Como consecuencia, se ha producido una avalancha de acuerdos y varios Estados africanos se han visto atraídos por la perspectiva de lucrativos contratos energéticos.
Sin embargo, un nuevo informe advierte de que ayudar a Europa a mantener su adicción a los combustibles fósiles importados puede tener a largo plazo efectos devastadores para las sociedades africanas.
El reporte “La falacia de los combustibles fósiles: cómo la carrera por el gas en África fracasará en la consecución del desarrollo” argumenta que las trampas para el continente son abundantes.
La primera es que alimentar el hábito occidental de los combustibles fósiles acelerará la crisis climática, que ya está teniendo efectos desproporcionadamente graves en países y comunidades de África.
La sequía, los incendios forestales, las inundaciones, las enfermedades y las invasiones de plagas aumentarán su gravedad y frecuencia con esta «nueva lucha por África», alejando aún más los objetivos de desarrollo.
El informe fue producido por Don’t gas Africa, una red de decenas de organizaciones sociales del continente en colaboración con la iniciativa del Tratado de No Proliferación de Combustibles Fósiles, y se presentó en la cumbre sobre el clima que se realizó en la ciudad egipcia de Sharm el Sheij en noviembre.
El documento resalta que impulsar la “carrera por el gas” sería imprudente incluso el planeta no se estuviera sobrecalentando por las emisiones de gases de efecto invernadero, la mayoría producidos por los combustibles fósiles.
Muchos Estados africanos que desean ampliar la producción de gas construirán la infraestructura desde cero, por lo que los proyectos tardarán años, quizá décadas, en ser operativos, se recuerda.
Dado que las fuentes de energía renovables son cada vez más competitivas, es poco probable que los proyectos se beneficien de los favorables precios actuales, por lo que existe el riesgo de que no puedan funcionar durante toda la vida útil prevista, cargando a los Estados africanos con deudas, ingresos no percibidos y enormes costes de saneamiento.
“El empeño de los países africanos por ayudar a satisfacer el ansia de gas de Europa es una visión peligrosa y miope alimentada por un sueño utópico capitalista que no tiene cabida en el futuro energético de África», declaró a IPS Dean Bhebhe, uno de los coordinadores de Don’t Gas Africa.
A su juicio, “la inversión en la producción de gas fósil encerrará a África en otro ciclo de pobreza, desigualdad y explotación, al tiempo que creará un cortafuegos para que África dé el salto hacia las energías renovables».
El informe señala que los proyectos de infraestructura de combustibles fósiles no tienen un buen historial en la lucha contra la pobreza energética y el avance del desarrollo en el continente.
Pone como ejemplo a Nigeria, un país que tras décadas como productor de hidrocarburos, solo 55 % de su población tenía acceso a la electricidad en 2019.
Argumenta también que los empleos en las industrias de combustibles fósiles en África tienden a ser a corto plazo, precarios y concentrados en la construcción. Por el contrario, los empleos en fuentes limpias son a más largo plazo y tienen el potencial de aportar beneficios a todo el continente, en lugar de solo a un puñado de naciones con reservas de hidrocarburos.
Además, la contaminación y la degradación ambiental causadas por la expansión de la producción de gas pondrían en peligro la vida y los medios de subsistencia de muchas personas.
Ello, según el informe, porque se ha demostrado que las infraestructuras de combustibles fósiles en África obligan a las comunidades a abandonar sus tierras y perturban la pesca, los cultivos y áreas claves de la biodiversidad.
Entre los ejemplos que cita está el proyecto del Oleoducto de Petróleo Crudo de África Oriental (Eacop), con un tendido de casi 1400 kilómetros de Uganda a Tanzania, que entre otros impactos obligará a desplazarse a unas 14 000 familias de ambos países.
El informe también sostiene que permitir una elevada participación extranjera en el sistema energético africano sacaría riqueza del continente a expensas de los ciudadanos africanos, como ya ha sucedido con otros muchos proyectos dominados por empresas externas.
Afirma que cualquier inversión en combustibles fósiles desplaza la inversión en sistemas de energía renovable limpios y asequibles que pueden aportar beneficios inmediatos a las comunidades africanas.
Dice, como otro ejemplo, que el potencial de energía eólica en África es de casi 180 000 teravatios hora al año, suficiente para satisfacer 250 veces la demanda actual de electricidad de todo el continente.
“Como dijo este año el secretario general de la ONU, António Guterres, invertir en la producción de nuevos combustibles fósiles y centrales eléctricas es una locura moral y económica», afirmó Bhebhe.
Añadió que “la nueva producción de gas no llegaría a tiempo para hacer frente a la crisis energética de los combustibles fósiles en Europa y cargaría al continente africano con activos bloqueados».
El informe califica como falsos los argumentos esgrimidos por algunos dirigentes y élites africanos para justificar la expansión de la producción de gas, alegando que ahora «nos toca a nosotros» explotar los combustibles fósiles para generar prosperidad.
La conclusión es que no se deben volver a transitar las vías de desarrollo del pasado basadas en los combustibles fósiles.
África debería optar por un rápido despliegue de las energías renovables para estimular las economías, crear empleos integradores, impulsar el acceso a la energía, liberar ingresos públicos para la provisión de bienes públicos y mejorar la salud y el bienestar de las comunidades humanas y no humanas.
“Tenemos que poner fin al apartheid energético en África inducido por los combustibles fósiles, que ha dejado a 600 millones de africanos sin acceso a una energía renovable, limpia y moderna», afirmó Bhebhe.
“La ampliación de una energía renovable, limpia, descentralizada y rentable es la mejor y más rápida manera de acabar con la exclusión energética y satisfacer las necesidades de la población africana. Los responsables políticos africanos deben rechazar el vertido en África de sistemas de energía nuclear y de combustibles fósiles sucios, peligrosos y obsoletos”, añadió.
Bhebhe insistió en que “África no debe convertirse en un vertedero de tecnologías obsoletas que siguen contaminando y empobreciendo».
Freddie Daley, autor principal del informe, se hizo eco de estos puntos de vista.
“La idea de que el gas fósil traerá prosperidad y oportunidades a los africanos es una falacia manida y manida, promulgada por quienes más se benefician de ella: las multinacionales de combustibles fósiles y las élites políticas que las ayudan e instigan», afirmó el investigador asociado de la británica Universidad de Sussex.
“África tiene la oportunidad de trazar un camino de desarrollo diferente, pavimentado con sistemas energéticos limpios, distribuidos y baratos, financiados por los gobiernos africanos y los de las naciones ricas que más contribuyeron a crear esta crisis”, dijo.
Para Daley, “no podemos dejar que África se concentre en la producción de combustibles fósiles, porque los africanos se verán privados de energía asequible, de un mundo natural próspero y de aire limpio”.
La alerta del informe de Don´t Gas Africa llega cuando el continente tiene un creciente peso en la producción de combustibles fósiles, con nuevos actores que se han ido sumado a los productores tradicionales, como Argelia, Libia y Nigeria.
Según la Organización Africana de Productores de Petróleo (APPO, en inglés), África alberga a cinco de los 30 países productores de petróleo más importantes del mundo. En el continente existen ahora 20 países productores, que en conjunto aportan 9,6 % de la producción mundial y cuentan con 7,7 % de las reservas probadas de hidrocarburos.
Los 14 miembros de APPO son: Argelia, Angola, Benín, Camerún, Chad, Congo, República Democrática del Congo, Egipto, Guinea Ecuatorial, Gabón, Libia, Níger, Nigeria y Sudáfrica.
* Paul Virgo es periodista dedicado al cambio climático
Artículo publicado originalmente en IPS (Inter Press Service)
Foto de portada: IPS [Imagen: Una protesta de Don’t Gas Africa, una red de organizaciones del continente, durante la COP27 sobre cambio climático, celebrada en Sharm el Sheij. Foto: Don’t Gas Africa]