El 22 y 23 de junio se llevó a cabo en París la llamada Cumbre para un Nuevo Pacto Financiero Mundial, que, en definitiva y sin tanto nombre pomposo, reunió a más de 300 personas, entre jefes de Estado y de Gobierno, organizaciones internacionales y representantes del sector privado y del activismo climático con la finalidad de cuestionar el sistema financiero y sus consecuencias en torno al clima y la realidad de los países en “desarrollo” (léase empobrecidos por el mismo sistema financiero que iba a ser cuestionado allí). Y que esta cumbre fuera convocada por el presidente Macron levantó demasiado escepticismo, sobre todo en Francia, donde amplios sectores de la población ven a su presidente como alguien estrechamente relacionado con el mundo financiero.
El objetivo de esta cumbre fue de ver de qué manera se podía hacer frente al contexto global actual, buscar una hoja de ruta para reformar (o romper y pensar otro) sistema financiero global, el cual fue diseñado a mediados del siglo pasado y ya no responde a los desafíos actuales derivados de una desigualdad cada vez más otoria y profunda entre el norte y sur global, de una crisis climática que se acelera cada día, de los estragos de la pandemia de Covid-19 y de los diversos conflictos actuales, incluido el de Ucrania.
Macron, en su discurso de clausura dijo que quedó demostrado que existe un total consenso para reformar el sistema financiero mundial, un hecho que si bien fue el acuerdo final de la cumbre, aún arroja un sin número de dudas, ya que su implementación significaría el fin de los negocios para muchos de los participantes allí. Reconoció además que, aunque el espacio no tiene legalmente la obligación de compromisos vinculantes, creó un proceso de conversación que puede motivar resultados concretos en próximas reuniones, como serán la Cumbre Africana de Acción por el Clima o la COP-28 de Dubái. Más allá de este futuro puesto en las próximas cumbres, Macron se comprometió a mantener una nueva reunión en la capital francesa a modo de seguimiento de los acuerdos firmados.
Acuerdos con olor a incumplimiento
El Fondo Monetario Internacional señaló que cumplió el objetivo de poner 100 mil millones en derechos especiales de giro disponibles, que son un activo de reserva que el organismo financiero mundial tiene a disposición y que puede intercambiarse por divisas, para países vulnerables al cambio climático, recursos que habían sido prometidos en 2021. A su vez, el Banco Mundial señaló que los países en desarrollo afectados por desastres climáticos podrían suspender los pagos de la deuda. Estos dos acuerdos y/o compromisos de los principales organismos de empréstito usurero a nivel mundial son a priori la “gran novedad” de la Cumbre. Ahora bien estos mismos organismos son los que mantienen ahorcadas a las economías subdesarrolladas de los países empobrecidos con desde las recetas que se emanan desde estos organismos que hoy ofrecen tender su mano inocentemente.
En un comunicado hecho público al fin de la clausura, la cumbre pidió también que por cada dólar de préstamos de los bancos de desarrollo, éste sea igualado por al menos un dólar de financiamiento privado y dirigido a las economías en desarrollo. También se habló de incluir cláusulas de suspensión de la deuda en caso de desastres, idea que fue apoyada, en lo discursivo, por la secretaria del Tesoro estadounidense, Janet Yellen, y por el BM. Ajay Banga, su reciente nuevo presidente, anunció que la organización bancaria ampliaría sus “herramientas” de ayuda internacional, ofreciendo “una pausa en el pago de la deuda” en momentos de crisis. Por otro lado podemos decir que se obtuvo un acuerdo mayoritario de las partes en lograr establecer o crear los medios para poder gravar las emisiones del transporte marítimo en el comercio mundial, algo que, los EE.UU pondrá en consideración y estudio. Otro acuerdo fue el anuncio de reestructurar 6.3 millones de dólares de la deuda de Zambia. Sobre este acuerdo, también en lo discursivo, las relaciones entre Washington y Pekín bajaron de tono: “Como las dos economías más grandes del mundo, tenemos la responsabilidad de trabajar juntos en asuntos globales”, dijo la secretaria Yellen en el marco de la restructuración de la deuda del país africano. Y por el lado de los orientales, el primer ministro chino, Li Qiang dijo que “China está lista para participar en los esfuerzos de alivio de la deuda de manera efectiva, realista e integral de acuerdo con el principio de distribución justa de la carga”. En este sentido podemos decir que al ser China el mayor acreedor bilateral del mundo, es quien puede además presionar para que prestamistas como el BM o el FMI absorban algunas de las pérdidas, a lo que se oponen estas instituciones y Estados Unidos y la Unión Europea.
Una inmensa mayoría de los participantes venidos de los llamados países en desarrollo criticaron en la cumbre que mientras en la realidad Estados Unidos, Europa y China son las economías que mayor daño climático han causado históricamente al planeta, el actual sistema financiero deja a los países más pobres lidiar por su cuenta con las consecuencias de un cambio que ellos no han provocado.
África al frente de los reclamos
Los cambios deben ser de fondo y rápidos, y estos incluyen la renovación total de instituciones como el BM y el FMI, entidades criticadas por valorar el lucro del norte y no en luchar contra el cambio climático.
El presidente de Zambia, Hakainde Hichilema, agradeció por hacer posible el acuerdo de reestructuración de la deuda de su país, pero señaló que el acuerdo había tardado demasiado en cerrarse, criticando “la velocidad con que hacemos las cosas… Cada día que no entregamos estas cosas, básicamente aumentamos los costos”.
La activista climática ugandesa Vanessa Nakate llamó a los representantes a colocar a las personas por delante de los beneficios monetarios, hacer que las multinacionales contaminantes paguen, cancelar deudas y dirigir el financiamiento climático a los países más vulnerables: “Deberían estar pensando en billones (de dólares), no miles de millones”, señaló.
Otra voz africana que se oyó en la cumbre es la del presidente sudafricano Cyril Ramaphosa quien fue escuchado con atención, quizás por ser quien reciba ala próxima cumbre de los BRICS, un bloque que busca hacerle frente al sistema instaurado por las potencias occidentales del norte global. El líder africano dijo que “Varios compromisos que se han hecho (antes) no se han cumplido realmente en su totalidad”, refiriéndose claro al fracaso en el compromiso adoptado por los países ricos en entregar los 100 mil millones de dólares prometidos en financiación climática anual para 2020. #A veces nos sentamos en conferencias como esta y decimos ‘sí, haremos que esto esté disponible y lo otro’ y lo creemos, lo creemos, pero ahora tenemos que ver algo de acción”, cerró Ramaphosa en su participación en la Cumbre de París.
Casi dos tercios de los invitados que respondieron a la invitación de la Cumbre fueron de países africanos. Las economías de estos países históricamente han estado muy afectadas, desde la miseria en que quedaron tras ser expoliadas durante la colonización europea, pasando por las diversas pandemias sanitarias que han sufrido y, en las últimas décadas, el cambio climático. Es un continente con muchos problemas para recuperarse.
Otra participación esperada por su influencia desde el sur global fue la del mandatario brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, quien señaló que no se podría hablar de crisis climática sin hablar de pobreza y desigualdad. “Si no cambiamos las instituciones, el tema del clima se convierte en una broma. (…) ¿Quién llevará a cabo las decisiones tomadas en los foros que hacemos? (…) Seamos francos: ¿quién cumplió con el Protocolo de Kioto? ¿Quién cumplió con las decisiones de la COP-15 en Copenhague? ¿Quién cumplió con el Acuerdo de París? Y no se cumple porque no hay una gobernanza global con fuerza para decidir las cosas y con las personas para cumplir. (…) Entonces es necesario tener claro que, si no cambiamos las instituciones, el mundo seguirá siendo el mismo. Los ricos seguirán siendo ricos, los pobres seguirán siendo pobres.”

Un sistema financiero que ya no funciona (para los pobres)
Decir que el sistema financiero actual ya no sirve o no funciona es decirlo desde nuestras economías vulneradas por las potencias económicas para las que sí funciona este sistema puesto en crisis en la cumbre de París. Es por ello que las dudas surgen a bocajarro a la hora de analizar los resultados de la misma.
Este sistema que hoy, como nunca antes esta puesto en crisis y en discusión y parece que desde los países en desarrollo le ven fecha de caducidad, tiene, por cierto, su fecha de instauración. Fue casi hace 80 años, cuando el 22 de julio de 1944, en Bretton Woods, New Hampshire, Estados Unidos, representantes de 44 países crearon un marco común para la economía global que siguen funcionando hasta nuestros días.
Con el claro objetivo de crear un orden económico global para la posguerra. Las instituciones financieras multilaterales creadas entonces, como el FMI o el BM, no fueron diseñadas para responder a la emergencia climática de hoy sino para la urgencia de aquellos años: reordenar el mundo y reconstruir Europa. Pero parece que, tras las décadas, Europa les agarró el gustito y hoy en otro escenario, pero con quizás problemas más urgentes que salir de una economía de pos guerra es necesario lograr acuerdos urgentes ya que no solo están en peligro un puñado de países, sino que ante la crisis climática a la que estamos asistiendo, no habrá países ricos o pobres que la puedan afrontar.
Que una Cumbre con la finalidad de cuestionar el sistema financiero actual fuera convocada por el presidente Macron levantó demasiado escepticismo, sobre todo aquí en Francia, donde amplios sectores de la población ven a su presidente como alguien estrechamente relacionado con el mundo financiero. Esta cumbre parece carecer de legitimidad vinculatoria en todo aquello que llegase a acordar, y no significa más que un ardid político-publicitario del presidente Macron de cara a diversos contextos, como el creciente sentimiento antioccidental y antifrancés en las antiguas colonias africanas, así como por el deterioro de su imagen de presidente ecologista con la que llegó en su primer mandato y la actual apreciación que carga a cuestas de “presidente autoritario”, en función de la manera en que su gobierno ha llevado adelante la reforma de las pensiones, evitando al máximo el debate legislativo en la materia.
Lo cierto es que, más allá del escepticismo o de los acuerdos logrados en la Cumbre, lo que es innegable es que hoy da la sensación de que ya no hay tiempo para especulaciones ni para quedarse esperando en soluciones mágicas o de poco compromiso. El sistema financiero actual es causa y efecto de muchos de los problemas del Sur Global y una vez más las soluciones están en manos de quienes son los más afectados. África se plantó en esta Cumbre como el continente más perjudicado por las economías extractivistas que dejan terrenos yermos y pobreza para sus dueños mientras ven crecer sus negocios sin escrúpulos.
*Beto Cremonte es docente, profesor de Comunicación Social y Periodismo, egresado de la UNLP, Licenciado en Comunicación Social, UNLP, estudiante avanzado en la Tecnicatura superior universitaria de Comunicación pública y política, FPyCS UNLP.
Foto de portada: Macron da inicio a la Cumbre de París