En este tránsito de avances y retrocesos cada parte busca reposicionarse militarmente, mientras la economía y las finanzas tienen otra estrategia menos directa y visible. La primera consecuencia de esta disputa planetaria es el desconocimiento y derrumbe del Derecho Internacional en todas sus categorías; al punto de que un mediocre gobernante como el de Ecuador, alentado por los guerreristas de siempre, se permite pasarse por la faja los acuerdos diplomáticos de Viena -algo que ni el propio Pinochet se atrevió a realizar.
Desorden mundial que se comprueba con este nuevo round de una larga disputa por el control de las zonas petroleras más importantes del planeta, que sigue siendo el telón de fondo de nuevas y dolorosas acciones de exterminio contra el pueblo palestino, las que, a su vez, enmascaran las ambiciones de los gobernantes corruptos y neofascistas de Israel. El bombardeo por Israel de la embajada de Irán en Siria y la respuesta iraní sacaron a luz las dinámicas de esta construcción/destrucción de las nuevas relaciones de poder mundial. Las cabezas del antiguo orden unipolar le demostraron al gobierno de Israel que sin el apoyo del bloque de la OTAN las consecuencias del contraataque de Irán habrían sido desastrosas. Pero, al mismo tiempo, le ordenaron no responder; no sólo por el desgaste para el gobierno Biden en campaña electoral, sino porque esto obligaría a acelerar la estructuración orgánica del ala militar del otro bloque encabezado por China y los BRIC, hasta ahora limitado a la disputa de la hegemonía del mercado.
Para Rusia -con una guerra de desgaste en Ucrania- este conflicto genera un distracción y relajamiento de Occidente en su apoyo al gobierno de Zelensky, lo que favorece su estrategia. Y para China, convencida de que lo que decide es la economía -sin abandonar militarmente su disputa por recuperar territorios estratégicos como Taiwán- quien se debilita es el bloque occidental por los costos económicos y sobre todo políticos de estas guerras localizadas, las cuales, sin ser opuestas, no se corresponden con las estrategias de las cúpulas globalistas que buscan ganar la disputa por la vía de la hegemonía tecnológica y financiera.
De ahora en adelante, más allá de los miedos transitorios generados en la población de Israel, la supuesta autonomía de su gobierno quedó condicionada y, más temprano que tarde, tendrá que detener el exterminio del pueblo palestino y asumir los costos políticos. El derrotado estratégico es Netanyahu, mientras que el bloque de la OTAN tomará nuevas posiciones en el manejo de las misiones que le ha asignado al ejército de Israel.
Estos brutales episodios de la construcción del nuevo orden deberían ser útiles para entender la silenciosa estrategia dirigida a definir las alineaciones de los gobiernos de América Latina con el bloque histórico dominante, y así avanzar en una integración que permita la acción autónoma y soberana de nuestros pueblos.
Marcelo Caruso Azcárate* Investigador social colombo-argentino
Foto de portada: PIA Global