Abdoulaye Diallo está en un ambiente que le gusta. Este documentalista, historiador y activista burkinés ha sido invitado al festival de cine Fisahara como cofundador del Festival de Ciné Droit Libre, un festival de películas sobre derechos humanos y libertad de expresión. No ha venido solo, trae la película Burkinabe Raising, el arte de la resistencia en Burkina Faso, un film de la directora Iara Lee que retrata la revolución que el movimiento Balai Citoyen protagonizó en el 2014, en un ambiente efervescente de arte, cultura y política, y del que el propio Diallo es un referente.
Juntando su trayectoria cultural y política, Diallo ha venido a hablar de cine y descolonización a un lugar en el que nunca había estado antes, los campamentos refugiados saharauis en Argelia. Para quien participó en un movimiento que consiguió expulsar a Blaise Campoaré del poder después de 30 años, y que ha visto cómo se juzgaba a Campoaré por la muerte de Thomas Sankara, el panafricanismo y la conexión de las luchas de los pueblos del continente es fundamental.
Cuenta Diallo en la mesa que compartirá con la cineasta francoargelina Dorothée Kellou, la activista y comunicadora afrocolombiana Emiliana Bernard, y los directores del Fisahara María Carrión y Tiba Chagaf, cómo surge el festival Ciné Droit Libre, fruto de la censura y las dificultades para proyectar el documental Borry Bana, le destin fatal de Norbert Zongo (2003), film en el que Diallo, junto a Luc Damiba abordaban el asesinato del periodista de investigación Norbert Zongo, crimen que en 1998 consternó a la sociedad burkinesa.
El éxito de la película, explica Diallo, les sirvió para dimensionar la necesidad que sentía la población por conocer la verdad, impugnar el régimen y dar paso a otras miradas y discursos. Con el festival de Ciné Droit Libre, junto con el empuje de otros activistas, músicos, gente de la cultura, se irían plantando semillas que llevaron la revolución en las calles hace ocho años, culminando en la dimisión de Campoaré tras las masivas movilizaciones de octubre de 2014.
En la película que hemos podido ver, Burkinabe Raising, el arte de la resistencia en Burkina Faso, en la que se pone el foco en toda una red de artistas comprometidos con la transformación del país, se habla de la cultura como lo único que queda cuando ya no se tiene nada.
Se dice que cuando se ha perdido todo, nos queda la cultura. No debemos perder nunca la cultura, pues es la que nos constituye. El ser humano es, para empezar, un ser cultural. Por eso hay que combatir la alienación cultural. La cultura es la base sobre la que nos levantamos, lo que nos da una conciencia de quiénes somos. Nos permite saber de dónde venimos, conocer nuestra historia, ver todas las etapas que hemos atravesado y pensar desde ahí hacia dónde podemos ir. Se trata de lo que nosotros podemos aportar a lo universal. La cultura es fundamental.
Occidente intenta alienarnos, creó las escuelas con ese fin y aún tenemos que luchar contra eso. Por ello es crucial que hablemos nuestras lenguas, que las aprendamos
En este sentido, durante tu intervención en la mesa has señalado la alienación cultural como un estado del que es necesario emanciparse.
Tenemos grandes dificultades como consecuencia de esta alienación. Occidente intenta alienarnos, creó las escuelas con ese fin y aún tenemos que luchar contra eso. Por ello es crucial que hablemos nuestras lenguas, que las aprendamos. Está bien conocer el inglés o el francés para poder hablar con los demás. Pero necesitamos dominar nuestras propias lenguas para hablarnos a nosotros, entre nosotros. Nuestra lengua nos refuerza.
Hay varios grados de colonización, y yo defiendo que la más importante es la colonización mental. Cheik Anta Diop decía: te matan culturalmente, te matan intelectualmente y te matan moralmente antes de matarte físicamente. La alienación cultural precede a la desaparición física. Como apunta a apropiarse de las mentes, es atendiendo a las mentes como debemos combatirla. Allí, la cultura es estratégicamente importante. Son las artes, la historia, la educación, las herramientas que tienes en tu mano para esa descolonización.
Y es justamente esta descolonización mental la que precede las otras descolonizaciones. Mientras estés mentalmente colonizado, no puedes entender cómo funciona el sistema de la colonización. Por ello, desde el principio, cuando el colonizador ha comprendido que algo fallaba, que les costaba manejar a los pueblos, ha creado la escuela, han dicho, vamos a crear las escuelas para que los espíritus se formen respondiendo a nuestras necesidades, a nuestra agenda.
¿Cómo revertir esta colonización mental?
La colonización se perpetuará hasta que nuestros nietos vayan a una escuela donde no se reproduzca este sistema. Tenemos que entender por qué se ha creado la escuela como la conocemos, y deconstruir su primer objetivo. Cambiar lo que se estudia por aquello que puede descolonizar mentalmente a nuestra población. Por eso es tan importante la apuesta por el arte o la cultura, lo primero que necesitamos es conocernos a nosotros mismos.
Nos hicieron detestar nuestra cultura y nuestra religión, diciéndonos que nuestras creencias solo eran paganismo, politeísmo. Eso es falso. En ninguna lengua africana existe el plural de dios, siempre se habla de dios en singular. Además, la primera vez que se habló de un solo dios fue en el Egipto faraónico. Así que esta descolonización mental también opera en el marco de lo religioso: tenemos que abordar la historia de nuestras religiones.
Estamos en los campamentos de refugiados saharauis, un pueblo actualmente colonizado por un estado africano, así mismo, durante tu intervención, has abordado el islamismo en Burkina Faso dentro del marco de la colonización, introduciendo una complejidad que va más allá de Occidente como colonizador histórico.
Sí, de hecho la colonización ocurre en varios niveles, está la colonización física de occidente y está la colonización mental a través de la religión. Cuando nos trajeron las religiones de afuera, principalmente el cristianismo, por un lado nos lanzaban la Biblia y por otro nos explotaban. Con el Islam se ha trazado el mismo camino, lo trajeron para desviarnos de nuestra religión ancestral. Es importante que reencontremos nuestras religiones ancestrales. Incluso si eres musulmán o cristiano, es importante que conozcas tu religión ancestral. Lo que yo señalo es que todo se está tornando complejo ahora, pues la alienación ahora es mucho más religiosa. Ahora tenemos a jóvenes que comienzan a comportarse como árabes, y otros que se comportan como occidentales. Olvidamos nuestras creencias, cómo conectarnos con nuestra propia religión. Por eso digo que es muy complejo y hay mucho trabajo por delante.
En la película que hemos visto se destaca la gran diversidad del pueblo burkinés. Y también un cierto abrazo a lo que viene de fuera. ¿Hay en la diversidad una capacidad de reapropiarse de otros lenguajes y productos culturales?
Es muy importante esta apertura al mundo, tomar todo lo que está bien y adaptarlo. Por ejemplo, con el hip hop en nuestra lengua, es importante que vemos cómo el mensaje pasa, y el mensaje lo entendemos todos. Podemos inspirarnos de toda esta diversidad, pero necesitamos adaptar las cosas a nuestro contexto para que la gente pueda seguirlo, comprenderlo. Así que sí, los burkinenses estámos muy abiertos a la cultura global, pero también nos mantenemos ligados a nuestra propia cultura.
Hay todo un sistema que nos impide levantarnos. Por eso tenemos todos estos presidentes fantoches que no son patriotas, que venden África. Pero yo he visto a una juventud muy comprometida con el panafricanismo
Hay todo un panorama cultural africano muy rico e interconectado, que refleja también las conexiones entre pueblos y luchas comunes y remite al panafricanismo. ¿Por qué es tan difícil que esta mirada sobre el continente se visibilice fuera?
Porque hay un sistema mundial que no quiere que África esté unida. El día que África se una, seríamos tercera potencia mundial. Nadie quiere eso, pues somos el terreno que todo el mundo viene a explotar, a donde se viene a por nuestras riquezas. Hay todo un sistema que nos impide levantarnos. Por eso tenemos todos estos presidentes fantoches que no son patriotas, que venden África. Pero yo he visto a una juventud muy comprometida con el panafricanismo. Los africanos quieren asumir su propio gobierno, se puede sentir por todas partes, tomará el tiempo que tenga que tomar, pero el cambio es inevitable, sea por la fuerza o por la voluntad, los cambios llegarán, no hay elección.
Ningún país país africano es viable solo, eso no es posible. La fuerza de Estados Unidos es esa misma unidad, lo mismo que hace más fuerte a la Unión Europea. Nosotros también necesitamos esa unión. La Unión africana, que además es Occidente quien la financia, no es eso. Tenemos que apuntar a un estado federal. Ahí está la herencia de Sankara en los jóvenes africanos. Sankara, cuya imagen está presente en todos los países, quien quería ver a la juventud comprometida con la causa panafricanista.
La película Burkinabe Rising es de 2015, da una cierta nostalgia ver el movimiento Balai citoyen en pleno apogeo, con toda esa fuerza política. ¿Cómo se mantiene vivo el entusiasmo después de la revolución?
Es un desafío: dimos ese combate, pero son los políticos quienes vuelven a ocupar el espacio. Así que la pregunta que debemos hacernos, el verdadero desafío es que cuando nos indignamos, no debe bastarnos con indignarnos. Después de la indignación hay todo un trabajo que hacer. La cultura también tiene un lugar importante aquí, debemos asumir quiénes somos, asumir nuestras responsabilidades. Hay que comprometerse con la política para poder cambiar las cosas.
En el film de Iara Lee hay muchos personajes, entre ellos artistas, músicos, dramaturgos, bailarines… algunas de estas personas, como el rapero Smockey, son fundamentales para la historia reciente del país. Pero más que centrarse en individualidades, en la película resuena lo colectivo, el discurso común.
Este factor colectivo, es fundamental, porque tambien nos aporta toda esta diversidad. Nuestro festival se llama Ciné Droit libre porque es un festival sobre derechos, pero también es libre. Quiero decir que es con la libertad de expresión que nos descubrimos y podemos hacer cosas en colectivo, sin esta libertad de expresión no podemos hacer cosas en colectivo. Tú te expresas, yo me expreso, él se expresa. Es cuando estamos juntos y nos escuchamos, que podemos darnos cuenta de que estamos mirando en la misma dirección. Que podemos, desde ahí, construir algo juntos.
*Sarah Babiker es periodista especializada en género y comunicación, con experiencia docente y en prevención de la violencia. Formación en información internacional con foco en Mundo Árabe, África y América Latina. Diplomada en Antropología Social y Política.
Artículo publicado originalmente en El Salto, editado por el equipo de PIA Global