Lo único sorprendente es que la opinión pública occidental haya tardado tanto en darse cuenta de la estafa.
La vergonzosa adulación de un criminal de guerra nazi por todo el parlamento canadiense en una perversa muestra de solidaridad con Ucrania contra Rusia ha ayudado a centrar la atención pública en la obscenidad de la guerra por delegación de la OTAN.
En total, desde que estalló el conflicto inducido por la OTAN en febrero del año pasado, las instituciones estadounidenses y europeas han invertido hasta 200.000 millones de euros en Ucrania para apuntalar un odioso régimen infestado de nazis.
Toda esa generosidad que se factura a los contribuyentes estadounidenses y europeos ha dado lugar a una matanza en Europa no vista desde la Segunda Guerra Mundial – y a un Estado ucraniano fallido. Y, por supuesto, enormes beneficios para el complejo militar-industrial de la OTAN que financia a los políticos de élite.
Sin embargo, los tiempos están cambiando. En Estados Unidos, los republicanos, conservadores desde el punto de vista financiero, se han hartado de los cheques en blanco al régimen de Kiev. El Congreso de Estados Unidos mostró por fin un mínimo de cordura para evitar un cierre financiero del gobierno, retirando la ayuda militar a Ucrania. Eso demuestra lo retorcidas que se han vuelto las prioridades de Washington cuando el interés nacional tiene que luchar con la financiación de un régimen nazi.
Y después de la votación del Congreso para poner fin temporalmente a la financiación de Ucrania, el ministro de Asuntos Exteriores del régimen de Kiev, Dmytro Kuleba, se atrevió a reprender a los legisladores estadounidenses: «Ahora estamos trabajando con ambas partes del Congreso para asegurarnos de que (esto) no se repita bajo ninguna circunstancia».
Mientras tanto, en Europa, los ciudadanos eslovacos han votado a un nuevo gobierno para poner fin al avivamiento militar de la guerra en Ucrania. El partido Smer-SD, liderado por Robert Fico, ganó las elecciones parlamentarias principalmente con la promesa de cortar cualquier nuevo suministro de armas al régimen de Kiev.
Esta semana también se produjeron protestas masivas en Alemania contra el gobierno de coalición de Olaf Scholz por su abyecta política a favor de la guerra en Ucrania. El Día de la Unidad Alemana, celebrado el 3 de octubre, dio lugar a una concentración masiva en Berlín para denunciar la guerra de la OTAN en Ucrania y pedir negociaciones de paz para poner fin al conflicto.
También hubo protestas sin precedentes en toda Polonia, en Varsovia, Lodz y otras ciudades, contra la servil aplicación por parte del gobierno del PiS de la guerra por poderes de la OTAN liderada por Estados Unidos en Ucrania. Ante los millones de refugiados ucranianos y la desatención de las necesidades sociales de los polacos, el partido gobernante PiS ha amenazado recientemente con poner fin al suministro de armas a Kiev, una medida que tiene menos que ver con los principios y más con el intento de comprar votos en las próximas elecciones del 15 de octubre. No obstante, la tardía medida del gobierno polaco ilustra la preocupación de los líderes europeos por el creciente desdén de la opinión pública ante la aparentemente interminable ayuda financiera asignada a Ucrania.
Josep Borrell, jefe de la diplomacia de la Unión Europea, considera una señal «preocupante» que Washington haya cerrado por primera vez las arcas de Ucrania.
Los ministros de Asuntos Exteriores de la UE celebraron el lunes una cumbre en Kiev. Era la primera vez que su cumbre se convocaba en un país no perteneciente a la UE. El orden del día era demasiado autoconsciente, planteado como una muestra de «solidaridad» con Ucrania.
Borrell y los demás diplomáticos de la UE dijeron que la cumbre era una advertencia a Rusia para que no contara con el «cansancio» de los europeos respecto al apoyo a Ucrania. ¿A quién quiere convencer? ¿A Rusia o a los europeos?
Las élites europeas no elegidas describieron la guerra en Ucrania como una «crisis existencial» que requiere un apoyo sin fin al régimen nazi contra Rusia.
Semejante melodrama necesita una seria matización. El conflicto sólo es «existencial» para ciertas personas: los ideólogos de la OTAN, los dirigentes elitistas, el complejo militar-industrial y el corrupto régimen nazi de Kiev. Pero no es existencial para la mayoría de la gente que quiere poner fin a esta matanza demencial, al grotesco despilfarro de las finanzas públicas y al peligroso coqueteo con la guerra nuclear.
Resulta significativo que a la artificiosa cumbre de la UE en Kiev no asistiera el ministro húngaro de Asuntos Exteriores, Peter Szijjarto. En unos comentarios muy críticos sobre las prioridades equivocadas de la UE, afirmó que otros países no entienden por qué Europa «ha globalizado este conflicto» y por qué las personas que viven en Asia, África y América Latina tienen que pagar por ello debido a la creciente inflación, los precios de la energía y la inestabilidad del suministro de alimentos.
El diplomático húngaro criticó a los líderes de la UE por su doble moral y su hipocresía, y añadió: «Puedo decir que el mundo fuera de Europa ya está deseando que acabe esta guerra porque no entienden muchas cosas. No entienden, por ejemplo, cómo puede ser que cuando no hay una guerra en Europa, la Unión Europea, mirando hacia abajo con fantástica superioridad moral, llame a las partes a la paz, abogue por las negociaciones y por el fin inmediato de la violencia. Sin embargo, cuando hay una guerra en Europa, la Unión Europea incita al conflicto y suministra armas, y cualquiera que hable de paz es inmediatamente estigmatizado».
Al menos dos miembros de la UE y de la alianza de la OTAN -Hungría y el nuevo gobierno de Eslovaquia- se oponen al absurdo apoyo militar y financiero que alimenta la guerra en Ucrania. Ambos países quieren que se dé prioridad a las negociaciones de paz con Rusia. Es inevitable pensar que esta disidencia de sentido común crecerá hasta convertirse en un efecto dominó, porque es la verdad y tiene una fuerza moral inatacable.
Lo que el conflicto de Ucrania ha demostrado claramente a la opinión pública occidental es hasta qué punto sus gobiernos y medios de comunicación están moralmente en bancarrota. Los líderes elitistas estadounidenses y europeos pueden engañarse a sí mismos un poco más fingiendo que no hay cansancio y fatiga por su guerra de poder contra Rusia. Cuanto más finjan, mayor será el colapso final y la caída por la ira pública.
*Finian Cunningham, ex redactor y escritor para importantes medios de comunicación. Ha escrito numerosos artículos sobre asuntos internacionales en varios idiomas.
Artículo publicado originalmente en Strategic Culture.
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