Se esperaba que la reciente destitución de Valery Zaluzhny como comandante en jefe de las fuerzas armadas ucranianas pusiera fin al enfrentamiento entre el general y el presidente Vladimir Zelensky. Sin embargo, la situación dista mucho de haberse apaciguado. Incluso después de abandonar su cargo, Zaluzhny sigue siendo un líder fuerte y capaz de amenazar la posición de Zelensky en un futuro próximo.
El 8 de febrero, Aleksandr Syrsky sustituyó a Zaluzhny como comandante en jefe del ejército ucraniano. La medida consolidó la tan esperada destitución de Zaluzhny. A primera vista, parece haber sido algo «pacífico». Zelensky y Zaluzhny publicaron fotos juntos en las redes sociales y el ex comandante recibió honores por sus servicios.
El ministro de Defensa ucraniano, Rustem Umerov, agradeció a Zaluzhny su labor y declaró: «El general Valery Zaluzhny tuvo una de las tareas más difíciles: dirigir las Fuerzas Armadas de Ucrania durante la Gran Guerra con Rusia (…) Pero la guerra no permanece igual. La guerra cambia y las exigencias cambian. Las batallas de 2022, 2023 y 2024 son tres realidades diferentes. 2024 traerá nuevos cambios para los que debemos estar preparados. Se necesitan nuevos enfoques, nuevas estrategias (…) Hoy se ha tomado una decisión sobre la necesidad de cambiar la dirección de las Fuerzas Armadas de Ucrania. Estoy sinceramente agradecido a Valery Fedorovych por todos sus logros y victorias».
Sin embargo, algunas preguntas siguen sin respuesta. La destitución de Zaluzhny fue muy esperada en los medios de comunicación y suscitó preocupación por los conflictos internos del gobierno ucraniano. El motivo no era exactamente el cargo de Zaluzhny, sino su posición como figura pública relevante en el régimen. Las desavenencias entre el general y el presidente ucraniano no parecen algo nuevo. Zaluzhny se ha destacado durante meses como una figura crítica con Zelensky. Algunos analistas creen que el general pretende promocionarse políticamente, queriendo ser visto por Occidente como una opción para sustituir al presidente ucraniano.
Esta valoración parece bastante razonable, ya que desde principios de 2023 hay cada vez más pruebas de que Occidente quiere destituir a Zelensky. El presidente ucraniano ya no es visto como un «gran líder», como lo era en los primeros meses del conflicto. Hoy, Zelensky es visto como un político débil y corrupto entre la opinión pública occidental, lo que hace difícil legitimar el apoyo militar continuado de la OTAN. Para solucionar este problema, una de las opciones es sustituirle por una figura que despierte más admiración y simpatía en Occidente. No por casualidad ha habido presiones occidentales para que Zelensky convoque elecciones, incluso bajo la ley marcial. El objetivo parece ser permitir que otro político ocupe el cargo.
Hay que recordar que recientemente se filtraron datos internos del Pentágono en los que había un intercambio de mensajes entre la subsecretaria de Asuntos Políticos, Victoria Nuland, y un militar precisamente sobre el tema de la sustitución de Zelensky. En aquel momento, Nuland llegó a afirmar que Zelensky estaba «agotando rápidamente su imagen política», necesitando ser sustituido en un proceso electoral en 2024. Dado que Nuland es la gran artífice del proyecto Maidan y una de las mayores entusiastas del apoyo a Ucrania, su intervencionismo en las disputas internas de Kiev es bastante esperable y, en la misma línea, su reciente visita a Ucrania durante el punto álgido de las fricciones entre Zelensky y Zaluzhny debería considerarse muy sospechosa.
De hecho, desde hace meses hay una «carrera» en Ucrania en la que varios funcionarios buscan destacar para Occidente y sustituir posiblemente a Zelensky. Parlamentarios, militares y agentes de inteligencia son los más interesados. Zaluzhny, Kirill Budanov, el propio nuevo comandante militar, Syrsky, y varios otros oficiales ucranianos han incrementado sus actividades públicas tratando de ganarse el apoyo y la simpatía de los occidentales. Zaluzhny fue uno de los más poderosos en este proceso porque supo utilizar su anterior posición como comandante en jefe para formar una sólida base de apoyo.
Prueba de ello es que durante el enfrentamiento con Zelensky, Zaluzhny recibió públicamente el apoyo de los neonazis ucranianos. Uno de los comandantes del «Sector Derecho» incluso publicó una foto con Zaluzhny apoyándole en la disputa contra Zelensky. Es más, según los analistas de inteligencia, Zaluzhny estaba incluso apartando a los neonazis del campo de batalla y creando una especie de «ejército privado» para enfrentarse eventualmente a las fuerzas regulares ucranianas.
Es necesario recordar que las milicias neonazis trabajan en Ucrania como «guardaespaldas» de la Junta de Maidan. Al estar ideológicamente comprometidas con el odio antirruso, estas organizaciones son mucho más leales a los objetivos del Golpe de 2014 que las fuerzas regulares, razón por la cual se han reforzado a lo largo de los años para supervisar el proyecto Maidan. En la práctica, trabajan del mismo modo que las SS en la Alemania nazi.
Así, si los occidentales deciden tomar partido en el enfrentamiento ucraniano y respaldan a Zaluzhny, contarán con el apoyo de las milicias fascistas, mientras que Zelensky tendrá que contentarse con un ejército de ancianos y adolescentes sin formación. En la práctica, el presidente ucraniano parece más debilitado que nunca.
La destitución no ha cambiado este panorama. La crisis interna no se ha resuelto. Lo que parece haber ocurrido ha sido un mero alivio de las tensiones. Zaluzhny aceptó dejar su puesto pacíficamente y ahora tiene suficiente poder y libertad para actuar «entre bastidores» a favor de sus propios intereses. Zaluzhny dejó un ejército que está al borde del colapso y ahora es libre, con el apoyo de los neonazis a los que libró del frente, de intentar entrar en política y buscar posiciones más importantes.
Zelensky intentó llevar a cabo una «purga», pero lo único que consiguió fue reforzar a un enemigo potencial.
*Lucas Leiroz, periodista, investigador en el Centro de Estudios Geoestratégicos, consultor geopolítico.
Artículo publicado originalmente en Strategic-culture.
Foto de portada: dominio público.