Colaboraciones

LA GEOPOLÍTICA DE LAS PANDEMIAS

Por Omar José Hassaan Fariñas*. PIA Global.- Los componentes mas importantes de la geopolítica que afectan la pandemia son los mismos de siempre: las luchas por el poder, la avaricia de los dueños de los medios de producción, el pánico y el terror de los seres humanos, los prejuicios, los racismos y los odios, la ignorancia, etc. Igualmente el grado de preparación de las instituciones  publicas, la calidad del liderazgo nacional, y la disciplina de la población.

Parte I– Las Geopolíticas del COVID-19 y la Influenza Española

 

Introducción

A los gringos les encantan el “juego” geopolítico, y siempre se encuentran inmersos en este,  sin importar los contextos regionales e internacionales. Les encanta el juego (sus primos anglosajones tienen su propia terminología: “The Great Game” – el Gran Juego, desde el Siglo XIX), sobretodo porque este tipo de juegos implica siempre más dinero y poder para ellos, y estos siempre se dan sobre los territorios, países, sociedades y recursos de los otros, y casi nunca en su propio país (con la excepción de los ataques del 2001). Los europeos hablan de cómo Inglaterra se salvó de las invasiones germánicas a raíz del “General La Mancha” – en referencia al cuerpo de agua que separa las islas británicas del continente europeo – y cómo los generales “Diciembre” y “Enero” han salvado a Rusia en más de una ocasión (en referencia a los severos inviernos rusos). En realidad, no existen barreras más efectivas para proteger a un país que las de los generales “Pacífico” y “Atlántico”, que siguen protegiendo a Estados Unidos, permitiéndole seguir en su “Gran Juego”, sin consecuencias reales para su seguridad y estabilidad interna.

Irónicamente, los poderosos generales “Pacífico” y “Atlántico”, junto a la inmensa flota nuclear y convencional de Estados Unidos, no pudieron proteger al país de una serie de ácidos ribonucleicos de 200 nanómetros de tamaño, los cuales ni siquiera son células vivas. Estos agentes infecciosos lograron fácilmente cruzar los generales “Pacífico” y “Atlántico”, y llegar rápidamente al territorio estadounidense, incluso, de manera mucho más acelerada, eficiente y efectiva que la empleada siglos atrás por una bacteria llamada “Yersinia pestis”, la cual viajó desde Asia y hacia Europa y el Medio Oriente sobre las espaladas de millones de ratas, brotando lo que desde entonces conocemos como la “Muerte Negra” o la “Peste Bubónica”.

El artículo actual se divide en dos partes. La primera realiza una evaluación general de ciertos términos y procesos sociohistóricos para demostrar cómo los factores humanos – específicamente las rivalidades geopolíticas, los modos de producción, las guerras, la avaricia y los prejuicios humanos – en mucho casos son más importantes para determinar la evolución de una pandemia, que las propias mutaciones de los ADN y los ARN de sus agentes virales. En nuestras evaluaciones haremos una radiografía de la situación geopolítica global antes de la explosión de la pandemia actual, con la finalidad de observar cómo estos factores inciden en la expansión de la pandemia, y cómo la pandemia a su vez incide en el desarrollo de estos procesos geopolíticos. Finalmente, insistimos en que las pandemias deben ser teorizadas no solamente desde los estudios médicos y epidemiológicos, sino desde las relaciones internacionales.

La segunda parte el artículo se enfocará en un caso particular de la geopolítica de las pandemias: la determinación gringa de reincorporar a la República Bolivariana de Venezuela bajo su control geopolítico hemisférico. En la actualidad, Estados Unidos demuestra una evidente desesperación en su búsqueda por una “victoria internacional” que logre salvar la relección del actual inquilino de la Casa Blanca, y a la vez logre desviar la atención nacional e internacional lejos de la tragedia que vive el pueblo estadounidense. Muchos opositores en Venezuela sueñan con una operación militar gringa “tipo Noriega” – en referencia a la última invasión estadounidense de Panamá – pero en realidad, las motivaciones de Estados Unidos para destruir a Venezuela en la actualidad se acercan más a la invasión de ese país a Granada en 1983, que al triste saqueo de Panamá de 1989.

La segunda parte de nuestro artículo emplea los elementos desarrollados en la primera parte, para así mover el enfoque desde una óptica global a otra que aborda específicamente el tema de la agresión gringa contra Venezuela, en el contexto de la pandemia actual.

COVID-19

Técnicamente, el “COVID-19” es el nombre de la enfermedad causada por el virus denominado “Sars-CoV-2”, el cual es una secuencia de ácidos ribonucleicos (ARN) apoyada de cuatro proteínas estructurales, y no contiene ácidos desoxirribonucleicos (ADN) – es decir, es más básico y primitivo que los virus de ácidos desoxirribonucleicos. El COVID-19 logró sacudir el mundo como ninguna otro agente contagioso desde la Influenza de 1918 (aunque padece de la letalidad de esta). Al contrario de las otras influenzas del Siglo XXI, el COVID-19 ha causado una serie de trastornos en el sistema internacional y la vida de las gran mayoría de los seres humanos sobre la tierra. Esto posee razones microbiológicas, pero también geopolíticas y geoeconómicas. A continuación, exploraremos estas con más detalles.

La famosa “Gripe Porcina” del 2009-2010 – denominada correctamente como “Gripe A” (del subtipo “H1N1” de la “Influenza A” virus) – fue la ultima pandemia que brotó en el ámbito internacional, y existen muchos que no se recuerdan de esta, ya que no logró tener el impacto que hoy vivimos con el COVID-19.

El virus del “Gripe A” – denominado “Pandémico H1N1/09” – infectó a unos 1.400 millones de personas a lo largo del planeta y causó entre 150.000 y 575.000 personas (existen dudas sobre las cifras). El virus – de la misma familia H1N1 de la Influenza Española de 1918 y del COVID-19 – originó en México, y a pesar de ser una pandemia, su tasa de mortalidad fue de 0.02%. Más importante, el valor de reproducción del virus Pandémico H1N1/09 (el valor de su R-nought, término empleado para determinar el número de personas que pudieran ser infectadas de un individuo con la infección) era de 1.46. El nuevo coronavirus (los otros también eran Coronavirus) – COVID-19 – posee una tasa de mortalidad de 2%, y su R-nought se encuentra actualmente entre 2 y 2.5.

Existen otras diferencias entre la Gripe A y el COVID-19, como por ejemplo su forma de propagación y la demografía de su letalidad (cuales poblaciones son las mas afectadas), pero creo que amerita más – para efectos de nuestro análisis – realizar la comparación con la llamada “Gripe Española”, quizás la pandemia más catastrófica que ha enfrentado la humanidad desde la Peste Bubónica.

H1N1-18 – Fiebre Española

La Gripe o Fiebre Española inició durante el último año de la llamada “Gran Guerra” (la Primera Guerra Mundial), y los aliados – siempre “defensores” de los derechos humanos de los otros pero nunca de sus propias poblaciones – prohibieron cualquier difusión mediática sobre la enfermedad en sus territorios. España, para entonces, no formaba parte de los países beligerantes de dicho conflicto, por lo cual si difundió noticas sobre la epidemia. Mientras que existía silencio total en los países de origen de la pandemia (Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia) sobre la misma, España si dio a saber sobre le enfermedad, asunto que llevo a muchos a asumir que la enfermedad inició en el país ibérico, y por ende llamaron la enfermedad “Española”. Para entonces, pocos eran quienes sabían que la enfermedad era “gringa”, y no española. El agente infeccioso de entonces es el mismo H1N1, y en ciertos ámbitos científicos y académicos se le otorga el nombre “H1N1-18”.

Interesantemente, y considerando cómo en la actualidad todo el mundo quiere culpar a la China por el COVID-19, la devastadora pandemia de 1918 tuvo su origen en Estados Unidos, de acuerdo a los estudios de historia de epidemiología realizados justo durante esta última década (2010-2020). Aunque las primeras víctimas fueron soldados estadounidenses en Kansas, en enero de 1918, la epidemia gringa se transformó en una pandemia en un hospital militar en Francia que atendía soldados ingleses, francés y estadounidenses, en el cual transitaban casi 100.000 soldados cada día. El campo médico era también el sitio para mantener miles de cerdos y pollos para alimentar las tropas. El H1N1-18 era un virus que infectaba originalmente solo a las aves (posee en su secuencia genética genes aviares), pero sufrió una mutación que le permitió pasar a infectar cerdos, y finalmente otra mutación que le permitió invadir las células humanas. No obstante, estudios estadounidenses indican que el origen del virus híper letal de 1918 fue Norteamérica, posiblemente mutándose para tener acceso a los cerdos y luego los seres humanos entre los años 1915 y 1918.

El H1N1-18 fue catastrófico para toda la humanidad. Tuvo 500 millones de infecciones confirmadas, y causó el fallecimiento de entre 20 y 50 millones de personas, a nivel mundial, entre los años 1918 y 1920. Su letalidad fue amplificada por el factor humano (la guerra y el capitalismo, para ser más precisos): La falta de alimentos entre las tropas, falta de ámbitos higiénicos, constantes ataques químicos que debilitan los sistemas inmunológicos  y la sobrepoblación en los campos médicos y las trincheras de la guerra permitieron que el virus estimule el desarrollo de “superinfecciones bacterianas”, las cuales fueron la causa directa de muchas de estas muertes. Otro factor que contribuyó en la expansión de la pandemia fueron las mentiras de los gobiernos occidentales, al no permitir la toma de medidas concretas con suficiente anticipación, facilitando así la transformación de la epidemia en una pandemia global.

La idea era no informar sobre la enfermedad para garantizar la victoria militar y poder “escribir” las reglas del juego durante el Tratado de Versalles de 1919. Definitivamente, eso se logró (los aliados impusieron un tratado que arruinó completamente a Alemania en pocos años, acabó con el imperio Otomano, como también lograron expandir sus territorios coloniales e incrementaron notablemente la extracción de las riquezas de estas colonias), pero es ahora imposible determinar específicamente cuantos millones de cuerpos fueron necesarios para firmar ese tratado.

El H1N1-18 sufrió una mutación en agosto de 1918 que la hizo aún más letal – la “segunda ola” de la pandemia – manifestándose simultáneamente en Francia, Sierra Leone y Estados Unidos. Aunque por lo general las cepas de influenza suelen evolucionar hacia condiciones menos agresivas a lo largo de un brote – para así continuar infectando en vez de erradicar las poblaciones que sustentan el virus o la bacteria – en las pésimas condiciones que existían entonces – a raíz de la guerra, naturalmente –  sucede justo lo contario, y las cepas mutaron agresivamente, causando mas casos letales que lo que le conviene al propio virus.

La pandemia de H1N1-18 fue particularmente letal también a raíz de la capacidad de esa cepa del virus para causar “tormentas de citoquina” (citoquina es un agente inmunológico, una proteína de señalamiento celular que regula los procesos inmunológicos). Las tormentas de citoquina son reacciones incontrolables y excesivas del sistema inmunológico que conlleva a híper inflamación sistemática y falla de múltiples órganos (o sea, a la muerte). Justo por eso fue que acabó con tantos millones de personas, la mayoría de estos jóvenes en sus óptimas condiciones de inmunidad y salud, a pesar de las condiciones en las trincheras de esa guerra del capitalismo.

Entonces, como podemos ver, la historia de una pandemia nunca se limita a la secuencia genética del virus o la bacteria en cuestión, ni sus valores estadísticos y matemáticos, pues eso constituye solo una parte de la historia. La otra parte es el factor humano, entre las luchas de los epidemiólogos y científicos – y todos los que se sacrifican para ayudar a combatir las enfermedades – y la lucha de los poderosos para aprovechar de la miseria humana, “pescar en aguas revueltas” y mejorar sus ventajas contra sus rivales a costa de la muerte de millones. Como en todo lo demás de la naturaleza humana, estamos conformados de ángeles y demonios, dentro de nuestros propios seres y dentro de nuestras sociedades.

La Geopolítica de la H1N1-18

Durante la horrible carnicería de pobres masacrando a pobres (lamentablemente, no habían ricos en las trincheras de la Primera Guerra Mundial, inhalando gas mostaza), el factor principal que permitió que la calamidad del 1918-1920 (en la cual se murieron más personas que durante la guerra misma) llegue a esas dimensiones fue el hecho de que se ocultó la realidad para garantizar la victoria, dictar las condiciones de la “paz” (la misma paz que garantizó el auge de Adolfo y Benito) y, más importante, dominar los mercados mundiales. Las realidades geopolíticas terminaron dictando la severidad que adquirió la enfermedad causada por el H1N1-18 a comienzos del siglo pasado, y la pobreza espiritual y moral de los lideres occidentales contribuyó decisivamente en dos inmensas carnicerías, aunque siempre se habla de una de estas (la guerra), y nunca de la otra (la pestilencia).

La pandemia actual – la del COVID-19, causada por el Sars-CoV-2 – tiene sus particularidades geopolíticas, y al igual que la de 1918, las realidades geopolíticas de sus momentos tienen mucho que ver con la expansión de la enfermedad y sus grados de exterminio en las poblaciones humanas. Para efectos de comprender la relación intrínseca e inseparable entre la geopolítica y la expansión de la pandemia actual, es necesario hacer una breve y rápida radiografía de ciertos procesos estratégicos de la geopolítica global, durante los primero meses del 2020.

El escenario internacional ha estado dominado desde los últimos años de la primera década del Siglo XXI por una rivalidad geopolítica entre Estados Unidos por un lado, y la Federación Rusa y la República Popular China, por el otro. Esta rivalidad es atípica en la historia de las relaciones internacionales, pues no se compara con la de Roma y Cartago, o entre los imperios de Gran Bretaña y la Rusia zarista del Siglo XIX. En términos bélicos (cuantitativamente, por lo menos), la capacidad estadounidense eclipsa fácilmente las otras dos potencias, y en asunto de riquezas, si consideramos los primeros años del Siglo actual, Estados Unidos poseía una gran distancia a su favor en materia económica, en relación con las otras dos potencias.

El Poder Ayer y Hoy

No obstante, lo que se pudiera inferir por el “poder” en el pasado, no es precisamente lo que implica la misma palabra en el Siglo XXI. La complejidad del sistema internacional y el paso de un sistema bipolar a una pretensión de unipolaridad estadunidense, para finalmente dar pasos inestables e imprecisos hacia la multipolaridad, todos son elementos que cambian las ecuaciones tradicionales y clásicas del poder, y por ende de las rivalidades geopolíticas. Más importante aún, el grado de desarrollo del modo de producción imperante y la naturaleza global pero a la vez oculta (es decir, negada) de la lucha de clases, implica aún más que el poder y el ejercicio del mismo ha “mutado” de tal manera que crecientes potencias pueden desafiar los polos de poder del statu quo, a pesar de ciertas asimetrías que existen entre las potencias establecidas (Estados Unidos) y las “revisionistas” (Rusia y China).

Por ejemplo, la naciente república agraria de los anglosajones que nació en 1783 y que poseía el tamaño actual de la República Bolivariana de Venezuela – Estados Unidos – no se encontraba en una posición de ser una verdadera rival geopolítica de las potencias establecidas de entonces, como Gran Bretaña, la Francia Napoleónica y al Rusia Zarista. En realidad, la llamada “Doctrina Monroe” de 1823 debería ser denominada la “Doctrina Canning”, en referencia al Canciller Británico de entonces (George Canning), quien efectivamente la elaboró (antes de que el Señor John Quincy Adams se robe la idea y ponga a su Presidente – Monroe – a declararla como una idea “gringa”). Más importante, quien efectivamente puso a funcionar la señalada doctrina contra las potencias europeas fueron los propios británicos, con su inmenso poderío naval. Estados Unidos pretendía desde entonces ser una potencia, pero efectivamente sin haber logrado la resolución de su grave problema de modo de producción (capitalista industrial o agroexportador esclavista), la republica anglosajona no podía ser una verdadera potencia global, y mucho menos un rival de Gran Bretaña.

Pero el concepto del poder y cómo se ejerce el mismo en la segunda década del Siglo XXI es muy diferente al de las guerras napoleónicas y la Santa Alianza del Siglo XIX. Por eso, tenemos un contexto en el cual existe una verdadera rivalidad geopolítica entre Estados Unidos por un lado y Rusia y China por el otro. Más importante, aunque las asimetrías económicas eran evidentes entre Estados Unidos y la China a comienzos del Siglo, ya para inicios de la tercera década (2020-2029) del Sigo XXI, esas asimetrías se fueron reduciendo rápidamente, entre un crecimiento espectacular de la potencia asiática, y un declive evidente de la potencia anglosajona.

Rivalidades Geopolíticas Globales

La rivalidad gringa-china cobró fuerza y cambió de ritmo con la llegada del magnate supremacista Donald Trump a la Casa Blanca. Aunque la guerra contra la China ya había iniciado desde los tiempos de la pésima pareja Obama-Clinton, con Trump adquirió niveles sin precedentes de agresividad y de daño mutuo. Trump desea frenar el crecimiento chino y someterla a las mismas condiciones de subordinación que sufren potencias económicas como Alemania y el Japón, pero a la vez demostrarle al mundo que su país sigue siendo la potencia suprema del sistema internacional. Hasta los momentos, no ha logrado ni una ni la otra, y solamente ha logrado obtener la ira de muchos aliados tradicionales, a raíz de su insistencia en subordinarlos de manera poca “elegante”, contrario a lo que hacían tan majestuosamente los presidentes Clinton y Obama (y hasta cierto punto, el famoso Bush hijo).

Un ejemplo de este último asunto es el fiasco del Nordstream 2, el ducto de gas natural entre Rusia y Alemania, “vetado” (es decir, sancionado) por la administración del Señor Trump, para obligar a Europa a comprar el producto de los gringos, en vez de un país que lo tienen justo al lado (Rusia). Incluso, para insultar a los propios alemanes, la ley que sanciona el proyecto se denomina “Ley de Protección dela Independencia de Europa”, para que mas le duela a los alemanes.

Naturalmente, a los alemanes no les cayó muy bien esa grosera bofetada del Señor Trump, pero poco pueden hacer, salvo contratar otras empresas para terminar el Nordstream 2 – asunto que ya se dio, aunque por los momentos el proyecto se encuentra paralizado por lo de las cuarentenas. No obstante, se suma una gota más a un vaso que lentamente se va llenando, hasta que se rebose cuando ya no se pueda aguantar más el abuso sistemático del crudo manejo del poder que exhibe la administración Trump en la actualidad.

Radiografía de la Geopolítica Global Pre-COVID-19

Por debajo del manto supremo de la geopolítica global que cubre todo, existen una serie de procesos en el ámbito internacional que siempre se relacionan de una manera u otra a la rivalidad geopolítica global recién señalada. Aquí cabe destacar que las protestas violentas y desestabilizadoras en Hong Kong, por ejemplo, entran dentro de la rivalidad geopolítica antes señalada, y no como una categoría independiente.

A continuación, ofrecernos solamente un bosquejo general de los procesos geopolíticos más importantes que ya existían antes de la transformación del COVID-19 de una epidemia a una pandemia, asegurando que no es una lista exhaustiva:

  • El Medio Oriente, zona pesadilla de la geopolítica global (por lo complejo que suele ser), y que a su vez se divide en los siguientes conflictos (lista no exhaustiva):
    • La rivalidad geopolítica regional entre Arabia Saudita e Irán. Esta, como la rivalidad rusa/gringa y china/gringa a nivel global, es la que define la mayoría de los otros conflictos a nivel regional, o por lo menos la que pone las pautas de cómo desarrollarían la mayoría de los conflictos regionales;
    • La agonizante y casi eterna guerra de mercenarios contra el gobierno sirio, la cual es un microcosmo de las rivalidades geopolíticas antes mencionada – tanto la global como la regional;
    • Turquía como potencia regional y su rol entre una alianza estratégica con Rusia sobre temas mundiales, pero a la vez una rivalidad indirecta con esta sobre el tema de Siria, asumiendo una postura agresiva contra el Gobierno de Al Asad y parte de los kurdos;
    • La gran tragedia humana (mas bien, inhumana), de la guerra en el Yemen;
    • La más eterna lucha del pueblo palestino contra la Entidad Sionista, y la relación de dicha entidad con el conflicto sirio y con las monarquías del golfo (salvo la de Qatar);
    • La rivalidad Teherán/Riad se complica y se extiende con la rivalidad Teherán/Tel Aviv, y las relaciones de cooperación y apoyo entre las monarquías del Golfo y la Entidad Sionista;
    • La pobre Republica de Irak, lo que quedó de esta después de la calamidad de la invasión gringa del 2003, la cual fue tan devastadora como la invasión de los mongoles a ese país árabe en 1258;
    • El colapso económico y político/institucional en el Líbano;
    • La ilegitimidad y deficiencias del gobierno de Abdel Fattah el Sissy en Egipto, luego de un golpe de Estado en el 2013;
  • El conflicto esporádico con Corea del Norte, que se parece más a una competencia tragicómica entre dos superegos para determinar quien es más inestable psicológicamente, que un verdadero conflicto global o hasta regional;
  • El Brexit en Europa, que llevó a el gemelo de Donald Trump, el Señor Boris Johnson, al número 10 de la calle Downing, señor quien recientemente había declarado que raíz de la crisis del COVID-19, los “ancianos” deben poner la vida para que los jóvenes prosperen, para caer con esa misma enfermedad pocos días después;
  • El continente europeo se enfrenta a varias situaciones que demuestran las múltiples personalidades de la entidad regional, entre odiar y/o cooperar con Rusia, independencia y sometimiento al Estados Unidos del Señor Trump, cooperar con Turquía sobre la crisis de refugiados desde Siria, pero después apoyar un golpe de Estado fallido contra Erdogan, luchando en contra pero a la vez apoyando la entrada del 5G de Huawei en el continente, favoreciendo los intereses gringos sobre sus intereses, o ignorando los gritos xenófobos del Señor Trump y cooperando con el gigante chino, y su inmenso banco de infraestructura.
  • La inestabilidad indo-pakistaní sobre Cachemira y otros elementos más importantes entre ambos países, con sus implicaciones para el rol de Rusia, China y Estados Unidos en esa relación altamente inestable entre ambas potencias nucleares del sureste asiático;
  • La firma de un acuerdo preliminar para ponerle fin a la guerra más larga de la historia estadounidense: la Guerra en Afganistán. Para inicios de la cuarentena en América Latina, ya se había firmado un acuerdo pero surgieron problemas en la implementación. Una clara victoria para los Talibanes, a pesar de lo que diga el Señor Trump;
  • Las guerras arancelarias del Señor Trump, las cuales efectivamente entran en el marco de la rivalidad geopolítica global gringa/china, pero no se nos debe olvidar que los ataques arancelarios son contra casi todo el planeta: la UE, Japón, países del sureste asiático, etc. Recordemos que el Señor Trump es muy generoso: “sanciones para todos, sin excepciones”, aunque naturalmente, ciertos países reciben poca o ninguna sanción: Gran Bretaña, la Entidad Sionista, Colombia, etc.;
  • El tratado OPEP + se derrumbó a comienzos de marzo del año actual, lo cual aceleró el colapso del precio del crudo a niveles de la década de 1990. Este asunto – más allá de la supuesta rivalidad Riad/Moscú – apunta a la destrucción parcial de la industria del esquisto que solitariamente ha colocado a Estados Unidos en la cima de la industria energética, actuando geopolíticamente en contra de todos los otros productores de petróleo en el mundo. Justo por esta realidad es que Trump actualmente se encuentra – paradojamente – “gritándole” a los rusos y a los sauditas para que lleguen a un acuerdo y recuperen los precios del petróleo, con la finalidad de “resucitar” la moribunda industria gringa de los esquistos;
  • Quizás el factor más importante de todos, al mismo nivel de importancia de la rivalidad geopolítica o “Guerra Fría” Estados Unidos/Rusia & China: la economía global está entrando en una recesión severa (más aguda que la del 2008-2009), producto de varios factores, entre ellos la pandemia del COVID-19, pero existen varios otros factores que ya habían aplicado sus efectos de deceleración a la economía global antes de la pandemia, como las guerras arancelarias de Estados Unidos contra el Mundo entero, y otros factores;
  • Finalmente, la compleja dinámica geopolítica en Nuestramérica, reducida a las expresiones más banales y simplificadas por parte de la política exterior gringa. La totalidad de la política panamericana del Señor Trump se reduce a un solo factor: cambio de régimen en Venezuela, el cual debe ser logrado por cualquier medio posible, pero siempre con una innegable autoría gringa. Observando el énfasis que le coloca tanto la administración de Trump como los medios de comunicación globales, podemos concluir que Venezuela y su “régimen comunista”, constituyen el único tema de interés en todo el continente. La totalidad de la agenda panamericana se reduce a solo este punto, tanto para el departamento de Estado como para su “oficina anexa”, la OEA, reducida ahora un mero “cubículo” de la diplomacia gringa, ocupado por un solo empleado (Almagro). Si juzgamos solamente por la atención y el enfoque político de la administración supremacista del Señor Trump, podemos llegar a las siguientes conclusiones sobre las realidades políticas del continente, a saber:
    • No existe un brote catastrófico de drogas y una guerra de carteles en México, justo a raíz del rol de estos carteles en saturar el mercado gringo, dejando el país en condiciones de guerra;
    • El flujo de inmigrantes centroamericanos hacía Estados Unidos no es un grave problema socioeconómico y estructural, sino una conspiración del malvado Maduro (así mismo lo identificó el Señor Ilegitimo Juan Orlando Hernández, Presidente de facto de Honduras);
    • Honduras, después que tiraron al hermano del Presidente de facto en una cárcel gringa por tráfico de drogas y tener evidencias contundentes de la muy adecuada caracterización de “Narcoestado” que perfectamente merece ser atribuida al gobierno de Juan Orlando Hernández, podemos decir que es un paraíso de estabilidad y democracia. No hay nada que buscar ahí;
    • El Salvador, desde que firmó el acuerdo migratorio con Estados Unidos para que ellos hagan el trabajo sucio de los gringos, se ha transformado en un paraíso de estabilidad y democracia. No hay nada que buscar ahí;
    • Colombia es un paraíso de estabilidad y democracia (quizás la única verdadera perfección política y económica de toda la región latinoamericana). No hay nada que buscar ahí;
    • Brasil es un paraíso de estabilidad y democracia. No hay nada que buscar ahí (con un Presidente que pretende ser una pobre imitación del líder gringo);
    • Argentina ERA un paraíso de estabilidad y democracia. No había nada que buscar ahí;
    • Paraguay y Uruguay: oasis de estabilidad. Suficiente con eso.
    • Bolivia vivió diez años de miseria y desastre. Luego el pueblo se reveló contra la tiranía y el “fraude” electoral, y ahora reina la democracia de nuevo. Nada que buscar ahí.
    • Ecuador y Chile tienen excelentes gobiernos, pero el malvado Maduro se infiltró en la población de ambos países y creó – junto a la organización terrorista “Foro de Sao Paulo” – el caos y la disensión, pero ya todo está bajo control en ambos países y Maduro fue derrotado una vez más. No hay nada que buscar ahí;
    • Quizás el único problema que queda en América Latina – más allá de los regímenes de Maduro y el castro-comunismo – es el del acceso que aun se le otorga a la China en los mercados regionales, a pesar de los tantos aliados que tienen los gringos en la región. Este problema, como el de Maduro, no ha demostrado tener una solución sencilla y factible, por los momentos.
    • La OEA ahora esta mejor que nunca: acabamos de relegir el mismo hombre que tanto acusó a Maduro de ser antidemocrático por querer relegirse. El mismo hombre dedicado por igual a todos los problemas de la región latinoamericana, los cuales se reducen a solo dos: cambio de régimen en Venezuela, y preservación de régimen en países como Bolivia y Honduras.

El Sars-CoV-2 empezó a infectar los seres humanos entre noviembre y diciembre de 2019. Se supo de su gravedad durante los primeros días del mes de enero, justo cuando Estados Unidos estaba buscando una guerra contra Irán, aunque en realidad no estaría dispuesta a asumir, por lo cual permitió que Irán le lance cohetes a sus bases en Irak sin escalar las tensiones.

El COVID-19 empezó a expandirse en la población china en enero de 2020, y con eso empezaron los muertos. El gobierno chino, asumiendo incorrectamente que esto sería como la Gripa A, demostró mas preocupación por el contagio del pánico (algunas veces suele ser mas mortal que la propia enfermedad), que por el contagio viral. Pocos días después de ese error táctico, las autoridades chinas se percataron del verdadero peligro que representa el nuevo virus, particularmente su capacidad de expansión e infección, y colocó toda su capacidad de movilización y respuestas – de manera bastante organizada y agresiva – a combatir el COVID-19, asumiendo todos los sacrificios necesarios para contener y eventualmente neutralizar el peligro. La China pagó el precio de combatir la enfermedad con muchos muertos y una paralización dolorosa de su economía, materia de mucha alegría para los gringos.

Lo Emotivo en las Relaciones Internacionales

En este punto del análisis es que entra una de las lecciones que siempre trato de impartir a mis estudiantes de relaciones internacionales en la Universidad Bolivariana de Venezuela. Las teorías de las Relaciones Internacionales siempre hablan de balances de poder, de los Estados como actores racionales, unitarios, monolíticos en busca de su seguridad y supremacía, en regímenes internacionales para el libre comercio, la formulación y la aplicación del derecho internacional, y todos, como siempre, tarde o temprano, suelen elaborar una “lista de dos columnas” que simplifica todo: Los malos, y los buenos. Casi siempre los malos son quienes no comparten las posiciones y las políticas de ciertos países (o ideólogos), y los buenos son justamente los países que comparten estas posiciones y políticas. Quizás no siempre usan expresiones como “bueno” y “malo”, pero siempre de una manera u otra terminan empleando esta dicotomía clásica, y en ese escenario, por lo general el más fuerte siempre suele ser también el más “correcto”, “moral” y “acertado”.

Pero en las relaciones internacionales existen otros factores que deben ser tomandos en cuenta para analizar y comprender, elementos que siempre quedan por fuera del análisis realista y/o liberal, incluso hasta el marxista, en ciertas ocasiones. Estos elementos son fundamentales para el estudio de todas las sociedades humanas. Nos referimos a la avaricia humana, la lujuria por el poder, el odio, la rabia, el desprecio por el “otro” que automáticamente es declarado inferior o “inhumano”, para así poder justificar su destrucción y/o sometimiento y esclavización. Nos referimos aquí a la gran gama de elementos emotivos que guían las acciones de los hombres – y las mujeres, pues como seres humanos, ellas tampoco están libres de los deseos de poder, de avaricia y de todo lo demás.

La rivalidad gringa-china es sin duda alguna una de los principales motores del sistema internacional, más aún desde la llegada del Señor Trump al poder, pues esta rivalidad se intensificó pero también sufrió cambios cualitativos. Como siempre suelen ser los gringos (particularmente de descendencia europea e ideología de derecha), muchos (no digo que todos, pero muchos), empezaron a celebrar el fin del gigante asiático, a punto de colapsar por su propio “virus chino”, como los gringos denominan el Sars-CoV-2 virus y su enfermedad, COVID-19. Las noticias del congelamiento de una gran parte del aparato productivo de la económica china para responder a la calamidad viral, fueron una señal de la supremacía gringa y el justo fin de sus enemigos. Los muertos chinos son una evidente señal que el pueblo “elegido por la providencia” aun sigue protegido, y sigue siendo la personificación de la supremacía en el ámbito global, tanto por razones raciales o étnicas, como por razones culturales, institucionales, etc.

Pero cuando empieza a llegar el virus a Estados Unidos, también empezaron a surgir los ataques xenófobos y racistas contra cualquier persona que tenga los “ojos” asiáticos. Ahora los chinos saben cómo se sienten los musulmanes en el país de las “libertades” y la “civilización”. Pero poco a poco, desde mediados de febrero a finales de marzo, es la China que empieza a demostrar la superioridad de sus métodos para controlar la enfermedad, y se empieza a ver el declive en el número de muertos y contagiados, demostrando que la estrategia, la resistencia y la disciplina china son los elementos necesarios y más efectivos para controlar la enfermedad. Justo cuando se evidencia los primeros éxitos de la estrategia china, la epidemia pasa a ser una pandemia.

Nunca será la primera ni la ultima vez que los gringos demuestran la banalidad de sus “schadenfreude” (alegría por la desgracia ajena, celebrar la calamidad de los otros, etc.),  y en los peores momentos que vivó la China con el COVID-19 (entre enero y febrero), se vio el horrible rostro del odio, la supremacía, la vanidad, y el desprecio por el otro que caracteriza a muchos gringos (de nuevo, no todos), creyendo que el virus “chino” va a matar solo a “chinos”, y los chinos han estado cayendo como las moscas por desafiar los amos y dueños del mundo. ¿Qué evidencia este tipo de actitud? La avaricia, el odio, la mezquindad, la lujuria por el poder y las riquezas, todo lo que acabamos de señalar en los párrafos anteriores. El realismo político, el liberalismo internacional, la escuela inglesa y la escuela de “regímenes” (estas son las teorías dominantes del estudio de las relaciones internacionales) no tienen nada que decir sobre este triste y miserable schadenfreude, pero este no solamente forma parte intrínseca e innegable de las realidades internacionales, sino la causa de muchos males que actualmente se viven en el mundo, y muchos mas que vienen.

La “Caída” de Roma

La “cuna” de la civilización humana se encuentra en Grecia y Roma (para nada en Egipto, Mesopotamia, el río amarillo o Tenochtitlan), y su máxima expresión se encuentra en los países “nórdicos” de origen germánico, como Gran Bretaña, Alemania, etc., y por extensión natural, en las antiguas colonias de estas potencias: Estados Unidos, Canadá, Australia, etc. Esta declaración es quizás la piedra fundacional de la llamada “modernidad” (engendrada en Europa, qué alegre coincidencia), y sigue siendo un axioma prácticamente religioso para ellos, y aunque este se “reconfigura” y se lo ofrece toques de “maquillaje” en la actualidad para que no suene tan racista, tampoco se permite sacrificar la necesaria estratificación humana que esta implica, entre los más civilizados – los germánicos – los menos civilizados – los latinos y eslavos de Europa (aquí entrarían los griegos, no sé exactamente porqué) – y los no-civilizados – todo lo demás, empezando por los africanos, los amerindios y los aborígenes australianos, quienes quizás ni si quiera  entran dentro de la definición de “seres humanos”.

Dadas estas “realidades” metafísicas y casi teleológicas del mundo occidental, uno se pregunta, ¿Qué está sucediendo en el continente “civilizado”, en la actualidad? ¿Cómo puede ser que los civilizados son ahora quienes están “cayendo como las moscas” a raíz del “virus chino”, mientras que los propios chinos demuestran toda la disciplina y el éxito que solo se puede esperar de los “civilizados”? Roma, la gran Roma, la del imperio romano – la inspiración principal para el “imperio republicano” de los gringos – se encuentra actualmente con más muertos que los propios chinos. Más humillante aun, la cuna de la gloria europea se encuentra actualmente recibiendo ayuda de los chinos. España, la misma de los Reyes Católicos, la del imperio en donde nunca se oculta el Sol, se encuentra indecisa, caótica y avergonzada, porque no pudo ni siquiera emular a los no-civilizados chinos y ya a punto de superar a los italianos en su caos y desgracia. Los británicos, seguramente la “crema” de todos los arios supremacistas, ya tienen a su Primer Ministro – la versión británica del Magnate Trump – con la infección china. ¿Cómo es esto?

Tanto los venezolanos en general como quien suscribe en particular, no compartimos la necesidad perversa de alegrarnos por las miserias de los otros, pues la mayoría de los venezolanos ni saben que significa la palabra “schadenfreude”, ni mucho menos la practican. El dolor de todos los pueblos es nuestro dolor también, sean estos chinos, rusos, indios o estadounidenses, incluso hasta si fueran marcianos. Pero los interrogantes presentados en el párrafo anterior son completamente válidos, más allá de señalar la falacia de las concepciones supremacistas, racistas, soberbias y “orientalistas” (esta última se le atribuye a Edward Said) que pudieran tener los europeos y los gringos sobre el “Otro”.

La China fue la que tuvo que enfrentar la desagradable sorpresa de descubrir la nueva mutación del H1N1 que nos dio el novedoso Sars-Cov-2, y ellos fueron quienes tuvieron que “innovar” las respuestas adecuadas para esta epidemia que ahora es una pandemia. Pero como dice el refrán, “guerra avisada no mata soldados”, (claro, el refrán es incorrecto en su sentido literal, pero el punto que pretende hacer sí es válido), entonces, ¿por qué la pobre respuesta europea y gringa a la pandemia, si la exitosa respuesta china no se dio en secreto, sino enfrente de todo el planeta?

De nuevo, debemos regresar a lo geopolítico, lo geoeconómico, y lo emotivo en las relaciones internacionales, para poder entender este pequeño enigma. En lo emotivo, la rivalidad geopolítica y el odio al adversario explican la convicción errónea que tenían varios estadounidenses, insistiendo en que la desgracia china nunca llegaría a sus costas, y sus poblaciones nunca sufrirán lo que los chinos sufrieron y siguen sufriendo, pues el “castigo” se aplica a los “malvados”, y nunca a los buenos. Y al estar disociados de la historia y sus lecciones, los estadounidenses por lo general no extraen enseñanzas de las calamidades humanas como la del H1N1-18, la mal llamada “Influenza Española”.

Aunque esa pandemia del Siglo XX originó en Estados Unidos, nunca la llamarán el “virus gringo”, naturalmente, y nunca percibirán esta como un “castigo para los gringos y sus aliados”. Más importante, se les olvida a los gringos que la pandemia de 1918 exterminó tantos millones de personas en todo el planeta, sin ser selectiva con sus víctimas, en basa a las razas, los grupos étnicos, las nacionalidades, las religiones o cualquier otro aspecto sociocultural de los seres humanos, pues solo le importa que tengan células que pertenezcan a la especie denominada Homo sapien. Esas concepciones socioculturales, desprovistas de cualquier fundamento en la realidad científica o social, explican parte de la ausencia de las preparaciones absolutamente necesarias para responde a un “tsunami pandémico” que ya ofrecía todas las advertencias necesarias, pero todas fueron sistemáticamente ignoradas.

El Factor Viral del Neoliberalismo

No obstante, el factor más importante que nos explica la inmensa falla occidental en responder a la pandemia es el geoeconómico, específicamente la receta neoliberal de decretar la salud como una “mercancía”. La crisis económica y financiera de la Unión Europea desde el 2009 impuso una solución netamente neoliberal (austeridad y más austeridad) para todos los países del bloque, pero a unos más que a otros, evidentemente. Las políticas de austeridad nunca aplican a asuntos como salvar los bancos europeos y gringos de la bancarrota, ni tampoco a salvar las multinacionales  de sus malos negocios (los demócratas en el congreso acaban de votar a favor de “bailouts” para las líneas aéreas, pero nada para comprar más respiradores), pero la austeridad sí aplica a gastos innecesarios como la salud y la protección médica para la población.

El asunto es peor en Estados Unidos, en donde la salud es completamente mercantilizada, y la llegada de una pandemia es ideal para demostrar lo tan inútil que son estas políticas estructurales para preservar las vidas humanas. Es el modo de producción y sus necesidades, lo que explica el triunfo inicial del Sars-CoV-2 sobre la humanidad, y no específicamente su secuencia genética y sus mecanismos de propagación. De nuevo, no nos alejamos substancialmente de lo que sucedió justo hace un siglo, cuando las necesidades estratégicas y geoeconómicas de las potencias occidentales durante la terrible “Gran Guerra” se impusieron sobre la necesidad de salvar vidas, y, en vez de contener la enfermedad, la empujaron a que sea mas agresiva y letal de lo que debería haber sido, y como resultado, obtuvimos el gran triunfo de esas potencias con el tratado de Versalles de 1919, y unos 50 millones de muertos.

En la actualidad, no tenemos una “Gran Guerra”, pero si tenemos una intensificada guerra de ricos contra pobres, una guerra que no se materializa en un campo de guerra (aunque hay mucho de estos también), sino en los avances y los retrocesos de aplicar la agenda neoliberal a escala global. Simplemente, se trata de colocar la continuidad de la economía por encima de la prioridad de salvar vidas. Así de sencillo.

Hace pocos días, Estados Unidos le robó – literalmente – millones de mascarillas a Francia, porque el gigante anglosajón no posee suficientes para su población, y bueno, también es que “America First” y el resto que se pudra. La Unión Europea se disculpa miserablemente con Italia por no ofrecer ayuda, pero también por no poder ofrecerla en el futuro cercano. Mientras tanto, observamos por primera vez en la historia, aviones militares rusos llegando a países de la OTAN – incluyendo el propio Estados Unidos, vean la noticia en RT – no para invadir o reditar la Guerra Fría que tanto le encanta a los señores y las señoras del partido demócrata estadounidense, sino para ofrecer ayuda médica. El despliegue chino a lo largo del planeta para ayudar a tantos países con la enfermedad, es inédito en la historia e imposible de creer, hace solo pocos años atrás.

Más importante – y quizás también trágico – existe en la actualidad una guerra de voluntades entre el Gobernador del estado de Nueva York y el Señor Trump sobre el uso de la reserva federal de ventiladores para salvar los infectados que ya han abrumado los débiles servicios médicos del estado, simplemente porque el Señor Trump no quiere prestar los ventiladores, y en todos casos, no tienen suficientes ventiladores para atender las necesidades de solamente la mitad de los estados agobiados por la pandemia (ya gastaron demasiado en salvar los bancos y los grandes negocios con el dinero federal).

Simple y llanamente, lo que sucede en Estados Unidos en los momentos con el desastre medico que enfrenta la población, es que tanto se burlaron y celebraron la dolorosa decisión de los chinos de paralizar sus industrias y su economía para controlar la epidemia, para ahora tragarse esas burlas y celebraciones, y tener que hacer lo mismo con sus industrias y sus economías. El Señor Trump, magnate antes de ser cualquier otra cosa, no quiere paralizar la economía de su país para salvar a unos cuantos millones de miserables ancianos gringos. Es igual a la pandemia de 1918-1920 – no hemos aprendido nada de la historia, lamentablemente – pero reditada para los años 2019-2020. Es la avaricia, la lujuria por el poder, el lucro sobre la vida humana. Nada nuevo aquí.

El estado de bienestar estadounidense fue creado y desplegado por Franklin Delano Roosevelt durante la gran depresión (la década de 1930), después de la pandemia de H1N1-18. Si este sistema hubiera existido durante esa terrible pandemia (1918 – 1920), se hubiera salvado millones de vidas. El estado de bienestar estadounidense inició su proceso de desmantelamiento con Ronald Reagan durante la década de 1980, justo con el auge del neoliberalismo, proceso que se fortaleció con todos los presidentes después de Reagan. Para la actualidad, el Señor Donald Trump ha logrado grandes hitos en el proceso de destrucción del estado de bienestar, justo en tiempo para ver los efectos de estas “sabias” políticas de desmantelamiento y mercantilización de la salud sobre las poblaciones gringas y europeas, en el contexto de la pandemia actual.

Este es el punto principal de nuestro documento. Las epidemias son enfermedades que demuestran un inesperado incremento en el número de casos, pero con brotes específicos a una comunidad, población o región, mientras que las pandemias se dan cuando una epidemia cruza las fronteras y se hace internacional. Pandemias son “epidemias con pasaportes”, ya que el criterio definitivo es su expansión a través de las fronteras reales y geográficas (océanos, montañas, etc.) y las ficticias (las que inventamos para limitar el flujo de las personas pero no el del dinero). Lo que deseamos dejar claro en este documento es que las pandemias son un componente esencial del estudio de las relaciones internacionales, simplemente porque estas crean situaciones de emergencia en la cual ningún país, por más supremacista y superior que sea, puede abordar de manera unilateral, sin cooperación y coordinación a niveles regionales e internacional.

Aprovechando la Pandemia: Guerra Petrolera

Otro punto que amerita ser señalado es el del petróleo, el cual ya habíamos adelantado algo anteriormente. A criterio de quien suscribe, el colapso de los precios del crudo y del acuerdo OPEP +, no simplemente coincidió con la pandemia, sino que es producto – parcialmente – de la misma. La pandemia, naturalmente, ejerce su presión sobre la actividad económica a nivel global (contrario a las expectativas del Señor Trump y sus seguidores), y por ende sobre el uso y el consumo de los hidrocarburos, y, como consecuencia lógica de esto último, los precios bajan, y el suministro se transforma en exceso. Pero igualmente el efecto de la pandemia permitió una jugada muy arriesgada por parte de Rusia contra la industria del esquisto estadounidense, la cual sin la presión ejercida por el COVID-19, quizás nunca se hubiera atentado.

El actual exceso global de petróleo y gas, que se volverá aún más prominente cuando el espacio de almacenamiento del petróleo en los países exportadores (y los grandes importadores también) llegue a cero, es una gran amenaza para todo el mercado, ya que destruirá una gran parte de la cadena de suministro (los pozos tendrán que ser desactivados, ya que no se consume ni tampoco se puede almacenar). Es en este contexto que se dio la reunión de OPEP +.

Durante el mes de marzo, Moscú decidió acabar con un pacto de tres años para administrar los suministros mundiales de petróleo, negándose a firmar los recortes propuestos por Arabia Saudita y haciendo que el precio del petróleo baje bruscamente. Riad respondió no con recortes unilaterales propios, sino con recortes en los precios de venta de su petróleo y luego anunció planes para aumentar masivamente la producción de petróleo, reduciendo aún más el precio del crudo que ya se estaba hundiendo debido al COVID-19 y su impacto sobre la economía global. El petróleo cotiza en la actualidad alrededor de $ 26 por barril.

Rusia considera que puede darse el lujo de suspender su cooperación informal con Arabia Saudita y los otros países de la OPEP, incluso aun cuando eso significaría el derrumbe de los precios del petróleo. Primero, Rusia ha acumulado inmensas reservas financieras en los años transcurridos desde la última caída del precio del petróleo, lo que le da un gran “colchón” financiero. Segundo, los mayores perdedores en cualquier guerra por el precio del petróleo, según Rusia, serán los productores estadounidenses de esquisto de alto costo; bajar el precio infligiría daños económicos a Estados Unidos y socavaría su capacidad de ejercer su herramienta favorita de coerción internacional: las sanciones.

Rusia ha pasado los últimos cinco años ajustando su presupuesto y acumulando $550 mil millones en reservas que, según las autoridades, le permitirán hacer frente a los precios del petróleo entre $ 25 y $ 30 por barril durante una década, si fuera necesario. Rusia busca neutralizar la producción de petróleo de esquisto de una vez por todas. Los esfuerzos para mantener los precios del petróleo elevados a través de limitar la producción solo han logrado aumentar la producción de petróleo de esquisto en Estados Unidos. Por ende, recuperar ese mercado es el principal objetivo del Kremlin, al retirarse del acuerdo con la OPEP y los sauditas.

Con las industrias del esquisto enfrentándose a altos costos de producción y bajos precios internacionales del crudo, y con tantas deudas acumuladas para mantener la industria flotando durante los últimos años, Rusia cree que el petróleo barato llevará a muchas empresas estadounidenses a la bancarrota, o por lo menos hacia una re-estructuración. El beneficio adicional de reducir la producción de petróleo estadounidense sería la limitación que esta impone sobre el uso de las sanciones como arma de chantaje político (o económico), como las que impuso a una unidad de Rosneft por hacer negocios con Venezuela.

A raíz de la situación actual y sin un acuerdo OPEP +, podemos esperar una ola de quiebras en la industria del esquisto estadunidense, pero también del sector” offshore” del Mar del Norte y en todo el sector de petróleo y gas canadiense. Si la crisis actual se prolonga por varios meses más, los países no OPEP verán colapsar sus producciones de petróleo. Las grandes petroleras como Shell, Exxon y ENI aún no están en peligro, ya que sus reservas financieras y sus participaciones en el mercado los hace demasiado grandes para quebrar. Pero otros operadores, como Occidental, Whiting y otros, actualmente luchan por sus vidas. Los niveles de deuda, los costos operativos de los campos y una caída del mercado más amplia, están haciendo que estas compañías cuestionen su propia supervivencia.

Aunque los precios se han derrumbado y Arabia Saudita está aumentando drásticamente su producción y sus exportaciones, eso puede no ser una pérdida neta para la potencia árabe. Los precios del petróleo ya se estaban hundiendo debido al COVID-19 y la intransigencia rusa. Al aumentar las exportaciones de más de 7 millones de barriles por día a más de 9 millones de barriles por día, o incluso más, Arabia Saudita puede ganar la misma cantidad de dinero que tendría sin la cooperación rusa, pero arrebatando más participación en los mercados.

Tanto Rusia como Arabia Saudita están apostando a que el otro se rinda primero. Ambos están justificado en pensar que tienen razón. Hay razones por las cuales ambos, o solo uno de ellos, podrían estar equivocados. Ambos planean que el dolor a corto plazo obligue al otro a someterse a sus términos.

Lo relevante de esta situación para nosotros es que efectivamente, en el contexto de una pandemia que nadie esperaba, esta guerra de petróleo entre Rusia, Arabia Saudita y aparentemente Estados Unidos, no se hubiera intensificado de esta manera. Los jugadores del mercado petrolero están aprovechándose de las circunstancias de una deceleración de la economía global acentuada e incrementada por la paralización mundial a raíz de la pandemia, para jugar el juego de “brinkmanship” (La práctica de seguir una política peligrosa hasta los límites de la seguridad antes de detenerse, especialmente en la política) en el mercado petrolero. Rusia y Arabia Saudita compiten por porciones del mercado, pero ambos países tiene que enfrentar el mercado de esquistos estadounidense que no solo castiga a los exportadores tradicionales del petróleo, sino a todo país que Estados Unidos desea sancionar.

Conclusiones (primera parte)

Los aspectos particulares de la geopolítica global en un dado momento en el cual una epidemia se transforma en una pandemia, determinan una gran parte de la naturaleza de esta, desde su expansión y hasta que desaparezca. Los componentes mas importantes de la geopolítica que afectan la pandemia son los mismos de siempre: las luchas por el poder, la avaricia de los dueños de los medios de producción, el pánico y el terror de los seres humanos, los prejuicios, los racismos y los odios, la ignorancia, etc. Igualmente el grado de preparación de las instituciones  publicas, la calidad del liderazgo nacional, y la disciplina de la población. Igualmente importante son los individuos que sustentan el poder, y perciben las pandemias, no como una emergencia nacional o internacional, ni tampoco como una emergencia que impone un reordenamiento de las prioridades nacionales para salvar las vidas de sus poblaciones, sino como nuevas e inesperadas “oportunidades” que se presentan para aniquilar competencias y enemigos, ajustar cuentas o pasar legislaciones inaceptables en condiciones normales.

Por ejemplo, en el contexto de la pandemia en Estados Unidos, el Señor Trump aprovechó para botar a funcionarios de la inteligencia gringa que ayudaron a los demócratas contra él durante el fracasado impeachment. Igualmente destituyeron a un comandante de un portaviones por criticar las medidas de protección de los marineros gringos contra el COVID-19, para luego revelarse que el comandante expulsado efectivamente ya está infectado.

Pudiéramos decir, si nos sentimos con una inclinación hacia los números, que una pandemia es 30% evolución y mutación genética, 35% políticas públicas de los países afectados (salud, cuarentenas, apoyo a la población, etc.), y 35% cooperación internacional  (o rivalidad internacional, dependiendo de lo que las elites globales deciden hacer). En 1918, la segunda ola de la pandemia que inició en Francia, Estados Unidos y Sierra Leone fue una mutación, pero esta a su vez obedecía a factores sociales como las políticas públicas y la cooperación (de nuevo, en este caso sería la rivalidad) internacional entre los países que sufrieron la pandemia.

En el caso del COVID-19, la pandemia ha tomado la forma que podemos ahora observar  (y lamentar) a raíz del factor humano, el cual ha contribuida más en esto que los factores  genéticos y microbiológicos del virus. El factor humano se manifiesta desde las políticas y los protocolos seguidos en un hospital, hasta las cumbres y conferencias multilaterales que toman decisiones colectivas para limitar la pandemia, o alternativamente para ignorar esta y seguir con la acumulación de poder y riquezas (como fue el caso con el tratado de Versalles de 1919). Las pandemias, como los desastres naturales (tsunamis y terremotos), todos son elementos que deben ser teorizados en las relaciones internacionales, ya que su expansión y sus consecuencias no se limitan solamente a los factores microbiológicos y las mutaciones de este, sino que se tiene que considerar el modo de producción imperante, las políticas publicas e internacionales de los gobiernos, y una gran y amplia gama de elementos de la psicología social y sociocultural de las poblaciones afectadas.

*Internacionalista y diplomático en la Cancillería venezolana. Ex cónsul de Venezuela en Honduras. Profesor de relaciones internacionales en la Universidad Bolivariana de Venezuela