En términos económicos, no puede escapar del cambio de eje hacia el Pacífico que empuja al amplio mercado europeo y sus empresas multinacionales a buscar entablar mayores relaciones con la zona, en espacial con China. Sin embargo, y al mismo tiempo, políticamente hablando la región europea está en el centro del llamado “orden internacional liberal”, cuya vigencia está puesta en duda. Esta pertenencia lleva a la UE, sus instituciones internacionales, sus gobiernos nacionales, ciertas empresas y grupos de la sociedad civil, a entrar en conflicto con China y buscar el apoyo de Washington y otras potencias occidentales.
Así, tenemos dos fuerzas que empujan a la UE en direcciones opuestas. Podríamos agregar la dimensión militar, también, que tradicionalmente ha sumado fuerza a la dirección transatlántica de las relaciones europeas, si bien esta se ha moderado un poco en tiempos recientes, con llamados desde dentro de la UE hacia una mayor autonomía estratégica (con la Francia de Macron a la cabeza).
Es el conflicto entre los efectos de estas dos fuerzas, que a veces operan al unísono sobre mismos actores en mismos niveles pero muchas veces pueden observarse en diferentes dimensiones de la realidad política europea, lo que genera que se puedan observar situaciones sumamente interesantes.
Una de tales situaciones se dio recientemente, y de hecho aún está desenvolviéndose, y en ella podemos observar las dos fuerzas mencionadas en acción. Hace pocos días, la UE impuso sanciones en cuatro altos oficiales chinos de la región de Xinjiang involucrados con el trato que el gobierno chino está haciendo con la minoría musulmana nativa de la región, los Uigures. El gobierno chino niega que sus acciones hacia los uigures constituyan una violación sistemática de Derechos Humanos, y busca evitar cualquier problema que pueda surgir de la condena internacional, por lo que antes de que se confirmasen las sanciones europeas ya había realizado advertencias a través de su embajador ante la UE y mediante conversaciones con países individuales del bloque.
Hasta aquí la fuerza política que lleva a Europa a friccionar contra China, ¿qué hay de la otra fuerza? Del lado económico, como ya se mencionó, la UE no se diferencia del resto del mundo en buscar una relación más cercana con el mercado chino. De hecho, hace tres meses los más altos líderes del bloque –como Angela Merkel o Emmanuel Macron- se apresuraron por asegurar un acuerdo de inversiones con el gigante asiático con las esperanzas de dar mayores ventajas a inversores europeos en dicho país. Naturalmente, la importancia de este acuerdo impide que la necesidad de las democracias europeas de enfrentar a China llegue demasiado lejos.
Así que no es sorpresa alguna que las sanciones en cuestión no pueden calificarse como otra cosa que moderadas. En total se enfocan en sólo cuatro individuos y todos se concentran en la región de Xinjiang. Estos cuatro oficiales, debido a las sanciones, verán sus activos en la UE congelados y una prohibición a viajar hacia la UE. Además, será ilegal para instituciones y entidades de la UE facilitarles financiamiento.
Es debido a la relativa moderación de las medidas que la casi inmediata respuesta china no fue otra cosa más que sorpresiva. Desde China se anunciaron sanciones retaliativas contra cinco principales ministros del Parlamento Europeo, la subcomisión de dicho parlamento sobre Derechos Humanos, el Comité del Consejo Europeo de Política y Seguridad (quizá la que plantea más preguntas sobre su participación en la lista, ya que se trata de 27 embajadores basados en Bruselas), y por último a una serie de académicos que se desempeñan en diversos think tanks usualmente consultados en los círculos diplomáticos europeos.
Por supuesto, las consecuencias de la respuesta china no tardaron en esperarse en Europa. En cuanto a la posibilidad de mayores sanciones u otras medidas, aún están por verse. De momento, el presidente del Parlamento Europeo, Davis Sassoli, ya declaró que las medidas de Beijing eran “inaceptables”. La que sí ya puede darse como la principal consecuencia es que el tratado comercial y de inversiones entre China y la UE mencionado más arriba, que sólo requería la ratificación del Parlamento Europeo, ahora pende de un hilo: los legisladores se rehúsan a tratarlo luego de semejante retaliación china.
Esta serie de eventos evidencian cómo Europa se encuentra entre las dos fuerzas contradictorias ya mencionadas, a la vez que plantean observaciones interesantes. La central de éstas es, naturalmente, sobre la relación general de la UE con China y quién necesita más a quién. Considerando que el país asiático no tuvo mayores dificultades en entregar el acuerdo (beneficioso para China) a la merced de la postura diplomática de sus “lobos guerreros” , podríamos aventurar que no es Beijing quien encuentra la relación como la más deseable. Por otro lado, no puede descartarse que haya sido un error de cálculo por parte de las autoridades chinas, dado que se granjearon el rechazo generalizado de las instituciones europeas en un momento en que las relaciones de la UE con Washington tienen mayores probabilidades de revivirse, luego de la asunción de Biden y la designación de Antony Blinken como secretario de Estado. Por otro lado, la violenta insistencia por parte de China en evitar las acusaciones de violaciones a los derechos humanos remite a un cierto interés por parte del país asiático de no permitir que estos temas tomen mucha relevancia y opaquen las relaciones políticas y económicas que entabla con las potencias occidentales.