Análisis del equipo de PIA Global Europa

La danza del vasallo, la UE baila al ritmo de Washington

Escrito Por Micaela Constantini

Por Micaela Constantini* –
El acuerdo entre la UE y EEUU no solo simboliza la persistente subordinación geopolítica y económica europea a Washington, sino que también agudiza las tensiones internas y estructurales del bloque.

El resultado de las negociaciones entre la UE y EEUU respecto a los aranceles ha sido objeto de diversos análisis desde múltiples enfoques, en cada uno de ellos el punto en común se resume en la profundización de la subordinación de las élites de la UE, bajo el liderazgo de la presidenta de la Comisión Europea, a los intereses estadounidenses.

Si, a pesar de todas las decisiones tomadas por la UE desde enero, algún optimista creía que la asunción de Trump obligaría a los líderes europeos a retomar el proyecto de autonomía estratégica, se vio hartamente decepcionado con la demostración de vasallismo expuesto por von der Leyen. Lo que no quita la posibilidad de que las consecuencias de las políticas de la Comisión Europea profundice las crisis hasta el punto que provoque una rebelión ciudadana que sea canalizada hacia una profunda reconfiguración de las estructuras europeas; incluso así habría que analizar qué actores serían los que liderarían estas transformaciones y por lo tanto en qué dirección, en este sentido las extremas derechas vienen ganando terreno.

Queda cada vez más claro que Donald Trump, lejos de “dejar un vacío” en Europa, profundiza el proyecto estadounidense para la región de forma más cruda y directa. Las élites europeas, sin embargo, siguen apelando a la narrativa del “abandono” para justificar el rearme, el militarismo y los ajustes estructurales, bajo la idea de que Europa debe construir su propia defensa frente al “repliegue de Washington y la amenaza existencial que representa Rusia”. A esta ilusión de vacío estadounidense, se superpone la ilusión de una respuesta estratégica propia o de capacidad autónoma de respuesta, que en la práctica no es real ni logra desvincularse de la tutela transatlántica.

El acuerdo sobre aranceles entre la UE y EEUU, texto que aún no se ha publicado, posee varios puntos que abonan a este análisis y que abre múltiples preguntas sobre el futuro cercano del continente europeo. 

Lo simbólico

Trump continúa brindando el show característico de este segundo mandato en donde ha logrado humillar a los líderes europeos uno por uno. Lo vimos en vivo y en directo desde el Despacho Oval a comienzos del año con las visitas de Macron, Starmer y Zelensky, porque a Kaja Kallas le canceló en pleno vuelo de la mandataria a EEUU.

Esta vez, le tocó a la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen quien se llevó las críticas duras luego de decidir aceptar el acuerdo; pero también se repitió una escena con el premier británico.

Las negociaciones y el acuerdo se realizaron en el club de golf del magnate y presidente estadounidense en Escocia, justo después de una ronda de golf en su resort.

Trump recibió a Starmer y a su esposa desde lo alto de las escaleras en la entrada principal del club de golf, una imagen que ha dado qué hablar por el gran peso simbólico que esto representó.  

Imagen del momento del recibimientoTOLGA AKMEN / POOL

“Y lo simbólico es un primer ministro británico siendo “recibido” por un presidente estadounidense en su propio país, por mucho que desde un punto de vista de los usos protocolarios sea normal (como nos han enseñado ficciones como La diplomática). En un contexto como el actual, la imagen se presta a equívocos que van desde la disonancia cognitiva a la distopía en la que la antigua colonia acaba por conquistar a su metrópoli”, analiza Diego Barros.

“Tras cuatro años de una primera legislatura, otros cuatro de oposición, y cinco meses desde una vuelta que es venganza y contrarrevolución ultraconservadora a partes iguales, Trump –y su Movimiento MAGA– ha hecho de lo simbólico principio y fin de su acción política”, enfatiza Barros. 

No obstante, tanto en el Despacho Oval como en Escocia, la humillación fue contra los líderes pero el mensaje fue para toda Europa. 

Dependencia energética y militar: menos autonomía y más obediencia

A grandes rasgos, y de acuerdo a las declaraciones e informaciones extraoficiales ya que aún no se conoce el texto final, el acuerdo incluyó el arancel del 15% impuesto por EEUU sobre las mayoría de las exportaciones europeas; exenciones al 0% para ciertos bienes estratégicos como aeronaves, equipos para semiconductores, algunos químicos, medicamentos genéricos y materias primas esenciales; el 50% sobre acero y aluminio se mantienen vigentes.

Como si fuera poco, la UE se comprometió a adquirir 750.000 millones de dólares en energía, esto es gas natural licuado, petróleo y combustible nuclear, durante 3 años e invertir 600.000 millones de dólares en inversión hacia EEUU, en especial para equipamiento militar, antes de 2029.

La ambiciosa y disparatada promesa de las élites europeas en materia energética y militar no hace más que profundizar la dependencia de Washington, reduciendo la capacidad de la UE para tejer vínculos estratégicos y competitivos con otras potencias o regiones del mundo. Esta dependencia no se limita al suministro de energía y armamento, sino que también reproduce, en manos de EEUU, el mismo escenario que tanto se temía respecto al gas ruso, cuando se advertía que Putin podría utilizarlo como herramienta de presión. En la práctica, es exactamente lo que Washington ejerce de forma sistemática sobre Europa. Así, la subordinación directa en dos sectores clave, como la energía y la defensa, coloca a la UE en la posición de actuar en su propio territorio siguiendo y respondiendo sin cuestionamiento los intereses y proyectos de EEUU y la OTAN, antes que los del pueblo europeo.

A ello se suma la reciente aceptación, en la Cumbre de la OTAN, de elevar el gasto en defensa al 5% del PIB; el silencio cómplice frente a las acciones israelíes en Palestina y al ataque contra Irán; todo lo relacionado a Ucrania; y el recordatorio de que el paraguas nuclear de la OTAN lo garantiza Estados Unidos, con armamento nuclear desplegado en Reino Unido y Alemania. Todo esto se inscribe en una red de dispositivos y acuerdos que refuerzan el incremento del gasto militar europeo bajo directrices atlantistas.

En consecuencia, la UE vuelve a situarse como un actor geopolítico sin verdadera autonomía para actuar en el plano internacional, ni siquiera para negociar en su propio nombre, como evidenció el reciente viaje de von der Leyen a China, lo que a su vez deriva en una pérdida creciente de competitividad global.

Ni la dependencia energética ni la militar, ni la subordinación a Washington son nuevas en el escenario europeo. Sin embargo, el compromiso de invertir $750 mil millones en energía se vuelve particularmente irrealista si se lo contrasta con los aproximadamente 376 mil millones de euros que la UE importó en total por productos energéticos en 2024, es decir, independientemente de su origen. De ese monto global, solo unos 70 mil millones de euros correspondieron a importaciones desde Estados Unidos. Asimismo, la promesa de $600 mil millones en inversiones de defensa parece igualmente inalcanzable frente a los poco más de 326 mil millones de euros reales que destinó la UE a defensa ese año.

La UE no tiene capacidad real de financiar semejantes aumentos sin obligar a sus miembros a reestructurar los presupuestos nacionales.En un contexto que ya arrastra múltiples crisis, endeudamiento post-COVID y presiones para destinar el porcentaje del PIB al gasto en defensa, un compromiso como ese inevitablemente exigirá recortes en salud, educación y seguridad social, aumentos de impuestos o endeudamiento adicional. En este escenario, la implementación del plan podría desencadenar protestas internas, fracturas políticas y cuestionamientos a la propia viabilidad del proyecto.

Además, Estados Unidos tampoco dispone actualmente de la capacidad para abastecer los volúmenes de energía y armamento que el acuerdo plantea para toda Europa. En el caso del gas natural licuado, hay conocidos cuellos de botella tanto en la producción como en la misma logística para la exportación.

En materia militar, la saturación de la industria de defensa estadounidense es evidente. A lo que se le suman las recientes tensiones sindicales, como la huelga de más de 3.200 trabajadores de Boeing que fabrican aeronaves de combate y sistemas de armas. También se han registrado demoras en las cadenas de suministro, como ocurrió con la detección de componentes prohibidos, como los imanes provenientes de China, en la fabricación del F-35, lo que obligó a detener la producción durante meses. En resumen, Washington enfrenta desafíos estructurales para escalar sus capacidades energéticas y armamentísticas al nivel que Europa demanda.

Desindustrialización y tensiones

Además del 15% de aranceles, los 750 mil millones en energía y los 600 mil millones en armamento, la UE se comprometió a reducir ciertos aranceles en sectores como el automotriz y el agrícola, incrementando la entrada de exportaciones tanto de vehículos como de productos agrícolas estadounidenses a territorio europeo.

Todo esto agudiza varias problemáticas preexistentes dentro del territorio europeo, además de profundizar la subordinación geopolítica a Washington. Las múltiples crisis que atraviesan la ciudadanía y productores europeos a raíz de las decisiones de las élites europeas, debido a dicha subordinación, sumado a las políticas de EEUU como la le IRA o CHIPS, se agravan terriblemente con el nuevo acuerdo ya que implica el encarecimiento de la energía, los insumos y los aranceles.  Esto acelera el proceso de desindustrialización, ante la pérdida de competitividad, muchas empresas abandonan el territorio europeo, generando desempleo, inflación, falta de inversión y deterioro económico estructural.

La apertura al ingreso de productos automotrices y agrícolas estadounidenses agravará aún más la situación de estos dos importantes sectores europeos que ya están en crisis. Estas medidas podrían desencadenar nuevas protestas masivas, como las del sector agrícola que ya recorrieron el continente el año pasado con bloqueos de rutas, ocupación de ciudades, enfrentamientos con la política y una campaña de duras críticas directas a Bruselas acusándolos de abandono político. En particular, los productores se ven doblemente afectados por el progresivo vaciamiento de la Política Agraria Común (PAC), exacerbado por el plan de la Comisión Europea de fusionar los pilares agrícolas con los fondos de cohesión bajo una estructura única, un cambio que diluiría los apoyos específicos para el desarrollo rural y sectores vulnerables.

En el caso del sector automotriz ya ha sufrido cierres y deslocalizaciones. Algunas de las principales empresas realizaron despidos masivos y cierres de plantas, como Volkswagen que recortó alrededor de 35 mil empleos en Alemania y cerró su planta Audi en Bruselas, Valeo eliminará alrededor de 1000 puestos y clausurará dos fábricas francesas, Ford recortará 4000 empleos en Europa, y Bosch planea eliminar 5500 puestos hacia 2032. Además, Stellantis ha paralizado operaciones en Italia y podría cerrar más plantas, mientras que Michelin y Schaeffler también suspendieron actividades y redujeron personal en varias ubicaciones.

Es decir, que el acuerdo no sólo exacerbó las tensiones internas en Europa, entre los distintos países y líderes miembros de la UE, sino que también eleva las tensiones con los sectores productivos y empresariales.

Doble rasero europeo: de la ética y las regulaciones por conveniencia

Desde hace años vemos como la UE ajusta sus estándares de ética, reescribe el “orden basado en normas y valores”, recuerda a conveniencia tratados internacionales y establece regulaciones de forma sesgada, para acomodarlos a la necesidad de los objetivos de la élite.

En este sentido, el acuerdo que reafirma la dependencia energética y militar de la UE hacia Estados Unidos, al tiempo que facilita la entrada de productos automotrices y agrícolas estadounidenses, evidencia el doble rasero europeo. Mientras Bruselas impone estrictas normativas ambientales y de seguridad alimentaria a sus productores, como en el uso de agroquímicos, transgénicos y pesticidas o exigencias del Green Deal, acepta sin cuestionamiento las importaciones desde un país cuya producción energética proviene en una gran parte del fracking, un método de extracción altamente contaminante. A esto se suma el impacto ambiental del transporte que cruza de un continente a otro, que contradice los principios de reducción de emisiones que la propia UE promueve.

Por último, uno de los puntos que ha criticado gran parte del arco mediático europeo es que el acuerdo contradice, tensiona, y algunos llegaron a asegurar que viola ciertos principios fundamentales de la OMC. Se hace mención sobre la regla de la Nación Más Favorecida que establece que si un país otorga una ventaja comercial a otro, deben ofrecerla también a todos los demás miembros de la OMC; sobre el equilibrio de trato, es decir no preferencial, que debe existir entre los productos importados y los productos nacionales, como entre los proveedores de dichos productos importados; sobre la falta de consultas previas a otros miembros ante los cambios estructurales en política comercial que pueda alterar el equilibrio de responsabilidades, obligaciones y transparencia; sobre la “prohibición de subsidios encubiertos”, es decir un claro trato o asociación preferencial acordado entre las partes que distorsiona y socava las normas del libre comercio de la OMC. Es decir, este acuerdo socava potencialmente acuerdos sobre multilateralismo comercial, sobre no discriminación, sobre el principio de trato igualitario entre socios y sobre el acceso equitativo a los mercados.

Un doble rasero no sólo ante la falta de cumpliento frente a un organismo internacional sino especialmente porque fue la UE la que históricamente se ha sujetado de estos principios para presionar, denunciar e incluso para poner trabas contra países del Sur Global exigiendoles el cumplimiento estricto de dichas reglas.

El acuerdo entre la UE y EEUU no solo simboliza la persistente subordinación geopolítica y económica europea a Washington, sino que también agudiza las tensiones internas y estructurales del bloque. La dependencia en energía y armamento, junto con la apertura indiscriminada a productos estadounidenses, pone en riesgo la competitividad industrial y la cohesión social en Europa que ya está sumamente frágil. Además, la contradicción entre las políticas ambientales europeas y la permisividad con métodos contaminantes como el fracking, así como las posibles violaciones a las reglas de la OMC, reflejan un doble rasero que socava la credibilidad del proyecto europeo. La esperanza queda en esperar a que la falta de autonomía y la profundización del vasallaje desencadene no solo protestas ciudadanas, sino también cambios políticos profundos.

*Micaela Constantini, periodista y parte del equipo de PIA Global.

Foto de portada: El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se reúne con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en Turnberry, Escocia, Gran Bretaña, el 27 de julio de 2025. © Evelyn Hockstein, Reuters.

Acerca del autor

Micaela Constantini

Comunicadora Social, periodista. Miembro del equipo de investigación de PIA Global. Investigando cibergeopolítica y virtualidad. Feminista, antiimperialista y autodidacta. Nuestra americana Trabajo con redes sociales, edición de video y comunicación digital.

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