Emmanuel Macron presidió, este viernes y sábado último, una cumbre “franco–africana” sin duda histórica: sin presidentes, jefes de gobierno ni representantes oficiales de ningún gobierno africano, solo ha deseado invitar a representantes de la sociedad civil, militantes de muy diversas organizaciones, personalidades independientes, artistas, deportivos, accionistas y directivos de pequeñas y medianas empresas con el fin de consumar una ruptura y comenzar nuevas relaciones entre las antiguas colonias y la metrópoli, que pudiera «reflexionar» sobre el eventual reconocimiento de la colonización, considerada como crimen contra la humanidad.
Se trata de un arriesgado proyecto diplomático personal del presidente Macron, rompiendo con una tradición que tiene cuarenta y cuatro años de historia. Tras la descolonización iniciada y encarnada por el general de Gaulle, el presidente Georges Pompidou presidió la primera cumbre franco africana de la historia el 13 de noviembre de 1973, en el palacio del Elíseo.
Desde entonces, los sucesivos presidentes de Francia, Giscard d’Estaing, Mitterrand, Chirac, Sarkozy y Hollande, respetaron siempre le mismo ritual: el presidente de Francia reunía a los jefes de Gobierno y presidentes de medio centenar de países africanos total o parcialmente francófonos.
Refundación de las relaciones
A los siete meses de ser elegido presidente, Emmanuel Macron pronunció en Uagadugú, capital de Burkina Faso, el discurso fundador de su diplomacia africana: prometiendo una ruptura con relaciones obsoletas. La vigésimo novena cumbre franco africana, en Montpellier, viernes y sábado, ha sido presentada como la matriz de las futuras relaciones entre Francia y sus antiguas colonias.
Algo inaudito en la historia de las relaciones diplomáticas franco – africanas, el presidente Macron no ha invitado a ningún presidente, ningún jefe de gobierno, ningún representante diplomático de ninguno de los 54 Estados presentes en una cumbre de nuevo cuño.
El presidente francés solo ha deseado invitar a representantes de la sociedad civil, militantes de muy diversas organizaciones, personalidades independientes, artistas, deportivos, accionistas y directivos de pequeñas y medianas empresas.
En nombre de una mayoría de participantes, Achille Mbembe, politólogo, analista y teórico del poscolonialismo, entregará a Macron un informe de 150 páginas presentado como un proyecto de «refundación» de las relaciones entre Francia y África. No está claro cómo responderá el presidente a la exigencia más llamativa de ese proyecto: «Reconocimiento claro de la colonización, considerada como un crimen contra la humanidad». Se trata del punto más sensible, delicado e imprevisible de la cumbre de Montpellier. Macron puede limitarse a recibir el informe y proposición, sin pronunciarse forzosamente sobre tal «exigencia».
La cumbre de Montpellier reunió a más de 3.000 participantes, africanos y europeos, que trabajaron, durante día y medio, en varios terrenos sensibles: cooperación cultural, soberanía nacional, evolución de los modelos democráticos, transparencia, ayudas francesas a las pequeñas y medianas empresas africanas, con una atención particular a las ‘start up’ de la nueva economía numérica. Algunas asociaciones africanas desearían que Francia creara un fondo de apoyo a las democracias africanas y la movilidad estudiantil.
La cumbre franco – africana de Montpellier coincide con el estallido de varias crisis inflamables entre Francia y algunos países africanos. Los gestos verbales de buena voluntad no han sido suficientes para apaciguar definitivamente la crisis entre Francia y Argelia sobre la memoria histórica de la guerra de liberación.
La contratación de mercenarios rusos, en Mali, para combatir el yihadismo, han abierto una crisis irregular con Francia, que tiene 5.100 soldados en Sahel, estimando que esa gigantesca región desértica, entre el Atlántico y el Índico, es un «semillero» de grupúsculos terroristas amenazantes para toda Europa.
África, clave en el futuro del francés y la francofonía
Emmanuel Macron ha lanzado una ofensiva diplomática todoterreno, ‘ofreciendo’ París como ‘escaparate’ de las letras, las artes, la moda, el pensamiento y las culturas africanas
La palabra francofonía fue inventada en 1880 por el geógrafo anarquista Onésime Reclus (1837-1916) para «designar a todos los habitantes del planeta que hablan francés». En 1965, el general De Gaulle y Georges Pompidou lanzaron el todavía embrionario proyecto de la francofonía institucional creando el Alto Comité de la Lengua Francesa.
A caballo entre Canadá, África, el mundo árabe y Asia, el concepto de francofonía encontró defensores eminentes: el senegalés (escritor y presidente) Léopold Sédar Senghor, el príncipe Norodom Sihanouk de Camboya, el presidente tunecino Habib Burguiba, el presidente nigeriano Hamani Diori y el canadiense Jean-Marc Léger.
El 20 de marzo de 1970 se creó la Organisation Internationale de la Francophonie (OIF, con sede en París). Y Léopold Sédar Senghor, patriarca fundador del Senegal moderno, poeta, ensayista, creador del concepto de la ‘negritud’ y primer académico francés nacido en África, fue su primer gran agitador internacional: «La francofonía es una herramienta maravillosa, encontrada entre los escombros del régimen colonial. Esta herramienta que es la lengua francesa es un humanismo integral, tejido a través de cinco continentes, una simbiosis de energías durmientes unidas a través de la lengua común».
La lengua como oportunidad
Tras medio siglo de experiencia institucional, a los seis meses de su instalación en el Elíseo, Emmanuel Macron asumió el nuevo puesto de África y los africanos de raza negra y muy diverso origen étnico, cultural y religioso, en el futuro de la lengua francesa y la francofonía, con esta declaración solemne: «Hace mucho que la lengua francesa no es únicamente francesa. Comienza a ser africana tanto como francesa. La lengua francesa es un punto de equilibrio entre Kinshasa, Brazzaville, París y Montauban. Nuestra lengua es una oportunidad. No se trata, tan solo, de un patrimonio a proteger. El futuro de nuestra lengua se juega en África. Su esplendor, su atractivo, no pertenecen solo a Francia».
Hoy, la francofonía tiene dos dimensiones básicas: una organización institucional, la Organisation internationale de la francophonie (OIF), a la que pertenecen 88 Estados de cinco continentes; y una dimensión cultural, creciente, la de una lengua hablada por 300 millones de francófonos, a un ritmo de crecimiento del 10% entre 2012 y 2018. En grandes países, como Argelia, que no son miembros de la OIF, la lengua francesa ocupa un primer puesto entre sus elites culturales y en el uso de internet y las redes sociales.
Grandes países francófonos o plurilingües, como Canadá y Bélgica, entre otros, ofrecen al francés un terreno de expansión e influencia creciente, claro está. Pero todos los especialistas insisten en el mismo punto: el futuro del francés y la francofonía pasa por África y los grandes países africanos. Francia tiene 68 millones de habitantes. Pero hay unos 120 millones de francófonos en los grandes Estados africanos (República del Congo, Marruecos, Argelia, Camerún, Túnez, Madagascar, Burkina Faso, Senegal, Benín, Guinea, Malí, Togo, Níger y República Centroafricana).
Convencido, en la cúspide del Estado, de que el futuro del francés pasa por África y los africanos, Emmanuel Macron lanzó una ofensiva diplomática todoterreno, ‘ofreciendo’ París como ‘escaparate’ de las letras, las artes, la moda, el pensamiento y las culturas africanas.
Durante el último trimestre se han sucedido en París un rosario de exposiciones consagradas al arte africano: ‘África: mujeres artistas’, en el Museo de Arte Moderno, presenta la obra de un centenar de creadores francófonas. ‘Ex África, presencia africana en el arte de hoy’, en el Museo Branly, ha recordado la importancia de la influencia del gran arte africano en las peripecias del arte contemporáneo occidental, comenzando por Picasso. ‘Las divas del mundo árabe’, en el Instituto del Mundo Árabe, presenta un homenaje a las grandes señoras del arte escénico árabe-africano.
El nuevo museo parisino donde se presenta la colección de François Pinault, uno de los coleccionistas millonarios más importantes del mundo, descubrió una fabulosa colección de artistas africanos de nuestro tiempo: David Hammons, Lynette Yiadom-Boakye o Kerry James Marshall, algo así como ‘altavoces’ de muy altos vueltos del movimiento ‘Black Lives Matter’.
La moda y el lujo
Eso no es todo. Varias de las más grandes marcas emblemáticas del lujo francés, Dior, Hermès, Lancôme, Balenciaga, Dolce & Gabbana y Louis Vuitton, entre otras, han integrado en sus nuevas colecciones un número impresionante y emblemático de modelos ‘black’ y africanos, vestidos y desvestidos con el arte propio del lujo parisino. Monoprix, la primera cadena de súper e híper franceses, ofrece a sus clientes, estos días, en toda Francia, un rosario de promociones que presenta de este modo: «Celebramos el arte de vivir africano: moda, decoración, tejidos, artesanía, ropa para la casa y toda la familia».
Francia se ‘rinde’ a la evidencia demográfica: el crecimiento espectacular de la francofonía africana. Nada de ‘resistencias’. Bien al contrario. Desde el Elíseo, Emmanuel Macron estima que ese futuro africano de la lengua francesa es una gran oportunidad excepcional: «La lengua francesa puede ser la primera lengua de África. Nuestra lengua es un elemento esencial de integración económica. A través del francés, el comercio puede crear riqueza. Y esa riqueza puede ser una palanca. A través del francés que hablan y escriben los africanos, nuestra lengua puede incrementar su influencia internacional en el podio de las grandes lenguas mundiales».
Artículo publicado en ABC. Fue editado por el equipo de PIA Global