina estadounidense que tiene aplicabilidad universal.

Con esas dos cartas, los gobernantes estadounidenses hacen valer o justifican sus acciones porque, para ellos, bajo esa concepción, cualquier actor internacional o Estado que no esté en sintonía con los intereses de Estados Unidos es considerado una amenaza.

Bajo esos preceptos, la historia narra cómo la Doctrina Monroe con su “América para los (norte)americanos” dirigida a Europa cuajó luego en la razón de Estado gringa. Pero fue Theodore Roosevelt en 1904 quien expandió la injerencia hacia América Latina y El Caribe, y es lo que se le conoce como el “Corolario de Roosevelt”.

Dicha variante de la Doctrina Monroe consistía, según Roosevelt, en que Estados Unidos podría “ejercer el poder policial internacional en casos flagrantes de tales irregularidades o impotencia”, sirviendo de justificación para la intervención desinhibida estadounidense en Cuba, Nicaragua, Haití y República Dominicana.

Chávez y Bolívar

De forma antagónica, el comandante Hugo Chávez rescató y promovió el ideario integracionista del Libertador Simón Bolívar. Con una visión geoestratégica, las alianzas energéticas se expandieron, de forma soberana, hacia todas las regiones y se dio un gran viraje en la dinámica de la política exterior venezolana dirigida al Caribe.

Tras repetidos encuentros y compromisos firmados, en 2005 se suscribe el Acuerdo de Petrocaribe para el suministro y financiamiento de petróleo y otros productos, bajo los pilares de la cooperación entre las naciones participantes.

Este hito geopolítico marcó el inicio de la construcción de una alternativa en la dinámica de las relaciones internacionales con el fin de contrarrestar la influencia de Estados Unidos en América Latina y El Caribe, dándole una bofetada a los corolarios estadounidenses del siglo pasado, liberándolos de la explotación de las transnacionales petroleras.

En 2012, el comandante Chávez expresaba: “Petrocaribe se ha convertido de verdad en un mecanismo de cooperación sin precedentes, sin precedentes en este mundo y creo que el de más avanzada, hoy en el planeta, de cooperación y de intercambio, de solidaridad, y puede servirnos de mucho más además”.

Sin duda, es un mecanismo de avanzada porque se recobran las ideas de nuestra historia y se logra transformarlas en nuevos códigos de conducta en las relaciones internacionales del continente americano, que ahora hace parte real a toda la franja caribeña, además que no sólo se supeditaba a exportar petróleo y sus componentes, sino a exportar asistencia social para las comunidades más necesitadas en El Caribe.

En palabras del exdirector ejecutivo del Fondo de Desarrollo Petrocaribe en Jamaica del Wesley Hughes: “Durante la crisis financiera mundial, Venezuela emergió como la fuente más importante de asistencia bilateral a Jamaica. Y si no hubiera sido por esa asistencia, a través del acuerdo de Petrocaribe, la economía de Jamaica habría estado en circunstancias espantosas. Las cosas habrían sido mucho peores de lo que resultaron ser”.

Romper con esto por medio del chantaje y “sanciones” se queda corto, porque más allá de todo lo dicho y los atractivos esquemas de financiamiento de la plataforma petrolera caribeña, también debe considerarse que la visibilización y el respeto dado a cada nación del Caribe participante, otorga una carga de valor importante, puesto que históricamente en El Caribe mientras reine la inestabilidad y la sumisión, para Estados Unidos es una clara ventaja para mantener el control de carroña que acostumbra a imponer. Y es que generar condiciones para la inestabilidad de los países del sur, son prácticas ya reconocidas bajo la patente de Estados Unidos: lo sucedido en Haití asoma esa línea.

Obama preparó el terreno

No por nada Barack Obama, previo a despedirse del Despacho Oval, realizaba un viaje presidencial en 2015 a Jamaica, que sus antecesores en el cargo no hacían desde 1982. Esa visita tenía el objetivo de tratar el tema de la seguridad energética, con ello el expresidente demócrata preparaba el terreno para que, en los años por venir, la acometida de “sanciones” golpeara con mayor fuerza a la industria petrolera venezolana con el fin de quebrar Petrocaribe.

Mientras se termina de escribir este repaso geopolítico sobre la zona caribeña, pretenden desestabilizar a Cuba, como parte del Paso de los Vientos y fundador del ALBA-TCP, tratando de imponerle un golpe de color con patente estadounidense. La estrategia contra El Caribe tiene a dicha isla en el centro de la disputa, y se conecta directamente con el entramado geopolítico que va del norte de Florida hasta la cuenca sur del Caribe.

En la actualidad, en medio del asedio estadounidense en contra de Venezuela, el presidente venezolano Nicolás Maduro apuesta a las líneas emanadas en la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América – Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP) como espacio para el fortalecimiento de Petrocaribe, porque la integración regional requiere de la implementación de políticas internacionales justas e integrales que permitan transcender el hecho energético y avanzar hacia las formas comerciales de cooperación y de relacionamiento internacional, que dejan años luz atrás a la ya vencida postura estadounidense enroscada todavía en el conflicto.

30/06/2013 29 de junio de 2013
NICARAGUA ECONOMIA POLÍTICA CENTROAMÉRICA
REUTERS

Notas:

*Misión Verdad, Venezuela

Fuente: radiolaprimerisima.com

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